LAS CASAS, Fray Bartolomé de

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Sevilla, 1474; Madrid, 1566) obispo de Chiapa, misionero dominico y protector de los indios


Vida

Bartolomé de las Casas nace en Sevilla en 1484 y muere en Madrid en 1566. Se sabe con certeza el lugar de su nacimiento el cual se verificó cerca de Triana, Sevilla, aunque se desconoce con exactitud la fecha: hay quienes aseguran que nació el 24 de agosto de 1474, mientras que otros se inclinan por la fecha del 11 de noviembre de 1484. Al parecer la equivocación la originó Fray Antonio de Remesal cuando afirmó que al morir Fray Bartolomé en 1566 tenía noventa y dos años edad; al restar estas cifras se obtiene la fecha de 1474. Sin embargo, gracias a un documento inédito hallado recientemente sugiere que el año correcto de su nacimiento es 1484 ya que está fechado el 12 de septiembre de 1516 y contiene el testimonio de Las Casas “que es treynta e un años de edad”. Además, si hubiera nacido en 1484, la edad que tendría en los acontecimientos importantes de su vida sería más adecuada que si hubiera nacido en 1474, como la de su ordenación sacerdotal en 1507 a los veintitrés años de edad o su consagración como obispo en 1544 a los sesenta años de edad; de otro modo habría que sumar diez años a estas edades y ya no serían tan proporcionadas.


Sus padres fueron Pedro de las Casas, modesto comerciante cuyo verdadero apellido era Peñalosa, e Isabel de Sosa. La infancia de Bartolomé transcurrió en Sevilla, realizando los estudios básicos en el Colegio de San Miguel; fue alumno del destacado lingüista y gramático Antonio de Nebrija. Tuvo una breve experiencia bélica como soldado en 1497 durante la primera sublevación de los moriscos granadinos. Su primer encuentro con el Nuevo Mundo fue al presenciar la entrada de Cristóbal Colón en Sevilla al regreso de su primer viaje, junto con la comitiva que le acompañaba, los indígenas y animales traídos de las Indias. A partir de entonces, tuvo contacto frecuente con el Almirante ya que tanto su padre como su tío mantenían buena relación con él.


La situación económica por la que atravesaba Pedro De Las Casas le movió a embarcarse en el segundo viaje de Colón a las Indias el 25 de septiembre de 1493; al regresar de este viaje en 1499, le regaló un indígena taino a su hijo Bartolomé, quien se sirvió de él como paje acompañante hasta que le fue incautado con otros veinte más por el Visitador Francisco de Bobadilla para devolverlos a su lugar de origen. Más tarde, el padre de Bartolomé volvió a embarcarse en otra expedición que cruzaría el Atlántico, capitaneada por Nicolás de Ovando, pero en esta ocasión acompañado de su hijo. Antes de viajar a América, Bartolomé inició su vida como clérigo al recibir las órdenes menores. Desembarcaron en La Española el 15 de abril de 1502, donde volvió a ejercer actividades militares ante un alzamiento generalizado de indios en la parte occidental de la isla. En la Isla comienza trabajando como doctrinero recibiendo algunas encomiendas y durante algunos años es partícipe y testigo de las guerras de conquista llevadas a cabo por los españoles.


En 1507 viajó a Roma donde probablemente recibió el Diaconado. A su regreso a La Española en 1510 le fue concedido por Diego Colón una encomienda cerca de su corte, La Concepción, donde ejerció su ministerio de doctrinero. Tiempo después recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo de San Juan, Puerto Rico, D. Alonso Manso, siendo la primera cantamisa celebrada en el Nuevo Mundo. A principios de 1513 fungió como capellán y consejero de Pánfilo de Narváez en la conquista de Cuba; ahí recibió otra encomienda de manos del gobernador Diego Velázquez, cuya explotación agrícola y ganadera le dio muy buenos rendimientos.


Tras la célebre predicación de Antonio de Montesinos en el adviento de 1514 la cual genera una corriente de radicalidad evangélica, Las Casas decide renunciar a sus encomiendas. Desde entonces se dedica a la defensa de los indios como principal proyecto de su vida, llegando a obtener el título de Protector de los indios, otorgado por el Cardenal Cisneros. Ya en la primavera de aquel 1514 un dominico le había oído en confesión, lo cual le hizo cuestionarse sobre la legitimidad de los provechos que obtenía del trabajo de los indígenas; posteriormente durante la misa del día de Pentecostés en la ciudad de Sancti Spíritus, el Padre Las Casas amonestó a los encomenderos por los maltratos que algunos de ellos daban a los indígenas, suceso al que se le conoce como la “conversión lascasiana”. A continuación renunció a sus encomiendas y en 1515 volvió a España con Antonio de Montesinos para exponerle al rey la situación de los indígenas en las islas recién descubiertas y para pedirle una nueva legislación que solucionara el problema; obtuvo una carta de presentación del obispo de Sevilla, Fray Diego de Deza, y el 23 de diciembre de ese mismo año fue recibido por Fernando V de Aragón el Católico, pero el estado de salud del rey hizo que aplazara su decisión al respecto hasta la siguiente entrevista. Sin embargo, dicha entrevista no llegó a realizarse debido a la muerte del rey.


Después de enterarse del fallecimiento del monarca, el Padre Las Casas se dirigió a Flandes para hablar con el nuevo rey Carlos I (V como futuro emperador) y de camino aprovechó para presentar su causa ante el canciller de éste (llamado también “embajador”) en España, Adriano de Utrecht (futuro papa Adriano VI) y ante el regente de los reinos de España tras la muerte del Rey Fernando el Católico, Fray Francisco Ximénez de Cisneros, a quien presentó su Memorial de agravios. El resultado fue la promulgación de las “Leyes Nuevas”, en las que se establecían comunidades indias libres y otras intervenidas por funcionarios reales, es decir, una reforma de las incumplidas “Leyes de Burgos”. Más tarde, el 14 de diciembre de 1520, salió de Sanlúcar de Barrameda con destino a La Española.


Volviendo hacia atrás podemos resumir estos datos o laborioso camino a partir de la estancia en el Nuevo Mundo de Bartolomé de Las Casas en los siguientes términos tras su primera conversión:[1]::En consecuencia, renunció al repartimiento, se decidió por esta su primera conversión a consagrar su vida a la defensa de los explotados indios y se embarcó para Sevilla, donde, al llegar (octubre de 1515), se enteró por sus parientes y amigos de la corrupción y abusos dominantes en la Casa de la Contratación de las Indias. Las Casas se convierte desde ese momento en el procurador de los indios.


Convencido de que el remedio más eficaz era una nueva legislación que sustituyese las vigentes leyes de Burgos de 1512 y de Valladolid de 1513, se encaminó a la corte, encontrándola en Plasencia (diciembre de 1515), pero nada consiguió ni del rey, ya casi moribundo, ni de los fautores de su voluntad, que no quisieron ayudarle. Fernando V murió un mes más tarde (16-I-1516) y Bartolomé de las Casas escribió un Memorial latino al embajador de Carlos V en España (febrero de 1516), Adria¬no de Utrecht, pintándole con vivos colores la desgra¬ciada suerte de los indios. Adriano, conmovido, dio inmediata cuenta a su corregente, el cardenal Cisneros, quien prestó oídos a Las Casas; y éste sucesivamente, le presentó sus Memoriales de los Agravios (marzo de 1516), de los Remedios (abril de 1516) y de las Denuncias (mayo de 1516).


Como consecuencia, los consejeros de Fernando V fueron destituidos. Las Casas fue escuchado por una comisión especial y encargado de elaborar un plan de Reformación de las Indias, donde escalonadamente se establecían comunidades indias libres, otras intervenidas por funcionarios reales, y en todo caso la reforma en sentido indófilo de las tan incumplidas Leyes de Burgos. Desgraciadamente Cisneros confió la implantación del plan a tres padres jerónimos con un juez ejecutor, muy ligados a los explotadores del clan fernandino, descartando desde el primer momento la implantación de las comunidades indias autóctonas, a cuyo efecto amañaron la llamada Información Jeronimita (1.V.517). Así, cuando Las Casas llegó a Santo Domingo (abril de 1517), nada pudo hacer, por 1o que, aconsejado por los dominicos, en cuyo convento había tenido que refugiarse, hubo de reembarcarse (4.V1.1516).


A su llegada a Castilla, la posición política de Cisneros estaba muy debilitada Se decidió a preparar un viaje a Flandes, para lo cual se dirigió a Valladolid; pero lo suspendió ante la noticia de la llegada de Carlos V a España (13.IX.I5I7). En Valladolid frecuentó las Casas los conventos dominicos de San Pablo y San Gregorio, cuyos moradores y bibliotecas le suministra¬ban datos y argumentos en favor de sus doctrinas indófilas. Llegada la corte a Valladolid, Las Casas pudo, de una parte, lograr acceso, por su dominio del latín y por las cartas de recomendación de franciscanos y dominicos, al gran canciller Jean le Sauvage. y de otra, que en la espectacular sesión real de II.XII.I517, su nuevo amigo, fray Reginaldo Montesinos, leyera, a título de procurador de los indios, un largo informe o parecer, que habían redactado conjuntamente, donde se exponían las fundamentales doctrinas dominicanas y lascasianas sobre la humanidad de los indios, su po¬sible cristianización y civilización, la organización de sus comunidades y la represión de los abusos de los colonos indianos y de los burócratas cortesanos, obli¬gados a restituir lo extorsionado. A pesar de una dura oposición, Las Casas logró que aceptaran sus puntos de vista, no solo Adriano que ya los compartía, sino también el canciller Sauvage y el círculo de sus amigos.


Pero las medidas tomadas por Sauvage quedaron prácticamente sin resultados positivos al morir poco después en Zaragoza (7.VI.J518) y al sucederle Xebres. Sólo en agosto de 1518 volvió a lograr Las Casas ser oído en el Consejo de Indias, pero todas sus gestiones quedaron neutralizadas por el obispo de Burgos, D. Juan Rodríguez de Fonseca, de nuevo nombrado ministro universal de Indias. Sin embargo, las noticias de la rápida extinción de los tainos de La Española impulsó de nuevo a Las Casas a emprender la defensa de los indios de Tierra Firme, y desde su llegada a la corle en Barcelona (marzo de 1519) trató de obtener una capitulación que le autorizara a intentar la evangelización y población de la costa de Tierra Firme. La oposición de ciertos ministros y consejeros del rey y el levantamiento de los comuneros hicieron que el resultado fuese reducido. El rey firmó a última hora en La Coruña (19-V-1520) la «Capitulación para poblar la costa de Paria concedida a su capellán Bartolomé de las Casas» y en Sevilla no pudo encornar ni socios ni capitales, habiendo de contentarse con llevar a los amotinados, condenados y proscritos (I4.XII.I520) que aprovecharon su enrolamiento para lograr su fuga. Esta empresa de las Casas fracasó totalmente a consecuencia de un naufragio de misioneros franciscanos picardos, que habían de colaborar con él, a causa del levantamiento de los indios, de la represión armada de los españoles, del abandono de los proscritos, de las incursiones de aventureros para esclavizar a sus catecúmenos y de la ineficacia o mala disposición de los funcionarios reales con respecto a sus planes indófilos.


Las Casas, atribuyendo a castigo divino por su ambición política un desastre, fruto de un planteamiento inadecuado, decidió, ante los consejos de fray Domingo de Betanzos, preocuparse de su propia salvación e ingresar en la Orden de Predicadores (diciembre de 1522). Acogiéndose al convento de la capital de La Española, donde profesó al año siguiente (diciembre de 1523). Durante tres años permaneció en silencio dedicado al estudio de la teología y al perfeccionamiento de sus conocimientos jurídicos. A fines de 1526, no pudiendo resistir su indignación ante la tolerancia de las autoridades de La Española con los armadores, captores y traficantes de indios esclavos, reclamó contra ellos ante el nuevo presidente de la audiencia, el arzobispo D. Alonso de Fuenmayor, sin otro resultado que el ser alejado por sus superiores con el encargo de fundar un nuevo convento en el norte de La Española (1527), donde aprovechó la soledad para redactar la mayor parte del texto primitivo único de su Historia de las Indias, que veinticinco años después en Sevilla (1552) dividiría en General y Apologética o Natural.


El prestigio de Las Casas como religioso ejemplar le sacó de su retiro al ser propuesto por los obispos de Méjico, fray Juan de Zumárraga, OFM, y de Tlascala, fray Julián Garcés, OP (7.VIII.1529) como posible reformador de los dominicos de México. Pero éstos le recibieron muy mal, aprisionándole y obligándole a regresar a La Española sin realizar su misión. Por otra parte, habiendo logrado de un encomendero que en su lecho de muerte libertara a sus indios y restituyera sus extorsiones, el sobrino de aquél, Pedro de Vadillo, consiguió que la audiencia de La Española, de la que era oidor, lo recluyera, con aprobación del Consejo de Indias, en el convento de Santo Domingo (7.1X.1533). Su actuación en el sometimiento pacifico del cacique indio Enriquillo (enero de 1534), movió a la audiencia a relajar su reclusión. Así pudo acompañar a fray Tomás de Berlanga), instituido obispo del Perú, en su viaje a Panamá (junio de 1534) pero su nao fue a dar a Nicaragua, quedándose en el convento de Granada, desde donde dirigió (I5.X.1535) una extensa carta al rey y al Consejo de Indias poniendo en tela de juicio la legitimidad de la conquista del Perú y resaltando la bondad de los indígenas de Nicaragua, cuyo maltrato condena.


El Consejo, a pesar de las buenas intenciones de algunos nuevos consejeros (Bernal Díaz de Luco y Mercado de Peñalosa), seguía dominado por Fonseca y sus amigos, por lo cual, nada hizo respecto a la propuesta de Las Casas. Ante la expedición del gobernador de Nicaragua, Rodrigo de Contreras, expedición de conquista y esclavización, protestó ardorosamente desde el pulpito (enero de 1536), aunque en vano. El obispo de Nicaragua le impuso silencio, pero no pudo impedir que por Real Cédua. de Valladolid (7.VI1.I536), Las Casas lograra de la emperatriz que quedara aplazada por dos años la expedición proyectada por Contreras. Colaboró con su amigo, el obispo de Tlascala, fray Julián Garcés, en la elaboración del tratado De único vocationis modo, con el que fray Bernardino de Minaya, OP., logró de Paulo III la bula Sublimis Deius (2.VI.I538), en la que se proclamaba dogmáticamente la racionalidad de los indios y su capacidad para la fe y los sacramentos, texto capital para la doctrina de Las Casas.


Éste pasa después a Guate¬mala para intentar la reducción pacífica de los indios de Tuzulutlán, pero su misión se vio impedida por el provincial dominico de Méjico, que le retiró los pocos religiosos que le ayudaban. Las Casas se dirigió entonces a España, donde informó al emperador sobre la insuficiencia de la vigente legislación en Indias y los abusos a que daba lugar. Carlos V reorganizó el Consejo de Indias (5-11-1543) y promulgó las Leyes Nuevas (Barcelona 20.XI.I542), que supusieron el triunfo de las ideas lascasianas sobre la supresión de conquistas, liquidación del régimen de encomiendas y tutela del buen trato a los indios. Habiendo aceptado el obispado de Chiapas (julio de 1543) pensando poder remediar así la reanudada misión pacífica de Tuzulutlán, tuvo que convencerse pronto de su impotencia ante la hostilidad general. En la junta de obispos de México (septiembre de 1546) se aceptaron las conclusiones de Las Casas, apoyado por Zumárraga, en favor de la libertad de los indios y la obligación de restitución, pero tales conclusiones no pudieron ser aplicadas. Por esto se decidió a regresar a la Corte, donde esperaba ser más útil a los indios buscando el apoyo del emperador, procurando el envío de obispos y misioneros celosos y elaborando tratados monográficos sobre los temas más debatidos.


Fue en este tiempo cuando tuvo lugar su célebre y victoriosa polémica con Juan Ginés de Sepúlveda sobre la ilicitud de la esclavitud de los indios, fallada en favor de Las Casas por la comisión de teólogos, canonistas y juristas nombrados por el Consejo de Indias (11.IV.1551). Durante este tiempo presentó la renuncia a su obispado, dedicando su actividad a reclutar misioneros, dirigiéndose a Sevilla (enero de 1552) para organizar su expedición. En su ciudad natal dedicó sus horas libres en el convento de San Pablo a completar y reelaborar su Historia de las Indias, así como a la impresión de numerosos tratados, siendo el más célebre su Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias (1552), que había terminado de redactar en Valencia para el príncipe D. Felipe (7.X1I.1543). Después acompañó constantemente a la Corte mostrándose más que nunca el incansable procurador de los indios. Las ideas de fray Bartolomé de Las Casas contienen los principios básicos de la moderna misionología reafirmada por el concilio Vaticano II, así como la base de la doctrina política, que más tarde recogiera Vitoria en las Relecciones.


Se puede resumir este complejo itinerario de Las Casas recordando cómo, tras unos fracasos como político, decide ingresar, ya siendo sacerdote, en la Orden de Predicadores (dominicos). En marzo de 1522 ingresó a la orden de los dominicos en el convento de Santo Domingo en La Española, a la edad de 38 años; a este acontecimiento se le ha denominado la segunda conversión. Después de concluido el noviciado, el P. Las Casas emitió su profesión religiosa y pasó al Estudio General en el que completó su formación intelectual conforme al plan de estudios de la Orden. Recorre Centroamérica, viaja en varias ocasiones a la Península, establece una relación extraordinaria con el rey-emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico.


En 1527, los Superiores Mayores le encargaron la edificación de un convento en Puerto Plata en La Española, dedicado al Santo fundador de la Orden, siendo además instituido su primer Prior. En ese mismo año inició la redacción de su Historia de las Indias; en 1529 escribió la Apologética historia sumaria. Durante estos años, antes de regresar nuevamente a España, se dedicó a la evangelización de La Española, Nicaragua, Panamá y México: en septiembre de 1531 viajó a la Nueva España y en 1535 logró el sometimiento pacífico del cacique rebelde Enriquillo en La Española y poco después pasó a Nicaragua. En 1537 firmó el convenio que le permitió iniciar el proyecto de evangelización pacífica en Tezulutlán.


El 27 de mayo de 1540 Fray Bartolomé de las Casas y su amigo Fray Rodrigo de Ladrada volvieron a Sevilla. En diciembre de 1542 realizó la redacción final de la Brevísima relación. Había sido propuesto como obispo para la diócesis del Cuzco, Perú, pero no aceptó. No obstante, el 30 de marzo de 1544 fue nombrado y consagrado obispo de Chiapa en el convento de San Pablo, Sevilla, y el 10 de julio partió de Sanlúcar de Barrameda hacia su diócesis acompañado de un grupo de cuarenta y ocho misioneros. Primero llegaron a La Española y más tarde zarparon hacia la Nueva España; del grupo de misioneros que le acompañaba, cuatro se quedaron en La Española, dos en Puerto Rico y nueve murieron ahogados al naufragar la barca en la que cruzaban la Laguna de Términos, en Campeche.


Finalmente llegaron a Ciudad Real de Chiapa el 12 de marzo de 1545. Desde su tribuna eclesiástica, el obispo de Las Casas reprendió a los españoles que se rehusaban a liberar a los indígenas y obligó a los religiosos a no escuchar en confesión a todo aquel que tuviera indios esclavos si antes no los liberaba y si ante notario no ponía toda su hacienda en manos del confesor para pagar a aquellos indios el trabajo de todo el tiempo que los mantuvo en esclavitud; esta regla sobre el sacramento de la reconciliación la puso él mismo en práctica desde que se era prior del convento de Puerto de Plata. Permaneció en su diócesis menos de un año ya que en 1546 partió rumbo a la ciudad de México y en 1547 a España, para no volver nunca más a América; tres años después renunció a su diócesis.


Entre 1550 y 1551 participó en las famosas Controversias de Valladolid con Juan Ginés de Sepúlveda, quien compuso una obra llamada Demócrates segundo o de las justas causas de la guerra contra los indios, en la cual –apoyándose en Aristóteles- legitimaba las acciones bélicas contra los indígenas y catalogaba a éstos como siervos a natura. Esta obra no encontró la aprobación que requería del Consejo de Indias para su publicación, por lo cual su autor se dirigió al rey Carlos V para expresarle su malestar, quien a su vez ordenó que se abriera una serie de sesiones en las que se confrontarían las posturas al respecto ante juristas y teólogos. Finalmente, cuando éstos debían declarar sus posturas, solamente uno lo hizo: Fray Bernardino de Arévalo, quien se pronunció a favor de las ideas de Sepúlveda; no obstante, la obra no fue publicada. Sus últimos años los pasa en la Península organizando expediciones de dominicos preparados para América y defendiendo a los indios en la Corte española. Publicista de obras de Historia, Religión, Antropología y Derecho, además de innumerables escritos que describen la personalidad prolija y polivalente de uno de los padres de América.


El 21 de julio de 1551 firmó un contrato con los religiosos de San Gregorio que le garantizaba una residencia cómoda en Valladolid, pensando ya en su último descanso, aunque todavía le quedaban algunos años de vida. En 1552 se dio a la tarea de publicar la relación de los debates con Sepúlveda. El 17 de marzo de 1564 firmó su testamento y murió el 18 de julio de 1566 en el convento de Santa María de Atocha, a la edad de 82 años. Su causa de beatificación ha sido incoada.

Obras

Las principales obras de Bartolomé de Las Casas están recogidas en una excelente publicación de las Obras Completas, entre las que destacan: De unico vocationis modo, sobre el modo de evangelización de los indios; Historia de Indias, en la que narra los primeros años de la presencia española en las Indias, y cuyo fin es contrarrestar la narración de otros historiadores como Francisco López de Gómara o Gonzalo Fernández de Oviedo; Apologética Historia Sumaria, estudio antropológico del indio en el que descalifica el argumento de la minoría natural del indio, y por tanto, la calificación jurídica de siervo por naturaleza; Apología, en el que narra sus argumentos y los de Juan Ginés de Sepúlveda en las famosas controversias de Valladolid; Tratados de 1552, engloba una serie de tratados de temas y origen diversos, también con epistemologías distintas que van desde unos avisos sobre el modo de confesar hasta unos tratados políticos, publicados en Sevilla, sin censura eclesiástica, entre los que destaca la famosa Brevissima relación de la destruición de las Indias, que fue usada de modo desproporcionado por la propaganda protestante para desencadenar la llamada «leyenda negra»; Tratado De Thesauris, en el que expone el problema del expolio de los tesoros funerarios de los incas, y la necesidad de la restitución; Tratado De Regia Potestate, en el que expone la libertad de los pueblos para la autodeterminación, reivindicando principios iusnaturalistas de dignidad, libertad e igualdad; De Questio theologalis, sobre la exención de eclesiásticos en la jurisdicción secular en defensa del Arzobispo de Toledo y primado de las Españas, el dominico Bartolomé de Carranza.

Antropología

El centro de la vida de Las Casas es la defensa de los indios, quienes desde el inicio del Descubrimiento corrían el peligro de ser calificados como siervos por naturaleza, simplemente por el hecho de poseer unas características antropomórficas y culturales diferentes de los españoles, sobre todo de su imaginario humano, todo con el fin de poder reducirlos a una esclavitud encubierta, ya que la reina Isabel I de Castilla los había considerado desde el inicio como verdaderos súbditos de la Corona. No obstante, la pasión por los indios y su defensa a ultranza contrastó con el juicio polémico, que, según algunos autores, sobre los hombres de raza negra habría tenido Las Casas, al que acusan de haber consentido, favorecido e incluso apoyado la trata de esclavos africanos hacia el Nuevo Mundo, con el fin de emplearlos en los trabajos de servidumbre y como mano de obra en las factorías agrícolas y en las minas, en sustitución de los indios, considerados por algunos más débiles e incapacitados para este tipo de trabajos muy duros, y por otros, como el mismo Las Casas, por motivos de defensa de sus derechos naturales, en cuanto personas plenamente reconocidas como sujetos de derechos inalienables.

El indio

La gran lucha de Bartolomé de Las Casas consiste en definir y esclarecer la naturaleza del indio como un verdadero hombre con todas sus capacidades. El imaginario utópico y naturalista de la Europa de finales del siglo XV hacía del habitante de las tierras ignotas unos humanoides, mezcla de animales y hombres, con tendencias antropófagas, y sobre todo, determinadas por un vicio común: el crimen de los sacrificios humanos. Esto a pesar de que Isabel I de Castilla, la Católica, había dictado su testamento en el 12 de octubre de 1504 y, tres días antes de morir, el 23 de noviembre de 1504 había añadido al mismo un Codicilo en el que explícitamente determinaba que:


ÍTEM, por cuanto al tiempo que nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, descubiertas y por descubrir, nuestra principal intención fue, al tiempo que lo suplicamos al Papa Alejandro Sexto, de buena memoria, que nos hizo la dicha concesión, de procurar de inducir y traer los pueblos de ellas y convertirlos a nuestra santa fe católica, y enviar a las dichas Islas y Tierra Firme prelados y religiosos y clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios, para instruir (a) los vecinos y moradores de ellas en la fe católica, y enseñarles y adoctrinar (en) buenas costumbres, y poner en ello la diligencia debida, según más largamente en las letras de la dicha concesión se contiene, por ende suplico al rey mi señor muy afectuosamente, y encargo y mando a la dicha princesa, mi hija, y al dicho príncipe, su marido, que así lo hagan y cumplan, y que este sea su principal fin, y que en ello pongan mucha diligencia, y no consientan ni den lugar que los indios, vecinos y moradores de las dichas Indias y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, más manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido lo remedien y provean por manera que no se exceda en cosa alguna lo que por las letras apostólicas de la dicha concesión nos es inyungido y mandado[2].


Esos habitantes serían súbditos suyos, parecía que todo estaba claro. Pero los defensores de un patronazgo político sobre las Indias necesitaban la imagen de un indio débil, que requiriese la “paternidad” de los españoles que pudieran llevar a los indios a la verdadera policía (“vivir en policía”, del concepto griego de “polis” ciudad jurídicamente autónoma y bien ordenada, es decir en un orden social civilizado): así pensaron teólogos como John Mair e historiadores como Gonzalo Fernández de Oviedo. Sin embargo, la tesis más elaborada sobre la condición servil por naturaleza del indio la realizó Juan Ginés de Sepúlveda, quien la expresó en las llamadas «Controversias de Valladolid». Por el contrario, para Las Casas, siguiendo la doctrina de Tomás de Aquino la naturaleza humana era una sola. Aunque reconociera la existencia de “monstruos”, éstos eran una excepción que no admite el juicio de una incapacidad generalizada: los indios son seres humanos racionales, y tienen todos los caracteres que Cicerón había formulado para identificarlo. Las desigualdades con respecto a los europeos no afectaban a la unidad de la especie. Y si el indio era, según los estudios de Las Casas, bueno por naturaleza, también reconoce que es perfectible, algo que sólo puede alcanzar mediante la cultura. Este es el quicio por el que destaca Bartolomé de Las Casas; porque él mismo llega a valorar, desde el cristianismo, la cultura indígena, reconociendo sus instituciones y tradiciones, si bien alentando a que éstas mejorarían sustancialmente en el contacto libre, con el cristianismo.

La debatida y polémica actitud de Las Casas frente a la trata de esclavos “negros”

La confusión antropológica sobre la raza negra procede de aplicar a los hombres de raza negra, extensivamente, la categoría de «enemigos de la fe», cuando según la calificación tomista le correspondería tan sólo la calificación de «paganos». Ante esta confusión doctrinal, Las Casas recibe en 1516 la propuesta por parte de los encomenderos de La Española de sustituir la mano de obra nativa, demasiado frágil para la dureza del trabajo, por la licencia para traer negros que dejarían a los indios en libertad. Ante esta oferta, acepta y así intercede ante el rey para conseguir este permiso.

Todavía en 1542, antes de las Leyes Nuevas, permite dicha sustitución. Pero es a raíz de su batalla contra la guerra ilegítima a los indios, que llega a comparar a los negros con los indios, en contra de los turcos y herejes, cuya guerra estaba plenamente legitimada según el derecho en boga en aquel tiempo de luchas religiosas enconadas (caso de los protestantes) y de enfrentamiento religioso, político y cultural con el mundo islámico, especialmente tras las cruzadas de los tiempos medievales, y con los turcos otomanes, que habían destruido el imperio bizantino con la toma de Constantinopla (1453), invadido parte de la Europa meridional eslava y mediterránea, conquistado todo el norte de África, y convertido el Mediterráneo en un “mar hostil” para las potencias cristianas e incluso amenazado con la invasión de los reinos cristianos occidentales (España e Italia meridional) y parte del Imperio Romano Germánico, llegando en el siglo XVII hasta las mismas puertas de Viena, capital del mismo. Ya en 1560, en la redacción de Historia de Indias denunció las injusticias que los portugueses cometían en la costa de Guinea. Así, llega a auto-inculparse por no haber defendido la causa de los negros.

Política

La vida y la obra de Bartolomé de Las Casas están marcadas por la problemática relación entre los españoles y los nativos de las Indias Occidentales. Esta relación es a la que la crítica ha denominado «cuestión indiana», precisamente porque no fue una relación de dominio o de conquista más, sino que se produjo algo inaudito: el monarca llegaba a poner en cuestión la legitimidad de una empresa de conquista y la guerra como medio para alcanzar la victoria. Bartolomé de Las Casas va a colaborar explícitamente en la «cuestión indiana» a través de dos argumentos:

La libertad política de las Indias

Las Indias estaban bajo la jurisdicción inicial del Papa, según las doctrinas teocráticas de los teólogos medievales de Inocencio IV, Egidio Romano y el cardenal Ostiense, pues no podía darse otra fuente de poder político que no procediera del Vicario de Cristo. Bartolomé de Las Casas, en sus primeros escritos asume esta doctrina, pero con el tiempo la abandona hacia la comprensión del ejercicio del poder indirecto, que consiste en aceptar el dominio de la Corona al aceptar también el bautismo; así se daba un reconocimiento implícito de la soberanía de España sobre las Indias.

Ahora bien, las Indias aparecían como unos estados paganos, y sobre ellos el Papa tendrá una jurisdicción en potencia, ante los que el Papa no puede ejercer ninguna violencia. Esta evolución se percibe también respecto a lo que debe ser la presencia de la Corona española en las Indias. Si en un inicio Las Casas parte de la necesidad de un Protectorado, termina su evolución jurídico-política con las tesis autonomistas. El Protectorado implicaría que la Corona sólo tiene el «ius ad rem», un derecho que nacía de las Bulas Alejandrinas, con el que el monarca estaba sujeto a la obligación de sostener la evangelización; mientras que los reyes nativos tenían el «ius in re», como expresión del dominio sobre la cosa.

Sin embargo, al evolucionar el pensamiento de Las Casas conforme a sus estudios de derecho natural, entiende que el poder político sólo se justifica cuando es aceptado por el pueblo, y no es impuesto; por tanto exige la libre aceptación de las comunidades indígenas al gobierno de la metrópoli mediante un pacto constitucional, superando así el paternalismo propio del Protectorado y desarrollando las tesis de una paridad contractual de similar dignidad, centrado en dos características: la inalienabilidad y la imprescriptibilidad.


La ilegitimidad de las guerras indianas

La imagen de Las Casas como pacifista radical necesita ser revisada, pues si excluye la legitimidad de cualquier hipótesis de enfrentamiento armado como método expansivo o religioso, también es cierto que elabora su propia síntesis de legitimidad de la guerra, siendo favorable a la consideración de guerra justa en caso de ofensa grave a la religión católica, legitimando la guerra contra los mahometanos y contra los herejes (entre los que ya cita a Lutero). Para el dominico, la función social de la guerra reside en el restablecimiento del orden y de la paz, por eso exige algunas condiciones: a) La guerra no debe generar más corrupción que la situación que busca sanar, llegando a considerar que la blasfemia contra Cristo y la religión es menor que la muerte de inocentes; b) Exigía que la declaración de guerra debiera advertir de las intenciones, para que el oponente pudiera modificar su conducta; c) Para que fuera calificada como «guerra justa», se debía impedir por todos los medios que se llegara a la guerra total, que es la que afecta a determinadas personas y bienes cuya destrucción es innecesaria.


Ahora bien, si justifica la guerra contra los turcos y contra los herejes, la calificación de las guerras indias es tajante: son temerarias, injustas y tiránicas. Para Las Casas, la guerra de conquista en las Indias vulnera la natural convivencia y sociedad entre los hombres, que se fundamenta en la unidad del género humano y en su igualdad radical, alterando el orden y la justicia, y sobre todo es tiránica porque con la violencia los partidarios de la guerra anteponen la utilidad al bien común. Por ello exige, a quienes hayan provocado estas guerras, la restitución solidaria de los que participan en ella. Entre los teóricos favorables a la guerra indiana estaba el humanista Juan Ginés de Sepúlveda quien sostiene la legitimidad para poder dominar y sujetar en policía (en una sociedad ordenada civilmente) a los bárbaros indios, como castigo de los crímenes horrendos que contra natura hacen: como la idolatría o los sacrificios humanos, y además para poder evangelizar de un modo más rápido y seguro, al mismo tiempo que aseguraba la protección necesaria para los inocentes. Frente a estas tesis, Las Casas señala que también entre los españoles y cristianos se daban costumbres salvajes que procedían de la falta de fe; también determina que ni la Iglesia, ni el Imperio tienen jurisdicción necesaria para condenar a quienes al no conocer a Cristo no pueden tener la conciencia de la moral cristiana.

Evangelización

La principal referencia para el estudio sobre la evangelización de Bartolomé de Las Casas es el De unico vocationis modo, escrito en el periodo de noviciado para ser dominico. En esta obra, de una gran erudición, manifiesta la ortodoxia de la evangelización pacífica, único método posible para atraer a los indios a la verdadera religión. Frente a estudios que quieren reconocer en Las Casas un planteamiento relativista, Las Casas destaca que la evangelización pacífica es una característica esencial de la predicación cristiana, especialmente frente a otras religiones, como la islámica o la herética que tienden a propagarse mediante la espada. Más allá de la interpretación interesada del agustinismo político del “¡compelle intrare!”, Las Casas defiende el método de la evangelización pacífica a semejanza del mismo Cristo y de las autoridades apostólicas y eclesiásticas. Asimismo, descubre que es necesario partir de la necesidad religiosa del hombre y de cómo el cristianismo resuelve este problema por afectar a la razón, a la voluntad y a la libertad. Más adelante, en la Apologética Historia Sumaria llega a defender la necesidad de que, por la misma esencia libre del indio, él mismo sea quien acepte o no el Evangelio, sin que tenga que ser coaccionado mediante la guerra.


Las grandes polémicas y las “leyendas”

La “leyenda negra antiespañola” y Las Casas

Los creadores de la llamada “leyenda negra” antiespañola pretenden basarse en una falsa interpretación de las intenciones de Las Casas, totalmente extraña a su espíritu e intenciones desde un punto de vista documental. El fraile dominico fue un convencido y acérrimo defensor de los derechos naturales de los indios, el defensor de los indios por antonomasia. Nadie lo puede negar. Pero se pude desvirtuar su espíritu de manera tal que se pueda llegar a interpretar perversamente su acción. Y en tal sentido se llega a establecer una interpretación de sus escritos que da pábulo a la llamada “leyenda negra antiespañola”. Respecto a esta “leyenda” de su “anti-españolidad”, en cierto modo hoy ya superada, comienza a difundirse ya en el siglo XVI por algunos sectores del mundo protestante calvinista y luego por sus herederos culturales, que usarán algunos de los escritos de Las Casas para alimentar la llamada “leyenda negra” anti-católica y anti-española, fomentando una historiografía negativa en tal sentido a partir del mismo siglo XVI con el calvinista flamenco Theodor de Bry -1528-1598, que fundó una editorial para dar a conocer los libros de viajes que él mismo ilustraba con diseños y grabados.

Al morir Teodoro en 1598, continuaron llevando la empresa sus dos hijos, especialmente Johann Thedor de Bry (1561-1623), y el yerno de éste, Matias Merian (1693-1650). Su fogosa fe de reformado (calvinista) llevó a Theodor sénior a querer demoler la Iglesia católica allí donde se mostraba más pujante, que era precisamente la América bajo los dominios españoles, publicando cuatro series de su colección a este tema, editando textos de otros autores, cuidadosamente seleccionados y anotados y profusamente ilustrados. Bry fue el gran viñetista de la “leyenda negra” americana. Lo que él se propone demostrar e ilustrar es que la única causa que empujó a los españoles a ir a América fue el oro, no la Religión. Condensó su propósito en este categórico epigrama estampado en apertura de la “Americae pars quarta” (p. 9). “Ergo, Hispane audax, lucrum fuit causa:/ Tantae Relligio non tibi causa viae”.

Las series de Teodoro de Bry tuvieron un éxito extraordinario. Como dice Jantz (p. 101): “They constributed centrally to devolping the Christian and humanist poetic image opf the Noble Savage[3], y luego sus discípulas en tal sentido como la cultura ilustrada y liberal que han tildado la historia latinoamericana con tres pecados originales: la colonización ibérica violenta, el catolicismo amalgamado con ella, y el corrompido "mestizaje". Frente a esta historia marcada por tanta desgracia se alzaría la civilizada, pura y respetuosa presencia anglosajona y protestante. Los iniciadores de la llamada “leyenda negra” reconocen en Las Casas un defensor extremo de los derechos del indio, pero habría sido tal como táctica para lograr encarnar su espíritu antiespañol. Esta interpretación denigratoria nace a propósito para sostener posiciones que nada tienen que ver con la posición lascasiana.

En su convencida y perseverante defensa de los indios contra los atropellos continuos de los que eran víctimas desde los primeros momentos de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, el padre Las Casas había obtenido del emperador Carlos V la promulgación de las “Leyes Nuevas de las Indias” el 20 de noviembre de 1542, que significaban una reforma profunda de la administración del Nuevo Mundo en beneficio de los indios. En premio, Las Casas fue nombrado obispo de Chiapa en la Nueva España. El príncipe Felipe, antes de terminar los nombramientos de los ejecutores de aquellas leyes, en nombre de su padre el emperador, que se encontraba entonces fuera de España, ordenó a Las Casas que fuese a su diócesis. Partió para México en 1544.

En su camino, en Santo Domingo, se encontró con la triste sorpresa de que una comisión de México se iba a dirigir al emperador pidiéndole la supresión de aquellas Leyes Nuevas en lo que tocaba a la supresión de las “encomiendas”, logrando su intento. Sin embargo Las Casas llegando a su diócesis en 1545 exige la puesta en marcha de dichas Leyes Nuevas. La reacción de varios los gobernantes de la Nueva España fue de oposición a su aplicación. Entre ellos se encontraba la del presidente de la Audiencia de los Confines (o de Guatemala), Alonso Maldonado, nombrado por influjo del mismo Las Casas para tal cargo al crearse tal Audiencia y cuyo nombre figura en las mismas Leyes Nuevas, y que hasta entonces había sido su amigo.

Ante la insistencia de Las Casas, Maldonado envió a Chiapa como visitador al oidor Juan Rogel, que ya entonces declara a Las Casas que “los conquistadores […] entienden que lo que procura por los naturales [Las Casas] no es tanto por amor a los indios cuanto por el aborrecimiento de los españoles”[4]. Las Casas vuelve a España en 1547 y comienza una intensa acción en favor de dichas Leyes Nuevas no revocadas. Dentro de esta actividad se sitúa el debate con el cronista imperial, el humanista Juan Ginés de Sepúlveda, que ni era un filósofo ni un teólogo.


La controversia con Sepúlveda

Sepúlveda había publicado en latín en 1535 un libro en forma de diálogo en favor de las guerras de conquista de cristianos contra moros y turcos (musulmanes), que tituló Democrates primus. De aquí pasará a extender sus teorías aplicándolas al caso de la Indias, por lo que escribe en 1545 un segundo libro titulado Democrates secundus. En 1547 Sepúlveda intentaba obtener la necesaria licencia regia para su publicación. Es cuando llega a España procedente de México el obispo Las Casas encontrándose con el doloroso hecho de que los conquistadores-encomenderos de La Nueva España habían logrado la revocación del apartado de la Ley 30 de las Leyes Nuevas de 1542, que prohibía la herencia de las encomiendas, y así las condenaba a muerte a corto plazo, en cuanto los primeros conquistadores encomenderos eran ya en buena mayoría ancianos. Las Casas se da cuenta del papel de Sepúlveda en las decisiones relativas a la abrogación de aquellas Leyes Nuevas en el punto sobre las encomiendas así como en el tema de las conquistas, habiendo logrado que el mismo término no apareciese en las Leyes Nuevas. Las Casas logra que no se dé la licencia real a la publicación del Democrates secundus, que teorizaba la licitud moral de las guerras de conquista a la luz de los mismos criterios aplicados al de las guerras contra moros y turcos, con los que nada tenía que ver el caso “indiano”.


En el primer caso se trataba de guerras de defensa en aquellos momentos, o reconquistar territorios que moros y turcos habían arrebatado a los cristianos (re-conquista, española o de Hispania, por ejemplo). En el segundo caso indiano no había ninguna posible comparación o equivalencia jurídica, ni cultural, ni política y aún menos de carácter religioso (la constricción religiosa). Sepúlveda no se daba cuenta o no admitía aquella evidente y diferente distinción, lo que le llevaba a una posición inadmisible desde el punto de vista sea del derecho como de la teología.


Así las cosas nace el encuentro para un diálogo, disputa o controversia pública entre las dos posiciones representadas por Las Casas y Sepúlveda. Las Casas obtiene del emperador Carlos V el mandato para que se celebre una junta para tratar el asunto controvertido entre ambas posiciones. Fueron las Juntas de Valladolid entre 1550 a 1551, con un resultado en suspenso por parte de los jueces de las mismas. Las Casas se consideró victorioso obteniendo una serie de Leyes o de Reales Cédulas para ejecutar las Leyes Nuevas, que debían aplicarse sobre todo en las Regiones donde mayormente se encontraban entonces los españoles: Guatemala, Nueva España y Perú, donde las autoridades reales las aplicaron. En 1552 se decidió imprimir los ocho Tratados “con privilegio real”[5]donde denunciaba crudamente los comportamientos criminales y crueles usados contra los indios a lo largo de las conquistas como en las encomiendas, condenando aquellas prácticas y exponiendo los principios del derecho de la ética natural sobre el asunto.


En 1553 llegan a México tales Tratados que producen una fuerte reacción contra Las Casas por parte de encomenderos y antiguos conquistadores supervivientes, algunos de los cuales se habían incluso revelado contra el mismo Hernán Cortés. Comienzan así una pertinaz campaña contra Las Casas con Memoriales de descrédito. En este ambiente polémico se encuadra también una conocida carta de Fray Toribio de Benavente Motolonía al emperador del 2 de enero de 1555, carta que le costará su reclusión durante más de un año por parte de sus superiores. En dicha carta Motolinía acusa a Las Casas de andar metido “en bullicios y vidas ajenas, buscando los males y delitos que por toda esta tierra habían cometido los españoles, para agravar y encarecer los males y pecados que han cometido; y en esto parece que tomaba el oficio de nuestro adversario”[6], que tenía “un “apasionado espíritu contra los españoles[7], “todos los negocios han sido […] que le digan[…] cosas que escriba […] contra los españoles”[8],“¿cómo así se ha de difamar por un atrevido una nación española con su príncipe, que mañana lo leerán los indios y otras naciones?”[9].


Es a partir de este momento que la “leyenda antiespañola” de Las Casas toma pie tergiversando su pensamiento. Las Casas defendía a los indios por amor a la justicia y no por odio a los españoles, de cuya raza y nación él mismo era parte. No se trata de una contraposición de un amor fingido hacia los primeros o de un odio enconado hacia los segundos, sino simplemente de amor a la justicia ante los hechos que tenía delante, a pesar de cargar con frecuencia las tintas, como suele suceder en toda polémica encendida exagerando cifras, como sucede con frecuencia en los relatos de la época y ofreciendo cantidades o cálculos según criterios según el estilo de las apreciaciones numéricas simbólicas de antiguos tratados, como en los números bíblicos dados en muchas páginas del Antiguo Testamento. Siguiendo el mismo criterio, entonces bastante común y estilo, se refiere a hechos y situaciones y generaliza los juicios y estadísticas negativas[10].


Lógicamente luego quien quiera puede echar el agua a su molino con interpretaciones que no se ajustan a la realidad objetiva y total de los hechos, censurando los datos o instrumentalizándolos con fines determinados, como sucederá con los promovedores de la llamada “leyenda negra”, lejana de las intenciones de Las Casas, un misionero y religioso convencido de su misión y sin tacha en su coherente actuar apostólico y cuya causa de canonización ha sido introducida en Sevilla en el año 2000[11]. Esta visión instrumentalizada de Las Casas ha pasado en ambos sentidos a una abundante literatura europea, recurriendo con frecuencia a los Tratados, impresos por Las Casas, base sobre todo de la “leyenda negra” antiespañola ya señalada a partir de T. de Bry. En la parte opuesta, se han dado casos abundantes de historiadores españoles que han malamente juzgado a Las Casas, persistiendo hasta tiempos recientes[12].


En resumen, la posición efectiva de Las Casas parte de la observación de la dolorosa realidad de la explotación del indio y de las injusticias a que llevaba el régimen de las encomiendas. Por ello, Fray Bartolomé de las Casas pensaba que todo el oro que se traía de América era robado a los indios y que todo lo ganado en conquistas estaba maldito por esta razón. Del mismo modo, el tributo que se cobraba a los indios era ilícito y pecaminoso, pues los únicos señores que podían exigir tributos eran los caciques, los cuales nunca cedieron este derecho al rey de España. Sus detractores señalaban que de acuerdo a esta tesis, todos los que habían participado en la conquista, todos los que habían comprado pertrechos de guerra o alimentos para los expedicionarios, todos los que habían percibido tributos de indios encomendados, todos los que habían recibido herencias o donaciones de los españoles indianos, todos los que compraban mercancías de las Indias estaban en pecado mortal. Es decir, todos estaban obligados a abstenerse de cualquier beneficio obtenido de las Indias, y a restituir cuanto recibían de ellas; por este motivo le era criticado que cobraran hasta su muerte una pensión de 300 o 500.000 maravedís anuales pagaderos con el dinero que llevaban las flotas de las Indias.


Fray Bartolomé se confrontó con personajes destacados de su época debido a sus escritos, los cuales están llenos de imprecisiones y exageraciones que dieron sustento a la leyenda negra, anti-hispanista y anticatólica leyenda elaborada por ingleses y franceses en el curso de su lucha contra España, a la cual señalaban como cruel opresora, y cuyo enorme poderío estaba al servicio de la ignorancia y la superstición. La Historia de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas no tuvo la divulgación que tuvieron muchas historias semejantes; de hecho no fue impresa sino hasta 1875. En cambio su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, fue impresa en 1552 y desde 1578 hasta fines del siglo XVII fue traducida al latín, holandés, francés, alemán, inglés, italiano, en más de 50 ediciones, para servir de propaganda antiespañola tanto a la causa de la independencia de los Países Bajos, como a los beligerantes en la guerra de Treinta Años.


Después, las ediciones se renovaron en el siglo XIX para animar las guerras de independencia de América, y en el siglo XX fue muy difundida por el ministerio de propaganda del Tercer Reich. Ramón Menéndez-Pidal señaló en el Primer Congreso Internacional de Hispanistas: “tuvo gran éxito su otro libro la Destruición de las Indias, libro sin valor histórico alguno, pues sin ninguna precisión está destinado a sostener que los españoles no hicieron en América otra cosa sino destruir, robar, atormentar y matar millones y millones de indios; ese libro, con algunos breves fragmentos de otros escritos, es el fundamento único de la fama mundial del autor […] la extraordinaria fama internacional de Las Casas, comparable a la de los más famosos autores, se funda en las pasiones políticas, y no en objetivos méritos intelectuales”. Es cierto que sin la obra lascasiana, la “leyenda negra” no hubiera tenido la extensión y crédito que alcanzó, pero no hay que dejar de lado la contribución que tuvo su obra en la humanización de las Leyes de Indias.


Luis Veres, en su escrito titulado El marco de la ficción en la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” de Fray Bartolomé de las Casas[13]sugiere pensar que, cuando el dominico español inició la redacción de su Brevísima relación, ya había visto desatendidas algunas de sus denuncias y que por ello su intención no consistía únicamente en dar testimonio de una situación, sino que para cumplir su objetivo debía ganarse a quien leyera su obra, y que por esta razón recurre al proceso de hiperbolización, causante de la “leyenda negra” sobre España. Dentro de sus exageraciones encontramos que inventó el genocidio indígena: primero indica que fueron doce millones de muertos, luego eleva la cifra a quince y finalmente la establece en veinticuatro millones; esta última cifra es el doble del total de indígenas que vivían en todo el continente a la llegada de los españoles.


Otro ejemplo de esta hiperbolización se manifiesta cuando asegura haber visto con sus propios ojos más de treinta mil ríos tan solo en la isla de La Española. Luis Veres también hace un análisis de los personajes en la Brevísima relación de Fray Bartolomé: caracteriza a los personajes en dos bloques: los indios, bondadosos, pacíficos e inocentes; y los españoles, que son calificados con los más terribles atributos y constantemente comparados con la imagen del lobo y el rebaño de ovejas; al respecto, Veres cita a Saint-Lu: "...en su severa admonición de 1531 al Consejo de Indias en que reitera las siniestras enumeraciones de los desmanes y atrocidades cometidas por los españoles (...), reproduce las palabras del Hijo de Dios a los Apóstoles: 'Yo os envío como ovejas entre lobos para amansarlas y traerlas a Cristo”, y la consiguiente reconvención que dirige a los consejeros: '¿por qué en lugar de enviar ovejas que conviertan los lobos, enviáis lobos hambrientos, tiranos, crueles, que despedacen, destruyan, escandalicen y avienten las ovejas?"[14].


Entre los personajes destacados con los que se enfrentó el obispo Las Casas se encontraban el obispo de México Fray Juan de Zumárraga, Fray Vicente de Curcola, Bernal Díaz de Castillo y Fray Toribio de Benavente Motolinía. El cronista y conquistador Bernal Díaz del Castillo escribió, en su Verdadera historia de la conquista de la Nueva España, acerca del juicio que hace Las Casas en su obra sobre el acontecimiento conocido como la matanza de Cholula: “…aquestas fueron las grandes crueldades que escribe y nunca acaba de decir el obispo de Chiapa, Fray Bartolomé de las Casas, porque afirma que sin causa alguna, por nuestro pasatiempo, y porque se nos antojó se hizo aquel castigo y aun dícelo de arte en su libro a quien no lo vio ni lo sabe, que les hará creer que es verdad aquello e otras crueldades que escribe, siendo todo al revés que no pasó como lo escribe” (cap. 83). También fray Toribio de Benavente Motolinía, que tuvo roces con Fray Bartolomé en su carta al emperador Carlos V señala las parcialidades de Las Casas quien “no procuró de saber sino lo malo y no lo bueno, ni tuvo sosiego en esta Nueva España ni deprendió lengua de indios ni se humilló ni aplicó a les enseñar. Su oficio fue escribir procesos y pecados que por todas partes han hecho los españoles […] Y lo que así escribe no es todo cierto ni muy averiguado”.

Una historiografía polémica ya en vida y hasta nuestros días

El hispanista Marcel Bataillon vio al padre Las Casas como el “igual a Colón en su estatura histórica”[15]. El historiador mexicano Joaquín García Icazbalceta dijo de él “uno de los personajes más notables de la historia del Nuevo Mundo”; otro gran historiador español lascasiano contemporáneo, Manuel Giménez Fernández lo considera como “una de las figuras señeras de la Historia Universal y la primera hispánica”; otro hispanista francés de la Sorbone-Nouvelle, André Saint-Lu, hablando de Las Casas dice que “ce nom suffit aussi pour évoquer l’inmensité”. Son otros muchos notables historiadores que se deshacen en elogios sobre Las Casas.

Sin embargo no han faltado quienes lo han mal juzgado, creando también en torno a su figura algunas leyendas, acusándolo de haber promovido la trata de los esclavos africanos para América o de haber dado pábulo a la “leyenda negra” antiespañola. Entre los casos críticos más recientes, el más notable es el del eximio historiador español Ramón Menéndez Pidal, El Padre Las Casas (1963) que lo juzga duramente recalcando las tintas negativas de Motolinía, y acusándolo de “paranoico”. Mientras el literato premio Nobel Camilo José Cela en 1990 lo llamaba “histérico” y “necio”, mientras Pedro Borges, reconocido historiador sobre los comienzos de la evangelización en el Nuevo Mundo, lo llama “daltónico” en su libro Quien era Bartolomé de las Casas, (Ed. Rialp, Madrid 1990). Por su parte Américo Castro en su discutida interpretación de la historia de España desde las castas, añade que Las Casas habría defendido a los indios como sustitutivo del amor a los judíos perseguidos en España por los cristianos viejos, suponiendo Castro que Las Casas era de casta judía, hipótesis sin fundamento histórico alguno. Otro conocido historiador español, Nicolás Sánchez Albornoz, contrabate esta teoría, recordando a Castro sus orígenes judíos, de la judería de Lucena en España y su afán de leer la historia española a partir de tesis o hipótesis preconcebidas[16]. Por su parte algunos de estos autores sostienen también la tesis sobre los modos alternativos de explotación con la descabellada tesis de transportar esclavos negros desde África hasta el Nuevo Mundo que el propio Bartolomé de las Casas habría propuesto en su obra. A este respecto, es conocida la parodia que Jorge Luis Borges en el inicio de su libro Historia universal de la infamia dirige hacia el autor dominico[17].

Por su parte un moderno historiador protestante norteamericano, Lawrence A. Clayton, siguiendo el estilo de los debates filo o fobio lascasianos, publica en 2012 Bartolomé de las Casas: A Biography[18], en la que resalta aspectos sumamente elogiosos de la vida del controvertido dominico. Su autor subraya sobre todo la orientación principal del fraile dominico, su defensa de los indios y su intensa vocación misionera y sacerdotal. El autor no pierde tampoco de vista los aspectos en que se distinguió Las Casas como historiador, biógrafo, politólogo, teólogo, jurista y filósofo, pero apunta como hecho fundamental de fray Bartolomé el hecho de su sacerdocio y de haber sido un hombre de intensa vida cristiana que seguía fielmente las enseñanzas de Jesús, y que incorporó a su vida las Sagradas Escrituras como la fuente que inspiró siempre su labor apostólica como apasionado protector y defensor de los indios. Resume sus análisis del personaje en estos puntos:

El profetismo de Las Casas y su vocación misionera.

Un profeta es un hombre inspirado por Dios que habla en su nombre. Un misionero es un apóstol de la Iglesia que predica el Evangelio a los no cristianos (o paganos, “misio ad gentes”), y esto lo hizo Las Casas predicando a los indios (los infieles) y también a muchos llamados fieles que eran pecadores empedernidos. Esta fue la gran contradicción a la que tuvo que enfrentarse Las Casas: los que oprimían al indio eran cristianos.

La Iluminación o Epifanía de Las Casas.

Bartolomé de las Casas estaba preparando el sermón que iba a dar en la misa del día de la Pascua de Resurrección y un pasaje de la Biblia le reveló bruscamente la ceguera en que había vivido: “Quien ofrece en sacrificio el fruto de la injusticia, esa ofrenda es impura. Los dones de los que no toman en cuenta la Ley no son agradables a Dios. Al Altísimo no le agradan las ofrendas de los impíos, ni por los muchos sacrificios perdona los pecados. Ofrecer un sacrificio con lo que pertenecía a los pobres es lo mismo que matar al hijo en presencia del padre. El pan de los necesitados es la vida de los pobres, privarlos de su pan es cometer un crimen. Quitar al prójimo su sustento es igual que matarlo: el que quita al obrero su salario no difiere del que derrama su sangre” (Ecco, 34, 18-22). Al meditar sobre este texto, interpretó Las Casas que la ofrenda del culpado no era grata a Dios, y culpados eran los que explotaban al indio sin misericordia. Fue tan profundo el impacto, tan cegadora la luz que iluminó su entendimiento, que Bartolomé no pudo ofrecer aquella misa.

Hombre de carácter apasionado y vehemente, tan pronto como la convicción arraigó en su espíritu decidió seguir el camino que habían comenzado poco antes los dominicos de La Española, quienes formaron una de las primeras comunidades de frailes misioneros del Nuevo Mundo. Pensando en el texto bíblico, Las Casas pasa a formar parte de la corriente profética, siempre presente en la historia de la Iglesia, y que es también el profetismo de Israel. Aplicando las palabras del texto bíblico a la realidad en que vivían los indios, se convenció de que estaban sometidos a un trato injusto, cruel y tiránico. Supo que era muy difícil, por no decir imposible, que aquellos indios aprendieran a santiguarse con cadenas. Bartolomé, al considerar las causas de la miseria y la servidumbre de los indios, dejó de ser ciego como los demás colonos. Al descubrir su pecado, conoció que éste se relacionaba con la misa que iba a celebrar, y comprendió que entre el homicidio que consiste en robar al pobre el fruto de su trabajo y la eucaristía, existía una interacción. Muchos años después Bartolomé quiso dejar escrito en su testamento el recuerdo de aquel memorable día: “Por la bondad y misericordia de Dios, que tuvo a bien elegirme por su ministro sin yo se lo merecer, para procurar y volver por aquellas universas gentes...”[19].

Las Casas, precursor de la lucha por los Derechos Humanos.

La condición profética de Las Casas está íntimamente vinculada a su Epifanía, que le permitió comprender cuánta maldad se agazapaba en la conducta de muchos colonos y encomenderos, escondida bajo una capa de cristianismo mal comprendido o acomodado a las conveniencias del pecado. Con el descubrimiento del Nuevo Mundo y la incorporación de los indios al cosmos cristiano, comienza a aparecer la noción de que todos los hombres son iguales, y Las Casas comienza a perfeccionar este concepto en sus obras sobre la naturaleza de los indios. De la misma forma, los grandes dominicos contemporáneos de Bartolomé, como el Maestro Fray Francisco de Vitoria, en la Universidad de Salamanca, tenían que tomar en cuenta a los habitantes del Nuevo Mundo y la forma en que debían insertarse en el cristianismo.

De estas consideraciones arrancan los fundamentos de los Derechos Humanos en el mundo moderno (el derecho de gentes o internacional). En conclusión, los aportes de Bartolomé de las Casas a la historia de los derechos humanos es múltiple y variada. La raíz de sus aportaciones positivas se pueden indicar en estas dimensiones: Las Casas pudo llevar adelante aquella lucha porque era un sacerdote convencido, un cristiano que vivía intensamente en el Evangelio, un misionero que daba la Buena Noticia en todas partes, un profeta incansable, inspirado por Dios, que anunciaba las Puertas del Reino y las Llaves que pueden abrirla según uno de sus biógrafos[20].

Notas

  1. Tomamos literalmente los datos que siguen de: Giménez Fernández M., Casas, Bartolomé de las, OP, en DHEE, I, pp. 374-376.
  2. El Testamento y el Codicilo completos se pueden leer en: http://www.reinacatolica.org
  3. Vázquez Janeiro I. ofm, Caeli novi et terra nova. La evangelizacion del Nuevo Mundo a través de libros y documentos, Biblioteca Apostolica Vaticana, 1992, nn. 137-138; Jantz H., “Images of America in the German Reinaissance”, First Images 91-106; Lorant S., The New Wordl. The First Pictures of America made by John White and Jacques Le Moyne and engraved by Theodore de Bry, New York 1946.
  4. De Remesal Antonio, op, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, Madrid 1619., VII, 13.
  5. Pérez Fernández Isacio, op, Los tratados del padre Las Casas, impresos en 1552-1553, fueron impresos “con privilegio”, en Studium, XXIX (1989) 51-59.
  6. Cit. en Pérez Fernández, Fray Toribio de Motolinía frente a fray Bartolomé de las Casas OP. Estudio y edición crítica de la Carta de Motolinía al emperador (Tlaxcala, a 2 de enero de 1555), Ed. San Esteban, Salamanca 1989, pp. 116 y 138.
  7. Pérez Fernández, Fray Toribio de Motolinía, p. 153.
  8. Pérez Fernández, Fray Toribio de Motolinía, p. 153.
  9. Pérez Fernández, Fray Toribio de Motolinía, p. 189, 204, 207. Los numerosos epítetos negativos e improperios que usa Motolinía contra Las Casas en su Carta al emperador lo tildan de exagerado, inquieto, exaltado, mentiroso, desasosegado, apasionado, escandaloso, pleitista, injuriador, poco sabio, poco humilde, de celo indiscreto, sin caridad, falsario, adversario nuestro y otra larga lista de calificaciones negativas: cf. resumen en Pérez Fernández, Bartolomé de las Casas, ¿contra los negros?... Madrid – México 1991, p. 28-29, nota 8.
  10. Basta leer las cifras estadísticamente dadas por cronistas y personajes del mismo periodo de la conquista sobre los habitantes de los lugares conquistados, los bautizos y confirmaciones impartidos por los misioneros a los indios como el mismo Motolinía, Zumárraga y otros para darse perfectamente cuenta de la simbología de tales cifras que no corresponden en absoluto a la realidad.
  11. Bartholomeus De Las Casas, Ep. Chiapasen. Nunc S. Christophori de Las Casas, ex Ord. Fr. Praed. (Siviglia 1484 – Madrid 31 iul. 1566). Hispalen. – Competentia Fori 3 mar. 2000 – Nihil Obstat ex parte S. dedis 15 iun. 2001, Prot. 2334. Por lo tanto entra en la categoría de los “Siervos de Dios”.
  12. Cf. Menéndez Pidal Ramón, El Padre Las Casas (1963); Pedro Borges, Quien era Bartolomé de las Casas, Ed. Rialp, Madrid 1990. Cf. I. Pérez Fernández, op, Bartolomé de las Casas, ¿contra los negros?,p. 29, nota 8 y 10. Por su parte algunos de estos autores sostienen también la tesis sobre los modos alternativos de explotación con descabellada tesis de transportar esclavos negros desde África hasta el Nuevo Mundo que el propio Bartolomé de las Casas habría propuesto en su obra.
  13. Veres Luis, El marco de la ficción en la "Brevísima relación de la destrucción de las Indias" de Fray Bartolomé de las Casas, CEU, San Pablo, Universidad Politécnica de Valencia 1998. El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero9/bcasas.htm. En este escrito el Autor examina criticamente la estructura literaria e histórica de los relatos lascasianos.
  14. De la Casas Bartolomé, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, (Introducción y notas de André Saint-Lu) Madrid, Cátedra, 1987, p.72.
  15. Bataillon Marcel, Études sur Bartolomé de las Casas, Centre de Recherches de l’Istitut d’Études Hispaniques, Paris 1966, trad. española, Ed. Península, Barcelona 1976.
  16. Pérez Fernández, op, Bartolomé de las Casas, ¿contra los negros?, revisión de una leyenda. Ed. Mundo Negro – Ed. Esquila Misional, Madrid – México 1991, p. 29, nota 8 y 10.
  17. A este respecto, es conocida la parodia que Jorge Luis Borges en el inicio de su libro Historia universal de la infamia dirige hacia el autor dominico: “En 1517 el P. Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas. A esa curiosa variación de un filántropo debemos infinitos hechos: los blues de Handy, el éxito logrado en París por el pintor doctor oriental don Pedro Figari, la buena prosa cimarrona del también oriental don Vicente Rossi, el tamaño mitológico de Abraham Lincoln, los quinientos mil muertos de la Guerra de Secesión, los tres mil trescientos millones gastados en pensiones militares, la estatua de imaginario Falucho; la admisión del verbo linchar en la decimotercera edición del Diccionario de la Academia, el impetuoso film Aleluya, la fornida carga de Bayoneta llevada por Soler al frente de sus Pardos y Morenos en el Cerrito, la gracia de la señorita de Tal, el moreno que asesinó a Martín Fierro, la deplorable rumba El manisero, el napoleonismo arrestado y encalabozado de Toussaint Louverture, la cruz y la serpiente en Haití, la sangre de las cabras degolladas por el machete del papaloi, la habanera madre del tango, el candombe." (Jorge Luis Borges, "El atroz redentor Lazarus Morell", en Historia universal de la infamia, Obras completas, v.I, Madrid, Círculo de lectores, 1992, p.325). Como demuestra I. Pérez Fernández, Bartolomé de las Casas, ¿contra los negros?... Madrid – México 1991, no fue Bartolomé de las Casas el que propuso la trata de los esclavos negros de África para el Nuevo Mundo, aunque al principio la aprobó, pero más tarde se dio cuenta de tal aberración, denunciándola
  18. Clayton Lawrence A. [Profesor y ex-Jefe del Dpto. de Historia de la Universidad de Alabama, así como del Programa de Estudios Latinoamericanos de esa institución académica], Bartolomé de las Casas: A Biography, Cambridge University Press, 2012; Id., Bartolomé de las Casas and the Conquest of the Americas, Ed. Wiley-Blackwell – A John Wiley & Sons, Ltd., Publications, 2011
  19. Fray Bartolomé de Las Casas, Obras Completas, cláusula del testamento, V. 539.
  20. Cf.. Clayton Lawrence A, Bartolomé de las Casas: A Biography, Cambridge University Press, 2012.


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F. GONZÁLEZ FERNÁNDEZ – R. VALDIVIA – S. M. LOUVIER NAVA – S. LARRÚA-GUEDES -