CÓRDOBA DE LA NUEVA ANDALUCÍA
EL MEDIO GEOGRÁFICO
Geográficamente, Córdoba es mitad pampeana y mitad serrana pues la inmensa llanura que concluye en el océano Atlántico es “cortada” por los cordones serranos que dividen la provincia en dos de noreste a sudoeste, de modo que la pampa, desde ese límite, se extiende como un suave plano inclinado hacia el Naciente solo cortado por el río Paraná. En cambio, hacia el poniente, viejas montañas del paleozoico surgidas más recientemente por el plegamiento terrestre del terciario, vigilan la soledad pampeana en forma de tres cordones serranos más o menos paralelos (pero con innumerables cordones radiales); las Sierras Chicas, las Sierras Grandes, y un menor cordón occidental; las dos primeras separadas entre sí por dos depresiones, pampas de piedra enclavadas en lo alto de las estribaciones montañosas. Por eso, casi la totalidad de sus ríos nacen y mueren dentro del territorio de la provincia corriendo paralelos desde lo alto de las montañas hacia el seno cálido de la pampa.
Así pues, Córdoba se comporta, desde el punto de vista geográfico, como una suerte de “eje” entre pampa y sierra, como una especie de límite que corta la infinitud de la pampa poniéndole un marco azul entre la tierra y el cielo. Todo lo cual explica la concurrencia simultánea de diversas regiones y microclimas que favorecen la vida del hombre en medio de una naturaleza hecha más a su medida que la pampa indefinida y que el Ande interminable. En su parte más elevada (el cerro Champaquí) no llega a los tres mil metros y cobijada frente a la Sierra Chica se asienta la ciudad de Córdoba que tiene a su frente la pampa y a su espalda el muro azul de la montaña.
La urbe de hoy (1993) que ha sobrepasado ya el millón trescientos mil habitantes se equilibra con otros centros urbanos importantes como Río Cuarto, San Francisco, Villa María, Cruz del Eje, Alta Gracia, Río Tercero, Villa Dolores; constelación de ciudades engarzadas en el eje geográfico de Córdoba. Tal es, pues, el medio geográfico y humano descubierto en la segunda mitad del siglo XVI.
FUNDACIÓN DE LA CIUDAD
En el año 1571, el Virrey don Francisco de Toledo libró oficio nombrando Gobernador de la Provincia de Tucumán al General Don Jerónimo Luis de Cabrera quien debía regir los vastos territorios descubiertos por Mendoza, Villagrá y de Aguirre. Dos años después, el Gobernador envió una expedición exploradora a lo que es hoy el territorio de la provincia, al mando del Capitán Lorenzo Juárez de Figueroa quien debía reconocer el país de los comechingones; poco después, el ilustre sevillano don Jerónimo Luis de Cabrera llegó a la margen izquierda del río Suquía y el 6 de julio de ese año de 1573 procedió a la fundación: Clavado el rollo, desnuda la espada con la cual cortó ramas de un sauce mudándolas de una a otra parte en señal de posesión, declaró fundada la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía.
Constituido el Cabildo de la nueva ciudad, Cabrera se dirigió hasta el río Paraná con el fin de establecer allí el puerto de la ciudad, el cual llamó de San Luis. El puerto de esta ciudad mediterránea venía así a quedar apenas a más de trescientos cincuenta kilómetros del centro. Son precisamente razones jurisdiccionales las que le impiden entenderse con Juan de Garay, en la misma ribera del Paraná; en verdad, geopolíticamente no podían entenderse, pues uno representaba el espíritu del interior que provenía del norte y había fundado la nueva ciudad como eje de comunicaciones con Chile y Perú, y el otro provenía del litoral y del Río de la Plata; es decir, de la costa atlántica que pronto constituirá un nuevo y diverso foco de poder.
Cabrera piensa en grande pues los límites jurisdiccionales de Córdoba son casi trescientos kilómetros hacia el sur, otros tantos hacia Chile por el Este hasta el Paraná y casi doscientos hacia el Norte. Acontece muy pronto el heroico martirio del fundador, asesinado por orden del nuevo Gobernador, en Santiago del Estero, el 16 de marzo de 1574, durante el reinado de Felipe III. Imaginémonos ahora a la “ciudad”, con su fuerte de empalizadas; después del reparto de los primeros solares y el lento crecimiento que no debe haber sobrepasado el medio centenar de manzanas, bordeadas al Norte y al Este por el Suquía, y hacia el Sur y Sureste por el arroyo de la Cañada; lo suficiente para que el primer poeta argentino allí nacido haya podido cantarle sentándose “sobre la arenosa falda/desde humilde y pobre río/que murmura a sus espaldas.”
A fines del siglo XVI tenía la ciudad unos quinientos habitantes y hacia 1586 llegan los primeros jesuitas, dato importante si se tiene en cuenta que ellos regentearán la primera Universidad argentina pocos decenios después. La ciudad nació con el empaque de la nobleza de su fundador y de las primeras familias; guerrera pues debe combatir sin tregua contra los indios del Chaco; piadosa por la honda fe de sus habitantes, dada a pleitos y a la política por el carácter de su gente y la estratégica situación geográfica. Así, a fines del siglo XVI comienza el lento crecimiento de la ciudad y de los primeros pueblos aledaños.
LA CIUDAD EN EL SIGLO XVII
El mismo año que marca el comienzo del siglo XVII llega a Córdoba el nuevo Obispo del Tucumán, fray Fernando de Trejo y Sanabria, asunceño, hermano de Hernandarias, que ligará para siempre su nombre a la cultura de Córdoba y del país; apenas un año después (1601) llegan los primeros Mercedarios, los Dominicos en 1604 y la Compañía de Jesús establece, cuatro años después, el Colegio Máximo.
Mientras tanto, en Santiago del Estero fúndase el Seminario, en 1611, hasta que en 1699 fuera trasladado a Córdoba; el benemérito Trejo no solamente funda el mencionado Seminario, sino también el Monasterio de Santa Catalina, en 1613, el mismo año de fundación de la Universidad, por el trabajo y la iniciativa de Doña Leonor de Tejeda. De no menor importancia es el Monasterio de Santa Teresa, fundado después, en 1628, por don Juan de Tejeda y Miraval. Como se ve nada más que por la nómina de fundaciones, éstas transparentan el espíritu de la ciudad, que anima en 1656, la jura de la Inmaculada Concepción, más tarde nombrada Patrona de la Universidad; el mismo espíritu inspira, entre 1696 y 1699, la obra y traslación de la Catedral y la fundación del Colegio de Monserrat.
Al concluir el siglo XVII, Córdoba ha conquistado fama por su Universidad y porque estima “por sobre todos los otros valores, los religiosos y morales; que cultiva las finas maneras de la cortesía; que perpetúa las ceremonias antiguas, sin modificar su vieja pompa.”[1]Todo lo cual ha ido confiriendo un carácter especial que debemos tener en cuenta para explicarnos el papel de Córdoba en la suma de los localismos argentinos que se integran en la nación y pone sello en la reflexión y en la cultura.
EN EL SIGLO XVIII
Mientras tanto, los indios casi se han extinguido permitiendo la homogeneidad étnica del núcleo principal de la población y la aristocracia de sus gentes se mide no sólo por su origen sino por el obligado paso por los claustros de la Universidad; de ese modo los grados de Licenciado y Doctor, además de su sentido académico, tienen otra significación por ser la llave que abre las puertas del ascenso social; tal es el origen de lo que se ha dado en llamar la aristocracia doctoral labrada sobre el yunque del latín, la filosofía, los cánones y la teología.
El siglo XVIII sorprende a Córdoba en un continuo guerrear en las “fronteras” y, al comenzar el sigo, Felipe V asciende al trono de España; en esa época aparecen los fuertes (en lo que es hoy aproximadamente el camino a San Francisco) como salvaguarda contra el infiel. La Universidad conoce su época de mayor florecimiento, sucédense las expediciones militares al Chaco y en 1759 asciende al trono don Carlos III.
En 1766 comienza a funcionar en el Colegio de Monserrat la primera imprenta y se hacen las primeras publicaciones de esta parte de América. Al año siguiente, un hecho produce enorme conmoción en Córdoba y sus consecuencias se sentirán durante mucho tiempo: la expulsión de la Compañía de Jesús, la verdadera educadora de la ciudad y alma de su Universidad.
En 1776, un acto de gobierno corrobora una ya ineludible realidad geopolítica: la creación del Virreinato del Río de la Plata, reconocimiento de un nuevo y poderoso polo de tensión que es Buenos Aires, destinado a crecer cada vez más; pero esto tiene grande significado para Córdoba que asume el papel de polo de entrecruzamiento de todos los intereses, vías de acceso, economía y cultura del interior. Hacia 1780, la presencia del obispo fray José de San Alberto adquiere gran significado pedagógico para la ciudad y aunque el derecho se estudia en la Universidad subsumido en la Teología moral y en los cánones, se erige la cátedra de Derecho Civil (1790); arden las polémicas entre franciscanos y seculares por la posesión de la Universidad, cuando se hace cargo del poder el primer Gobernador Intendente de Córdoba, Marqués de Sobremonte, cuya obra de gobierno tiene gran trascendencia.
La intendencia de Córdoba abarca, además de lo que es hoy el territorio de la provincia, las de San Luis, Mendoza, San Juan y La Rioja; la ciudad tiene unos ocho mil habitantes, una flamante industria artesanal, agricultura, ganadería, minería y diversos productos como el vino del norte de la provincia o la platería de la ciudad y pueblos serranos. A los volúmenes de los profesores de filosofía y teología, al ambiente recoleto y formal, deben agregarse una actividad teatral algo primitiva, el cultivo de la música (en la cual contó con el gran maestro Doménico Zipoli), la pintura, la orfebrería, la talla y escultura de la piedra “sapo”, la arquitectura religiosa.
EN EL SIGLO XIX
Los primeros años del siglo XIX son testigos de la lucha de los seculares (especialmente de los Funes) por la regencia de la Universidad; un cordobés (futuro gobernador y caudillo) Juan Bautista Bustos, se cubre de gloria luchando contra los ingleses en 1806 y 1807; los seculares, gracias a Liniers, pueden por fin hacerse cargo de la Universidad en 1808; al año siguiente, el profesor Miguel Calixto del Corro piensa y escribe que la madurez de los pueblos americanos les hace merecedores de autogobernarse.
Nuevamente Córdoba vuelve a ser polo de tensión pues mientras sus universitarios son precursores de la Independencia, la Revolución de Mayo encuentra en las autoridades realistas inmediata resistencia enfrentada, con inminente riesgo de vida, por Gregorio Funes. Una vez que esta resistencia es anulada en Cabeza de Tigre, en 1813 Córdoba se transforma en Provincia separándose de las provincias de Cuyo y manteniendo a La Rioja en su jurisdicción. Bajo el gobierno de José Javier Díaz, se eligen los diputados de Córdoba al Congreso de Tucumán que proclama la Independencia (Miguel Calixto del Corro, Jerónimo Salguero y Cabrera, Eduardo Pérez Bulnes, José Antonio Cabrera, Pedro Ignacio De Castro Barros por La Rioja).
Cuando la anarquía y la guerra civil se ciernen sobre el país, los oficiales del Ejército del Norte deciden no entrar en Córdoba y se sublevan en Arequito detrás de José María Paz, Juan Bautista Bustos y el tucumano Heredia, lo cual significa la reasunción de la soberanía cordobesa. El gobierno de Bustos dura hasta 1829; en este periodo se reforman los planes de estudio de la Universidad y se rechaza la constitución unitaria. Derrocado por el genio militar de Paz, este último ejerce un gobierno efímero de dos años, en los cuales, tras sucesivas victorias militares inicia una poderosa Liga Militar contra Rosas; abruptamente detenido este movimiento por el histórico “boleo” del caballo del general y su subsiguiente prisión, cae la colisión y se abre el periodo de los Reinafé (1831-1835).
En 1836 se inicia el largo gobierno de Manuel López (hasta 1852) y tres años después, luego de setenta años de exilio, regresa a Córdoba la Compañía de Jesús. En 1852, tras la caída de Rosas, asume el gobierno Alejo del Carmen Guzmán y la Provincia se adhiere al federalismo de Urquiza; provincial durante el gobierno de López, la Universidad es nacionalizada en 1854. Más tarde, hasta el 80, Córdoba se convierte en el pivote a la solución del pleito Buenos Aires-Provincias.
Después de esos acontecimientos, en 1880 asume el gobierno de la Provincia un hombre representativo tanto de la llamada generación del 80 cuanto del espíritu de Córdoba: Miguel Juárez Celman, cuya obra educativa quizá deba estudiarse con mayor atención. Lo cierto es que la república detenta, en ese momento histórico, la inconfundible marca del Presidente Roca y de la alianza provinciana acaudillada por Roca, con lo cual concluye una época de crueles guerras civiles.
Tres cordobeses alcanzan la Presidencia de la República (Derqui, Juárez Celman, Figueroa Alcorta). Es nuevamente Julio A. Roca y el espíritu de progreso quienes inauguran el 900 mientras en Córdoba se suceden los gobiernos de Álvarez, Olmos, Ortiz y Herrer1890a y Félix T. Garzón. Mientras tanto la Universidad crece: en 1873 se erige la Facultad de Ciencias Exactas, en 1877 la de Ciencias Médicas, las que deben sumarse a las más antiguas de Artes, Teología y Derecho, aunque Filosofía y Teología no funcionan más allá de 1890. Veinte años han pasado desde la fundación del Observatorio Astronómico y diecisiete de la Academia Nacional d Ciencias. La ciudad tiene alrededor de 73.000 habitantes.
EN EL SIGLO XX
A fines del XIX baja desde el Río Seco a la ciudad un agreste joven, Leopoldo Lugones que, con su inspiración y su genio, marcha a conquistar Buenos Aires, mientras muy pronto la estampa de apóstol del Padre José Gabriel Brochero, recorre las Sierras Grandes y la pampa de Achala sembrando semillas de santidad. Al mismo tiempo, el surgimiento de la nueva y poderosa clase media, unida a nuevas exigencias populares, da origen al radicalismo sobre cuya fórmula, en Córdoba, triunfa el candidato conservador Ramón J. Cárcamo (1913).
La obra de Cárcamo es importantes desde el punto de vista educativo, estadístico, vial, cultural, y sucédense gobiernos demócratas (salvo el breve interregno de Eufrasio Loza). Luego del segundo gobierno de Cárcamo, retornan los radicales con Enrique Martínez, sucediéndose, después de la revolución del 30, los gobiernos conservadores de Olmos y Frías. El lapso comprendido entre 1936 y 1943, está cubierto por los gobiernos radicales de Amadeo Sabattini y Santiago H. del Castillo.
A partir de 1918, varias cosas han cambiado desde el punto de vista social y político; ahora la Provincia se ha enriquecido, las obras hidráulicas han preparado la posterior industrialización; desde su fundación en 1926, la fábrica militar de aviones pone las bases de una mano de obra especializada funcionando, de hecho, como una escuela de técnicos. Las escuelas se han multiplicado, las artes se cultivan profusamente, las imprentas publican libros, particularmente la activísima imprenta de la Universidad; la ciudad cuenta con más de 350,000 habitantes. La filosofía, refugiada en la Facultad de Derecho, vuelve por sus fueros a partir del Seminario de Filosofía en 1922 hasta la re-fundación de su Instituto Filosófico en 1934.
La Universidad crece al ritmo de la ciudad (con sucesivas fundaciones como la Escuela de Ingeniería Aeronáutica por ejemplo), y podemos seguirlo hasta la aparición del peronismo en 1945. También podemos asistir a un febril crecimiento industrial que plantea nuevas exigencias a la Universidad y al pensamiento. Abrense las fábricas de automotores, de herramientas, de maquinarias agrícolas, de motores eléctricos, de motores diésel, de locomotoras, de tractores, de elementos electrónicos, de investigaciones espaciales, hasta hoy. Lo demás es historia reciente, pero es historia en la cual la ciudad de Córdoba desempeña un papel protagónico principalísimo en la marcha política, económica, social, cultural de la Argentina.
La ciudad fundada por Cabrera ha sobrepasado el millón trescientos mil habitantes. Los cincuenta estudiantes universitarios de 1614 se han convertido en 60,000; un cordón de fábricas le ciñe la cintura por el Este y por el Sur; un conjunto de pensadores, a lo largo de casi cuatro siglos, expresan su reflexión, su historia y su naturaleza.
NOTAS
- ↑ Enrique Martínez Paz, La formación histórica de la Provincia de Córdoba. Instituto de Estudios Americanistas, Imp. Universidad de Córdoba, 1941, p.11
BIBLIOGRAFÍA
Agulla Juan Carlos. Eclipse de una aristocracia. Ediciones Libera Buenos Aires, 1968
La sinergia social argentina. En Obras Completas Vol.II, Sociología Argentina, Ed Assandri, Córdoba, 1950
Martínez Paz Enrique, La formación histórica de la Provincia de Córdoba. Instituto de Estudios Americanistas, Frank Imp. Universidad de Córdoba, 1941
Waldo, América Hispana, Un retrato y una perspectiva. Espasa Calpe, Madrid, 1932
Río E. Manuel. “Consideraciones históricas y sociológicas sobre la Provincia de Córdoba”. (1901), en el vol. Córdoba, Su fisonomía, su misión. Universidad de Córdoba, 1967
ALBERTO CATURELLI