PIZARRO, Francisco

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Trujillo, 1478 – Lima, 1541) Conquistador del Perú

Nació en Trujillo, un pueblo de Cáceres, en Extremadura, España, en el año de 1468. Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento debido a su condición de hijo ilegítimo: su madre fue Francisca González, quien trabajaba como criada en el monasterio de las Freilas de la Puerta de Coria, y su padre fue Gonzalo Pizarro, perteneciente a la nobleza extremeña, quien murió sin reconocer a Francisco como su hijo. No obstante, el pequeño obtuvo el apellido Pizarro ya que, de acuerdo con la ley de la hidalguía que favorecía a los varones, “el hijo del hidalgo nacía hidalgo, aunque su madre fuera plebeya”.[1]Su madre contrajo matrimonio más tarde y tuvo otro hijo llamado también Francisco, sólo que apellidado Martín de Alcántara González.

Pasó su niñez como labrador y pastor, sin recibir una educación formal, por lo que creció sin saber leer ni escribir. Posteriormente decidió seguir la carrera de las armas, al enlistarse bajo las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba, sirviendo en la guerra de Italia. Una vez terminada dicha campaña, de vuelta en España, se enteró del viaje a las Indias recientemente descubiertas que organizaba fray Nicolás de Ovando, el Comendador de Lares, quien partía para gobernar la isla La Española. Francisco decidió unirse a la expedición de treinta navíos, la que arribó a tierras americanas en 1502. Contaba entonces con treinta y cuatro años de edad.

Participó en la pacificación de La Española. Durante su estadía en ella se destacó como un buen soldado, siendo además admitido en la pequeña corte de nobleza militar que ahí existía. En 1508, partió rumbo al continente como integrante de una expedición al mando de Alonso de Ojeda, el llamado “caballero de la Virgen”, de quien llegó a ser segundo de a bordo. Dicha expedición recorrió las costas de Centroamérica, Colombia y Venezuela. Muerto Ojeda, se unió a la expedición de Vasco Núñez de Balboa, junto al cual descubrió el tan buscado Mar del Sur (océano Pacífico) en 1513.

Para 1523 “había sido Teniente de Gobernador, Visitador, Capitán, Regidor y Alcalde de Panamá, ciudad de la que era uno de sus fundadores”, al tiempo que era considerado un vecino rico, poseedor de una fortuna bien habida, “fruto de su vida de soldado y nunca nadie dijo que procedieran de aprovechamientos en los cargos de gobierno –cosa que entonces era usual- o de tormentos aplicados a los indios, práctica también frecuente”.[2]

Hasta Panamá llegaban noticias provenientes de tierras sureñas, que hablaban del imperio Inca, las cuales atrajeron a un Pizarro que ya contaba ya con más de cincuenta años de edad. Decidió asociarse con su amigo Diego de Almagro para organizar una expedición de conquista de aquellos territorios; a esta sociedad se sumó mediante financiamiento, el sacerdote Hernando de Luque. Obtuvieron el permiso del gobernador de Castilla del Oro,[3]Pedro Arias Dávila, reunieron fortunas y reclutaron gente para conformar dicha expedición.

El primero en zarpar fue Pizarro, mientras Almagro se quedó en Panamá con el objetivo de reunir más recursos económicos y humanos, para después alcanzar a su socio. Sin embargo, la falta de provisiones hizo regresar a Pizarro y a los hombres que lograron sobrevivir al hambre; lo propio hizo Almagro y su gente. Fue emprendido un segundo viaje a pesar de la falta de apoyo del nuevo gobernador Pedro de los Ríos; en este nuevo viaje, Pizarro al mando de sólo un puñado de hombres, descubrió finalmente tierras peruanas y entró en contacto con la civilización inca. Al conocer el tamaño de dicha civilización y su grado de desarrollo, resolvió regresar a Panamá para obtener recursos suficientes y acometer así la conquista de aquel territorio. No obstante, la negativa de Pedro de los Ríos ante tal empresa, obligó a los socios a recurrir a instancias superiores: decidieron enviar a Pizarro ante Carlos V con el objetivo de obtener su autorización para la conquista del Perú, y los nombramientos de Gobernador de las tierras descubiertas para sí mismo, el de Adelantado de las tierras por descubrir para Almagro, y el de obispo para Luque. Finalmente consiguió Pizarro el permiso del Rey, así como los nombramientos acordados, excepto el de Almagro, para quien pidió sólo la comandancia de la fortaleza de Tumbes; esto debido, quizá, a cierto resentimiento que guardara Pizarro de los duros tiempos que pasó en las primeras expediciones, mientras Almagro permaneció más tiempo cómodamente en Panamá. Éste fue el inicio de las desavenencias entre Almagro y Pizarro, que tendrían trágico final.

Asimismo, aprovechó el viaje a España para visitar su tierra natal y obtener el reconocimiento que nunca tuvo de parte de la familia Pizarro; al tiempo, logró reclutar a sus hermanastros, paternos y materno, para su expedición hacia el Perú. De esta manera regresó a América acompañado de Hernando, Juan y Gonzalo Pizarro, así como de Francisco Martín y otros paisanos que destacarían en la historia del Nuevo Mundo, entre quienes encontramos a Francisco de Orellana y Garcí Manuel de Carbajal.

Una vez en Panamá, Luque y Almagro se dieron cuenta de que su socio “se había preocupado más de hacer destacar sus propios méritos que los de ellos dos”,[4]por lo que Almagro decidió disolver la sociedad y alejarse de aquel lugar. Cabe destacar que desde un inicio, Hernando Pizarro manifestó una especial aversión contra Almagro, por lo que siempre aprovechó cualquier oportunidad para fomentar la división entre él y su hermanastro. Finalmente, Almagro aceptó escuchar las disculpas de Pizarro, quien le prometió nuevas y grandes recompensas, y juntos trabajaron para reunir los recursos necesarios para la nueva expedición de conquista.

En esta ocasión, el reclutamiento resultó más complicado que la vez anterior debido a que la gente aún recordaba las penalidades sufridas por la tripulación que los acompañó en ocasiones anteriores, a causa del hambre, el clima y la geografía. Finalmente zarpó Pizarro el 28 de diciembre de 1530, al mando de poco menos de doscientos hombres, mientras Almagro nuevamente aguardó en Panamá un tiempo hasta la llegada de un grupo de soldados provenientes de Nicaragua.

Al igual que sucedió en la conquista del territorio que conformaría a la Nueva España, los españoles aprovecharon la desunión de los indígenas para acceder a su conquista. En esta ocasión, la coyuntura política que ayudó a Pizarro y sus hombres fue la lucha fratricida que protagonizaban el heredero Huáscar y su hermanastro Atahualpa a la muerte de su padre, Huayna Cápac, por hacerse del trono inca. El vencedor resultó Atahualpa, de modo que a medida que “los españoles iban avanzando por los territorios que habían pertenecido al monarca vencido y prisionero (…) todos los habitantes los iban recibiendo como a sus libertadores, los que vengarían la derrota sufrida por ellos, castigando al usurpador, el feroz Atahualpa”.[5]

Pizarro logró hacer prisionero a Atahualpa, de quien aceptó una gran cantidad de oro y plata a cambio de su liberación. Sin embargo, una vez pagado el monto acordado, Atahualpa fue juzgado y condenado a muerte alegando distintos cargos: “por haber asesinado a Huáscar, Inca legítimo del Tahuantinsuyo; por haber aniquilado a la panaca[6]imperial; por practicar vicios repugnantes como era el dormir con sus hermanas, y, sobre todo, por haber engañado a los españoles prometiéndoles falsas paces, cuando en realidad buscaba acabar con todos ellos mediante un acto de traición”.[7]El Inca aceptó recibir el bautismo antes de su ejecución, por lo que ésta fue llevada a cabo por medio del garrote y no de la hoguera.

Posteriormente marchó hacia Cuzco, capital del imperio, ocupándolo y completando así la conquista en noviembre de 1533. Pizarro se volcó en la fundación de la Ciudad de los Reyes (Lima), al tiempo que su hermanastro Hernando volvía de España con noticias: se había presentado ante Carlos I para entregarle el quinto real, recibiendo para Francisco el título de Marqués, y para Almagro el de Adelantado. Pizarro convenció a este último de marchar a la conquista de Chile, a donde partió seguido de numerosos soldados y guerreros indios. Sin embargo, antes de marchar ya habían acontecido entre ambos ciertos conflictos por la posesión de Cuzco ya que, dependiendo de la forma de medir las leguas otorgadas por el Rey a cada conquistador, esta ciudad entraba en los dominios de uno o de otro.

La expedición de Almagro atravesó por diversas dificultades, debidas principalmente a las inclemencias del tiempo y del camino, por lo que decidió regresar. De camino se enteró de la rebelión que había iniciado el Inca Manco II (nombrado por los españoles a la muerte de Atahualpa) y que tenía sitiada la ciudad de Cuzco, gobernada por Hernando Pizarro y sus hermanos. Decidió acudir en auxilio de sus compatriotas con la intención de apoderarse de ella, logrando eliminar la rebelión y apresar a los Pizarro.

La consecuencia de estos acontecimientos fue el enfrentamiento armado entre las tropas “almagristas” y “pizarristas”. Este enfrentamiento cesó momentáneamente cuando Pizarro le pidió a Almagro que sometieran la posesión de Cuzco al arbitrio de fray Francisco de Bobadilla, provincial y comendador de la orden de la Merced. El mercedario reunió a los dos conquistadores y logró adelantar las negociaciones entre ambas partes, de modo que Pizarro obtuvo la libertad para Hernando, quien continuaba preso. Sin embargo, en medio de la entrevista llegó un emisario del Rey, quien ignorando lo sucedido en tiempos recientes, ordenaba que cada uno conservara lo conquistado por él, mientras llegaba un delegado suyo que alcanzara una solución. Este mensaje, lejos de ayudar a resolver el problema, lo agravó.

Por una parte Pizarro aseguraba que independientemente de los límites establecidos, Cuzco le pertenecía por derecho de conquista; por otra parte, Almagro argumentaba que él había conquistado esta ciudad más recientemente que Pizarro. De esta manera, sin llegar a acuerdo alguno, ambos grupos reiniciaron el enfrentamiento armado, resultando vencedoras las tropas al mando de Hernando Pizarro. Diego de Almagro fue hecho prisionero, y Hernando, sin esperar las órdenes de su hermanastro, ordenó que fuera procesado. En un juicio que resultó poco imparcial, y en el que Pizarro no quiso interponerse entre el odio de Hernando y Almagro, éste último fue condenado a muerte. La ejecución se llevó a cabo rápidamente el 8 de julio de 1538, provocando un fuerte resentimiento en los partidarios de Almagro quienes, reunidos en torno al hijo de aquél –Diego Almagro, el Mozo- planearon la venganza contra Pizarro.

Durante los siguientes cuatro años Pizarro se instaló en la Ciudad de los Reyes, dedicándose a consolidar la conquista en aquella parte del continente, enviando a su gente a fundar distintas ciudades y a consolidar otras ya existentes. Mientras tanto, los almagristas tramaron la conspiración que terminó con su vida.

Finalmente el domingo 26 de junio de 1541, después de misa, los almagristas llegaron hasta el palacio de Pizarro para darle muerte. El Marqués luchó junto a su gente, incluyendo a su hermanastro Francisco Martín, pero al igual que ellos fue ultimado en su dormitorio: “se formó un círculo de atacantes en torno al viejo león, el cual estaba ya herido y agotadas sus fuerzas. Finalmente, Pizarro recibió una herida en la garganta (…) sintiendo ya las ansias de la muerte, se llevó la mano diestra a la garganta y mojando los dedos en su sangre se trazó la señal de la cruz, luego balbuceó el nombre de Cristo e inclinó la cabeza para besar la cruz…Entonces, uno de sus enemigos, con la intención de ultimarlo le quebró un cántaro de Guadalajara en el rostro”.[8]

Fue velado en secreto toda aquella tarde, y cerca del anochecer llevado a enterrar en una fosa junto a la iglesia mayor, en el muro de la nave del Evangelio. Actualmente su sepulcro se encuentra en el atrio de la catedral de Lima, templo frente al cual halla una estatua ecuestre del conquistador, “pero su mejor monumento, según dice un historiador, el que él mismo levantó, es la ciudad de Lima, la Ciudad de los Reyes”.[9]

NOTAS

  1. Busto Duthurburu, p. 11.
  2. Busto Duthurburu, p. 21.
  3. Región que comprendía el sureste de Centroamérica y el norte de Sudamérica.
  4. Cardona Castro, p. 100.
  5. Cardona Castro, p. 129.
  6. Familia real.
  7. Busto Duthurburu, p. 157.
  8. Cardona Castro, p. 183.
  9. Cardona Castro, p. 184.

BIBLIOGRAFÍA

Busto Duthurburu, José Antonio del. Francisco Pizarro. El Marqués Gobernador. Ediciones Rialp, Madrid, 1966.

Cardona Castro, Francisco Luis (Dir.). Pizarro. Edimat Libros, Madrid, 2002.

SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA