Diferencia entre revisiones de «YÉREGUI, Inocencio María»

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'''(Montevideo, 1833; Montevideo, 1890) Obispo'''
 
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Nació en 1833, hijo de Juan Fermín Yéregui, guipuzcoano, y de Luisa Goichea, porteña. Ordenado sacerdote en Buenos Aires, en 1858, fue uno de los sacerdotes formados especialmente por Jacinto Vera para mejorar el nivel del clero uruguayo. Se convirtió en un valioso colaborador del primer obispo y lo acompañó al Concilio Vaticano I, junto con los presbíteros Letamendi y Cabrera. Durante el gobierno de Latorre fue enviado a Roma, para lograr de la Santa Sede la creación del obispado en Uruguay. Obispo titular de Canopus ''in partibus infidelium,'' vacante el obispado de Montevideo, en mayo de 1881, por la muerte de Monseñor Vera, Yéregui ejerció interinamente el gobierno eclesiástico hasta que Roma le confirió la investidura como segundo obispo de la diócesis, el 22 de noviembre de 1881.
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Nació en 1833, hijo de Juan Fermín Yéregui, guipuzcoano, y de Luisa Goichea, porteña. Ordenado sacerdote en Buenos Aires, en 1858, fue uno de los sacerdotes formados especialmente por [[VERA_Y_DURÁN,_Jacinto | Jacinto Vera]] para mejorar el nivel del clero uruguayo. Se convirtió en un valioso colaborador del primer obispo y lo acompañó al Concilio Vaticano I, junto con los presbíteros Letamendi y Cabrera. Durante el gobierno de Latorre fue enviado a Roma, para lograr de la Santa Sede la creación del obispado en Uruguay. Obispo titular de Canopus ''in partibus infidelium,'' vacante el obispado de Montevideo, en mayo de 1881, por la muerte de Monseñor Vera, Yéregui ejerció interinamente el gobierno eclesiástico hasta que Roma le confirió la investidura como segundo obispo de la diócesis, el 22 de noviembre de 1881.
  
Yéregui debió enfrentar tiempos difíciles a partir del ascenso al poder de Máximo Santos, cuando se produjo una verdadera “tormenta anticlerical”.<ref>(Caetano y Geymonat, 71).</ref>Entre otras disposiciones que afectaban a la Iglesia, en 1885 se promulgó la Ley de Matrimonio Civil obligatorio, que imponía la precedencia del matrimonio civil sobre el religioso, con castigos duros al sacerdote que desconociera esta norma. El obispo Yéregui redactó una pastoral para aclarar la doctrina católica sobre el sacramento del matrimonio. Por otra parte, esta disposición movilizó a miles de mujeres católicas, que sostenían que la ley legitimaba ''“una unión cuyo solo nombre repugna a nuestra dignidad: el concubinato legal”''.  
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Yéregui debió enfrentar tiempos difíciles a partir del ascenso al poder de Máximo Santos, cuando se produjo una verdadera “tormenta anticlerical”.<ref>(Caetano y Geymonat, 71).</ref>Entre otras disposiciones que afectaban a la Iglesia, en 1885 se promulgó la Ley de [[MATRIMONIO_EN_CHILE | Matrimonio]] Civil obligatorio, que imponía la precedencia del [[MATRIMONIO_EN_CHILE | matrimonio]] civil sobre el religioso, con castigos duros al sacerdote que desconociera esta norma. El obispo Yéregui redactó una pastoral para aclarar la doctrina católica sobre el sacramento del [[MATRIMONIO_EN_CHILE | matrimonio]]. Por otra parte, esta disposición movilizó a miles de mujeres católicas, que sostenían que la ley legitimaba ''“una unión cuyo solo nombre repugna a nuestra dignidad: el concubinato legal”''.  
  
 
También en 1885 se aprobó la llamada Ley de Conventos, dirigida a disminuir el número de casas religiosas existentes en el país, invocando los derechos de patronato del Estado uruguayo. El tema educativo también fue objeto de debates. Mons. Yéregui intentó que se respetara la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, pero no logró su propósito. Además, se hizo más intenso el control estatal sobre los establecimientos educativos de la Iglesia. Con el alejamiento de Santos, se iniciaría un período de mejor relacionamiento entre la Iglesia y el Estado. Aunque no se logró la derogación de las leyes antes mencionadas, se suavizaron las restricciones impuestas sobre los establecimientos religiosos.  
 
También en 1885 se aprobó la llamada Ley de Conventos, dirigida a disminuir el número de casas religiosas existentes en el país, invocando los derechos de patronato del Estado uruguayo. El tema educativo también fue objeto de debates. Mons. Yéregui intentó que se respetara la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, pero no logró su propósito. Además, se hizo más intenso el control estatal sobre los establecimientos educativos de la Iglesia. Con el alejamiento de Santos, se iniciaría un período de mejor relacionamiento entre la Iglesia y el Estado. Aunque no se logró la derogación de las leyes antes mencionadas, se suavizaron las restricciones impuestas sobre los establecimientos religiosos.  
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Una gran preocupación de Yéregui fue la activa presencia de los católicos en la sociedad, a través de colegios e instituciones de asistencia social, así como la construcción de iglesias y capillas. Como afirmaba el prelado: ''“La lucha empeñada en estos momentos exige toda nuestra actividad y decisión, sin miramientos ni respetos humanos, porque esa lucha más que política es esencialmente religiosa”''.<ref>(cit. en Caetano y Geymonat, 80).</ref>
 
Una gran preocupación de Yéregui fue la activa presencia de los católicos en la sociedad, a través de colegios e instituciones de asistencia social, así como la construcción de iglesias y capillas. Como afirmaba el prelado: ''“La lucha empeñada en estos momentos exige toda nuestra actividad y decisión, sin miramientos ni respetos humanos, porque esa lucha más que política es esencialmente religiosa”''.<ref>(cit. en Caetano y Geymonat, 80).</ref>
  
Una importante iniciativa fue la reunión de los Congresos Católicos. El primero tuvo lugar en 1889 y dio nacimiento a la Unión Católica. ''“Este Congreso –afirma Juan José Arteaga– fue fruto de la generación de Soler, Bauzá y Zorrilla, ellos fueron los creadores de nuestro primer «modelo» pastoral, de un actuar coherente y organizado junto a la jerarquía. Su plan era el siguiente: instrucción religiosa a través de la predicación y la catequesis, administración de los sacramentos en las parroquias, estas cada tanto debían ser «sacudidas» por misiones extraordinarias, presencia en la educación de la juventud a través de la escuela católica”''.<ref>(Arteaga, 23)</ref>
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Una importante iniciativa fue la reunión de los [[CONGRESOS_CATÓLICOS_URUGUAYOS | Congresos Católicos]]. El primero tuvo lugar en 1889 y dio nacimiento a la Unión Católica. ''“Este Congreso –afirma Juan José Arteaga– fue fruto de la generación de Soler, Bauzá y Zorrilla, ellos fueron los creadores de nuestro primer «modelo» pastoral, de un actuar coherente y organizado junto a la jerarquía. Su plan era el siguiente: instrucción religiosa a través de la predicación y la catequesis, administración de los sacramentos en las parroquias, estas cada tanto debían ser «sacudidas» por misiones extraordinarias, presencia en la educación de la juventud a través de la escuela católica”''.<ref>(Arteaga, 23)</ref>
  
Asimismo, siendo Yéregui obispo de Montevideo, comenzaron a funcionar los Círculos Católicos de Obreros, a semejanza de los que se habían creado en Francia. Eran fruto de la preocupación social que comenzaba a tener importancia en la Iglesia universal, antes de la Encíclica ''Rerum Novarum''. Yéregui era un hombre de  temperamento moderado, estilo conciliador, poco intelectual y de profunda moral, gran conocedor del corazón humano. Mons. Inocencio María Yéregui falleció en 1890, al terminar los Ejercicios Espirituales con su clero.
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Asimismo, siendo Yéregui obispo de Montevideo, comenzaron a funcionar los Círculos Católicos de Obreros, a semejanza de los que se habían creado en Francia. Eran fruto de la preocupación social que comenzaba a tener importancia en la Iglesia universal, antes de la Encíclica ''Rerum Novarum''. Yéregui era un hombre de  temperamento moderado, estilo conciliador, poco intelectual y de profunda moral, gran conocedor del corazón humano. Mons. Inocencio María Yéregui falleció en 1890, al terminar los Ejercicios Espirituales con su clero.
  
 
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==BIBLIOGRAFÍA==
 
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'''BÁRBARA DÍAZ KAYEL'''
 
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Revisión del 17:09 23 jun 2015

(Montevideo, 1833; Montevideo, 1890) Obispo

Nació en 1833, hijo de Juan Fermín Yéregui, guipuzcoano, y de Luisa Goichea, porteña. Ordenado sacerdote en Buenos Aires, en 1858, fue uno de los sacerdotes formados especialmente por Jacinto Vera para mejorar el nivel del clero uruguayo. Se convirtió en un valioso colaborador del primer obispo y lo acompañó al Concilio Vaticano I, junto con los presbíteros Letamendi y Cabrera. Durante el gobierno de Latorre fue enviado a Roma, para lograr de la Santa Sede la creación del obispado en Uruguay. Obispo titular de Canopus in partibus infidelium, vacante el obispado de Montevideo, en mayo de 1881, por la muerte de Monseñor Vera, Yéregui ejerció interinamente el gobierno eclesiástico hasta que Roma le confirió la investidura como segundo obispo de la diócesis, el 22 de noviembre de 1881.

Yéregui debió enfrentar tiempos difíciles a partir del ascenso al poder de Máximo Santos, cuando se produjo una verdadera “tormenta anticlerical”.[1]Entre otras disposiciones que afectaban a la Iglesia, en 1885 se promulgó la Ley de Matrimonio Civil obligatorio, que imponía la precedencia del matrimonio civil sobre el religioso, con castigos duros al sacerdote que desconociera esta norma. El obispo Yéregui redactó una pastoral para aclarar la doctrina católica sobre el sacramento del matrimonio. Por otra parte, esta disposición movilizó a miles de mujeres católicas, que sostenían que la ley legitimaba “una unión cuyo solo nombre repugna a nuestra dignidad: el concubinato legal”.

También en 1885 se aprobó la llamada Ley de Conventos, dirigida a disminuir el número de casas religiosas existentes en el país, invocando los derechos de patronato del Estado uruguayo. El tema educativo también fue objeto de debates. Mons. Yéregui intentó que se respetara la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, pero no logró su propósito. Además, se hizo más intenso el control estatal sobre los establecimientos educativos de la Iglesia. Con el alejamiento de Santos, se iniciaría un período de mejor relacionamiento entre la Iglesia y el Estado. Aunque no se logró la derogación de las leyes antes mencionadas, se suavizaron las restricciones impuestas sobre los establecimientos religiosos.

Una gran preocupación de Yéregui fue la activa presencia de los católicos en la sociedad, a través de colegios e instituciones de asistencia social, así como la construcción de iglesias y capillas. Como afirmaba el prelado: “La lucha empeñada en estos momentos exige toda nuestra actividad y decisión, sin miramientos ni respetos humanos, porque esa lucha más que política es esencialmente religiosa”.[2]

Una importante iniciativa fue la reunión de los Congresos Católicos. El primero tuvo lugar en 1889 y dio nacimiento a la Unión Católica. “Este Congreso –afirma Juan José Arteaga– fue fruto de la generación de Soler, Bauzá y Zorrilla, ellos fueron los creadores de nuestro primer «modelo» pastoral, de un actuar coherente y organizado junto a la jerarquía. Su plan era el siguiente: instrucción religiosa a través de la predicación y la catequesis, administración de los sacramentos en las parroquias, estas cada tanto debían ser «sacudidas» por misiones extraordinarias, presencia en la educación de la juventud a través de la escuela católica”.[3]

Asimismo, siendo Yéregui obispo de Montevideo, comenzaron a funcionar los Círculos Católicos de Obreros, a semejanza de los que se habían creado en Francia. Eran fruto de la preocupación social que comenzaba a tener importancia en la Iglesia universal, antes de la Encíclica Rerum Novarum. Yéregui era un hombre de temperamento moderado, estilo conciliador, poco intelectual y de profunda moral, gran conocedor del corazón humano. Mons. Inocencio María Yéregui falleció en 1890, al terminar los Ejercicios Espirituales con su clero.

NOTAS

  1. (Caetano y Geymonat, 71).
  2. (cit. en Caetano y Geymonat, 80).
  3. (Arteaga, 23)

BIBLIOGRAFÍA

ACEVEDO, Eduardo, Anales históricos del Uruguay, Vol. IV, Montevideo, 1934

ARTEAGA, Juan José, “Una visión de la Iglesia en la Historia del Uruguay” en La Iglesia en el Uruguay, Montevideo, Instituto Teológico del Uruguay, 1978, 9-31

CAETANO, Gerardo y GEYMONAT, Roger, La secularización uruguaya (1859–1919). Catolicismo y privatización de lo religioso. Montevideo, Santillana, 1997

FERNÁNDEZ SALDAÑA, José María, Diccionario Uruguayo de Biografías. 1810.1940, Montevideo, 1945, 1353-1354.


BÁRBARA DÍAZ KAYEL