MAYAS. Evangelización de su mundo cultural. I

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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EL MUNDO CULTURAL MAYA

La evangelización en el mundo cultural maya tiene una historia particularmente diversificada dadas los diferentes componentes que la conforman. Los numerosos lugares donde, desde tiempos remotos se encontraba asentada la cultura de los mayas, pertenecen a los actuales estados mexicanos de Yucatán, Quintana Roo, Campeche, Tabasco y Chiapas, además de los países de Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador.

Refiriéndonos solamente al actual México, los grupos étnicos que conforman el vasto panorama del mundo maya –además del más numeroso que es el maya yucateco– son: los chontales, de Tabasco, y los choles, tzeltales, tzotziles, tojolabales y lacandones de Chiapas. En estas regiones, especialmente en la península de Yucatán, la lengua maya se habla en Campeche, Quintana Roo y Yucatán, aparte del español.

Los mayas cuentan con una muy antigua y riquísima historia, compleja desde todos los puntos de vista. La civilización maya se extendía en los estados citados y se suele dividir cronológicamente de manera un tanto artificial en tres periodos (preclásico, clásico y postclásico). Las ciudades-estado mayas se desarrollaron sobre todo entre los años 750 a.C. y el 500 a.C. y todavía en siglos sucesivos durante el llamado periodo clásico, donde llegó a darse una marginal intervención de la ciudad de Teotihuacán.

Su esplendor entró en crisis especialmente en el siglo IX d.C.; se conjetura que su colapso fue resultado de una cadena crónica de luchas intestinas, hambrunas, el abandono de las ciudades y otros factores que cooperaron en tal decadencia y eclipse. Sin embargo, todavía en el llamado periodo postclásico se levantaron los conjuntos monumentales de Chichen Itzá en el norte y la expansión el reino de Ki’iche’ en los altiplanos de Guatemala.

Los españoles llegaron a comienzos del siglo XVI, a partir de 1511, cuando una pequeña expedición marina que se dirigía a Panamá naufragó y los sobrevivientes –una docena de ellos– que alcanzaron la costa fueron apresados y sacrificados, con la excepción de dos: Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar, que fue rescatado por Hernán Cortés en 1519. Luego, entre 1517 y 1519, llegaron por separado otras tres expediciones españolas.

Solo tras la conquista de Tenochtitlán por Hernán Cortés en 1521, el conquistador mandó a Guatemala a su compañero Pedro de Alvarado con un minúsculo grupo de españoles y un considerable contingente de indios aliados del centro de México. Es así como comenzó en realidad la ocupación española de los territorios mayas mexicanos y guatemaltecos, con la cooperación y consentimiento –en un inicio– de algunos caciques locales mayas.

La verdadera conquista del Yucatán mexicano se dio cuando el conquistador Francisco de Montejo «el Viejo» y su hijo Francisco de Montejo «el Joven», comenzaron la ocupación efectiva de Yucatán a partir de 1527, completando la conquista en 1546, consumándose totalmente la misma en 1697 con la conquista de Itzá, capital de Noj Petén por parte de Ursúa.

El nombre maya de la península de Yucatán y del origen del vocablo homónimo lo explica el obispo yucateco Carrillo y Ancona basándose en el Códice de Chumayel: “[…] que descubrimos la primera vez que el nombre de esta península es el de Yucalpetén, y que el generalmente usado de Yucatán no es más que una contracción o síncopa de aquel, dando con este precioso dato solución cumplida y satisfactoria a las cuestiones suscitadas entre los historiadores sobre la etimología de este nombre”.[1]

Regresando a trazar algunos de los elementos más conocidos de la historia de la civilización maya, hay que recordar que en estos dilatados territorios que forman una unidad étnica-cultural muy característica, floreció durante siglos aquella antigua cultura y aquella fuerte organización social y política que –por causas con frecuencia todavía muy discutidas entre antropólogos e historiadores– feneció y desapareció hacia el siglo IX d.C., dejándonos unos grandiosos restos arqueológicos sumergidos en una espesa y casi impenetrable selva.

Los restos de esta gran civilización, misteriosamente extinguida, llevan a los antropólogos e historiadores a descubrir continuamente nuevos hallazgos y aspectos de la misma, como su precisa observación de los astros en la bóveda celeste y las múltiples manifestaciones de su experiencia cultural en un mundo rodeado de magia, expresión de una religiosidad intrincada, plagada de divinidades, no sin rara frecuencia con aspectos terroríficos en sus representaciones y en sus exigencias de culto y de sangre, con sacrificios, también humanos.[2]

Estos exuberantes escenarios, los monumentales centros ceremoniales que se pueden contemplar hoy en lugares bien conocidos como Palenque, Chichén Itzá, Yaxchilán, Sayil, Yaxchilán, Taskalik Abaj, Toniná, Uxmal, Xlapak, Labná, y en diversos complejos monumentales: El Palacio, El Mirador, Arco Monumental…, en el Yucatán mexicano, Santa Rosa Xtampak, Río Bec (ambos en Campeche) o en Tikal y Zaculeu en Guatemala, Caracol en Belice … entre otros más renombrados, son mudos testimonios de la riqueza ornamental plasmada en pinturas murales, en los mascarones bellamente estucados, en las decoraciones sobre las fachadas de los edificios con sus grecas y estupendas cresterías que aligeran lo pesado de las moles piramidales.

Entre otros elementos llama la atención el «arco falso» o «arco maya» que consiste en una superposición de lápidas en forma escalonada que recibían dos muros que llegaban caso a juntarse en la parte superior, terminada en punta o ligeramente abovedada. Con esta genial solución arquitectónica, la más avanzada en todo el mundo prehispánico, evolucionaron las techumbres en forma de bóveda que cerraban sus templos.[3]

Con frecuencia, los centros ceremoniales se encontraban entrelazados o unidos por numerosas calzadas procesionales, que en Yucatán los mayas prolongaron para comunicar diversas ciudades creando una extensa red de caminos o «sacbés» que permitían el intercambio comercial.

Existen y se conservan otras muchas manifestaciones de «glifos calendáricos» y esculturas, de extraordinarias manifestaciones arquitectónica, esculturales y de cerámicas, y otras formas de trabajos en piedra, metales en orfebrería, telas y vestidos tejidos en un arco iris de múltiples colores combinados, con proyecciones de escenas de flores, plumajes variopintos de brillantes coloridos, todos plasmados en una armoniosa combinación estética.

Todas estas manifestaciones expresan una extraordinaria concepción artística vertida en cada una de ellas, y que se manifiestan, entre otras, en la producción de una inagotable serie de creaciones en la cerámica que, con formas y decoraciones, constituyen una delicada y fina filigrana de decorados artísticos estilizados, a su manera expresivamente hablantes.

Es en este escenario particularmente frondoso de selva, generalmente baja, donde se encuentran los restos arquitectónicos de la antigua civilización maya, originarios de los siglos 600 al 900 d.C. En ellos, los estados teocráticos mayas desarrollaron un característico arte arquitectónico, conocido también como «estilo Puuc» (serranía, en maya), con sus muros lisos y una ornamentación ordenada, exquisita y proporcionada.

Estos edificios tienen muros lisos con una ornamentación en la que el estuco juega un papel complementario en las construcciones fundamentales de piedra labrada. Entre los varios elementos decorativos destacan la máscara con nariz ganchuda simbolizando a Chac, dios de la lluvia, y las columnitas empotradas en la fachada que son reproducción en piedra de las antiguas ataduras de varas que formaron las paredes de las ancestrales chozas mayas.


LA EVANGELIZACIÓN.[4]

Los comienzos

Siguiendo el recorrido evangelizador católico en su desarrollo y manifestaciones, y limitándonos a la etapa virreinal española, nos encontramos con una presencia multicultural cristiana, entrelazada con las antiguas culturas de esta Mesoamérica meridional mexicana, con un espléndido legado cultural maya, ya en buena parte amestizado.

Los comienzos de la historia de la evangelización en Yucatán se desarrollaron en medio de complejos contextos sociales y políticos debidos a una conquista muy discutida, ardua y larga para los españoles desde 1527 a 1547, con continuas rebeliones indígenas y sangrientas pacificaciones.

La evangelización resultaba difícil y complicada por una parte, y por otra, planteaba a los primeros evangelizadores ignorantes de la cultura maya –como era lógico– y educados en una mentalidad que veía con sospechas fundadas sus manifestaciones religiosas de carácter idolátrico, y con frecuencia con abundantes sacrificios humanos, prácticas no aceptables para una conciencia no solamente cristiana sino también humana.

Esto explica muchas de sus expresiones de clara intolerancia, donde a veces esta se mezclaba también con destrucciones de cuanto consideraban como manifestaciones de aquellas prácticas. Aquí radica el motivo y el sentido de su férrea lucha contra la idolatría y su extirpación.

Si bien en la primera actividad evangelizadora se deben señalar a los capellanes que acompañaban a las expediciones conquistadoras, estos no podían dejar huellas notables en la evangelización. Uno de los primeros fue Francisco Hernández, capellán del conquistador Francisco de Montejo. Otro, Juan Rodrigo de Cavero, dice en 1539 de haber bautizado “muchos indios infieles” y de haberles predicado sobre la existencia de “un solo Dios todopoderoso y nuestro muy Santo Padre que en tierra su lugar suple…”.[5]

En la medida que la conquista avanzó y se fundaron villas y poblaciones españolas, se fueron erigiendo parroquias y nombrando curas, como Juan Pérez para la villa de Salamanca (1534), sin que sepamos el alcance de tales fundaciones, como también –si se atiende a la quejas de los primeros misioneros franciscanos, la actuación de aquellos clérigos no era de edificación sino a veces motivo de escándalo– se debe tener en cuenta la rigidez con la que aquellos frailes misioneros juzgaban a los clérigos seculares.

Hacia 1537 comenzaron a llegar los primeros franciscanos en las regiones mayas actuales de Tabasco y Campeche, precisamente en los momentos más duros de la conquista. La primera expedición estuvo dirigida por fray Jacobo de Tastera,[6]ya entonces notable evangelizador en el centro de México, junto con otros cuatro franciscanos, acompañados por algunos catequistas mexicas –como usaban los misioneros entonces– que servían de intérpretes.[7]

Los misioneros habrían sido bien acogidos, según el virrey Antonio de Mendoza, pero pudieron permanecer en el lugar no más de un par de años, según testifica Motolinía.[8]Pero el historiador fray Lino G. Canedo, O.F.M., reconocido experto en la historia de los franciscanos en la América hispana dice, –y citamos en inglés–:

“Motolinía, Toribio de O.F.M., Historia de los Indios de la Nueva España (Mexico, 1941) Google Scholar, treatise III, ch. 5, pp. 194-195, who only mentions the mission group of five friars sent by Fray Antonio de Ciudad Rodrigo. It should be noted that Motolinía wrote this work at the beginning of 1540 and that this entire chapter is devoted to an account of the missions which were undertaken at that period in regions beyond the Mexican plateau. We would expect him to have mentioned any previous mission of Tastera in Yucatan, if there had been one in fact. The number of missionaries given is the same, as Mendieta and those who follow him say that Tastera was accompanied by «four other religious». It is likewise remarkable that the vicissitudes and results of the two supposed expeditions are practically identical as given by both Mendieta and Motolinía. Motolinía’s account also agrees perfectly with the information contained in Viceroy Mendoza’s letter about the Tastera mission.

It may be objected that, strictly speaking, the statement of Mendoza does not prove that the Tastera mission left for Yucatan in 1537. But it does prove that they could not have left before 1536 and that they were still in Yucatan at the end of 1537. On the other hand, it allows us to accept the date 1537, which would coincide with the expedition sent by Ciudad Rodrigo for which we have the clear, precise and trustworthy testimony of Motolinía.

Modern historians of such competence as Chamberlain and Tozzer recognize the vagueness and uncertainty that obscures this matter. Chamberlain, in a section devoted to an account of the early Franciscans in Yucatan (The Conquest and Colonization of Yucatan, 1517-1550, pp. 311-322), does not mention the mission group sent by Ciudad Rodrigo. Tozzer (Landa’s Relación de las Cosas de Yucatán, p. 67, note 303) concludes that the evidence is very vague regarding these Franciscan expeditions, especially as to the one sent by Ciudad Rodrigo in 1537. Tozzer likewise does not seem to have noticed the evidence given by Motolinía, whom the present writer believes to be a better authority on this point than Mendieta.

The present writer considers inadmissible the explanation recently given by Steck, Francis Borgia O.F.M., (Motolinía’s History of the Indians of New Spain, Washington, Academy of American Franciscan History, 1951, p. 19) Google Scholar that Tastera had returned to Mexico in 1534 from his expedition to Yucatan, unless we admit that he had made another trip there previous to the one here under discussion. Father Steck’s explanation is based on an hypothesis made by Lázaro Lamadrid, O.F.M., in his edition of Fray Francisco Vázquez’ Crónica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala ( Guatemala, 1937), vol. I, bk. I, ch. 6, p. 37, note 2”.[9]

La misión propiamente organizada se llevó a cabo a partir de 1544 – 1545 con dos grupos de franciscanos provenientes, unos del centro de la Nueva España, y otro de Guatemala.[10]Ellos son propiamente los fundadores de la Iglesia en Yucatán. Entre ellos, de la Nueva España: fray Juan de la Puerta, fray Nicolás de Albalete, fray Ángel Maldonado y fray Miguel de la Vera; de Guatemala, enviados por fray Toribio Motolinía: fray Luis de Villapando, fray Lorenzo de Bienvenida, fray Melchor de Benavente y fray Juan de Herrera.[11]

Los misioneros encontraron a su llegada una situación extremadamente revuelta. Así lo manifiestan en su correspondencia con la Corona donde expresan sus quejas por los abusos cometidos por los colonos contra los indígenas, los altos tributos impuestos a la población, la falta de un gobierno justo que castigase a los infractores de la justicia, y el poco apoyo que recibían de los gobernantes en su trabajo evangelizador.[12]

Los primeros lugares donde comenzó el trabajo evangelizador por parte de los franciscanos fueron Campeche en 1537, y Mérida en 1542, sede del gobierno. En ambos lugares parece ser que fundaron sendos conventos ya en 1545, y en Maní, importante centro indígena al sur de Mérida, antigua sede del reino de Totul-Xiú, aliado de los españoles en la conquista de T’Hó (Mérida) y de los pueblos al norte de la península.

Escribe Morales Valero: “Uno no sabe explicarse si fue la lejanía de la tierra o su pobreza lo que impidió que otras órdenes religiosas participaran en la evangelización de Yucatán. El hecho es que después de llegar los franciscanos ninguna otra orden apareció en la península para trabajar en la conversión de los pueblos mayas durante el resto del siglo XVI. A principios del XVII, cuando la evangelización había pasado su etapa más difícil, los dominicos de la isla de Santo Domingo pidieron la administración de algunas de las doctrinas franciscanas de Yucatán, petición a la que naturalmente se opusieron los franciscanos.

Esto, aun considerando la evangelización ya como un hecho, acarreó sin duda más malas que buenas consecuencias, sobre todo si se tiene en cuenta que el territorio era demasiado extenso, aproximadamente una cuarta parte de la actual superficie de España, para quedar bajo el cuidado de una sola orden, problema que se agravaba si se añade que el clero diocesano local al principio fue muy reducido. Es cierto que la población indígena nunca fue numerosa: unos 260.000 habitantes hacia 1545, o sea, al iniciarse la evangelización, lo que daría un promedio de dos habitantes por kilómetro cuadrado. Esta población parece que tendió a disminuir durante el resto de la colonia. Pero no era tanto su abundancia, sino su disposición, lo que hacía difícil su evangelización”[13].


NOTAS

  1. Cf. en Carrillo y Ancona, Sermón de Ntra. Sra. De Izamal, 15 de agosto (s.a.), en ACASY, Bolsa 81 `fs,1-2]; Idem, La civilización yucateca…, pp. 18-22. Idem, Ensayo biográfico del… José Canuto Vela…, p. 16, citados en José F. Camargo Sosa, Crescencio Carrillo y Ancona, el Obispo Patriota (Mérida, Yucatán: Ed. Área Maya, 2006), 33.
  2. Entre los más conocidos estudiosos de la antigua cultura maya se recuerdan los nombres de: Charles Étienne Brasseur de Bourbourg (belga); Lyle Campbell (estadounidense); Frederick Catherwood (inglés); Désiré Charnay (francés); Michael D. Coe (estadounidense); Juan Galindo (costarricense); Giles Healy (estadounidense); Diego de Landa (español); Augustus Le Plongeon (británico); Miguel León-Portilla (mexicano); Mary Ellen Miller (estadounidense); Sylvanus Morley (estadounidense); John Lloyd Stephens (estadounidense); Edward Herbert Thompson (estadounidense); Michael D. Coe (estadounidense).
  3. El arco completo fue una técnica totalmente desconocida en toda la América prehispánica
  4. Escribe Francisco Morales Valero: “Resulta sorprendente constatar que una Iglesia tan relevante en la Nueva España como la de Yucatán, establecida en una de las zonas en la que floreció la cultura quizá más brillante de Mesoamérica, no cuente aún con una historia, ya no digamos completa, pero ni siquiera parcial. Por fortuna, se empieza a notar un cambio en esta tendencia historiográfica, debido al cual están dando nuevas luces a este capítulo tan relevante en la evangelización de la Nueva España Francisco Morales Valero, “México: La Iglesia en Yucatán”, en Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, I, editado por Pedro Borges. Madrid: BAC, 1992), 200-213.

    Notamos que en la Facultad de Historia de la Iglesia en la PUG solo existe constancia de una única tesis de doctorado sobre una de las páginas de la Iglesia en Yucatán, debida al Dr. José F. Camargo Sosa, Crescencio Carrillo y Ancona, el Obispo Patriota (Mérida, Yucatán: Ed. Área Maya, 2006).
  5. Robert S. Chamberlain, Conquista y colonización de Yucatán (México: Porrúa, 1974), 43.
  6. Según: Lino Gómez Canedo, “Fray Lorenzo De Bienvenida, O.F.M., and the Origins of the Franciscan Order in Yucatan”. The Americas 8, no. 4 (1952): 493-510: en una nota dice (original de la misma en inglés) refiriéndose a un documento publicado por el Fidel de J. Chauvet, O.F.M.:

    “The original Spanish text of this letter is found in «Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía», vol. II (Madrid, 1864). This letter was published from a manuscript copy in vol. LXXXI of the Muñoz Collection, in the Real Academia de Historia, Madrid. The only historian who seems to have used this document is Fidel de J. Chauvet, O.F.M., in his edition of the «Relación de la Descripción de la Provincia del Santo Evangelio», by Oroz-Mendieta-Suárez (Mexico, 1947), p. 83. This Relación states that Tastera left for Yucatan in 1531, and this statement was repeated by Torquemada in his «Monarchía», part III, bk. XX, ch. 47, p. 489, who thus contradicts what he had said in a previous chapter (note 5, supra). The contradiction was pointed out by Cogolludo, op. cit., vol. I, bk. II, ch. 14, p. 144”.
  7. El historiador franciscano Lino Gómez Canedo en “Fray Lorenzo de Bienvenida”, en una nota se refiere a la presencia de tales indios ayudantes de los frailes misioneros, aclarando un equívoco quizás de transcripción de un texto de fray Diego de Landa. Dice la nota [en inglés] citando a Tozzer [cf. nota n. 8]: Tozzer, op. cit., p. 68, where Landa’s text is exhaustively annotated. The uncertainty of the text may explain why so little attention has been paid to its importance in regard to this problem. The manuscript reads that Hojacasttro sent “more Indians” (mas indios), although the meaning seems to demand the words “more friars” (mas frailes). However, the words used in the manuscript are not as absurd as it might seem at first glance, for we know that the Franciscans actually did send Indians from Mexico to help the friars in their first contacts with the Yucatecan Mayas (Cogolludo, op. cit., vol. I, bk. II, ch. 12, p. 134).
  8. Toribio de Benavente Motolinía, Historia de los indios de la Nueva España (Madrid: Castalia, 1991), 138. El P. Lino Canedo, O.F.M., en el artículo, señalado en la nota transcrita señala [texto en inglés] algunos puntos de suma importancia para esta historia.
  9. Cf. Gómez Canedo “Fray Lorenzo de Bienvenida”. Copyright © Academy of American Franciscan History 1952. Cited by Alfred M. Tozzer Landa's Relación de las cosas de Yucatán (Cambridge: Massachusetts, the Museum, 1941).
  10. Según el citado historiador fray Lino G. Canedo, O.F.M., en el art. citado, nota 25, se refiere a la importancia que la documentación de AGI (Sevilla) ofrece relativa al trabajo de los primeros franciscanos:

    “AGI, «Contaduría», leg. 275, fols. 247v-248. Some of the friars listed in these documents played important roles in the mission history of Yucatan. Such were Fray Diego de Pesquera, Fray Francisco de la Torre and Fray Antonio de Valdemoro. According to Cogolludo (op. cit., vol. I, bk. V, ch. 9, p. 362), Fray Antonio de Valdemoro had come to Yucatan in 1549 with Fray Nicolás de Albalate; Tozzer (op. cit., p. 68, note 308) repeats this statement. Possibly the Fray Roque de Villisca of this list may have been the same person as the Fray Roque who appears as guardian of Izamal in 1562 and of Valladolid in 1565 (Scholes and Adams, «Don Diego de Quijada», vol. I, pp. 178, 179; vol. II, pp. 327, 328, 332). Likewise, the Fray Pedro Gumiel of this list may be the same person as the Fray Graniel (a misreading for Qumiel ?) mentioned in Scholes and Adams, op. cit., vol. II, p. 412.

    From documents seen by the present writer in the AGI the dates can be established for the arrival of other Franciscans who figured prominently in Yucatan: Fray Antonio de Tarancón and Fray Buenaventura de Fuenlabrada were provided passage in the first months of 1542, and Fray Miguel de Vera must have sailed at the beginning of 1541 (AGI, «Contratación», leg. 4,677, unpaginated); Fray Diego de Béjar must have gone at the end of 1538 (AGI, «Contratación», leg. 4,676, fol. 271); and Fray Francisco de Colmenar went to New Spain in 1552 (AGI, «Contaduría», /eg. 275, fols. 258-259)”.
  11. Cf. Gómez Canedo, “Fray Lorenzo de Bienvenida”. El artículo expone cómo fray Lorenzo de Bienvenida fue uno de los primeros y más conocidos fundadores franciscanos de las misiones de Yucatán. Se indica toda una serie de documentos y estudios sobre la historia de las misiones franciscanas en Yucatán, que a veces son conflictivos, pero que habilitan para poder trazar una historia fundada sobre los comienzos de la misión franciscana en Yucatán, aunque quedan todavía numerosos puntos por aclarar. El autor del citado artículo ha investigado en el AGI de Sevilla («Indiferente», legajo 1,093), sobre la visita llevada a cabo por fray Lorenzo de Bienvenida a España en 1551-1552, con dos cartas del citado fray Lorenzo de Bienvenida.

    En una larga nota, el autor cita un elenco de obras de investigación histórica sobre el argumento: France Scholes, Documentos para la historia de Yucatán, primera serie (Mérida: Tip. Yucateca, 1936); France Scholes y Eleanor Adams, Documentos para la historia de Yucatán, vol. II. Mérida: 1938 (Mérida: 1938); France Scholes y Eleanor Adams, Don Diego de Quijada, Alcalde Mayor de Yucatán, 1561-1565, vols. 14 y 15 (México: Biblioteca Histórica Mexicana de obras inéditas: 1938); Alfred M. Tozzer, Landa's Relación de las cosas de Yucatán. Cambridge: Massachusetts, the Museum, 1941); Ignacio Rubio Mañé, Archivo de la historia de Yucatán, Campeche y Tabasco, 3 vols. (México: Robredo y Rosell, 1942); Juan Francisco Molina Solís, Historia del descubrimiento y conquista de Yucatán, vol. II (México: Ediciones Mensaje, 1943); Ralph L. Roys, The Indian Background of Colonial Yucatan (Washington: Publications of the Carnegie Institution of Washington, 1943); Robert S. Chamberlain, The Conquest and Colonization of Yucatan, 1511-1550 (Washington: Publications of the Carnegie Institution of Washington, 1948); France Scholes and Ralph Roys, The Maya Chontal Indians of Acalan-Tixchel (Washington: Publications of the Carnegie Institution of Washington, 1948).

    Sobre el número de franciscanos enviados a estas misiones, tanto de Yucatán como de Guatemala, Lino Gómez Canedo –en el artículo citado supra– refiere varios documentos en los que se muestran los números que a veces varían según las fuentes. Así, en la nota 16 de dicho artículo escribe:

    “Vázquez says in his «Crónica» (ed. cit., vol. I, bk. I, ch. 20, p. 102) that the number of the friars of the Tastera mission who were destined for Guatemala was no less than twenty-four, and that Motolinia sent six (instead of four) of these to Yucatan. Vázquez cites Lizana’s Historia to support his statement, but he does not list these friars’ names. However, we know the names of some of these, such as that of Fray Pedro de Betanzos, from other sources. Betanzos was from the Spanish Franciscan Province of Santiago, but he does not figure in the group brought by Tastera”.

    En la nota 21 aclara de nuevo algunas otras diferencias como: “Cogolludo, op. cit., vol. I, bk. V, ch. 9, pp. 362-363; Vázquez, op. cit., vol. I, bk. I, ch. 24, pp. 119 ff. Concerning Albalate’s trip to Spain, see «Cartas de Indias», pp. 69 and 72, and Scholes and Adams, «Documentos para la historia de Yucatán», vol. I, p. 4. The royal cédulas providing for his trip are in AGI, «Audiencia de Mexico», leg. 2,999, fols. 30-32, 35-36. Albalate was authorized to bring eighteen friars, as also appears in a document published in «Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de Ultramar», Segunda Serie, vol. XVIII (Madrid, 1925), p. 105. This work will be hereafter cited as «Colección de Ultramar». In one of the royal cédulas, Albalate is referred to as Juan, instead of Nicolás. Cogolludo must have seen this document, since he expressly corrects Lizana on this point, and he himself always speaks of Fray Juan de Albalate in his Historia (e. g., vol. I, bk. V, ch. 1, pp. 330 and 332, and ch. 9, p. 362)”.
  12. Así, el historiador franciscano citado Lino Gómez Canedo, O.F.M., en el artículo citado en la nota anterior en inglés [n. 7] escribe refiriéndose a una publicación referida: “his letter is published in Cartas de Indias (Madrid, 1877), pp. 67-69. Cogolludo, op. cit., vol. I, bk. V, ch. 9, p. 361. There is another letter, written by Fray Luis de Villalpando at Mérida, October 15, 1550 (as yet unpublished), in which he denounces certain abuses committed by encomenderos, and states that his accusations are based on his own evidence and that of «my friars from six years ago until now during which we have been here in this land.» This letter is mentioned by Chamberlain, op. cit., p. 318, note 26; the original MS is in the Archivo Histórico Nacional, Madrid, section: Cartas de Indias, and a photocopy is in the Library of Congress, Division of Manuscripts, as deposited by the Carnegie Institution of Washington”.
  13. Francisco Morales Valero, “México: La Iglesia en Yucatán”, en Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, I, ed. Pedro Borges (Madrid: BAC, 1992), 201-202.


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FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ. © DHIAL

Hemos seguido en varios puntos las referencias que se dan; de modo especial en algunos puntos indicados oportunamente a: FRANCISCO MORALES VALERIO, México: La Iglesia en Yucatán, en P. Borges, Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, II, BAC, Madrid 1992, pp. 199-213.