PROCEDENCIA DE LOS OBISPOS HISPANOAMERICANOS

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Dos cuestiones vamos a plantear: 1- La presencia de criollos en el episcopado y su evolución; 2- El origen regional, tanto en España como en América.

La primera cuestión es importante, porque frecuentemente se ha defendido la tesis contraria. Han sido muy leídos los trabajos del francés D. du Dézert[1], para el cual los criollos no tuvieron significación alguna en la jerarquía. En verdad, es una extraña conclusión, pues el estudio está hecho en el Archivo de Indias y bien documentado. Más recientemente, el venezolano Guillermo Figueras afirmó que los criollos solamente habían ocupado cargos secundarios.[2]

Pero veamos las cifras:

ORIGEN GEOGRÁFICO DEL EPISCOPADO AMERICANO

CLASIFICACIÓN AMPLIA (1500- 1850)

ORIGEN NÚMERO PORCENTAJE
PENINSULARES 419 61.5
AMERICANOS 250 37.3
SIN DATOS 12 1.7
TOTAL 681 100


El cuadro es, sin duda interesante. Pero si estudiamos ahora la evolución de esta variable, obtendremos datos aún más interesantes:

ORIGEN GEOGRÁFICO DEL EPISCOPADO AMERICANO

EVOLUCIÓN (1500-1850)

ORIGEN S.XVI S.XVII S.XVIII S.XIX
PENINSULARES 110 (96,4%) 152 (67.5%) 163 (60%) 56 (38.8%)
AMERICANOS 4 (3.6%) 73 (32.4%) 108 (40%) 88 (61.2%)
TOTAL 114 225 271 144


Se imponen algunos comentarios. Vemos que, en el s. XVI, el número de prelados de origen peninsular es casi absoluto. Sólo cuatro americanos acceden al episcopado. ¿Pocos? Naturalmente, pero suficientes para rechazar la tesis anterior. Por lo demás es lógico que fuera así, si tenemos en cuenta que los medios de formación en América eran entonces muy escasos, frente a los grandes centros de Salamanca, Alcalá, Valladolid, Sevilla ... Sin olvidar que, en un principio, los criollos no gozaban de buena fama ante las autoridades tanto civiles como religiosas.

Reconocen los virreyes que los naturales «son expertos en lenguas» y tienen «calificado talento», pero son ambiciosos, con «voluntad de dominio», de «menos brío y rigor en la conciencia» y sin las condiciones necesarias para «dar pasto espiritual». De tal manera que, comparando el Conde de Villar a los dominicos con los franciscanos, dirá que aquéllos tenían «menos aprobación» que los franciscanos, porque «han recibido y reciben gran número de criollos».[3]


Poco a poco van recuperando el buen nombre. Las autoridades eclesiásticas modifican criterios, y en las propuestas del Consejo van apareciendo nombres criollos en mayor proporción. Así el Arzobispo Lobo Guerrero, que en 1612 denunciaba con dureza el espíritu de independencia de los americanos, insumisos a toda autoridad, en 1615 se hará eco de sus reivindicaciones considerándolas justas dada su capacidad, «porque generalmente, en estos reinos los criollos son de extremadas habilidades.[4]


De hecho en el s. XVII más del 32%, es decir, uno de cada tres obispos es ya del Continente; lo que viene a romper la teoría tradicional que situaba la criollización de la jerarquía en los últimos decenios del siglo XVIII. El proceso es bien diferente; y viene a destacar, entre otras cosas, el peso de los cabildos eclesiásticos, el poder social de las élites criollas, la altura intelectual de las universidades ... En el XVIII, el 40% de los prelados serán ya criollos; y si parcelamos la segunda mitad del siglo, más del 43%. Y ya en los decenios del XIX, lógicamente, los obispos americanos serán más del 62%.

Veamos la segunda cuestión: los orígenes regionales de los obispos peninsulares:

SIGLO CASTILLA ANDALUCÍA EXTREMADURA NAVARRA PAÍS VASCO OTRO
XVI 46 25 14 2 5 8
XVII 47 18 4 6 5 21
XVIII 49 17 7 6 3 18
XIX 38 21 7 2 2 30


Como podemos observar, una constante destaca vigorosa: Castilla y Andalucía aportaron casi el 75% de los prelados. Parecen cifras normales; pues eran regiones muy amplias, con grandes centros de formación, cabeceras de provincias religiosas y con gran tradición vocacional. Pero es curioso observar cómo en el s. XVIII, cuando ya predominarán los prelados procedentes del clero secular, se da una mayor dispersión regional. Y es que los centros de formación -seminarios, facultades, estudios generales- se multiplican y asientan en otras regiones.


Por lo que se refiere al origen de los obispos americanos vemos concentraciones similares durante los primeros siglos; Perú y México apor¬taron casi las tres cuartas partes de los obispos criollos. También es lógico; fueron las áreas nucleares de colonización y, por tanto, de cultura: allí estaban la mayoría de las diócesis, las metropolitanas de mayor peso, las cabeceras de los conventos, la sede de los virreinatos y las universidades más completas; factores a tener muy en cuenta para explicar la aparición de otros puntos geográficos en el s. XVIII; por ejemplo, Nueva Granada, cuya aportación al episcopado, en este siglo, se iguala con la de Nueva España. Creemos que la universidad de Santa Fe de Bogotá tuvo mucho que ver en ello.


Proporción entre regulares y seculares


Es evidente el protagonismo de las órdenes en la evangelización de América. Acosta dice que quien no confiesa esto llanamente es «o falto de razón o adverso a los regulares».[5]Es evidente también que muchos obispos salieron de los claustros. Pero, ¿en qué proporción? Nuestra respuesta es terminante: la aportación de las órdenes a la jerarquía de la Iglesia fue más que notable; y en ocasiones, sobresaliente. En el período 1500-1750, más de la mitad de los obispos proce¬dían del clero regular, y en todo el período que estudiamos representan casi el 44%.

OBISPOS REGULARES

PERIODO OBISPOS PORCENTAJE
1500-1750 222 54.9%
1750-1850 77 27.7%
TOTAL 299 43.9%

Como puede observarse, el episcopado americano en el s. XVI se nutrió, fundamentalmente, del clero regular. Es lógico; los frailes sabían las lenguas, conocían a los indios y tenían una rica experiencia misional. Más aún, el ritmo, a medida que avanzaba el siglo, era ascendente; los prelados que procedían del clero secular aparecen estancados durante la segunda mitad del siglo. Pero hay un detalle curioso que debe ser destacado; si consideramos al clero secular en el mismo plano que a cada una de las órdenes, tenemos que entre los años 1525-1575 los seculares aportaron un número de prelados superior al de cualquier orden religiosa.


El proceso, pues, parece que se inició con la idea de elegir prelados seculares: Alonso Manso, Ramírez de Fuenleal, Vasco de Quiroga, Fernández Angula, Alonso de Fuenmayor... son nombres que prestigian cualquier episcopologio. Pero se dio una inversión del proceso inicial que, ya lo hemos dicho, nos parece lógico, ya que muchas de las diócesis eran esencialmente misioneras.


A partir de 1610 se inicia un descenso numérico de obispos-frailes, que pronto serán sobrepasados por los seculares. De todos modos, en números absolutos, durante esta centuria (siglo XVII) aún siguen siendo más los regulares. En el siglo XVIII se erigen nuevas diócesis y aumenta el número de prelados; nada menos que 162 en la segunda mitad del siglo. Y ya, un claro predominio de los seculares: en números redondos, el 75%. Sabemos que los regalistas del s. XVIII no tenían simpatía a las órdenes: ex¬pulsan la Compañía de Jesús, secularizan las doctrinas, y pretenden una reforma drástica de los religiosos.


Pero sin olvidar que era lógico también que el clero secular fuese ocupando los puestos que le correspondían en las instituciones canónicas. Por lo demás, este 25% de frailes en el episcopologio no es cifra desdeñable; y viene a significar que siguen siendo indispensables para diócesis con un alto índi¬ce misional.


En el siglo XIX, el proceso de la Independencia sacudió profundamente las instituciones de la Iglesia. Tiempos hubo en que las mitras estaban vacantes casi en su totalidad. Y habrá que esperar a Mayo de 1827 para contar con los nuevos obispos pre¬conizados por León XII. En adelante, el predominio de los seculares en el episcopado será absoluto. En los 50 años de ese siglo, 117 obispos procedieron del clero secular; y sólo 32, de las órdenes religiosas.[6]


NOTAS

  1. L'Eglise espagnole des Indes a la fin du XVIII siécle, en: «Revue Hispanique», 39 (1917) p. 122. «Bien que les évcques choisis se trouvent en Amérique, ils étaient rarement américains».
  2. La formación del clero indígena en la Historia eclesiástica de América. 1500-1818, Caracas, 1965, p. 4. «Como venían de España los virreyes, oidores y capitanes generales, venían también de España los obispos, las dignidades eclesiásticas y los prebendados; los clérigos criollos eran siempre para oficios más modestos; sólo en el XVIII aparecen obispos criollos».
  3. Cartas del Virrey Velasco del 5.X.1593, y 4.VIII.1597, en AGI, México, 23 y 249. Y cartas del virrey Villar del 8.V.1588, y 2.V.1592, en: AGI, Lima 32. Claro que, entre ambas fechas, los criollos debie¬ron ganarse la voluntad del Conde, quien después de poner en duda la valía de los peninsulares que llegaban al Perú, escribió: «por lo cual ante el número y calidad de los nacidos en la tierra, debería suspen¬derse el envío de misioneros» (Carta del 1. V.1590, en: R. LEVILLIER, La organización de la Iglesia y órdenes religiosas en el virreinato del Perú en el siglo XVI, Madrid, 1919, 1,489).
  4. AGI, Lima, 301. El 20.III.1612 escribía: «Como todos los más son criollos y están tan encastillados en esta provincia y tienen la tierra por suya, les parece que les hacen agravio en cambiarles quien les visite y componga». (Cfr. P. CASTAÑEDA DELGADO, Don Bartolomé Lobo Guerrero, arzobispo de Lima, en: «Anuario de Estudios Americanos». vol. XXIII, Sevilla (1976), pp. 57-103.
  5. De Procuranda indiorum salute, Libro VI, cap. XVI.
  6. P. CASTAÑEDA y J. MARCHENA, La jerarquía de la Iglesia Americana. 1500·1859, en: «Hispania Sacra»,40 (1988), p. 712.


PAULINA CASTAÑEDA