Diferencia entre revisiones de «INDEPENDENCIA DE IBEROAMÉRICA; factores en su proceso»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''
 
'''FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ'''

Revisión del 16:45 17 oct 2016

La circunstancia determinante de la invasión napoleónica de España

La invasión napoleónica de los reinos ibéricos (1808) fue la circunstancia determinante que hará patente una profunda crisis dentro de los reinos ibéricos y en sus dominios ultramarinos; llevará a la cadena de levantamientos y a los movimientos armados en pro de la independencia. Pero el proceso ya se venía gestando desde lejos. En el caso de Portugal, su monarquía se refugia en Brasil y por ello el proceso de la independencia de Brasil sigue pautas muy diversas del que seguiría en la América hispana.

La independencia de la América española se vio precipitada por aquella invasión. Ésta aisló a la Península de los territorios americanos; originó una crisis de autoridad en todos los ámbitos y el surgir casi inmediato de un mapa peninsular en forma de «piel de leopardo»: con tierras dominadas por el nuevo régimen napoleónico implantado con toda una poderosa maquinaria militar, lugares controlados por juntas y movimientos populares de guerrillas, con pasajes continuos de los territorios controlados por los franceses a los dominados por los «patriotas».

Enseguida intervienen los ingleses con su poderío militar, los cuales jugarán un papel importante en aquella guerra de casi 6 años (1808-1814). A América llegaban órdenes y contra-órdenes, decisiones de juntas y autoridades que apelaban a superiores no siempre leales o reconocidos. Al principio, en las tierras americanas se va a producir un fenómeno que no distaba de lo que estaba pasando en la Península.

Es en estos momentos, sobre todo a partir de 1810, cuando en España ya se perfila con nitidez el movimiento insurgente anti-napoleónico y se encuentran constituidas juntas de gobierno rebeldes a Napoleón y leales al rey Fernando VII, preso en Francia, y con una junta central que pretende coordinar todo aquel movimiento de guerrilla insurgente, cuando también en los territorios americanos la insurgencia se levanta con una fuerza cada vez mayor.

Por todo ello aquel momento se presenta como la ocasión en América para que un nutrido grupo de criollos formulen continuas peticiones a favor de la autonomía política y la emancipación económica. Cuando estas peticiones son rechazadas sin más, en la confusión vigente se lanzaron a la campaña en pro de la emancipación y empuñaron las armas. Por todo ello, el derrumbamiento de la monarquía borbónica fue ocasión más que causa de la independencia; ya que, como escribe John Lynch “Los hispanoamericanos ya habían venido tomando conciencia de su alienación, de sus propios intereses e identidad, de que eran americanos y no españoles. La Iglesia no permaneció aislada de estos acontecimientos. Controlada como estaba por el Estado colonial, no pudo, menos de reaccionar ante las vicisitudes del Estado. El clero, por su parte, sufría también una crisis de autoridad, se encontraba dividido entre peninsulares y criollos y tenía intereses que defender. La Iglesia, sin embargo, no se manifestó en un sentido único”.[1]


Los actores precursores de los movimientos de independencia

Diversas circunstancias habían generado actitudes, a veces contrapuestas, en no pocos de quienes serían precursores de los movimientos de independencia. Unos habían propugnado por reformas, siempre dentro de una lealtad integral a la Corona. Otros desde hacía tiempo habían acariciado ideales separatistas de la monarquía y proyectos de naciones libres.

Ambas corrientes las encontramos en los movimientos de la independencia de Hispanoamérica y en sus «gritos» a partir de 1810, dándose a veces vivas a Fernando VII por parte de los primeros; imponiéndose luego los segundos cuando, a partir de 1820, las circunstancias peninsulares favorecieron definitivamente sus planes.

No podemos pararnos a examinar en este espacio las líneas, los vaticinios, los planes y los avatares de ambas corrientes, muy presentes ya en la segunda mitad del siglo XVIII, desde los tiempos de la independencia de los Estados Unidos, las antiguas 13 colonias inglesas en Norteamérica.[2]


Límites cronológicos de las independencias de los países latinoamericanas

“La independencia política de Hispanoamérica es algo que se inicia de diversas maneras en el siglo XVII y se arrastra más allá de Ayacucho… Las guerras no fueron sino el aspecto bélico o militar de una transformación de Hispanoamérica. Transformación que no se logra en un breve lapso de tiempo, sino en decenas de años. Cuando las guerras terminaron, las patrias no estaban bien delimitadas geográficamente, pero tampoco lo estaban los sentimientos de nacionalidad, aunque hay autores que sostienen lo contrario”.[3]

¿En qué consistió esa independencia o separación? ¿Fue el resultado final de un crecimiento lógico? Las dolorosas fracturas que se produjeron con la ocupación napoleónica de la Península ibérica y las guerras que la acompañaron, contribuyeron a crear un desequilibrio interno, tanto en España como en América, con la pérdida en esta última de gran parte de la clase dirigente, determinando la creación de una confusa realidad consecuencia de tal desequilibrio.

“Así la independencia, que se habría efectuado a la largo, irremisiblemente, como toda emancipación, constituyó una precipitada revolución social, política, económica e ideológica; en algunas zonas, más social, y ello explica el complejo problema político que planteó y que en diversas partes aún no ha tenido solución”.[4]En este sentido, ya algunos próceres de la independencia lo veían. Cabe entoces aquí la opinión historiográfica de quiénes hablan de América Latina como un conjunto de Estados inacabados”.[5]

Diversos factores que los historiadores enumeran en el proceso de emancipación.

No todos tienen el mismo peso, ni todos son únicos. Pero todos ellos se hayan presentes en medidas diferentes Entre estos factores los hay permanentes y los hay contingentes: la geografía y la antropología entre los primeros; la situación social, económica, política y moral entre los segundos. La inmensa geografía, las difíciles comunicaciones internas, el bloqueo impuesto tras la derrota franco-española en Trafalgar… favorecieron los funestos localismos. La lejanía y la lentitud burocrática de la Metrópoli contribuyeron en lo mismo. No así la diversidad de razas y de etnias, ya que el espíritu del catolicismo contribuyó a superar las barreras y no se dieron guerras raciales.

Otros factores como la situación social, económica, política y moral, los monopolios económicos, los impuestos y los límites al comercio, sí que influyeron en el proceso, creando rivalidades y suspicacias y un malestar creciente en la población, sobre todo en la «blanca – criolla». El choque se produjo con fuerza mayor entre los criollos y los funcionarios peninsulares.

Moralmente se daba una relajación de costumbres en algunos sectores de la vida pública social e incluso eclesiástica, lo mismo que una incapacidad por parte de la administración pública de gobernar debidamente. En este abanico de factores florecían diversas mentalidades: económicas, político-sociales, psicológicas con expresiones múltiples en el panorama social hispanoamericano cuando se produce la derrota de Trafalgar, la invasión napoleónica y la abdicación de Bayona.

“La invasión napoleónica destrozó las instituciones políticas de España, y América quedó huérfana. Una monarquía advenediza sustituyó a la tradicional, unas Juntas recogieron la soberanía, e Hispanoamérica se solidarizó con el pueblo español, pero todo ello no podía durar mucho”.[6]

La causa emancipadora fue llevada adelante por un grupo relativamente restringido de personas: letrados, clérigos, militares y hombres cultos. La gente común estaba generalmente al margen de este movimiento. La causa iría ganando adeptos con el tiempo, una vez comenzada la lucha. La conciencia de independencia a nivel popular se desarrolla sobre todo en los ambientes o sectores más altos socialmente y más avanzados culturalmente. Como escribe Morales Padrón “al calor de la Ilustración de las reformas, de las condiciones geográficas, etc., se fue formando esa conciencia de autosuficiencia política que, existiendo «de facto», esperó a consolidarse «de jure»”.[7]

La bibliografía “derrochada” sobre el tema de las independencias ofrece un panorama muy variado sobre el tema. El mismo autor antes citado nos ofrece un resumen sobre los motivos de las mismas, con las causas o factores que las determinaron. No es posible una generalización de causas determinantes con hombres y zonas tan diversas, pero sí que ha habido circunstancias que las favorecieron; aunque los móviles, las razones y los personajes no sean los mismos en la inmensa geografía del Continente latinoamericano y del Caribe.

Algunos de los próceres de la independencia, como Bolívar han dado una serie de motivos para justificar su postura: “la política inglesa, la ambición de Francia y la estupidez de España…habrían reducido a América a una absoluta orfandad…Las luces de algunos aconsejaron la independencia, esperando fundadamente su protección en la naciòn británica, porque la causa era justa.”


Los factores del proceso según la historiografía liberal decimonónica

Los historiadores liberales hacen énfasis en las causas negativas y consideraron la independencia como una lucha de reivindicación; generalmente son personas vinculadas a los prejuicios y a las pasiones e incluso sectarismos característicos del liberalismo más radical decimonónico.

La imagen que dan de la emancipación responde a justificarla partiendo de estas razones negativas, siempre intrínsecas:[8]Pésima administración; inmoralidad burocrática; régimen mercantil monopolista; el absolutismo fernandino; relajación de costumbres, incluso del clero; postergación de los criollos y mestizos; servidumbre indígena; “tiranías” y crueldades; restricciones culturales. A todo ello se añadiría el escándalo familiar que ofrecería la Corte hispana y las abdicaciones de Fernando VII y de Carlos IV, circunstancias que favorecieron el rompimiento.

Luego ofrecen las razones positivas, que son preponderantemente extrínsecas: enciclopedismo; vinculación de los criollos con centros políticos europeos; papel de las sociedades culturales y secretas; influencia de la independencia de los Estados Unidos; influencia de la Revolución Francesa; tarea de los jesuitas expulsados. Estas causas aportarían el cuerpo doctrinal justificativo. La invasión napoleónica habría sido sólo circunstancial y casi irrelevante.


Los factores del proceso en la historiografía contemporánea (siglos XX y XXI)

En la actualidad las cosas se presentan aún más complejas y variadas; ciertamente muchos de los axiomas historiográficos de la vieja literatura liberal decimonónica, o de textos corrientes en muchos países, han sido superados. Sin embargo, las pasiones y las divergencias continúan.

Muchos historiadores de ambos lados del Atlántico debaten en posiciones contrapuestas en la interpretación de puntos y personajes claves del proceso de independencia como: Bolívar y San Martín, la entrevista de Guayaquil, las ideas políticas de Bolívar, la actuación de San Martín en Perú, el monarquismo de San Martín, la muerte de Sucre, la Constitución de Bolivia…los clérigos en la independencia (Hidalgo, Morelos, Matamoros…), el influjo de los jesuitas en el exilio, las enseñanzas impartidas en las universidades, el papel de las academias literarias, la masonería, la influencia del liberalismo español, la Revolución Francesa, el ejemplo norteamericano, la caída del antiguo régimen, la revolución burguesa, las expediciones científicas y los viajes de los criollos a Europa, la revolución económica europea, defensora del liberalismo librecambista y de la fisiocracia debeladora del colbertismo. Ciertamente la crisis política española tuvo consecuencias graves en los avatares de América.


Otros factores recordados por algunos historiadores:

Sin duda alguna, el factor más importante que algunos historiadores están señalando es la tradición jurídica española de la «Escuela de Salamanca» (Vitoria, etc…), y aquella inspirada en el teólogo jesuita Francisco Suárez, que tuvieron un peso notable en la formación de mentalidades jurídicas sobre conceptos como “«soberanía»”, derechos de los pueblos a autogobernarse, el sentido mismo del poder real que emanaba de un «foedus» de la «plebs» (el pueblo), y el soberano (delegado ejecutivo en un cierto sentido de aquellos derechos: para su defensa y auxilio).

En tal sentido, la antigua concepción de la monarquía castellano-leonesa –española- estuvo bastante distante en sus raíces, de las monarquías franco-germánicas y que se sentía continuadora de la vieja concepción «romana».

Otro factor relevante es todo el movimiento ilustrado reformista que hemos señalado, y sus interpretaciones regalistas por una parte y por otra las iniciativas sociales, económicas y políticas que suscita, así como las expectativas que levanta en las conciencias de la sociedad criolla emergente como lo fueron:

  • La ebullición social imparable (rebeliones de españoles, de criollos, de indios, de negros, intentando en algunos casos formar «república» acá o allá.
  • Las transformaciones económicas y político-administrativas: cambio de régimen comercial, introducido por los Borbones; las compañías de comercio públicas, pero también el comercio «silencioso» o de contrabando con Europa y entre las diversas partes de las Américas.
  • La reorganización político-administrativa de los territorios bajo los borbones españoles: virreinatos nuevos, intendencias (de acuerdo con el modelo francés)… El cambio del concepto de los «Reinos de Indianos» al de «Provincias Ultramarinas»; es decir, «colonias», tomado del lenguaje anglófilo que se comienza a infiltrar junto con las ideas mercantilistas en relación a las mismas «colonias». También en el caso del Brasil se asiste a reformas notables en el mismo sentido administrativo.
  • El agudizarse las rivalidades inter-coloniales entre España y Portugal, como lo fueron el caso de la Colonia brasileña del Santísimo Sacramento, la invasión de los «bandeirantes» a las Reducciones del Paraguay. También la repercusión de las rivalidades entre Inglaterra y Francia, fruto del sistema estatal y del equilibrio europeo; y la entrada en liza de nuevas potencias como Rusia y Prusia.
  • Las últimas expansiones de España hacia las zonas periféricas de sus dominios Americanos en el norte de la Nueva España: la Alta California, Texas etc. Aquí va encuadrada la misión franciscana y fray Junípero Serra.

En este contexto el análisis de los motivos y consecuencias de esa expansión para hacer frente a la pretensión rusa de desembarcar en la costa del Pacífico californiano; la rebelión de las trece Colonias británicas que aborta el choque hispano-británico y favorece todavía la expansión de las exploraciones y la fundación de precarias misiones.

La independencia de los Estados Unidos en el proceso de las independencias de Hispanoamérica será de inicio un factor poco significativo, pues la independencia de las «trece colonias» británicas fue favorecida por Francia y por España porque significaban un golpe a su tradicional adversario: el imperio inglés; por esa razón la independencia de los Estados Unidos no choca con los dominios españoles en América, ni será factor adverso a la Corona española. Será hasta el siglo XIX cuando los países latinoamericanos resientan los embates de la «Doctrina Monroe» y cuando México sufra la marcha hacia el Oeste del «Destino Manifiesto» que le hará perder la mitad de su territorio.

Preceden o siguen tratados entre España y Portugal, como la liquidación de las reducciones jesuíticas del Paraguay, la cesión a Portugal de la colonia de Sacramento (1763) recobrada de nuevo en 1777. Siguen una danza de pérdidas y adquisiciones de territorios a la luz de las contiendas comerciales europeas: las Antillas se ven afectadas por ella (división de la Isla La Española entre España y Francia: Santo Domingo y Haití; la cesión de Trinidad a Inglaterra, etc.)

Todos estos hechos y factores constituyen los prolegómenos de la Independencia política de las Américas. Nace en las clases criollas una conciencia cada vez más nítida de la propia identidad y los deseos de autonomía; cristaliza una clase militar y se van formando milicias americanas. Incluso se habla cada vez menos de «Indias» y se va imponiendo el término y el concepto cultural y político de «América». Se cohesionan cada vez más las diversas regiones; se extiende el malestar por los impuestos exigidos a causa de las muchas guerras, de un comercio restringido a beneficio de las metrópolis; crece la autoconciencia de «clase» y los sentimientos «americanistas».

Además la Revolución Francesa, que ha entrado a una nueva época en todos los ámbitos, llega más o menos tarde en sus efectos al Continente americano. La Francia revolucionaria determina la Revolución en Haití, que de manera violenta obtiene una independencia plagada de altibajos y tragedias.

Llega así a su zenit el conflicto anglo-francés en tiempos de Napoleón, con su sueño de reconstruir un gran imperio europeo sobre bases francesas “latinas” desde Lisboa a Moscú, con su centro en París. Para ello había que destruir el poder marítimo inglés y su «dominio de los mares»; conquistar Portugal, aliada secular de los ingleses, etc…

El sueño Napoleón nunca lo logrará: con su aliado español (continua a su modo el espíritu y letra del antiguo «pacto de familia» de los borbones franceses e hispanos) que será derrotado en Trafalgar por el almirante Nelson en 1805. Su intención de conquistar Portugal determina la invasión de Napoleón de la península ibérica: España como aliada engañada, Portugal como objetivo declarado de sus pretensiones. Una vez entrado en España desencadena las abdicaciones de sus reyes (Carlos IV y Fernando VII) en su favor; usurpa el trono español y produce una crisis desconcertante en todo el territorio peninsular y en todo el Continente Hispanoamericano.

Por lo que se refiere a Portugal, la familia real, los Braganza y su Corte, serán trasportadas a Brasil (1808) por los ingleses y por ellos protegida, dando así origen al proceso de la historia emancipadora de Brasil, con características propias: primero, como «conversión» del centro del reino portugués; luego, tras la vuelta del rey a Portugal, la continuación de la presencia real portuguesa en la persona de uno de los príncipes portugueses en Brasil y la creación de aquel imperio brasileño que perdurará hasta la proclamación, indolora, casi natural, de la República brasileña, por extinción del Imperio (caída de don Pedro II el 15 de noviembre de 1889) y la constitución de la Nueva República Federal por obra de militares descontentos.

En España, a partir del 2 de mayo de 1808, se produce un levantamiento general contra los invasores franceses, hechos plasmados por Goya en sus célebres cuadros. El movimiento producirá efectos fundamentales en el curso de la historia española sucesiva: creación de juntas de gobierno, regencia, Cortes de Cádiz… intervención inglesa en ayuda a los levantados…, «guerra de guerrillas», atisbos de mentalidades reformistas y liberales, entrada del concepto de “«soberanía nacional»”, de “«nación»” frente a los viejos conceptos de “«estado patrimonial»” de raíces feudales… Lucha anti-napoleónica en clave también “«religiosa»” (una especie de cruzada contra los “«impíos»”) donde intervienen como dirigentes no pocos miembros del clero (obispos, curas y frailes), políticos del antiguo régimen, ilustrados reformistas y gente del pueblo llano... Estas experiencias, tan sumamente variadas y entrecruzadas (macedonia de intenciones y mentalidades) son compartidas por muchos de los “«americanos»”, que allá se alzarán al comienzo con las mismas motivaciones de cuantos lo hacían en la península.

La invasión napoleónica de España y la consecuente crisis de poder institucional de la monarquía hispana, pues había quedado acéfala, fue la ocasión que desencadenó aquel proceso, sobre todo a partir de 1810, cuando la crisis estaba llegado a su zenit, y prueba la interrelación entre lo que sucedía en la Península y lo que sucedía en las Américas.

NOTAS

  1. JOHN LYNCH, La Iglesia y la Independencia Hispanoamericana, en Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas (siglos XV-XIX), Obra dirigida por PEDRO BORGES, I, BAC, Madrid 1992, 815.
  2. Cfr. Representación o Memoria del conde de Aranda a Carlos III, hacia 1783, donde tras la independencia de los EE.UU. vaticinaba no sólo su predominio hegemónico en el Continente americano, sino que para prevenirlo aconsejaba tomar precauciones y exhortaba a desprenderse del Continente, conservando para la Corona directamente sólo las Antillas, y formulando la hipótesis de una especie de “comunidad” de estados autónomos bajo la dirección de la Corona. En 1786 Aranda propondría otro proyecto semejante al ministro Floridablanca. Su proyecto no cuajó. Lo mismo, parece, que propondrá luego Godoy a Carlos IV. Todo ello sin éxito.
  3. F. MORALES PADRÓN, América Hispana, en Historia de España 14, Gredos, Madrid 1986, 322.
  4. F. MORALES PADRÓN, ibíd., 324.
  5. Cfr. cita al comienzo sobre los diversos modos de concebir la historia de América Latina presentados en el volumen de la UNESCO.
  6. F. MORALES PADRÓN, ibíd., 325-326: resume las diversas corrientes y tendencias según cuanto cataloga el conocido historiador español Jiménez Fernández.
  7. F. MORALES PADRÓN, ibíd., 326.
  8. Así las enumera F. MORALES PADRÓN, ibíd, 326-334: donde explica cada una de estas razones y sus puntos discutibles


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ