ALEJANDRO VI. Pontificado (1492-1503)

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Figura discutida

Es uno de los pontificados más tristes de la historia de la Iglesia. Sucede a Inocencio VIII, muerto el 25 de julio de 1492, pocos dias antes de que Cristóbal Colon zarpase hacia un Mundo Nuevo, entonces desconocido en Europa y que luego será llamado « Indias Occidentales».

La personalidad de Alejandro VI no carecía de dotes de gobierno, de habilidad diplomática, de prudencia sapiencial, de preocupación por la ciencia y por el arte; pero su conducta moral lo coloca entre las figuras más discutidas de la historia pontificia. Recientemente ha habido una tendencia historiográfica queriendo rehabilitar en cierta medida la figura de este Papa, aplicando los cánones de la metodología histórica según la cual se deben eliminar las exageraciones de la leyenda, pero no se pueden negar varios aspectos históricamente fundados como su vida escandalosa, su elección semi-simoníaca, su exagerado amor hacia sus hijos naturales, su amor al dinero, su desmedida pasión sensual que lo tuvo preso a lo largo de toda su vida, las fiestas licenciosas, las complicaciones morales y políticas provocadas por sus hijos en el mundo de la política italiana.

En el conclave que lo eligió había dos partidos guiados respectivamente por el cardenal Julián de la Rovere y por el cardenal Ascanio Sforza. Era el conflicto entre Nápoles y Milán existente en los movimientos de los dos partidos y de los dos cardenales. El cardenal Borgia pertenecía al partido de los Sforza, que, a través de intrigas y maniobras también simoníacas, obtuvo la victoria.

Entre sus hijos, los 4 tenidos cuando era cardenal y ya sacerdote, de Vanozza de Cattaneis, han sido objeto de atención particular debido a su colocación: Cesar, Juan (duque de Gandia), Lucrecia, Godofredo (príncipe de Calabria. Cesar, brillante, pero ambicioso y corrupto, obtuvo el ducado de Romaña; era el típico tirano maquiavélico: El asesino del hijo Giovanni (las sospechas cayeron sobre Cesar) turbó y conmocionó emotivamente al Pontífice, que por algún tiempo pareció estar decidido a cambiar vida y a emprender una reforma de sus costumbres; pero las cosas volvieron a continuar como antes. En esta situación ambiental se celebró el jubileo de 1500. La muerte le sorprendió repentinamente en 1503.

La tragedia del dominico Savonarola

Sobre este escenario escabroso e inmoral se proyecta la tragedia del fraile dominico Jerónimo Savonarola (1452- 1498), que representa, al menos en parte, el contraste entre la aspiración a la reforma de un alma austera y el escándalo de la curia pontificia.

La muerte de Lorenzo el Magnifico, la bajada en Italia de Carlos VIII, la expulsión de los Medici de Florencia, favorecieron la obra del fraile dominico, arbitro entre los partidos en lucha, quien promueve una reforma de la constitución ciudadana, siguiendo el ejemplo de la de Venecia, pretendiendo ser al mismo tiempo oligarca y demócrata.

En tal escenario político, Savonarola proclama a Cristo como Rey de Florencia, quema las vanidades, lucha contra la usura y la tiranía; aquellos sermones, rectos y sanos en su intención de reforma, pero fuertes, radicales e incluso violentos en la denuncia de la corrupción de Florencia, de Italia y de Roma, producen propuestas consideradas fuera de lugar, y que en el fondo podían conducir a una especie de teocracia clerical (si Cristo es Rey de Florencia, sus representantes deberían ser los gestores de su vida también social).

La tensión con Roma (1495-1498) dependía de una situación psicológica particular: no creerse obligado a dar explicaciones al Papa de sus actuaciones; y la persuasión de que las medidas severas del Papa sobre él fuesen fruto de las calumnias de sus enemigos. Se sentía así autorizado a no hacerles caso, afirmando que estaba obedeciendo más bien a las intenciones que él consideraba del Papa.

En tal cuestión Alejandro VI se comportó correctamente. En 1495 lo citó a Roma para que justificase su pretensión profética y luego le prohibió predicar. En 1496 la orden de unir la congregación de San Marcos de Florencia a la provincia romana, que vivía una vida regular más relajada, no fueron acogidas por el fraile reformador. Le llegó entonces, en 1497, la excomunión por desobediencia a la Santa Sede y por el ministerio profético ejercitado por encima de la jerarquía eclesiástica.

Entonces, los enemigos florentinos de Savonarola se aprovecharon de aquellas situaciones y construyeron un proceso que acabó condenándolo como hereje a ser quemado (1498). La historia, con tintes proféticos indiscutibles y el fin trágico del fraile dominico Savonarola, demuestra, por una parte el ansia de una reforma a fondo en la vida de la sociedad y de la Iglesia, y por otra la existencia de muchos espíritus, como el de Savonarola que lo gritaban con fuerza indomable.

Por otra parte, la sociedad política – y en gran parte también la eclesiástica-clerical que se regía con los mismos criterios y estilo de vida de la secular-, ambas dominantes, rechazaban aquellas denuncias legitimas y proféticamente necesarias. Una triste historia todavía hoy objeto historiográfico de enconados debates.

La injusticia de su suplicio ha contribuido a ensalzar esta figura, considerada profética por muchos, no obstante, algunos puntos discutibles de sus teorías. Sin embargo, Savonarola queda como un gran afirmador de la vida cristiana integra, un corazón puro y penitente en tiempos de corrupción, un religioso que supo sufrir y morir por proclamar la supremacía del carisma sobre los intereses materiales o lo que era considerado «políticamente correcto». No podemos ver en Savonarola un precursor de Lutero, porque su actitud fundamental hacia la Santa Sede fue correcta, y su rebelión no fue de desobediencia radical.

Aunque haya que reconocer en sus actitudes y en su celo profético, un tono a veces de marcada radicalidad y fanatismo religioso, y las complicaciones con la política de aquellos momentos que penetraba en muchas decisiones eclesiásticas su actitud fundamental apuesta en su favor. La tradición apostólica canónica de la Santa Sede ha guiado a Alejandro VI en su posición ante Savonarola.[1]

Alejandro VI y el Nuevo Mundo

En la administración de los asuntos puramente eclesiásticos, incluido aquellos más delicados y complejos que comportaban asuntos políticos fundamentales para la historia de la humanidad, como fueron los grandes descubrimientos geográficos europeos y por lo tanto de nuevas tierras y continentes que entrarán de lleno a la historia de la humanidad en la época moderna, Alejandro VI actuó con prudencia y buen criterio.

En ésta nueva y compleja situación, la atmosfera de los grandes descubrimientos geográficos ultraoceánicos por parte de Portugal y de la España de entonces, se preocupó fundamentalmente del problema misionero y de evitar choques entre las dos potencias marítimas y de llegar a acuerdos (el tratado de Tordesillas, 1493) que marcarán el futuro histórico de las relaciones internacionales entre los dos Imperios nacientes, señalando la línea de demarcación de los territorios en los que ambos Imperios podían desarrollarse, evitando conflictos de intereses políticos y comerciales.

Estrictamente hablando, los varios documentos pontificios son prácticamente una posición arbitral, no una «donatio terrarum» o división mundial, asunto que no entraba en absoluto en las competencias del Papa, como algunos erróneamente han interpretado sus bulas y documentos.

Las Bulas del papa Alejandro VI en el arbitraje requerido entre los reinos de España y Portugal relativas a sus rutas hacia el Oriente, costeando África (los portugueses) y las atlánticas occidentales hacia tierras, hasta entonces desconocidas (el Nuevo Mundo o Indias Occidentales: los españoles) fueron una respuesta-arbitraje, emitida por el Papa a dicha controversia.

La llegada de Cristóbal Colón a América provocó los recelos de Portugal, pues ya que según su rey Juan II se había pasado la línea trazada entre los dos Reinos en el tratado de Alcáçovas-Toledo. Los españoles, por su parte, argumentaban no haber violado dicho tratado, pues Colón no había invadido el espacio marítimo situado al sur de las Canarias al navegar hacia el oeste. Se sucedieron entonces varias reuniones diplomáticas para arreglar el conflicto, pero sin resultados.

En 1493, los Reyes Católicos acudieron al Papa Alejandro VI, para que mediara y pusiera fin a la controversia que se había generado. Para elaborar los portulanos se empleó la misma técnica usada para registrar los descubrimientos atlánticos de la costa africana. A partir de mayo del mismo año (1493), el Papa dictó cinco bulas conocidas como las «Bulas de Donación» a los Reyes de Castilla. Como ya he señalado no se trataba de donación, sino de arbitraje sobre exploración y consiguiente ocupación. En ellas Alejandro VI hizo a Fernando e Isabel, reyes de Castilla, la ocupación de las tierras que acababan de ser descubiertas, la concesión allí de privilegios como los ostentados por los reyes portugueses en su zona africana, y sobre todo mandaba que la partición de zonas se hiciera por medio de una raya vertical a cien leguas de las Azores y Cabo Verde. Al mismo tiempo, estas bulas de Alejandro VI constituyeron a grandes rasgos los trazados fundamentales de la división entre las zonas correspondientes a las respectivas Coronas.

Las « bulas alejandrinas» estipulaban lo siguiente:

  1. Bula «Inter coetera» (3 de mayo de 1493): atribuye a los Reyes Católicos las tierras situadas al occidente que no pertenecieran a otros príncipes cristianos.
  2. Bula «Eximiae devotionis» (3 de mayo de 1493): ratificó y clarificó los trazados hechos a los Reyes de Castilla-León [España] por la bula anterior.
  3. Segunda Bula «Inter coetera» (4 de mayo de 1493): fijó una línea demarcatoria entre los territorios pertenecientes a España y Portugal, situada a cien leguas al oeste de las islas Azores y Cabo Verde. Dado que la latitud de ambos archipiélagos es diferente, la línea no era derecha y no se podía utilizar un meridiano para precisar la demarcación. Ello daría origen al Tratado de Tordesillas de 1494.
  4. Bula «Piis fidelium» (25 de junio de 1493): concedió a fray Bernardo Boyl[2]amplias facultades espirituales, a quien los Reyes Católicos luego enviaron a encabezar la evangelización en el Nuevo Mundo.
  5. Bula «Dudum siquidem» (26 de septiembre de 1493): precisó el dominio castellano-leonés sobre las tierras que se descubriesen más allá de las encontradas por Colón.

ALEJANDRO VI E ISABEL LA CATÓLICA

Concluyendo estas notas sobre el pontificado de Alejandro VI, en una curia romana desenfrenada y medio corrompida, es necesario observar como la institución divina del Papado por Cristo no traiciona su naturaleza querida; incluso cuando sus Responsables jerárquicos máximos cometen graves errores humanos o pecados, como recuerda San Leon Magno: “dignitas [Beati Petri] in indigno herede non déficit”.

La función o misión del Papa como sucesor de Pedro en su plenitud de misión, tiene que ser considerada en la línea sacramental, según la teología católica; ella es garantía de una asistencia divina (“sobre esta roca…”, Mt. 16) y no sobre la santidad personal de los Papas particulares (como pretendían en general los herejes donatistas), aunque sí ella, obviamente, es exigida por la suprema misión apostólica.

Reforma Eclesiástica. «Reformatio in Capite»

Por la reforma «in capite» se entendía, en primer lugar, la Curia Romana y la Jerarquía eclesiástica, pero no se excluía al mismo Sumo Pontífice, como es sabido. La Reina Isabel la Católica también se interesó por este aspecto. Se trata de un hecho singular ocurrido en torno precisamente a Rodrigo de Borja, ya Papa.

Cuando Borja es elegido Papa, la Reina queda desconcertada y calla. Pero cuando el Papa celebra por todo lo alto la boda de su hija Lucrecia, encuentra la ocasión para decirle algo, aprovechando su condición de compatriota y allegada. La cosa sucedió en Medina del Campo, donde estaba la Corte, y allí también el Nuncio de Alejandro VI, el valenciano Des Prats; todo lo hemos sabido por su Informe reservado al Papa sobre una conversación con la Reina en dicha villa. El informe está en lengua valenciana y se conserva en el Archivo Secreto Vaticano[3].

La lectura del documento nos revela no sólo la bravura de esta mujer, sino también una sagacidad diplomática depurada, la humildad de sus maneras Y aquella mano enguantada de que Dios la dotó para tocar, sin herir, los temas espinosos como este.

Dice el Nuncio al Papa, narrándole las circunstancias de la escena, que la Reina, (caso insólito) despidió de la estancia a secretarios y ayudantes, se quedó a solas con el Nuncio, Y trancó la puerta por dentro. Decimos caso insólito, porque esta Reina nunca consiguió estar a solas en su despacho. Lo manifiesta así a su confesor fray Hernando de Talavera, que cuando necesitó recogerse en sí misma y pensar sola las graves cuestiones, tuvo que meterse en la cama sin estar enferma.[4]

Esta conversación con el Nuncio no podía tener testigos, los despachó a todos, y cerró la puerta: "En una cambra trancats sols", dice el Nuncio. La Reina me ha dicho; que hacía días quería hablarme Y que lo había diferido porque pensaba enviar una embajada especial a Su Santidad para darle las gracias por el feliz despacho de todos los asuntos que le habían suplicado.

(La embajada de Diego López de Haro a Alejandro VI). Pero que esta embajada se difería, Y había pensado hablarme. Y que yo transmitiera a Su Santidad sus palabras. La realidad es que ni siquiera por embajadores quiso decir esto al Papa. Haciéndolo por medio del Nuncio, todo quedaba entre los tres. (Salvo que el Nuncio lo escribió y su relato autógrafo, ha pasado hoy del Archivo Secreto, a nosotros).

Me dijo, continúa Des Prats, que su Majestad tenía mucha voluntad y amor a vuestra Beatitud ... que estuviese cierto de que no las decía con mal ánimo, sino con todo amor, Y que se veía constreñida a hablar. Y tratar algunas cosas que de vuestra Beatitud oía, de las cuales, porque quiere bien a vuestra Santidad, recibía gran enojo. Y displicencia, mayormente porque eran tales que engendraban escándalo y podrían traer consigo algún inconveniente; concretamente, las fiestas que se hicieron en los esponsales de doña Lucrecia, Y la intervención de los cardenales, es decir, del cardenal de Valencia (hijo de Rodrigo de Borja, el Papa) y del cardenal Farnesio Y del cardenal de Luna; y que yo, de parte de su Majestad, escribiese a vuestra Beatitud, quisiera mirar mejor en estas cosas; Y que vuestra Santidad no mostrase tanto calor en las cosas del duque (César Borgia, también hijo suyo), que sus Majestades le tendrían por muy encomendado y le harían mercedes. Tot açó me parlá, per altre stile e molt plus longament”.

"Otrosy direis a Su Santidad que, continuando la devoción e deseo que a Su Beatitud y a la Sede Apostólica avernos tenido e tenemos, avernos avido enojo e sentimiento de la convocación que el Rey de Francia e otros príncipes han publicado de fazer y fazen a Concilio porque de lo semejante suelen nacer disensiones y escándalos e turbaciones en la Cristiandad y especialmente en las cosas concernientes al estado y tranquilidad de la Sede Apostólica. E como quiero que con grand instancia sobre este caso avernos seydo requeridos, por acatamiento de Su Santidad e por la entrañable afección que a su persona tenemos, non solamente denegamos el ayuda e favor que nos fue para ello pedido, más aún delivramos de expedir luego nuestros enbajadores al rey de Inglaterra e duques de Borgoña e de Bretaña y a otros reyes y prínci-pes con quien entendiemos aprovechar, rogándoles con toda afección cesasen de se juntar nin dar boto para que el dicho Concilio se fiziese, e se juntasen e se conformasen con nos y con los otros reyes e príncipes que esto mismo queremos de manera que en ello se diese?".

BIBLIOGRAFÍA

L. VON PASTOR, Storia dei Papi, III, L. II, 273-519; Appendice. Documenti inediti e comunicazioni d’Archivii, pp. 835-906 (ed. ital. De A. MERCATI, Roma 1912); K. BIHLMEYER – H. TUECHLE, Storia della Chiesa, III, L’epoca delle Riforme. La Chiesa del Rinascimento, Ed. Morcelliana, Brescia (ed. Italiana), 19760, pp. 157-204: con amplio aparato critico de bibliografía y fuentes históricas; HANS-GEORG BECK, KARL AUGUST FINK, JOSEF GLAZIK, ERWIN ISELRLOH, en Storia della Chiesa, diretta da HUBERT JEDIN (ed. ital.), Jaca Book, Milano, V/2, 330-330, 1975.

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https://www.vatican.va/content/vatican/es/holy-father/alessandro-vi.html

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Vatican Library: 495/24575

VIAF: 2501524

WikiData: Q108316

Alejandro VI Papa - Enciclopedia Católica:

Fernández de Córdova Miralles, Álvaro: El pontificado de Alejandro VI (1492-1503). Aproximación a su perfil eclesial y a sus fondos documentales. REVISTA BORJA. REVISTA DE L‟IIEB, 2: ACTES DEL II SIMPOSI INTERNACIONAL SOBRE ELS BORJA. España. 201-309 pp

  • Artaud de Montor, Alexis François (1911). The lives and times of the popes. Vol. 4. Nueva York: Catholic Publication Society of America. OCLC 56264676.
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  • Galán, Lola; Catalán Deus, José (2004). El Papa Borgia: un inédito Alejandro VI liberado al fin de la leyenda negra. Aguilar. ISBN 978-84-03-09434-5.
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  • Maquiavelo, Nicolás (2004). El príncipe. Edición electrónica. La Editorial Virtual. Archivado desde el original el 16 de octubre de 2012.
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  • Puzo, Mario (2001). Los Borgia. Barcelona: Planeta. ISBN 8408040677.
  • Reichenberger, Kurt - Reichenberger, Theo: El Papa Borgia Alejandro VI: ¿monstruo o mártir? Edición Reichenberger, 2003 - 128 páginas
  • Zurita, Jerónimo (2005). Historia del rey Don Fernando el Católico. De las empresas y ligas de Italia. Edición electrónica de José Javier Iso (coordinador). Zaragoza: Institución «Fernando el Católico».

NOTAS

  1. Savonarola fue falsamente excomulgado en nombre de Alejandro VI, y condenado a ser ahorcado y quemado como hereje. Sus obras serian incluidas en el Índice de libros prohibido en 1559; pero Savonarola sería más tarde rehabilitado, eliminándolas de dicho Índice por el papa Benedicto XIV en 1740; incluso el 30 de mayo de 1997 la Archidiócesis de Florencia abrió su Causa de canonización.
    Bibliografia sobre Savonarola: ROBERTO RIDOLFI, Vita di Girolamo Savonarola, 2 vols, Angelo Belardetti Editore, Roma, I ed. 1952 - 1957, ROBERTO RIDOLFI, Vita di Girolamo Savonarola 2, 4. ed. aumentada, Firenze, Sansoni, 1974, TITO SANTE CENTI, Girolamo Savonarola: il frate che sconvolse Firenze, Roma, Città nuova, 1993; Piero Bargellini, Le strade di Firenze 4, Firenze, Bonechi, 1977; GIROLAMO SAVONAROLA, Compendio di rivelazioni: testo volgare e latino; e Dialogus de veritate prophetica, a cura di Angela Crucitti, Roma, A. Belardetti, 1974.
  2. Bernardo Boyl (o Boïl), nacido en Cataluña, fue un sacerdote de la Orden de los Mínimos de S. Francisco de Paola y monje benedictino, que acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje al Nuevo Mundo y ofició la primera misa en América el 6 de enero de 1494; fue el primer superior eclesiástico en el Nuevo Mundo. Su pertenencia a las dos Órdenes religiosas citadas es discutida en relación de fechas de pertenencia a ambas. Dejó las Antillas regresando a España donde muere entre 1507 y 1509 debido a desacuerdos con Colón por lo que su trabajo misional tuvo poco impacto.
    Bibliografía sobre fray Bernardo:. FIDEL FITA COLOMÉ S. I. (29 de julio de 1891). «Fray Bernardo Boyl, abad de Cuxá». Barcelona 1891: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. JOSEP M. PRUNÉS, "Nuevos datos y observaciones para la biografía de fray Bernardo Boyl", en Bollettino Ufficiale dell'Ordine dei Minimi XLIX (2003), pp.555.574. Boyl dejo unas ocho epístolas en latin, interesándose por la obra de Ramon Llull; cf: MARIÀNGELA VILALLONGA, La literatura llatina a Catalunya al segle XV. Repertori bio-bibliogràfic (1993)
  3. Arch. Vat., Arrn, I-XVIll, vol. 5023, ff. 6Iv-64v; CIC, t. XV, doc. 1809, pp. 45-48. Cfr. Doc. 10.
  4. C.PRO CAUSIS C.PRO CAUSIS C. PRO CAAUSIS


FIDEL GONZALEZ FERNANDEZ