SANTUARIO NACIONAL DE LA VIRGEN DEL VERDÚN

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Para el pueblo uruguayo, la peregrinación a la Virgencita del Verdún constituye una de las devociones marianas de mayor arraigo. La idea de colocar la imagen de la Inmaculada Concepción de María, patrona de la ciudad de Minas, en uno de los pintorescos cerros que rodean la población, se remonta a fines del siglo XIX. El entusiasmo pastoral del padre José de Luca (1865 - 1956), párroco de Minas, logró su propósito en el año 1901. Fue elegido para la erección del primitivo pedestal, el cerro del Berdúm o Verdún, llamado así desde 1801 por el apellido de su primer propietario, un vasco francés de nombre Juan Bautista Berdún. El cerro, situado a seis kilómetros de la ciudad de Minas, tiene aproximadamente 350 metros de altura.


La primera imagen de dos metros de altura, que coronó el sencillo monumento, era una réplica de la de Lourdes, asociada como se sabe a la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854. Fue llevada desde Montevideo y se encontraba hasta ese entonces en la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores del Reducto, barrio donde el padre De Luca había vivido a su llegada de Italia, a los 14 años. La donante de la escultura fue la señora Catalina Fernández, que integraba la feligresía de esa parroquia.


La entonces dueña del cerro Verdún, María Ariza de Dartayete, cedió una faja de terreno para el camino de ascenso y ubicación del monumento en la cima y colaboró con medios para el traslado de la imagen. La Junta Económico Administrativa de Minas también apoyó la obra. La construcción, que fue realizada en piedra por Luis De Luca y Luis Yocco, consistía en una columna de tres cuerpos de forma semi-piramidal, de seis metros de alto.


La empresa contó con el apoyo de los feligreses de Minas, donde el P. De Luca era muy apreciado por sus numerosos emprendimientos pastorales, y fue respaldada y aconsejada por el primer arzobispo de Montevideo, Mons. Mariano Soler. Secundaron estos esfuerzos el Consejo Superior de las Hijas de María de Montevideo y la Unión Católica, asociaciones de amplia participación en la vida de la Iglesia. Es posible también registrar el sustento que brindaron a la promoción posterior del Santuario las instituciones surgidas de los Congresos Católicos del Uruguay, entre ellas, la Federación de Jóvenes Católicos (FJCU). El 21 de abril de 1901 fue inaugurado y bendecido el pedestal por Mons. Soler, quien vino al Verdún acompañado por una peregrinación de 3.000 personas que concurrieron en tren desde Montevideo, constituyendo para la época algo no visto antes.


El año siguiente el Papa León XIII concedía a los peregrinos del Verdún la Indulgencia Plenaria: "Habiéndose colocado, según hemos sabido, la imagen de la Bienaventurada Virgen María Inmaculada en su Concepción, sobre la cumbre del cerro "Verdún" que mira a la ciudad de Minas en la jurisdicción de la Arquidiócesis de Montevideo... Nos, para aumentar la religión de los fieles y salud de las almas, con piadosa caridad, usando los celestes tesoros de la Iglesia concedemos misericordiosamente en el Señor, "indulgencia plenaria y remisión de todos sus pecados a todos y a cada uno de los fieles cristianos de ambos sexos que visitaren dicha imagen en un día del año elegible al arbitrio de cada cual... Dado en Roma el 10 de diciembre de 1902


No se puede ignorar en este punto el contexto político e ideológico en el que estaba inmersa por entonces la Iglesia a principios del siglo XX. El proceso de secularización iniciado décadas antes culminaría con la reforma constitucional que separó a la Iglesia del Estado. La lucha por ocupar espacios en la sociedad y mantenerse libre frente a la cultura racionalista y de corte positivista que vio en la Iglesia un eterno oponente, se concretó en actitudes agresivas de una parte, pero también en la generación de una conciencia católica manifiesta en instituciones y movimientos, que terminarían dando a la Iglesia uruguaya un rostro característico: laicado preparado, prensa y voz propias, instituciones sociales de fuerte presencia.


Las manifestaciones de piedad como Verdún pueden comprenderse como hitos de afirmación de la fe en gestos visibles de identidad. En la gestación e historia del futuro Santuario hay dos hechos que merecen destacarse. Uno es el eco tuvo la iniciativa en la prensa de Minas, incluso en los diarios de ideología liberal, permanentes contendientes del párroco y su órgano de propaganda, La Paz Católica. Casi todos tomaron nota de la inauguración como un hecho positivo que promovería el progreso material de la población por la natural generación de trabajo en torno a la afluencia de devotos y visitantes. El otro fue la mutilación de la primera imagen, en enero de 1908, y el misterioso envío al arzobispo Soler de la cabeza de la misma, por parte del escritor, poeta y periodista Leoncio Lasso de la Vega, junto a unos misteriosos versos sin firmar que se atribuyeron popularmente al mismo poeta. Este se destacó por su anticlericalismo y el estilo mordaz de sus artículos.


La creciente devoción a la imagen del Verdún, y nuevamente el impulso de Mons. Soler, promovieron la construcción del Templete de 15 metros de altura coronado por una imagen de bronce de la Inmaculada Concepción de tres metros traída de Francia, netamente inspirada en las representaciones del pintor español, Bartolomé Murillo. El 19 de abril de 1910 se lo inauguró con la presencia de Mons. Ricardo Isasa, obispo encargado del Uruguay. La obra del ingeniero Andrés Rius se inspiró en la idea o proyecto del arquitecto catalán Cayetano Buigas i Monravá quien pensó tres pilares representando las virtudes teologales - Fe. Esperanza y Caridad - unidas por una columna simbolizando la oración, rematadas por un globo que sostiene la imagen de María Inmaculada, orientada hacia la ciudad. Este templete es hasta el presente el centro de peregrinación de multitudes de creyentes católicos del Uruguay y países vecinos que, año a año se congregan en el Cerro, sobre todo en el día de la Virgen, el 19 de abril, y los domingos y feriados cercanos a esa fecha.


El Verdún es también un centro de atracción turística por la inigualable vista panorámica que se tiene desde la cima. Hay una convivencia tácita de lo religioso y popular en el marco de una propiedad que pertenece a la Iglesia Católica, por posterior la donación de la familia Dartayete -Ariza y la compra de los católicos por medio de colectas y donaciones. Con los años crecieron, en el entorno del cerro, las devociones cristianas. Se destaca el Vía Crucis y el Calvario, construido entre otros por un incansable promotor de la devoción a la Virgen, el laico minuano José Clérici (1878-1969), al que los fieles de Minas homenajearon con una plazuela en mitad del camino de ascenso. A los pies de la XII estación se encuentran los restos del joven sacerdote minuano, Olegario María Núñez (1897-1932), poeta de la Virgen que mucho contribuyó al arraigo de la devoción que cultivó él mismo con piedad filial:

VERDÚN-TABOR
Aunque de granito tienes las entrañas
y recios sillares traman tus caminos,
la fe de mi pueblo que orada montañas,
te ha de llevar tantos, tantos peregrinos…
Que a vuelta de siglos labrada estará
Tu mole de piedra y en santuario agreste
La visión amada de un manto celeste
Perdido entre nubes se diseñará
Y en algún repliegue de tu serranía
mi humilde ceniza se estremecerá
Hará muchos años, muchos, Virgen mía
Mas tu amor de madre no lo olvidará
también mis rodillas pulieron un día
las aristas duras de tu serranía.


En la obra religiosa del Verdún se destaca la construcción de una capilla en la falda del cerro para permitir la celebración de la Eucaristía, y de la posterior Casa de Retiros de la diócesis que le han dado un nuevo perfil a la atención pastoral del Santuario. El Verdún está asociado pues a los nombres de los miles de fieles anónimos que visitan a María para agradecer y ofrendar objetos preciados como los trajes de novia, trofeos deportivos, recuerdos de enfermedades curadas, flores, placas que ellos mismos colocan con cemento entre las piedras. Muchos manifiestan su amor a la Virgencita subiendo descalzos el cerro, encendiendo cirios, portando su bicicleta. Es típica de este santuario sin muros la costumbre de llevarse a casa piedritas, que abundan sueltas en el camino de ascenso, o traerlas al año siguiente y también colocarlas en actitud orante sobre las imágenes en relieve del Vía Crucis.


La devoción a la Virgen del Verdún es una clara manifestación de fe religiosa que contradice la imagen que los uruguayos, incluso los católicos, tienen de sí mismos: un país tempranamente secularizado, atípico en América Latina. Para un país de poco más de 3 millones de habitantes, es muy significativo que entre 50.000 y 80.000 peregrinos visiten anualmente el Cerro. Debe destacarse el decreto de la Conferencia Episcopal Uruguaya que el 1º de noviembre de2009 declaró Santuario Nacional al Cerro del Verdún, hecho que se hizo público el 19 de abril de 2010 en la eucaristía celebrada en la falda del cerro, con la asistencia de todos los obispos uruguayos y el nuncio apostólico.


Bibliografía

  • AA.VV. La Iglesia en el Uruguay, Montevideo, Instituto Teológico del Uruguay, 1978;
  • Comisión Nacional de Pastoral Popular, Pequeña historia de los Santuarios en el Uruguay, Montevideo, 1989;
  • Memoria y Esperanza, Revista de la Parroquia Catedral de Minas, Minas, 2010; NÚÑEZ, Olegario María, Sol en las Sierras, Sol en los Vitrales, Minas, 1932.


GABRIEL PALUMBO CERRÓN