MISIÓN MUZI (1824-1825). El Vicariato hispanoamericano del siglo XIX

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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CONTEXTO PREVIO.

A diferencia del Brasil que se independizó de su Metrópoli de una manera tersa, Hispanoamérica se independizó de la Corona española de manera violenta y caótica. Entre las varias razones de ello destaca el hecho del abusivo uso que los monarcas de la Casa de Borbón hicieron del Real Patronato, convirtiéndolo de hecho en un instrumento con el que quisieron manipular a la Iglesia.

El Regalismo no solo campeó en la Corte de Madrid; también lo hizo en la mente de no pocos obispos a los que, ni siquiera las abyectas «abdicaciones de Bayona» hechas a favor de Napoleón por Carlos IV y Fernando VII en 1808, les llevó a cuestionar su mentalidad regalista. Cuando las naciones hispanoamericanas lograron su independencia, varios obispos regalistas titulares de las diócesis hispanoamericanas, prefirieron abandonar a los feligreses que la Providencia les había confiados y furtivamente huyeron a Madrid a ratificar su lealtad al Rey. Muy representativo de ese indigno comportamiento es el caso del arzobispo de México José de Fonte y del obispo de Oaxaca Antonio Bergosa.

LA SANTA SEDE ANTE EL HECHO DE LAS INDEPENDENCIAS

La derrota de Napoleón en Rusia que llevó a su abdicación y destierro en la Isla de Elba, permitió a Fernando VII en 1814 regresar de su exilio en Francia para encontrase con el hecho que la mayoría las provincias hispanoamericanas habían dejado de reconocer su autoridad. Fernando VII nunca aceptó ni reconoció la independencia de los «Reinos de ultramar», a los cuales los borbones habían degradado al rango de meras «colonias», y se avocó a intentar reconstruir su maltrecho «imperio». Elemento fundamental de ese intento era que el Patronato Real continuara funcionando según la mentalidad del regalismo borbónico, es decir, continuar regulando la actividad de la Iglesia y que la confirmación del Papa de los obispos propuestos por el Monarca fuera un mero trámite. Pero todo indicaba que la Santa Sede quería modificar esa situación por lo que los embajadores de Fernando VII en Roma presionaron para que el Papa se abstuviera de designar obispos para América que no hubieran sido propuestos por el Rey. La Iglesia siempre ha enseñado que los cristianos deben en conciencia obedecer a las legítimas autoridades; sin embargo en esos revueltos momentos donde la insurgencia hispanoamericana se extendía pero aún no lograba imponerse del todo ¿quién ejercía la «legítima» autoridad? En esa dramática situación el Papa Pío VII publicó en 1816 una encíclica,[1]en la cual ratificaba la doctrina sobre la autoridad política, y en base a ese principio exhortaba a la obediencia al rey Fernando VII, lo que muchos interpretaron que el Papa era contrario a la independencia.[2]

Los acontecimientos políticos se precipitaron en España tras la rebelión del Coronel Riego en Cabezas de San Juan en enero de 1820, hecho que paralizó la posibilidad de restaurar el dominio español por medio de las armas. Para 1821 los hechos indicaban que, con el triunfo del Movimiento Trigarante de Agustín de Iturbide en México y la llegada al Perú de la expedición liberadora de José de San Martín, solo las islas de Cuba y Puerto Rico continuaban obedeciendo al Monarca español. En 1823 dio inicio el pontificado del Papa León XII, quien estaba muy consciente de la problemática hispanoamericana pues en sus tiempos de cardenal (Anibal Della Genga) había sido miembro de una comisión cardenalicia que había estudiado la dramática y desoladora situación producida por la ausencia de obispos en varias diócesis hispanoamericanas, situación que se agravaba día a día hasta convertirlas nuevamente en «tierras de misión».[3]

Ante esa caótica situación y el hecho indudable de que los cuatro virreinatos hispanoamericanos habían dejado de existir convertidos diecisiete naciones independientes y que en ellas los fieles cristianos estaban “como ovejas sin pastor” (Mt. 9,36), hizo que la Santa Sede se cuestionara seguir con su política de «neutralidad» adoptada para no exacerbar al monarca español.

Al ser ya notorio que la Santa Sede estaría por cambiar su política, los embajadores de Fernando VII subieron la presión, llegando incluso a la amenaza de la posibilidad del cisma de la iglesia española si Roma hacía a un lado los privilegios que le otorgaba un Patronato mañosamente interpretado y manipulado, tanto por el Rey como por el Consejo de Indias.[4]Prudentemente mientras esperaba el cambio que se avizoraba en las circunstancias políticas, el Papa Pío VII se abstuvo de nombrar obispos para Hispanoamérica; pero eso condujo a que prácticamente el subcontinente americano se quedara sin pastores precisamente en los momentos en que aparecían los lobos.[5]

La Misión Muzi; una propuesta sudamericana

Viendo la problemática que significaba el hecho de que en las Provincias Unidas del Mar de la Plata desde 1819 no había un solo obispo, un fraile franciscano argentino de nombre Francisco Pacheco, por su propia cuenta y riesgo y sin pedir permiso a nadie, tomó la decisión de viajar a Roma para exponer la gravedad de la situación, y proponer una solución: que para esquivar las presiones y amenazas del Rey, en lugar de nombrar obispos para las diócesis hispanoamericanas el Papa nombrara «vicarios apostólicos».

La propuesta del fraile argentino llamó la atención del monje benedictino Mauro Cappellari,[6]en ese entonces consultor de la Congregación de Negocios Eclesiásticos Extraordinarios, pero en ese momento la petición no fue atendida. Poco después el gobierno chileno presidido por Bernardo O´Higgins hizo la misma petición a la Santa Sede por medio del arcediano José Ignacio Cienfuegos quien se entrevistó con el Secretario de Estado cardenal Hércules Consalvi.[7]

El Papa Pío VII consultó la opinión de sus colaboradores y aprobó la propuesta, nombrando Vicario Apostólico para Chile y Argentina a Mons. Giovanni Muzi. Mientras Muzi y sus dos secretarios esperaban embarcar en el puerto de Genova, falleció Pío VII el 20 de agosto. El nuevo Pontífice León XII ratificó la Misión Muzi la cual partió el 5 de octubre de 1823.

La Misión Muzi, una solución del todo insuficiente y llena de obstáculos

El primer día de enero de 1824 arribó al puerto de Montevideo el bergantín «Eloísa». “Entre los viajeros que saltaron entonces a tierra, estaba el Delegado Pontificio, arzobispo de Filipos, in partibus, Monseñor Juan Muzi. Acompañábale el joven canónigo don Juan María Mastai y el presbítero José Sallusti”.[8]Años después, en 1846, Juan María Mastai accedería al Trono de San Pedro como Pío IX.[9]

Mons. Muzi, quien tenía la experiencia de haber sido internuncio ante la Corte Imperial de Francisco I en Viena,[10]se trasladó inmediatamente a Buenos Aires donde encontró una actitud hostil tanto en la nueva prensa masónica,[11]como en las autoridades, especialmente del anticlerical Ministro Bernardino Rivadavia, quien le acusó falsamente de ser un «espía» de España y prohibiéndoles desempeñar cualquier actividad pastoral. En vista de ello, y con gran pesar por el afecto y grandes muestras populares simpatía que había recibido del pueblo de Buenos Aires, Mons. Muzi canceló sus planes para Argentina y la Misión se trasladó por tierra a Santiago de Chile.[12]

La situación política de Chile después de la victoria de los insurgentes sobre las tropas realistas en la Batalla de Maipú (5 de abril de 1818) era ya de plena independencia, adoptando como forma de gobierno el republicano a cuya cabeza estaría un «Director» siendo el primero el libertador Bernardo O´Higgins; pero este fue obligado a renunciar y tuvo que exiliarse en Perú en enero de 1823. O´Higgins fue reemplazado por Ramón Freire, asiduo lector de la prensa masónica de Buenos Aires y quien alegando imaginarios derechos heredados,[13]había destituido al único obispo que aún quedaba en Chile: Mons. Rodríguez Zorrilla.

Monseñor Muzi y sus acompañantes arribaron a la ciudad de Santiago en Marzo de 1824, pero también en esa ciudad se encontraron con autoridades que, sin llegar a la hostilidad de las argentinas, tuvieron hacia la Misión una actitud de desconfianza y recelos pues estaban empeñadas en instaurar en el antiguo Reino de Chile un «neopatronato». Con esa finalidad en 1822 enviaron a Roma una comisión diplomática oficial presidida por el arcediano José Ignacio Cienfuegos.

Pero la sustitución de O´Higgins por Freire significó también el cambio de una mentalidad de un regalismo republicano «moderado» por uno radical que no dudó en repetir las calumnias de la prensa masónica de Argentina, acusando a Mons. Muzi de espía de España y enemigo de la independencia. Mons. Muzi vio repetido en Chile lo sucedido en Argentina y el 30 de octubre de 1824 decidió regresar a Roma. Los obstáculos encontrados y la insuficiencia de una solución efectiva a la situación de la Iglesia en tierras sudamericanas los relatará en su obra «Carta Apologética»,[14]la que dio a conocer poco antes de abordar en Montevideo el buque que lo llevaría de regreso a Roma.

Conclusión y consecuencias de la Misión

Aunque la Misión Muzi podría calificarse como un rotundo fracaso, significó que la Santa Sede pudiera dimensionar con mayores datos la gravedad de la situación de la Iglesia Hispanoamericana en su conjunto, por lo que el Papa León XII decidió finalmente desafiar a Fernando VII y, sin tomarlo en cuenta para nada, nombrar seis obispos titulares para las diócesis de Bogotá, Caracas, Antioquía, Santa Marta, Cuenca y Quito.

Al enterarse de esta decisión, Simón Bolivar pronunció en Bogotá un «Brindis» que la bibliografía revolucionaria generalmente esconde: “La causa más grande nos une en este día, el bien de la Iglesia y el bien de Colombia. Una cadena sólida y más brillante que los astros del firmamento nos liga nuevamente a la Iglesia Romana, que es la puerta del Cielo. Los descendientes de San Pedro han sido siempre nuestros Padres, pero la guerra nos había dejado huérfanos como el cordero que bala en vano por la madre que ha perdido. La madre lo ha buscado y lo ha vuelto al redil: ella nos ha dado Pastores dignos de la Iglesia y la República''.”[15]

Fernando VII no cumplió su amenaza; se conformó con expulsar de Madrid al Nuncio Apostólico.

Notas

  1. Encíclica Etsi Longissimo
  2. No se debe olvidar que en 1810, el Cura Hidalgo en la madrugada del 16 de septiembre convocó a sus seguidores al grito de ¡Viva Fernando VII!. Desde México a la Argentina todos los movimientos insurgentes se hicieron inicialmente en nombre de Fernando VII
  3. Por lo que se refiere a México, el obispo de Guadalajara falleció en 1824; en 1825 fallecieron los de Sonora y Durango; en 1827 el de Yucatán, al mismo tiempo que el obispo de Oaxaca, también regalista, seguía el ejemplo del arzobispo de México Fonte y abandonaba a su grey para huir a España. Quedaba ya únicamente en toda la República el obispo de Puebla Joaquín Pérez, pero este falleció el 26 de abril de 1829. La República mexicana quedó entonces sin un solo Obispo.
  4. El Real Patronato fue siempre una «concesión» del Papa al Rey, pero desde el arribo de los borbones al trono español lo consideraron indebidamente como un «derecho inherente» de la Corona.
  5. Los libertadores de América –Bolivar, Sucre, San Martín, Iturbide- fueron desplazados de una u otra forma y sustituidos por una nueva élite política que desde la penumbra de logias masónicas estableció por todas partes –aunque con diferentes énfasis- un clima jacobino y anticlerical.
  6. Llegaría después al trono de San Pedro tomando el nombre de Gregorio XVI, y sería quien reorganizara la Iglesia Hispanoamericana llevándola a transitar del régimen de «Patronato» al de comunión directa con Roma
  7. Cf. María Ana González. Mons Muzi y el resurgimiento de la misión en Argentina (siglo XIX). Pontificia Universidad Urbaniana, Roma, 2002.
  8. Guillermo Furlong Cardiff, S. J. La Misión Muzi en Montevideo (1824'1825), Ed. El Siglo Ilustrado, Montevideo 1937, p. 5
  9. Por ello el hoy Beato Papa Pío IX conoció “de primera mano” las condiciones y problemática de la Iglesia Hispanoamericana. La creación del Colegio Pío Latinoamericano en Roma fue una de las consecuencias de ese conocimiento.
  10. María Ana González. Op. Cit., p. 18
  11. Especialmente en el periódico «Argos» editado en Buenos Aires. Cf. María Ana González, ob.,cit, p. 20
  12. La descripción detallada del viaje la hace el P. Mastai Ferreti (futuro Papa Pío IX) en su escrito “Diario del viaje a Chile”. Fue publicado por Oviedo Cavada en su «Historia», en 1961
  13. Según la mentalidad del regalismo de los Borbones, el Patronato era un “derecho ” inherente a la Corona; por tanto, los gobiernos hispanoamericanos que la sustituyeron “heredaron” también el Patronato
  14. Cfr. Pedro de Leturia – Miguel Batllori, La Primera misión Pontificia a Hispanoamérica 1823-1825. Vaticano Studi e Testi, 1963. También Joseph Metzler, Sacrae Congregationis de Propaganda Fide, Memoria Rerum, vol. III, Roma-Friburgo- Viena, 1972
  15. Simón Bolivar. Obras completas. Ed. Lecuna, Vol. III, La Habana, 1950, p. 788


BIBLIOGRAFÍA

FURLONG CARDIFF GUILLERMO, S. J. La Misión Muzi en Montevideo (1824'1825), Ed. El Siglo Ilustrado, Montevideo 1937

GONZÁLEZ MARÍA ANA. Mons Muzi y el resurgimiento de la misión en Argentina (siglo XIX). Pontificia Universidad Urbaniana, Roma, 2002.

LETURIA PEDRO DE –BATLLORI MIGUEL, La Primera misión Pontificia a Hispanoamérica 1823-1825. Vaticano Studi e Testi, 1963.

METZLER JOSEPH, Sacrae Congregationis de Propaganda Fide, Memoria Rerum, vol. III, Roma-Friburgo- Viena, 1972


JUAN LOUVIER CALDERÓN