MERCURIO VOLANTE
PRIMERA REVISTA AMERICANA DE MEDICINA.
En 1772 se publicó en México el Mercurio Volante, primera revista de Medicina americana. La editó José Ignacio Bartolache, Doctor en Medicina por la Universidad de México, investigador, y polemista presente en los debates científicos novohispanos de su época.
Antonio María de Bucareli y Ursúa, sostenedor del progreso mexicano, era el nuevo Virrey de la Nueva España desde 1771, fecha de la representación del Ayuntamiento de México a la corona abogando por los derechos de los criollos. Los ánimos estaban sensibilizados para promover la cultura novohispana. Por otra parte, la epidemia de matlazáhuatl (tifus) que azotó a la Nueva España desde 1772 hasta 1773, urgió a difundir las ciencias de la salud.
En ese momento además del Mercurio Volante de Bartolache, Alzate publicó Asuntos varios sobre ciencias y artes: La revista tiene una extensión de un pliego en octavo; su edición es cuidada, con una composición regular y con un tipo de letra homogénea. No inserta grabados en ninguno de los números. El Mercurio saldría con una frecuencia semanal; se publicaron dieciséis números: el primero salió el sábado 17 de octubre de 1772; el último apareció el 10 de febrero de 1773.
Bartolache se propuso transmitir al público noticias curiosas e importantes de física y medicina, para afrontar el retraso científico de la Nueva España. Había seleccionado esas dos ciencias por su reconocida utilidad; este criterio le llevó a prescindir de las matemáticas, de las que era docente, y de los temas de historia, geografía, poesía, etc., que los periódicos de la época solían incluir. Tan sólo incluiría estos temas si le llegaban colaboraciones que fuesen de interés.
El propio editor redactaría los artículos que iniciaría con una cita de buen autor español, o extranjero traducido al castellano. Prescindiría de autores latinos o griegos, apartándose así de una praxis habitual en otros periódicos que valoraban a los clásicos en forma desorbitada, a juicio de Bartolache. Prometía recoger toda crítica razonada. Si los argumentos no eran convincentes, lo aclararía en su respuesta. Sería así la revista un órgano de opinión.
Al igual que Alzate, Bartolache mantendría silencio en temas políticos y en lo concerniente, aun de forma indirecta, al gobierno. Lo explicaba aludiendo al personaje mitológico que encabezaba el título de la revista: Mercurio, que era mensajero de los dioses, sólo decía y hacía lo que sus superiores le mandaban; pero el astuto mensajero de los dioses procedía en lo restante por su cuenta y riesgo. El Mercurio Volante cuidaría también de andar muy prudente y avisado en todo lo que expusiera. El editor eludía así lo abiertamente comprometido. Convendrá tenerlo en cuenta al valorar los contenidos del Mercurio Volante.
CONTENIDO E IDEAS DEL MERCURIO VOLANTE
El Mercurio Volante difundió entre los novohispanos conocimientos científicos útiles. Lo lanzó un médico estudioso de las ciencias experimentales. Bartolache conocía bien los escritos de Buffon, de Paw, Raynal y Robertson, y los afrontó con objetividad crítica. En efecto, reconoce el retraso científico novohispano respecto a España y, sobre todo, en relación a Europa y pretendió con su revista contribuir a subsanar las deficiencias.
El retraso científico mexicano no se debía a falta de capacidad de los americanos para los saberes; "el deseo de saber es con igualdad inspirado a todo hombre", pero para adquirir los conocimientos se precisaba de una educación de buena calidad y la que impartían las instituciones novohispanas no lo era. La Universidad de México no había incorporado las materias científicas que la reforma de Carlos III aprobó en las universidades peninsulares. La mexicana seguía anclada en un escolasticismo alejado de la vida de cada día.
Reconocía, en cambio, utilidad a la escuela secundaria pues ejercitaba el ingenio y, además, "quita a los padres la pesadumbre de no saber qué hacer con sus niños en casa, después que aprendieron a leer y escribir". Denunció Bartolache el escolasticismo decadente, apoyado en la filosofía peripatética, con la que ironiza. Considera la materia y la forma aristotélicas, "perogrulladas" al final de las cuales "nos quedamos como antes".
Consecuente con esta incomprensión de la abstracción metafísica, sostiene que la verdadera filosofía es la que "habilita para ser algún día buen ciudadano, buen padre de familia, buen ministro, buen labrador, buen negociante, o para los demás oficios en que consiste la vida civil o algún vínculo de la humana sociedad". Y filósofos logrados serían los negociantes iletrados que con buen razonar examinan la situación, inquieren, tantean, averiguan hasta tomar medidas ajustadas a su empresa.
El editor vive en pleno conflicto entre los sostenedores del método científico experimental y los que lo rechazaban. Desde su óptica presenta como "dogmáticos" a los que se oponían a este método. El Mercurio Volante difundirá saberes y técnicas útiles obtenidos mediante la observación, eludiendo planteamientos antropológicos de calado. Así lo hace al tratar del pulque, "bebida regional de nuestra América", de la que indaga su uso para curar enfermedades, pasando por alto el debate sobre la licitud o no del comercio de la bebida por las graves consecuencias de su abuso, tan extendido en el virreinato.
La mujer, dotada de las mismas potencias y capacidades de los hombres, era hábil para las ciencias. Pero no había podido cultivarse y contribuir al progreso de la sociedad a causa de la decisión de los hombres, que la habían "abandonado y despreciado como inútil". La opción de Bartolache a favor de la capacidad intelectual de la mujer no le llevó a promover su desarrollo con una propuesta educativa de buen calado. La explicación podría encontrarse en lo que escribía poco después en el Mercurio: la mujer aunque dotada intelectualmente estaba sometida constitucionalmente a la histeria.
En este campo no se planteó el científico mexicano que una buena educación que atempere y forje el carácter y fortalezca la voluntad es remedio espléndido contra la histeria y sus manifestaciones. Refleja el Mercurio una visión de la historia, típica del momento ilustrado. Los siglos medievales fueron, para Bartolache, de "barbarie universal”; un paréntesis entre la cultura clásica y la Modernidad.
El legado medieval, la "tradición", había fosilizado en una filosofía desconectada de la vida. Por contraste, los avances científicos de su época, de manifiesta utilidad, fueron seguidos por el autor del Mercurio con apasionado interés y le llevaban a ensalzar la Modernidad y a trabajar por incorporar sus logros a la Nueva España. No alcanzó a valorar las culturas americanas autóctonas. Los indios eran ignorantes y estaban aún en la barbarie cuando se pusieron en contacto con los europeos.
Se gloría de la nación americana; pero es una América que lo debía todo a España y a la Europa culta. Pero los dos siglos y medio de la América criolla no bastaron para desarrollar la cultura americana al nivel europeo. Transmite, pues, el Mercurio un concepto criollo de nación americana.
Apunta en la revista una antropología que acepta la trascendencia. El hombre ha sido creado por Dios, al que rendirá cuentas al morir. Se reconoce católico y sostiene la unidad con Roma. Por ello aludió a los males que vinieron con "la plaga de la Reforma luterana, que destruye los fundamentos de la verdadera religión".
Reconoció que la virtud era necesaria para la felicidad del hombre en esta vida y cara a la eternidad, pero los intereses del editor del Mercurio estaban dirigidos a contribuir a la felicidad natural del hombre. Esa felicidad que se alcanza, sostiene Bartolache, con una buena lógica y con la medicina, pues pensar bien y vivir sano son "los verdaderos" bienes raíces sólidos, igualmente asequibles al pobre que al rico, al noble y al plebeyo.
Presenta la revista el caso del italiano Cornaro, que alcanzó una vida prolongada y feliz. Bartolache había prometido silencio en los temas políticos y, en efecto, la revista no publicó ningún artículo que tratase del tema. Su posición es menos definida de la que hemos hallado en Alzate. Bartolache elogia al monarca reinante y sus reformas renovadoras y dedica la revista al virrey Bucareli en términos de un solícito cortesano.
El editor del Mercurio, padre de familia, que hubo de superar la escasez de medios para salir adelante, se muestra obsequioso con el poder constituido. El Diario de Literatura de Alzate puede crear en el lector un cierto distanciamiento respecto a los que detentan el poder público; el Mercurio Volante no lo hace. Queda la duda, en este último caso, de si fue táctica o convicción.
Estas ideas fueron avaladas por las referencias a científicos europeos que recibe y de los que disiente en determinados temas. Admira a Descartes, pero critica acertadamente su física, por partir de principios racionales y no de la observación; para Bartolache la física cartesiana aporta la convicción de que es ciencia que no puede ser elaborada por un solo autor.
Es Isaac Newton el iniciador de la ciencia física. Cita el Diccionario de matemáticas y física, de Mr. Saverien, y el Tratado de instrumentos de matemáticas, de Mr. Bion. Hace referencia a los trabajos de Francisco Hernández, enviado por Felipe II a la Nueva España para estudiar la historia natural, y del "sagacísimo" botánico italiano Malpighi.
El autor del Mercurio conocía bien los progresos de la Medicina. Herman Boerhaave, "Euc1ides médico", era el verdadero iniciador de la Medicina científica, seguido de cerca por su discípulo Van-Swieten, que había publicado los comentarios a la obra del maestro. Sobre las enfermedades de la mujer escribieron pocos autores y cita a Mercurial, al español Mercado, al célebre Astruc , y a Ramazzini, que trató sobre la salud de las religiosas en los conventos.
El desarrollo de la Anatomía había permitido avanzar Medicina. El Mercurio citaba los descubrimientos de Swammerdam y Ruysch (inyección de materia cetácea); Gaspar Asiello (vasos lácteos); Harvey (circulación de la sangre); Rudbeck y Bartolino (vasos linfáticos); Wiesung y Hoffman (canal toráxico); Warthon (conductos salivares inferiores), y Stenon, Rivino y Bartolino (conductos salivares superiores); Du-Verney (estructura del órgano del oído); Willis y Vieysseus (estructura de los nervios); Ruysch (vasos y estructuras de las vísceras); Malpighi y Boerhaave (glándulas); Cowper, Du-Glass y Albino (músculos); y Heister y Winsllow (toda la estructura de la anatomía).
Afirmó Bartolache el alto valor de la Medicina aunque reconoció que, como todas las ciencias era falible, pues aunque tenía principios ciertos y evidentes, era difícil aplicarlos a cada caso particular. Precisamente el autor del Mercurio, aun admirando a Feijóo, le critica haber dado pie a una desconfianza hacia la ciencia médica.