DÍAZ MORI, Porfirio

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Oaxaca, 1830 – París, 1915) Político, militar.


INFANCIA Y JUVENTUD

José de la Cruz Porfirio nació en la ciudad de Oaxaca el 15 de septiembre de 1830. Sus padres fueron José Faustino Díaz, hijo de criollos oaxaqueños, y Petrona Mori, indígena mixteca de Magdalena Yodocono. Fue el sexto de siete hermanos quienes quedaron huérfanos de padre en 1833 al morir Don José Faustino a causa de una epidemia de cólera; a partir de entonces su madre administró algunos años el mesón que le había heredado su marido, hasta que dejó de ser un negocio rentable. El joven Porfirio ingresó al Seminario Pontificio de la Santa Cruz de Oaxaca a instancias de su padrino, el padre José Agustín Domínguez y Díaz. Ahí estudió física, matemáticas, lógica, gramática, retórica y latín, destacando en esta última asignatura, por lo que fue contratado por el Lic. Marcos Pérez para dar clases de latín a su hijo.

Por medio del Lic. Pérez conoció a Benito Juárez, en ese entonces gobernador de Oaxaca, así como a otros altos funcionarios públicos quienes asistían a una ceremonia de entrega de premios en el Instituto Civil del Estado. “Lo seduce el trato amable de tales personajes, y esto, unido a la liberalidad con que expresáronse los oradores que tomaron parte en dicho acto, es más que suficiente para que esa misma noche Porfirio adopte la firme resolución de no seguir la carrera eclesiástica (…)”.[1]En efecto, finalmente se convenció de dejar el seminario e ingresar al Instituto del Estado para estudiar derecho.

Mientras tanto, para ayudar económicamente a su madre, se hizo zapatero, carpintero y trabajó arreglando armas. Al parecer fue en ese tiempo cuando Porfirio Díaz se afilió a la masonería, ingresando a la logia “La Luz” de la ciudad de Oaxaca. Continuó sus estudios de derecho, pero no se recibió debido a los acontecimientos políticos que sucedieron: se afilió al movimiento revolucionario de Ayutla en contra del gobierno de Antonio López de Santa Anna, al frente del cual se encontraba Juan N. Álvarez. Más tarde peleó en la Guerra de Reforma en el bando liberal, después de cuya victoria fue postulado para diputado federal.


SU PARTICIPACIÓN DURANTE LA INTERVENCIÓN FRANCESA

Combatió a las fuerzas francesas que invadieron México cuando Benito Juárez declaró la suspensión del pago de la deuda externa a España, Inglaterra y Francia; el Gral. Díaz destacó especialmente en el efímero triunfo de la batalla de Puebla, el 5 de mayo de 1862. Un año después fueron los franceses quienes triunfaron tomando la ciudad de Puebla, lo que desembocaría en la instauración del imperio de Maximiliano de Habsburgo bajo petición de los conservadores mexicanos. Díaz fue capturado y conducido a Veracruz para ser embarcado rumbo a Martinica; sin embargo, dos días antes de embarcar logró escapar junto con Felipe Berriozábal hacia la ciudad de México para entrevistarse con Benito Juárez. Más tarde, todavía durante la intervención francesa, ocupó por primera vez el cargo de gobernador del estado de Oaxaca por decisión de Juárez, aunque su permanencia en el puesto fue de sólo setenta y dos días debido a que prefirió ocuparse de sus deberes militares.

Durante un tiempo detuvo el avance de las tropas francesas hasta que fue capturado y, después de perdonarsele la vida se le mantuvo en prisión en Puebla; logró escapar de la cárcel e inmediatamente reasumió el cargo de Jefe de la Línea de Oriente al frente de los poquísimos recursos militares que le quedaban al bando liberal. Durante más de un año anduvo en calidad de guerrillero en los pueblos limítrofes de los estados de Guerrero, Puebla y Oaxaca, hasta que con ayuda de su hermano Félix logró tomar la capital de este último, autonombrándose gobernador provisional.

En 1866 Napoleón III ordenó la retirada de las tropas francesas de México, dejando notablemente debilitado al ejército conservador; Díaz avanzó hacia Puebla, ciudad que tomó el 2 de abril de 1867 en la conocida Batalla del 2 de abril o Toma de Puebla, la cual fue determinante en el triunfo liberal en el sur del país. Días después de la batalla del 2 abril contrajo matrimonio civil por poder con su sobrina Delfina Ortega, su primera esposa, quien moriría después de dar a luz en 1880. Al año siguiente de enviudar, Díaz conoció a Carmen Romero Rubio, proveniente de una familia de alta sociedad, y al poco tiempo contrajeron matrimonio; su nueva esposa se encargó de enseñarle el idioma inglés y la manera de comportarse en el medio del que ella provenía.

Después del fusilamiento de Maximiliano se produjo un distanciamiento entre Juárez y Díaz debido, en un primer momento, a la indiferencia con que trató a Díaz cuando éste le comunicó la toma de Puebla y posteriormente cuando le hizo entrega de la capital de la República. “Ninguna frase amable, ninguna expresión afectuosa para quien había facilitado el triunfo de la causa republicana (…)”.[2]Más tarde, en 1871, Juárez convocó a elecciones en las cuales participaron Sebastián Lerdo de Tejada, Benito Juárez y Porfirio Díaz; a pesar de las maniobras del gobierno juarista, ningún candidato obtuvo la mayoría absoluta que señalaba la ley por lo que el Congreso declaró triunfador a Juárez.


SU ARRIBO A LA PRESIDENCIA

Esta nueva reelección motivó a Porfirio Díaz a proclamar desde su hacienda de la Noria el Plan del mismo nombre, el 8 de noviembre de 1871, por medio del cual se pronunciaba en contra de la reelección y de aquellos que apoyaban a Juárez y su gobierno. No obstante, el movimiento del Gral. Díaz sufrió una serie de derrotas que lo debilitaron; finalmente el movimiento perdió su razón de ser con la muerte de Juárez, acontecida meses después de proclamado el “Plan de la Noria”.

Como consecuencia de este fallecimiento asumió el poder Sebastián Lerdo de Tejada, quien se desempeñaba como presidente de la Suprema Corte de Justicia; el gobierno lerdista decretó la amnistía para todos los revolucionarios de La Noria y Díaz se acogió a ella, retirándose por un tiempo de la escena política para dedicarse al cultivo de la caña de azúcar a Tuxtepec, Veracruz, aunque dos años después se convirtió en diputado federal. Al finalizar Lerdo de Tejada el periodo que correspondía a Juárez, decidió reelegirse, situación que motivó a Díaz a proclamar el “Plan de Tuxtepec”, que dio origen a una nueva rebelión, venciendo a las fuerzas lerdistas en noviembre de 1876 en la batalla de Tecoac; convocó a elecciones, las cuales tuvieron lugar el 17 de febrero y dieron como ganador al mismo Díaz, iniciando así el periodo conocido como Porfiriato o Porfirismo.

A pesar de sus dos pronunciamientos militares en contra de la reelección, al finalizar el mandato presidencial en 1880 dejó el poder en manos de su compadre Manuel González Flores para que el gobernara en el periodo de 1880 a 1884; al finalizar ese periodo, su compadre le regresó el poder. Porfirio Díaz se reeligió en 1886, 1900, 1904 (ampliado el periodo a seis años) y 1910. Con la finalidad de justificar esta incongruencia se dio a la tarea de ensalzar la memoria de Benito Juárez quien se había reelegido hasta que murió.


LA DICTADURA DE DON PORFIRIO

El Porfiriato se caracterizó por aplicar el lema “poca política, mucha administración” y llevar a cabo una política de mano dura para pacificar el país, objetivo que logró dando como resultado la llamada paz porfiriana; esta estabilidad desconocida en México desde la independencia, permitió el crecimiento de la población al igual que un crecimiento económico que, sin embargo, no estuvo acompañado de justicia social especialmente hacia los indígenas. La educación durante el Porfiriato fue radicalmente positivista, aunque Díaz “abandonó las posturas del anticlericalismo radical, para tomar las de la tolerancia a la Iglesia, y permitió el regreso de las órdenes religiosas y la llegada de otras nuevas, como la de los Hermanos de las escuelas Cristianas, las cuales pudieron abrir algunas escuelas y colegios”.[3]

A inicios del siglo XX, Porfirio Díaz concedió una entrevista al periodista estadounidense James Creelman, en la cual confesó que era tiempo de dejar el poder y que vería con agrado otras candidaturas para las siguientes elecciones. No obstante, a Díaz le desagradaron la propaganda y los discursos del Partido Nacional Antirreeleccionista que postulaba a Francisco I. Madero, por lo cual lo envió a la cárcel, lugar donde Madero pasó el día de las elecciones. Porfirio Díaz volvió a ganar las elecciones por 18625 votos contra 196 concedidos a Madero.[4]En respuesta, Madero proclamó el “Plan de San Luis” por medio del cual establecía el principio de no reelección e invitaba a todos los ciudadanos a tomar las armas para luchar contra la dictadura de Díaz.

Como consecuencia de la rebelión maderista -inesperadamente apoyada por las bandas de los famosos delincuentes Francisco Villa y Pascual Orozco, por Emiliano Zapata y por una legión de mercenarios extranjeros al mando de Stanley Williams y Carl Rhys Pryce, Porfirio Díaz decidió firmar su renuncia como Presidente de la República el 25 de mayo de 1911, en la cual expresaba lo siguiente: “(…) vengo ante la suprema representación de la Nación a dimitir sin reserva el encargo de Presidente Constitucional de la República con que me honró el voto nacional; y lo hago con tanta más razón cuanto que, para retenerlo sería necesario seguir derramando sangre mexicana, abatiendo el crédito de la nación, derrochando su riqueza, segando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales”.[5]

Días más tarde, se embarcó junto con su familia en Veracruz hacia Europa a bordo del buque Ipiranga. Porfirio Díaz murió en París el 2 de julio de 1915 a la edad de ochenta y cuatro años; semanas antes se había acercado a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía con el padre Carmelo Bley. Fue enterrado en la iglesia de Saint Honoré l'Eylau y en 1921 sus restos fueron trasladados al cementerio de Montparnasse en París, donde todavía hoy reposan.


FIGURA POLÉMICA

Porfirio Díaz ha sido uno de los personajes más polémicos de la historia de México: en la historiografía porfiriana podemos encontrar posturas encontradas en torno a su persona y actuación como gobernante, las cuales han variado desde los mismos días del Porfiriato hasta la actualidad. “Estas interpretaciones contradictorias entre sí han dificultado, si no imposibilitado, la realización de un análisis equilibrado tanto del hombre como de su régimen”.[6]

El régimen emanado de la Revolución mexicana se encargó de divulgar una imagen negativa de Díaz, de modo que “la hagiografía fue sustituida rápidamente por el envilecimiento y el asesinato del personaje, al tiempo que el antiporfirismo se convertía en la norma”. Hoy en día, a cien años de la muerte del dictador y desde la década de 1990, se ha presentado una corriente revisionista en torno a Porfirio Díaz y su gobierno. Sin embargo, también podemos observar un neoporfirismo vinculado con el proyecto político neoliberal, que hace evidente el riego de caer nuevamente en el extremo, “distorsionando la ‘calidad histórica’ de la época de Díaz”.[7]

Obras

  • Memorias

Notas

  1. Taracena, p. 15.
  2. Taracena, p. 15.
  3. Louvier, p. 84.
  4. Louvier, p. 88.
  5. Louvier, p. 88.
  6. Garner, Paul.
  7. Garner, Paul.

BIBLIOGRAFÍA= =


SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA