Diferencia entre revisiones de «URUGUAY; Oratorios rurales»
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− | Durante el denominado proceso de modernización, iniciado en la década de 1860, que implicó entre otros elementos el cercado de los campos y la desocupación de importantes sectores de la sociedad rural, las solicitudes aumentaron, dando cuenta del estrecho vínculo que para los sectores propietarios tenía la religión -y la escuela pública- en el mantenimiento del ''orden y las costumbres'', independientemente de la faceta devocional propia de la institución eclesiástica.<ref> Barrán, José Pedro, Iglesia católica y burguesía en el Uruguay de la modernización.1860-1900, Montevideo, 1988</ref> (Barrán, 1988). | + | |
+ | En otros centros poblados, situados sobre todo al norte del país, donde las misiones eran menos frecuentes, la necesidad, invocada sobre todo por los ''propietarios'', de contar con templos y sacerdotes que moralizaran a los habitantes era aun mayor, según rezaba una petición del departamento de Salto (1882): ''“tan saludable freno falta a la población de esta comarca que solo ve un sacerdote una vez en el año por dos o tres días, sin que en tan corto espacio de tiempo le sea posible a aquel, ocuparse de otra cosa que no sea bautizar o autorizar algún [[MATRIMONIO_EN_CHILE | matrimonio]].”''<ref>Ibídem.</ref>.Para ello requerían el desmembramiento de la parroquia de Salto en dos, con la correspondiente dotación de un nuevo sacerdote que pudiera difundir en la campaña la instrucción religiosa, en una región que, según sostenían los propios vecinos firmantes, no bajaba de 1.700 personas, con un número de hacendados ''“bastante crecido”.'' | ||
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− | Archivo de la Curia Eclesiástica-Arzobispado de Montevideo (ACEAM), “Capillas y Oratorios públicos y privados. Uruguay-Argentina”, Carpeta 2; BARRÁN, José Pedro, Iglesia católica y burguesía en el Uruguay de la modernización.1860-1900, Montevideo, 1988; BARRIOS PINTOS, Aníbal, “Los oratorios rurales orientales (1784-1898)” in AA.VV., La Iglesia en el Uruguay, Montevideo, 1978; BARRIOS PINTOS, Aníbal, “Los oratorios rurales de la primera mitad del siglo XIX” en Suplemento Dominical de El Día, Montevideo, 2-4/-972; DE MARÍA, Isidoro, “Oratorios de antaño, 1800-1830” en Montevideo Antiguo. Tradiciones y recuerdos. T. II., Montevideo, 1954. | + | Archivo de la Curia Eclesiástica-Arzobispado de Montevideo (ACEAM), “Capillas y Oratorios públicos y privados. Uruguay-Argentina”, Carpeta 2; BARRÁN, José Pedro, Iglesia católica y burguesía en el Uruguay de la modernización.1860-1900, Montevideo, 1988; BARRIOS PINTOS, Aníbal, “Los oratorios rurales orientales (1784-1898)” in AA.VV., La Iglesia en el Uruguay, Montevideo, 1978; BARRIOS PINTOS, Aníbal, “Los oratorios rurales de la primera mitad del siglo XIX” en Suplemento Dominical de El Día, Montevideo, 2-4/-972; DE MARÍA, Isidoro, “Oratorios de antaño, 1800-1830” en Montevideo Antiguo. Tradiciones y recuerdos. T. II., Montevideo, 1954. |
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Revisión actual del 21:30 10 ago 2020
La solicitud para la apertura de capillas y oratorios públicos en el espacio rural fue de larga data en los territorios situados al este del río Uruguay que dependían del obispado de Buenos Aires. Al menos desde las últimas décadas del siglo XVIII y hasta fines del XIX, se encuentran solicitudes cursadas antes las autoridades eclesiales de Buenos Aires, aduciendo dificultades para arribar a las capillas existentes o escasez de sacerdotes. Grandes hacendados y propietarios de los extramuros de Montevideo y zonas alejadas de las villas, habilitaban en sus campos, mediante licencia episcopal, oratorios y capillas públicas bajo diversas advocaciones, con el objeto de rezar Misa durante los días festivos y adoctrinar a peones, esclavos y familias circundantes. Se señala la erección de oratorios y capillas públicas rurales en un período que abarca desde 1784 hasta 1898, aunque no sabemos si todas las autorizaciones finalmente se llevaron a cabo [1]El escaso grado de evangelización de la campiña y la débil implantación de capillas, unida a una escasa presencia del clero y al carácter discontinuo de las misiones rurales sistemáticas hasta la década de 1870, coadyuvó a la permanencia de los oratorios rurales como institución.
Se refiere la existencia de al menos quince oratorios dispersos por la campaña entre 1800 y 1830 [2], mientras que una lista publicada en 1854 enumera cuatro capillas particulares y seis oratorios [3].Los ejemplos en este sentido son numerosos, provenientes sobre todo de regiones cada vez más pobladas y alejadas de los centros civilizadores de la escuela y el templo, como lo expresaba en 1854 un grupo vecinos y hacendados del departamento de Colonia, encabezados por los hermanos Jaime y José Antonio Castells “que movidos por el deseo religioso de coadyuvar al bien espiritual de sus almas, de los de su familia y demás vecinos que se hallan en la campaña de dicho departamento y a distancia de dos leguas de toda Iglesia”, pedían a la Curia montevideana, de la cual dependían, la erección de una capilla u oratorio público [4].
En otros centros poblados, situados sobre todo al norte del país, donde las misiones eran menos frecuentes, la necesidad, invocada sobre todo por los propietarios, de contar con templos y sacerdotes que moralizaran a los habitantes era aun mayor, según rezaba una petición del departamento de Salto (1882): “tan saludable freno falta a la población de esta comarca que solo ve un sacerdote una vez en el año por dos o tres días, sin que en tan corto espacio de tiempo le sea posible a aquel, ocuparse de otra cosa que no sea bautizar o autorizar algún matrimonio.”[5].Para ello requerían el desmembramiento de la parroquia de Salto en dos, con la correspondiente dotación de un nuevo sacerdote que pudiera difundir en la campaña la instrucción religiosa, en una región que, según sostenían los propios vecinos firmantes, no bajaba de 1.700 personas, con un número de hacendados “bastante crecido”.
Durante el denominado proceso de modernización, iniciado en la década de 1860, que implicó entre otros elementos el cercado de los campos y la desocupación de importantes sectores de la sociedad rural, las solicitudes aumentaron, dando cuenta del estrecho vínculo que para los sectores propietarios tenía la religión -y la escuela pública- en el mantenimiento del orden y las costumbres, independientemente de la faceta devocional propia de la institución eclesiástica.[6](Barrán, 1988).
Notas y referencias
- ↑ Barrios Pintos, Aníbal, “Los oratorios rurales de la primera mitad del siglo XIX” en Suplemento Dominical de El Día, Montevideo, 2 de abril de 1972.
- ↑ De María, Isidoro, “Oratorios de antaño, 1800-1830” en Montevideo Antiguo. Tradiciones y recuerdos. T. II., Montevideo, 1954. 311-315
- ↑ Barrios Pintos, Obra citada, 105
- ↑ Archivo de la Curia Eclesiástica-Arzobispado de Montevideo (ACEAM), “Capillas y Oratorios públicos y privados. Uruguay-Argentina”, Carpeta 2
- ↑ Ibídem.
- ↑ Barrán, José Pedro, Iglesia católica y burguesía en el Uruguay de la modernización.1860-1900, Montevideo, 1988
BIBLIOGRAFÍA
Archivo de la Curia Eclesiástica-Arzobispado de Montevideo (ACEAM), “Capillas y Oratorios públicos y privados. Uruguay-Argentina”, Carpeta 2; BARRÁN, José Pedro, Iglesia católica y burguesía en el Uruguay de la modernización.1860-1900, Montevideo, 1988; BARRIOS PINTOS, Aníbal, “Los oratorios rurales orientales (1784-1898)” in AA.VV., La Iglesia en el Uruguay, Montevideo, 1978; BARRIOS PINTOS, Aníbal, “Los oratorios rurales de la primera mitad del siglo XIX” en Suplemento Dominical de El Día, Montevideo, 2-4/-972; DE MARÍA, Isidoro, “Oratorios de antaño, 1800-1830” en Montevideo Antiguo. Tradiciones y recuerdos. T. II., Montevideo, 1954.
MARIO ETCHECHURY