Diferencia entre revisiones de «PASTORAL INDÍGENA; pasado y presente»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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* La televisión y su mensaje consumista, para la que el objetivo y valor dominante es el éxito económico, cuya acción es el sutil condicionamiento de las decisiones humanas.  
 
* La televisión y su mensaje consumista, para la que el objetivo y valor dominante es el éxito económico, cuya acción es el sutil condicionamiento de las decisiones humanas.  
* La labor de las sectas y sus métodos, en los que por un poco de comida congregan grandes cantidades de personas para hacer proselitismo.  
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* La labor de las [[PERSECUSIÓN_EN_GUATEMALA;_La_invasión_de_las_sectas_fundamentalistas | sectas]] y sus métodos, en los que por un poco de comida congregan grandes cantidades de personas para hacer proselitismo.  
 
* Una nueva cultura de relación donde los valores morales recibidos de los padres no tienen significado, no sirve la palabra dada, no sirve el respeto a los mayores, lo que dicen y hacen los padres no es válido.  
 
* Una nueva cultura de relación donde los valores morales recibidos de los padres no tienen significado, no sirve la palabra dada, no sirve el respeto a los mayores, lo que dicen y hacen los padres no es válido.  
 
* Nuevas formas de éxito, otros dioses a los que rendir culto: el culto al dinero, al poder, a la manera fácil de obtener éxito sin los esfuerzos que pueden significar estudiar, o trabajar.  
 
* Nuevas formas de éxito, otros dioses a los que rendir culto: el culto al dinero, al poder, a la manera fácil de obtener éxito sin los esfuerzos que pueden significar estudiar, o trabajar.  
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'''DANIEL CABEZAS GÓMEZ  © Simposio CAL, 1992'''
 
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Revisión del 05:25 16 nov 2018

En el marco de referencia dado por S.S. Juan Pablo II para este simposio y con el límite del tema asignado, me referiré especialmente a la acción pastoral con los indios. Una historia que asigna la misma importancia a todos los hechos no sería más que una relación de los acontecimientos y no lograría penetrar en el sentido de los mismos, describir la historia significa siempre interpretarla. Por ello, hablar de las realidades de los indios no solamente como ideas de un individuo, sino como fenómenos integrantes de un proceso histórico, que tienen su raíz en la vida cotidiana de la sociedad en la que viven, será el camino del presente trabajo.

La experiencia del proceso de evangelización de la población indígena en el pasado, es el conocimiento del relato de cómo se liberó el hombre de los lazos incestuosos que lo unían a la sangre y al suelo, de la sumisión a los ídolos, de las diversas formas de esclavitud a las que estaban sometidos (sin descartar la importancia de otras formas de esclavitud a las que posteriormente se vieron sometidos y aún ahora no llegan a liberarse... amos poderosos e ideologías que no los hacen libres).

Para su labor, los misioneros tuvieron que comprender a los naturales, buscar la forma de comunicarse, conocer su pensamiento, sus capacidades, sus respuestas psicológicas, sus relaciones sociales, sus estructuras de poder y de mando, sus tradiciones, sus mitos, etc. Todo descrito abundantemente, aunque en forma totalmente parcelar y localista, no sistematizada, sólo adecuada a la labor principal a la que estaban abocados: la catequesis, la transmisión de la buena nueva. A muchos buenos ejemplos se puede citar los escritos de Bartolomé de Las Casas, Francisco de Vitoria, Agustín Dávila y Antonio Cruz, Antonio Remesal, Antonino de Zamora, Jerónimo de Mendieta, Agustín de Vega, José Acosta, Cristóbal de Cañas, Juan de Rivera, José Gumilla, Florián Paucke, Diego de Tapia, Juan de Solórzano, y muchos otros más que de una u otra manera, con uno u otro motivo, hablaban de las capacidades, destrezas y concepciones de los indios.

Sin embargo, ¿cuáles fueron los resultados? El germen sólo resulta reconocible cuando conocemos la flor, las fases iniciales sólo pueden interpretarse por las fases posteriores. Los intentos de convertir a los indios, de cristianizados, conllevaban la inquietud de transformar su vida, de convertirlos en hombres a la imagen que los españoles de ese tiempo tenían de sí, «según la manera que tienen los vecinos de estos nuestros reinos», lo que obligaba a que habitaran en poblados, o que tuvieran su propia casa en la que vivieran con su mujer e hijos, trabajaran en sus terrenos y respetaran la propiedad ajena, que llevaran el modo de vida agrario «conforme con la manera que lo haría un hombre labrador de razonable saber de los que en Castilla viven».[1]

Fue un proceso de asimilación, compartido por los misioneros, que llevaba implícita la imposición de una nueva forma de vida, una nueva cultura, una nueva concepción de la sociedad, un nuevo mundo con una nueva verdad. Pero que necesariamente debería ser promocionado, mostrado, gustado por aquellos a los que era dirigido. Este proceso creemos tenía dos facetas; la primera y básica, promover una forma de relación social diversa, aceptable a los ojos de los «cristianos» de la Península: la vida con «policía», la estructura en poblados, los métodos del cultivo de la tierra y de acumulación de los excedentes, el sistema económico de gobierno.

¿Cuál fue el matiz primordial para su aceptación? En mi criterio, y sin excluir los demás de igual importancia, fue la transmisión del conocimiento; en términos actuales fue la tecnología que llevaron los misioneros lo que les permitía mejorar el rendimiento del trabajador agrario equilibrando su esfuerzo; eran semillas, artes, oficios (alfarería, cerámica, bordado, cantería, tallado de la piedra, carpintería, tintorería, escultura, pintura, herrería, platería, caligrafía, arquitectura, zapatería, sastrería, tejido, etc., el mejoramiento del cultivo del trigo, de los frutales, la obtención del agua en fuentes públicas), acciones que en una corriente de ambos sentidos iban y venían de la península, era algo apetecible al amerindio, era estar al lado de él, era compartir su vida, hacer algo con él.

Adecuado a su modo de aprendizaje, es el método de aciertos y errores, eran la única vía para introyectar algo, ya que la observación de la naturaleza y su entorno le permitía comprender que cada fenómeno tiene una causa; la lluvia, la sequía, el rayo eran fenómenos concretos que los podían observar, y por supuesto con ellos manejarse; este aprendizaje de comprobación, de sólo aceptación de realidades concretas, propio de sociedades agrarias, se ve en gran medida utilizado por el método y el valor de las informaciones que se transmiten por los misioneros.

Sin embargo cabe preguntarse cómo previa a la conquista, la tecnología de una agricultura como la de los indios, podía sustentar la existencia y la supervivencia de las estructuras socio-políticas americanas, con la capacidad además de generar excedentes que sobrepasaban las necesidades del campesinado. La respuesta se encuentra en la organización vertical de un máximo de nichos ecológicos... ».[2]

Los relieves geológicos condicionan un escalonamiento de zonas ecológicas muy variadas, «originando una economía vertical que tiende a asociar los productos complementarios de un conjunto de múltiples parcelas, que permitía repartir los riesgos y compensar los eventuales accidentes meteorológicos».[3]

Ahora bien, ¿cuándo se produce la ruptura de este modelo, e irrumpe la desorganización socio-política? Cuando la tecnología es sustituida (por otra novedosa y en muchos casos muy apropiada) y se pretende con respuestas parcelares solucionar el conjunto. Este modelo de agricultura, fundamento de su economía y su cultura, es sustituido por otro donde la organización del espacio, el sistema de propiedad, el modo de producción es cambiado por otro, por el modelo depredador, extractivo, minero en la mayoría de los casos, y donde la agricultura resulta ser el sector acomodante.

Sin embargo «hasta la segunda mitad del siglo pasado en muchos países andinos el sistema agrícola por pisos ecológicos continuaba a estar presente en alguna proporción, y en manos de las comunidades indígenas», hasta que la dinámica de la expansión de la tierra se aceleró, «convirtiendo la tierra en hacienda y a los hombres de las comunidades en colonos o arrenderos», otra forma de esclavitud y sometimiento.[4]

Sin embargo «el conquistador y el colono no poseían mucho bagaje intelectual y de ordinario no dialogaban con el indígena»,[5]lo suyo era la conquista y la explotación; en cambio otros eran los pensamientos de los misioneros, ellos deberían dialogar. Un ejemplo de ello: Fray Domingo de Santo Tomás, fundador de los estudios de lingüística del Perú, Arzobispo de Charcas (hoy Sucre), autor del primer diccionario de quechua. O la labor realizada por fray Francisco Ximénez, que convivió con los indios de Chichicastenango, aprendió su lengua, el Quiché, y tradujo su libro sagrado, el Popol Vuh. Era entender su música, sus ritos, sus juegos, manejar sus mitos y sus fantasmas, entender sus miedos y sus ilusiones, era entender su vida.

Todo este esfuerzo intelectual puede ser gráficamente representado con el relato de cómo llegan a América los misioneros dominicos: la orden del envío de 15 frailes viene completada con la instrucción de «que puedan llevar consigo sus libros». O con la Real cédula que autoriza en 1539 a Fray Luis Cáncer y a Fray Antonio Dortas a pasar gratis, con cargo a la caja de la casa de la contratación «media tonelada de libros cada uno».[6]

No todos eran doctos; eran fundamentalmente misioneros, y sin embargo en menos de 50 años del descubrimiento ya existen universidades, se crean imprentas, se imparte instrucción. La segunda faceta a la que antes me refería, es el momento de la catequización, la enseñanza de la Buena nueva, para lo que eran necesarios instrumentos adecuados, los tratados de moral y los catecismos americanos, como el del concilio de Lima, que «trascendían el orden de las ideas porque eran una especie de manuales para los predicadores»,[7]a quienes se les quería facilitar su labor ofreciéndoles incluso el texto de cómo debían predicar.

Era el momento de la maduración, del crecimiento, el tiempo de la «interiorización» sociológica de Berger, la absorción en la conciencia de la percepción de su mundo real, y que mostraba el viejo problema de cómo transmitir a las generaciones futuras los significados objetivos de una determinada cultura; en otras palabras, cómo se podía hacer que «lo evangelizado» sea perdurable, que no se pierda, que lle¬gue a las generaciones futuras; para ello el hombre no debía aprender determinados significados, ¡debía identificarse con ellos!, con los contenidos de la Buena nueva, con el Evangelio, con la enseñanza de la nueva vida, con el nuevo hombre, con la palabra de la salvación, debía absorberlos en sí y transformarlos en sus propios significados.

En resumen era un proceso de socialización, era la construcción de la micro-sociedad donde se desarrollaba la vida de una persona; era una obra común que evolucionaba con el diálogo con los otros, los padres, hermanos, amigos, maestros, religiosos; era el lugar donde el cristiano adquiría su propia identidad en la confrontación con el otro. Pero también esta confrontación interpelaba y descubría, desmenuzaba diversas facetas de una realidad; por ejemplo la realidad de ser cristiano, de decir que se ama al prójimo; éste fue el reto y el testimonio de «una larga galería de hombres llenos de abnegación que en el nombre del Señor, se pusieron al lado del otro, del indígena y del negro, del indefenso y del oprimido, para comunicarle la buena noticia».[8]

En el presente, la realidad de la evangelización de los indios presenta características distintas. Conociendo que la Iglesia no sólo enseña a la sociedad sino que aprende de ella, toma mayor importancia la consideración en la vida del campesino, las realidades de vida donde la explotación de su esfuerzo, su dependencia a otros gru¬pos de autoridad y de poder, su marginación, son muy sentidas y tienen gran significación, especialmente ahora con el compromiso de una nueva evangelización, pedida por el Papa.

Son dos los ámbitos donde los campesinos actualmente desarrollan su vida y por donde el trabajo pastoral enfrenta sus mayores desafíos: el campo y los cinturones marginales de las grandes urbes. Lugar común de la gente sencilla, temerosa de Dios, que no encuentra solución ni respuestas válidas para las dificultades de supervivencia con las que se enfrenta, desprotegida ante embates violentos y con medios absolutamente novedosos, ante los que cultural y psicológicamente se encuentran desprotegidos:


  • La televisión y su mensaje consumista, para la que el objetivo y valor dominante es el éxito económico, cuya acción es el sutil condicionamiento de las decisiones humanas.
  • La labor de las sectas y sus métodos, en los que por un poco de comida congregan grandes cantidades de personas para hacer proselitismo.
  • Una nueva cultura de relación donde los valores morales recibidos de los padres no tienen significado, no sirve la palabra dada, no sirve el respeto a los mayores, lo que dicen y hacen los padres no es válido.
  • Nuevas formas de éxito, otros dioses a los que rendir culto: el culto al dinero, al poder, a la manera fácil de obtener éxito sin los esfuerzos que pueden significar estudiar, o trabajar.
  • No hay necesidad de ser valiente, porque la valentía se le puede comprar pagando a otro para hacer lo que el cobarde no es capaz, el valor de la vida humana es un hecho comercial y negociable.[9]

Un esquema de esta realidad, que por lo mismo es limitativo, puede ser un simple esbozo de lo que de verdad representa esta compleja tarea:

  • El proceso cultural está cada vez más alejado de la realidad del campesino latinoamericano.
  • La cultura tradicional, tan rica en humanidad y con valores tan propios para los nichos ecológicos en los que se desenvuelve, se ve avasallada por la arrogancia de la cultura dominante y hegemónica.
  • La educación es un bien que se debe pagar, no es un derecho.
  • La salud es un bien preciado, concedido sólo a unos cuantos, es un bien que cuesta y por el que hay que pagar.
  • Las ideologías no han cambiado la realidad de vida de los campesinos. Aparte de esta enumeración existen otras realidades que remarcar, y que influyen poderosamente en el trabajo pastoral:
  • Un hecho de vital importancia, la revalorización de la mujer campesina constituye un elemento fundamental en el proceso de desarrollo de las comunidades.

En situación de crisis económica, la participación de la mujer urbana en el trabajo, cobra mayor importancia:[10]

  • Es en la familia donde la niña (futura mujer), percibe por primera vez lo que la sociedad espera de ella, es en ella donde se puede desdibujar su imagen y pierde su identidad.[11]
  • La familia inicia la separación de roles y personalidades al privilegiar el ejercicio de determinadas funciones, es el lugar fundamental de trabajo de la futura sociedad.
  • Los medios de comunicación social representan una nueva escala de transmisión del pensamiento colectivo.
  • La realidad de una gran masa de población infantil y juvenil que impulsada por problemas socio-económicos en el seno familiar es expulsada a la calle, en la que pasa más de 15 horas al día (menor callejero, gamines, polillas, etc.), representa una dificultad que a corto plazo debe encontrar alguna solución.[12]
  • El menor abandonado que interactuando constantemente con el ambiente callejero, muestra autonomía de acción, que se desplaza fácilmente de zonas, especialmente en lugares de concentración comercial (ferias, festividades, manifestaciones, desfiles, etc.) y que adopta estrategias de supervivencia (hurto, pertenencia a grupos organizados).[13]Es un llamado a la mayor urgencia pastoral.
  • En el trabajo agrícola del campesino muestra gran importancia la posesión de parcelas en dos nichos ecológicos diferentes.[14]
  • La estrecha relación que existe entre la producción agrícola y las fuerzas espirituales, es el tejido social donde se presenta el mayor desafío pastoral.
  • Las relaciones entre Iglesia y sociedad corresponden a un proceso de interacción e influencia de vital importancia en la realidad Latinoamericana.[15]
  • La capacidad de organizarse, de tomar decisiones en conjunto, de participar en actividades de beneficio colectivo, son riquezas incalculables, y de un gran potencial para el trabajo pastoral.

Resumen

Entre los métodos utilizados por la Iglesia para el trabajo pastoral con los indios en América, hemos querido remarcar el valor que tuvo la transmisión del conocimiento, en palabras actuales, la transmisión de tecnología, manera apetecible por su utilidad; para estar con el otro, con el hermano, es el manejo de su cultura, es el acompañarlo, el medio por el que se encuentra el diálogo y la comunicación, la empatía, para comunicar la buena nueva. Posteriormente se hace un listado de dificultades actuales para el trabajo pastoral con algunas vías por las que podría discurrir el encontrar soluciones nuevas para la nueva evangelización.

NOTAS

  1. BORGES P., Misión y civilización en América. Col. Estudios, Ed. Alhambra, 1987.
  2. MIRRA J., Formaciones económicas y políticas del mundo andino, Lima, Instituto de Estudios Peruanos 1975. p. 75.
  3. IDETER E., WACHTEL N., Precios y producción agraria. La Paz, CERES p. 54.
  4. CEPAL, Campesinado y desarrollo agrícola en Bolivia, NN. DU. Santiago, Chile. p. 9.
  5. HUERGA A. La implantación de la Iglesia en el nuevo mundo, Universidad Católica de Puerto Rico 1987.
  6. HUERGA Á., Los Dominicos en el Nuevo Mundo, Separata, Actas del 1 Congreso Internacional, Sevilla 1987.
  7. 7 BORGES P., Misión y civilización en América, col. Estudios, Alhambra. 1987, p. 208.
  8. LONDOÑO F., Figure dell'evangelizzazione in America Latina. 1992, p. 17.
  9. AGUILÓ F., Cuarto intermedio, los peones de la cocaína, 1986, p. 49 y ss.
  10. UNICEF, Mujer, clase y discriminación social, NN.UU. Bolivia 1987
  11. UNICEF, Ministerio de Planeamiento, Inserción de la mujer en el mercado de trabajo urbano en Bolivia, NN.UU. Bolivia, 1985.
  12. UNICEF, JNSDS-DIRME, El menor Callejero, Bolivia, 1985.
  13. UNICEF, id.
  14. UNICEF, Diferenciación, pobreza y campesinado. Bolivia, 1987.
  15. CARRIER H., El nuevo enfoque de la doctrina social de la Iglesia, guía de estudio, Tipografía políglota Vaticana.

DANIEL CABEZAS GÓMEZ © Simposio CAL, 1992