COLÓN, Cristóbal

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

(Génova, 1451– Valladolid, 1506) Navegante, comerciante, cosmógrafo, Almirante de la Mar Océano, Virrey y Gobernador general de las Indias, Descubridor del Continente Americano.


SU VIDA ANTES DEL DESCUBRIMIENTO

Cristóbal Colón nació en Génova, Italia en 1451; la fecha exacta de su nacimiento no ha sido precisada[1]y el lugar del mismo ha sido causa de discusiones, situándolo en diferentes países europeos; no obstante, la tesis más aceptada es que Cristóbal Colón era italiano. Sus padres fueron Susana Fontanarosa y Doménico Colón, tejedor de lana y comerciante. Dos hermanos menores de Cristóbal, Bartolomé y Diego, participaron más adelante en la empresa americana. Entre todos los miembros de la familia mantenían la pequeña empresa familiar. Cuando Cristóbal tenía veintidós años todavía era un mecánico y comerciante en Génova; más adelante, atraído por las oportunidades que ofrecía el comercio marítimo comenzó a viajar por el Mediterráneo.

En una ocasión, la flota en que Colón viajaba como marinero fue sorprendida en las cercanías de Lagos por una escuadra francesa; el futuro descubridor de América resultó herido y se salvó nadando hasta Lagos. Después de ser curado viajó a Lisboa, donde se encontró con una flota genovesa a la cual entró en servicio; con ella viajó a Inglaterra y llegó hasta la costa de Islandia. Un año más tarde regresó a Lisboa, lugar en el que la influencia de los descubrimientos impulsados por el fallecido rey Enrique el Navegante era evidente a través de productos y esclavos negros procedentes de Guinea; asimismo, en esta ciudad tuvo Colón un acercamiento con los libros, especialmente de geografía y cosmografía, y con un importante auge de la cartografía portuguesa debida a los mencionados descubrimientos. También aprendió algo de latín, aunque no lo suficiente para escribir sus obras en este idioma.

Hacia 1479 Colón se casó con Felipa de Perestrello e Moniz, hija del fallecido jefe de la isla Porto Santo en Madeira, quien había sido colaborador de Enrique el Navegante. En un principio el matrimonio vivió en Porto Santo, donde nació Diego, único hijo de ese matrimonio. Más tarde se establecieron en Funchal, capital de Madeira. En este periodo de su vida, cuando Colón rondaba los 31 años de edad, viajó a África sirviendo a Portugal aumentando con ello sus conocimientos de navegación. Es a este periodo donde corresponde la descripción que de él hace su hijo Hernando: “El Almirante fue hombre bien formado y de estatura más que mediana, la cara larga, los pómulos salientes, sin declinar a gordo ni a macilento. Tenía la nariz aguileña, los ojos garzos, la color blanca y encendida. En su mocedad tuvo los cabellos rubios, pero cuando llegó a los treinta años, todos se le pusieron blancos. En el comer y en el beber, y en el adorno de su persona, era muy comedido y modesto[2]. Verlinden se basa en Hernando para describir a Colón: “Su lenguaje era amigable y digno. Su presencia impresionaba. Su conducta religiosa era tan recta, que sus rezos y ayunos harían palidecer los de un monje. (…) Mostraba una especial veneración por la Madre de Dios y San Francisco, y más tarde atribuía cuanto alcanzaba, a la gracia y favor de Dios. (…) poseía un sencillo sentimiento de piedad y mística medievales. Sin embargo, hemos visto que en el mundo en evolución que vivió, fue un hombre lleno de espíritu científico y ambicioso. Estas dos cualidades influyen grandemente en su vida y determinan su papel histórico[3]. Respecto a la religiosidad de Colón, Verlinden cita al propio Almirante: “Este viaje ha sido maravillosamente dirigido por Dios, que ha obrado en mí prodigios, en mí, que tanto tiempo he pasado en la Corte de Vuestras Majestades, en medio de la contradicción de los cortesanos, que señalaban la empresa como una locura. Pero yo espero que sirva de gran consuelo para la Cristiandad con la ayuda de Dios”.[4]

Durante su estancia en Portugal, Colón estuvo en contacto con los rumores que suponían la existencia de nuevas islas al oeste de las ya conocidas; estas ideas fueron alimentadas en Colón por el previo conocimiento que había tenido de una carta que le sería de utilidad más adelante, escrita por el médico y humanista Paolo dal Pozo Toscanelli dirigida al rey Alfonso V de Portugal, en la cual aseguraba que era mucho más fácil llegar al Oriente caminando hacia el Oeste, en lugar de bordear la costa africana, como lo hacían los portugueses. Incluso posteriormente intercambió correspondencia con el propio Toscanelli acerca de la distancia existente entre la costa oriental de Asia y la costa ibérica. Impulsado por las conclusiones a las que llegó después de leer esas cartas, pidió a Juan II, rey de Portugal, que le concediera unos barcos con los cuales pudiera llegar a Cipango (Isla perteneciente a Japón), navegando hacia el Oeste. En un principio el rey aceptó, pero decidió consultar la petición de Colón con la Junta dos Mathemáticos, conformada por expertos en la materia, la cual llegó a la conclusión de que las medidas calculadas por el genovés eran incorrectas y que la distancia entre ambas costas era mayor a lo que él planteaba, a pesar de no saber ellos mismos la distancia exacta, pues nadie la sabía aún. De modo que debido a las conclusiones de la Junta, y a que en ese momento navegantes portugueses se encontraban viajando hacia el Oriente por África[5], el rey desechó la proposición de Colón.


COLON E ISABEL LA CATÓLICA

En 1485, después de la muerte de su esposa Felipa, viajó a Andalucía en compañía de su hijo Diego en búsqueda de financiación para su viaje. Gracias a la intervención de D. Luis de la Cerda, Duque de Medinaceli, Colón tuvo la oportunidad de presentar su plan a la reina Isabel de Castilla –mejor conocida como Isabel La Católica- quien decidió a su vez presentarlo a una reunión de sabios y autorizó al Duque de Medinaceli para que, en un primer momento, costeara la empresa[6]. Mientras esto sucedía, Colón pasó por lo menos un año en la ciudad de Córdoba donde conoció a Beatriz Harana; con ella procreó un hijo natural llamado Hernando[7], y aunque nunca se casaron se hizo cargo de su hijo; siempre se preocupó por su bienestar incluyéndolo en su testamento y encomendándole a su hijo Diego que le pagara a Beatriz una renta mensual de diez mil maravedíes.

La espera de Colón por una respuesta favorable de la corte española se alargó, debido a que la Reconquista de Granada absorbía toda la atención de la reina. A causa de este aparente olvido real, el Almirante decidió ir a buscar apoyo nuevamente a Portugal y a Francia, e incluso envió a su hermano Bartolomé a Inglaterra con esta misma finalidad, pero en ningún caso tuvo éxito. Tiempo después obtuvo una nueva audiencia con la reina en el verano de 1491, gracias a la intercesión del Prior del convento de La Rábida, en el cual había dejado a su hijo Diego cuando llegó por primera vez a Córdoba. Después de algunos meses y de la rendición de Granada, recibió la aprobación del Consejo de Castilla para llevar a cabo su proyecto. Después de esta aprobación, la última palabra quedó en la reina, quien fue aconsejada a favor de Colón por el tesorero del rey Fernando, Luis Santángel, quien tenía relaciones con comerciantes genoveses; junto con éstos, Santángel decidió sumarse al financiamiento de la empresa colombina.

Antes de partir, el 17 de abril de 1492, Colón y los Reyes Católicos acordaron los términos de su colaboración: “Fernando e Isabel nombrarán a Colón Almirante de todas las islas y continentes que pudiera descubrir y este título sería heredado por sus descendientes. «Don» Cristóbal Colón, entraba con la adquisición de este título, dentro de la nobleza española; así se llama, Virrey y Gobernador de estas islas, tierras firmes, y tiene el derecho de proponer a sus Majestades tres candidatos para cuantos cargos sean allí precisos. Debía recibir un décimo de todos los productos del nuevo país, si pagaba un octavo de los gastos, y derechos en las mismas ventajas del comercio. Además se le proporcionarían pases y cartas credenciales para los soberanos de Oriente[8].


EL VIAJE DEL DESCUBRIMIENTO

En mayo de ese mismo año llegó Colón al puerto de Palos llevando consigo una orden real para construir su armada; ésta estuvo compuesta por tres barcos: la Santa María –la única de las tres naves que no era carabela, sino nao, y en la que viajó el genovés-, la Pinta y la Niña. Entre la tripulación no se encontraba ningún sacerdote, pero todos sus componentes se confesaron y comulgaron el día de la partida, la cual aconteció el 3 de agosto de 1492. La expedición hizo una primera escala en las Islas Canarias para reparar el timón de la Pinta, cambiar las velas de la Niña y proveerse de vituallas; después de algunos contratiempos con las naves, finalmente la flota de Colón zarpó el 6 de septiembre, sin saberlo, rumbo al Nuevo Mundo.

El viaje que finalizó con el descubrimiento de América corrió con la suerte de no encontrarse con tormenta alguna, ni vientos en calma, solamente unos días de vientos cambiantes. Sin embargo, la incertidumbre de encontrarse lejos de tierra, sin saber con mayor precisión dónde se encontraban, produjo angustia entre la tripulación con el pasar del tiempo a pesar de que durante los últimos días, antes de encontrarse con el archipiélago de las Bahamas, vieron varios indicios de encontrarse cerca de tierra: “Por estar, pues, tan cercanos a tierra, se veía tanta abundancia y variedad de pájaros {…} fueron también vistos muchos atunes ; y por la mañana vieron un garjao, un alcatraz, ánades y pajarillos que volaban por el mismo camino de los otros; y sentían que el aire era muy fresco y odorífero, como lo es en Sevilla en el mes de abril”[9]. Felizmente, en la madrugada del 12 de octubre de 1492, el marinero Rodrigo de Triana vio la señal de tierra hecha por la Pinta –que por ser más veloz iba adelante- y dio aviso a las demás; una vez de día, llegó la tripulación de las tres naves a la isla que habían divisado y “Habiendo todos dado gracias a Nuestro Señor, arrodillados en tierra, y besándola con lágrimas de alegría por la inmensa merced que les había hecho, el Almirante se levantó y puso a la isla por nombre San Salvador. Después, con la solemnidad y las palabras adecuadas, tomó posesión de ella en nombre de los Reyes Católicos, estando presente mucha gente de la tierra que allí se había reunido. Acto seguido los cristianos lo aceptaron por Almirante y virrey, y le juraron obediencia, como a quien ya representaba la persona de Sus Altezas”[10].

Este primer viaje de Colón a Las Indias lo llevó a desembarcar no sólo en la isla de San Salvador sino también en otras como Juana ( Cuba), La Española (Santo Domingo y Haití), La Fernandina (Long Island), la Isabela (Crooked Island) y Santa María de la Concepción (Rum Cay). Después de perder la Santa María a causa de un encallamiento, Colón fundó el fuerte de La Navidad con los restos de ésta y dejando parte de la tripulación a cargo del mismo, inició su regreso a Europa con la creencia que le acompañará el resto de su vida de haber llegado a las costas asiáticas. Después de enfrentarse a algunas tempestades, la Pinta y la Niña llegaron en un primer momento a Portugal y más adelante a España.


EL SEGUNDO VIAJE

Se entrevistó el Almirante con los Reyes Católicos, acompañado de algunos indios que llevaban consigo jaulas con guacamayas y objetos traídos de las tierras alcanzadas en este primer viaje. Respecto a los indígenas que encontró en las tierras que descubrió, Colón externó su preocupación por la integridad de los mismos, la cual se puede leer en una instrucción que dio a Mosén Pedro Margarite en 1494 para reconocer las provincias de Cuba: “La principal cosa que habéis de hacer es guardar mucho a los indios, que no les sea fecho mal nin daño, ni les sea tomada cosa contra su voluntad, antes resciban honra, e sean segurados de manera que no se alteren[11]. Del mismo modo Colón demostró su preocupación por la evangelización de los indígenas: “Tengo por dicho, serenísimos Príncipes (dice el Almirante), que sabiendo la lengua dispuesta suya personas devotas religiosas, que luego todos se tornarían cristianos; y así espero en nuestro Señor que Vuestra Altezas se determinarán a ello con mucha diligencia para tornar a la Iglesia tan grandes pueblos, y los convertirán[12]. De igual forma, él mismo explicó los principios de la fe católica a un cacique llamado, Guacanagarí, como narra su hijo: “Y porque alguno de los muertos (españoles) le había informado mal de las cosas de nuestra fe, diciéndole que la ley de los cristianos era vana, fué necesario que el Almirante le confirmase en ésta; y accedió luego a llevar al cuello una imagen de plata de la Virgen, que antes no había querido recibir[13].

Semanas más tarde, después de haber recibido reconocimientos de los Reyes y de la Corte, Colón comenzó los preparativos de su segundo viaje, con instrucciones de poblar La Española. De este modo, la expedición que participó en esta nueva empresa estaba compuesta por diecisiete navíos y su tripulación –que rondaba las mil quinientas personas- incluía un grupo de sacerdotes franciscanos cuyo superior era Fray Bernardo Boyl, artesanos de diversos oficios, campesinos para cultivar la tierra, caballeros e hidalgos; también se incluyeron caballos y otros animales necesarios para el asentamiento de poblaciones en aquellas tierras. Partió de Sevilla la expedición de este segundo viaje el 25 de septiembre de 1493.

Realizó también, al igual que en el resto de sus viajes a América, una escala en las Islas Canarias de donde zarpó finalmente el 7 de octubre; la travesía fue realizada en sólo 20 días, arribando el 3 de noviembre a la isla que bautizó como Marigalante. En este segundo viaje, Colón alcanzó las numerosas Antillas menores entre las que se encontraba Guadalupe (bautizada así para cumplir una promesa que había hecho a los monjes jerónimos del convento del mismo nombre, en Extremadura) y descubrió las islas de Dominica, San Juan Bautista (Puerto Rico) y Jamaica, entre otras. Fundó en La Española la villa La Isabela -el fuerte de La Navidad fue arrasado por los indígenas durante la ausencia de Colón- y tres fortalezas, y una vez pacificada la isla decidió regresar a España.

El 10 de marzo de 1496 zarpó de La Española acompañado de alrededor de 250 hombres repartidos en dos carabelas, una de las cuales –llamada la India- fue la primera construida en el Nuevo Mundo. Después de un viaje más largo de lo que se esperaba, llegó a Cádiz el 11 de junio de ese mismo año. En la ciudad de Burgos fue recibido por los Reyes Católicos, presentándoles nuevamente numerosas muestras de lo que había encontrado en las tierras recién descubiertas: animales, vegetales y minerales así como piezas elaboradas por los indígenas.


EL TERCER VIAJE

La preparación de un tercer viaje a las tierras recién descubiertas tardó más tiempo que el anterior debido a que el reclutamiento de gente fue más difícil y apenas se completaron seis naves, a pesar de la urgencia del Almirante por llevar artículos necesarios para los españoles que se quedaron en América; en febrero de 1497 zarparon –adelantándose más de un año al tercer viaje colombino- dos navíos con esta ayuda a cargo del capitán Pedro Fernández Coronel. El hijo y biógrafo de Cristóbal Colón, Hernando, culpa a Don Juan Rodríguez de Fonseca por este retraso “…por culpa y mal gobierno de los oficiales reales, especialmente de Don Juan de Fonseca, arcediano de Sevilla, se dilató el despacho de la armada mucho más de lo que convenía. De lo que nació que dicho Don Juan, que después fue obispo de Burgos, tuvo continuamente odio mortal al Almirante y a sus cosas; y estuvo a la cabeza de quienes lo pusieron en desgracia con los Reyes Católicos[14].

Antes de partir nuevamente, Colón hizo su testamento final en el cual incluyó a sus dos hijos, a sus hermanos Bartolomé y Diego, y a Beatriz Harana, madre de su hijo Hernando. El 30 de mayo de 1498 zarpó rumbo a América y al poco tiempo de iniciada la travesía dividió su armada en dos: tres navíos se dirigieron a La Española y los tres restantes se dirigieron hacia las islas Cabo Verde para de ahí partir con la finalidad de descubrir tierra firme. Llegó Colón a las costas de Venezuela los primeros días de agosto, después de haberse encontrado en su camino con la isla de Trinidad; al explorar la costa venezolana cayó en la cuenta de que se trataba de tierra continental y no de una isla más –aunque seguía en la creencia de encontrarse en Asia- debido a las grandes corrientes de agua dulce que encontró en ella. También exploró el golfo de Paria y las costas de las islas Margarita, Tobago, Chacachacare y Granada antes de llegar a La Española para encontrarse con sus hermanos.

Cuando finalmente llegó a La Española se encontró con una rebelión encabezada por Francisco Roldán, a quien anteriormente había nombrado Alcalde mayor, en contra del Adelantado Bartolomé Colón, a quien el Almirante había dejado como Gobernador. El genovés decidió pactar con Roldán en lugar de luchar contra él, cumplió sus peticiones y le otorgó tierras e indígenas a su servicio, sentando así el precedente de la Encomienda. Escribió a la Corte solicitando ayuda para remediar la situación en la isla; mientras tanto, algunos hombres inconformes que regresaron a España, acusaron ante los Reyes Católicos a los hermanos Colón del desorden existente en aquella isla. Como resultado a dichas acusaciones, los Reyes enviaron a La Española a un investigador llamado Francisco de Bobadilla. El 23 de agosto de 1500 llegó éste al puerto de Santo Domingo, apresó al Almirante y a sus hermanos y los envió de regreso a España. Una vez en tierras españolas, Colón fue liberado y mandado a llamar a la Corte donde le fueron devueltos sus derechos como Almirante, aunque no los de Virrey. En representación de este cargo fue enviado La Española Nicolás de Ovando y Cáceres con el título de gobernador de las Indias, mientras que Colón se dedicó a la preparación de su cuarto viaje al Nuevo Mundo, el último que realizaría.


EL CUARTO VIAJE

Acompañado por su hijo y biógrafo Hernando, partió Colón el 11 de mayo de 1501 al mando de cuatro navíos y 140 hombres. Fue el trayecto transatlántico más rápido y fácil que realizó; en este último viaje exploró las costas centroamericanas con la finalidad de encontrar un paso hacia China y descubrió las islas de Las Tortugas (parte de las Islas Caimán). Durante este viaje la flota de Colón fue asolada por distintas tormentas que dañaron las embarcaciones; tras haber fundado en 1503 la primera población hispana en Centroamérica, bautizada como Santa María de Belén, en las costas de Panamá (la cual fue abandonada debido a la hostilidad de los indígenas) y tras diversos incidentes que dejaron a Colón y a su tripulación varados durante un año en Jamaica, emprendieron el regreso a España, llegando al puerto de Sanlúcar de Barrameda el 7 de noviembre de 1504.

Sin embargo, en esta ocasión no tuvo Colón el mismo recibimiento debido a que la Reina Isabel estaba agonizando; su muerte acaecida pocos días después, el 26 de noviembre, dejó el futuro del Almirante en manos del Rey Fernando y posteriormente de su sucesor Felipe el Hermoso. El descubridor del Nuevo Mundo, muy afectado en su salud y después de haber redactado su último testamento, acompañado de sus hijos y de su hermano Diego falleció el 20 de mayo de 1506. Hernando describe la muerte de su padre de la siguiente manera: “…muy agravado de su gota y del dolor de verse caído de su estado, agravándolo también otros males, rindió su alma a Dios el día de su Ascensión a 20 de mayo de 1506, en la susodicha villa de Valladolid, habiendo antes recibido con mucha devoción todos los sacramentos de la Iglesia y dichas estas últimas palabras: «In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum»”[15].Sus restos descansan actualmente en la Catedral de Sevilla.

Notas

  1. Charles Verlinden, historiador medievalista belga, ubica el nacimiento de Colón entre el 2 de agosto y el 31 de octubre de 1451, en Génova.
  2. Colón, Hernando. Vida del almirante Don Cristóbal Colón. Fondo de Cultura económica. México, 1974. Pág. 34.
  3. Verlinden, Charles. Cristóbal Colón. Ibérico Europea Ediciones. España, 1970. Pág. 17.
  4. Ibíd. Pág. 62
  5. Al poco tiempo Bartolomé Díaz descubrió el Cabo de Buena Esperanza
  6. Más tarde ella misma tomó parte en la financiación de la empresa colombina
  7. También suele aparecer con el nombre de Fernando
  8. Verlinden, Charles. Cristóbal Colón. Ibérico Europea Ediciones. España, 1970. Pág. 34.
  9. Colón, Hernando. Vida del almirante Don Cristóbal Colón. Fondo de Cultura económica. México, 1974. Pág. 88.
  10. Ibíd. Pág. 91
  11. Colón, Cristóbal. Diario de Navegación. Editorial Tor. Buenos Aires Pág. 202
  12. Ibíd. Pág. 68
  13. Colón, Hernando. Vida del almirante Don Cristóbal Colón. Fondo de Cultura económica. México, 1974. Pág. 154.
  14. Ibíd. Pág. 213
  15. Ibíd. Pág. 332

Bibliografía

  • Colón, Hernando. Vida del almirante Don Cristóbal Colón. Fondo de Cultura económica. México, 1974
  • Colón, Cristóbal. Diario de Navegación. Editorial Tor. Buenos Aires;
  • Verlinden, Charles. Cristóbal Colón. Ibérico Europea Ediciones. España, 1970


SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA