JUÁREZ GARCÍA, Benito

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Guelatao Oaxaca, 1806-Ciudad de México, 1873) Abogado y Político.


Infancia y juventud

Hijo de Marcelino Juárez y Brígida García, ambos indígenas zapotecas, nació Benito Pablo el 21 de marzo de 1806 en la población de San Pablo de Guelatao, distrito de Ixtlán, en el Estado de Oaxaca. Huérfano desde los tres años y recogido por un tío, se dedicó a pastorear ovejas; a los 12 años huyó de su tierra natal sin que se pueda conocer con exactitud el motivo. Llegó a la ciudad de Oaxaca donde encontró a su hermana Josefa, quien a su vez lo presentó con el fraile franciscano Antonio Salanueva quien se portó con él como un verdadero padre: compartió con el pequeño Benito el pan de cada día, le enseñó a leer y escribir, a sumar y restar, el oficio de encuadernador y lo hizo aprender el castellano, pues hasta entonces hablaba únicamente el zapoteco.

En 1824, al cumplir 18 años y con el apoyo de fray Antonio Salanueva ingresó al seminario de la Santa Cruz en Oaxaca, pero no teniendo verdadera vocación al sacerdocio abandonó el seminario en 1828 y se inscribió en el entonces recientemente creado Instituto de Ciencias y Artes para estudiar jurisprudencia.Dicho Instituto tenía como director a fray Francisco Aparicio O.P., y varios de sus profesores eran clérigos[1].


Inicio de su carrera política

Siendo aún estudiante del Instituto, en 1831 fue electo regidor del Ayuntamiento de Oaxaca dando así inicio a su carrera política; un año después fue electo diputado local. Al parecer[2]fue en esos años cuando Benito Juárez ingresó a la masonería en la logia “Espejo de las virtudes” del Rito Yorkino, adoptando el pseudónimo de “Guillermo Tell”.

En 1834 se recibió de abogado, desempeñando posteriormente el cargo de Juez civil y Hacienda; abrió su bufete de abogado y contrajo matrimonio con Margarita Maza, hija del matrimonio en cuya casa servía su hermana Josefa. En 1844 fue secretario del gobernador León, fidelísimo seguidor del Gral. Antonio López de Santana. En 1846, cuando León partió a la ciudad de México al frente de un contingente para ayudar al Gral. López de Santana en la defensa de la capital ante las tropas invasoras de los Estados Unidos, Juárez fue nombrado gobernador de Oaxaca. Al ser vencido López de Santana, éste huyó hacia Oaxaca, pero el gobernador Juárez le impidió la entrada, granjeándose así el odio del General.


Pero el Gral. López de Santana volvió a la Presidencia de la República en 1853, desterrando de inmediato a sus enemigos políticos; tras unos días de prisión en el penal de San Juan de Ulúa, Benito Juárez fue desterrado a la Habana y de allí partió a Nueva Orleans. En esa ciudad se enteró del triunfo de la revolución de Ayutla y la caída de Santana, regresando a México para ponerse a las órdenes de Juan N. Álvarez, quien nombró como Presidente de la República a Ignacio Comonfort y a Benito Juárez como Presidente de la Suprema Corte de Justicia; ambos tomaron posesión el 1° de diciembre de 1857.

Presidente conforme a la Constitución de 1857

El Partido Liberal había promulgado en febrero de ese año una nueva Constitución, profundamente anticlerical, la cual fue repudiada por la mayoría de la población que se negó a jurarla, pues como señala Cosmes: “aun muchos liberales prefirieron renunciar a sus empleos y hundirse en la negra miseria antes que manchar su conciencia con jurar la Constitución, lo cual, en un país como México, devorado por la empleomanía, es cosa que marca el súmmum de la indignación pública.”[3]

Por ello, según narra el historiador liberal Vicente Riva Palacio, el mismo Comonfort dijo: “pues bien, mis amigos me hablan contra la Constitución, y veo en esto conformes a los hombres de todos los partidos, así no me empeño en sostenerla[4]:y cuando Comonfort le dijo a Benito Juárezestoy decidido a cambiar de política, porque la marcha del gobierno se hace cada día más difícil, por no decir imposible; los hombres de algún valer se van alejando de palacio (…) es necesario que cambiemos de política, y yo desearía que tú tomaras parte y me acompañaras”, lacónicamente Juárez le contestó: “te deseo muy buen éxito en el camino que vas a emprender; pero yo no te acompaño en él.''[5].

Ante esa situación -que desencadenó el “Plan de Tacubaya”, Comonfort renunció a la Presidencia y entonces, conforme a lo señalado en el artículo 82 de la Constitución denostada, el 19 de enero de 1858 en Guanajuato, Benito Juárez en su carácter de Presidente de la Suprema Corte se proclamó Presidente de la República. Sin mayor apoyo, Juárez tuvo de huir y en Guadalajara fue apresado por los conservadores pero éstos finalmente lo dejaron en libertad; se embarcó en el puerto de Manzanillo hacia Panamá y de ahí se trasladó a Nueva Orleans y luego a Veracruz, último bastión de los liberales, donde desembarcó el 4 de mayo de 1858 y estableció su gobierno. En esos momentos México tenía dos presidentes: Félix Zuloaga en la ciudad de México y Benito Juárez en Veracruz, dando así inicio a la llamada “Guerra de Reforma”.

Su alianza con los Estados Unidos

En Veracruz Benito Juárez recibió al enviado del gobierno de los Estados Unidos Robert McLane, quien le propuso el reconocimiento del gobierno de Washington a cambio de ceder la soberanía de México sobre la Baja California y el Itsmo de Tehuantepec, propuesta que antes habían hecho al gobierno conservador de Zuloaga pero que éste rechazó “por injuriosas al buen nombre e intereses vitales de México”[6].

Sin embargo Juárez sí aceptó la propuesta mediante el “Protocolo Ocampo-Lerdo de Tejada-Churchwell”, que finalmente se concretó en el “Tratado McLane-Ocampo” firmado en Veracruz el 4 de abril de 1859 y certificado al día siguiente por Benito Juárez. “Pocos días después, el gobierno de Juárez fue reconocido –el 7 de abril- por los Estados Unidos. A cambio de ese apoyo de los norteamericanos, Juárez se ponía en manos de los yanquis.

Bien dijo don Francisco Bulnes que a partir de ese momento-el de su acuerdo con Juárez-, Estados Unidos quedó autorizado a intervenir perpetuamente en nuestros asuntos. Es triste decirlo, pero es la verdad.[7] Justo Sierra, en su intento de justificar el Tratado, escribe en su obra panegírica sobre Juárez: “Y después de todo esto (el dominio de los conservadores en casi todo el país), lo seguro, ya se anunciaba, era el nuevo sitio de Veracruz descaradamente auxiliado por España (“auxilio” que se limitó a la venta de dos barcos al gobierno de México). Esto pensaban, esto creían, esto sabían los hombres de Veracruz cuando MacLane puso en la carpeta del consejo de Juárez el proyecto del tratado. Tiene eso algo de siniestro y de infernal; parecía un pacto de venta de alma al diablo.”[8]


Los Estados Unidos, que entonces hacía apenas catorce años habían invadido a México para arrebatarle los territorios de Tejas, Nuevo México y California, volvían nuevamente a intervenir militarmente en México, ahora en favor de Benito Juárez que les había obsequiado el Tratado MacLane-Ocampo. Lo anterior se hizo del todo manifiesto el 6 de marzo de 1860, cuando los buques de guerra norteamericanos Wave, Indianola y Saratoga atacaron en aguas mexicanas (frente a las playas de Antón Lizardo) a los barcos que el gobierno de México había comprado a España, cuando éstos navegaban ya con bandera y tripulación mexicanas, capturándolos y enviándolos a Nueva Orleans ¡acusados de piratería!

El historiador norteamericano Schlarman escribe: “Juárez fue duramente censurado por los suyos a causa de su facilidad en acceder a las demandas de los Estados Unidos, como se echaba de ver en el Tratado McLane-Ocampo. En una carta de Juárez a Epitacio Huerta, que era un jefe de los suyos, le escribe el 25 de abril de 1860 de este modo: «Siento, como usted, que la gran familia liberal no haya podido por sí sola y sin ayuda del extranjero pulverizar la reacción». Así pues, Juárez había traído al «extranjero» y al hacerlo no podía lógicamente negar a sus adversarios el derecho de llamar a otra potencia extranjera en su ayuda.[9]También en Veracruz Juárez promulgó las “ Leyes de Reforma” y el 3 de agosto de 1859 rompió relaciones con la Santa Sede.

La ayuda norteamericana a Juárez cambió por completo el aspecto militar e inclinó la balanza a favor del Partido Liberal. Derrotados los conservadores en Calpulalpan el 22 de diciembre de 1960, Juárez pudo entrar a la ciudad de México el 11 de enero de 1860.

Presidente en la Capital

De inmediato envió una circular a todos los gobernadores en la que acusaba al clero de haber inicitado el Plan de Tacubaya, por lo que, para pagar los gastos de la guerra debían ser confiscados todos los bienes de la Iglesia; expulsó al embajador de España, al de Guatemala y al Delegado Apostólico, Monseñor Clementi y desterró a los arzobispos y obispos reunidos en México. Los liberales “cayeron sobre colegios y escuelas, conventos, orfanatorios y hospitales para echar a la calle a los religiosos y sacerdotes (…) Se dejó a los huérfanos sin quien los cuidase y a los ancianos y enfermos sin protección ni atenciones (…) bastaron cien días para acabar con tesoros de arte y frutos intelectuales que se habían acumulado durante trescientos años.[10]

En efecto, el robo y el despojo alcanzó tales niveles que en el Congreso –entonces conformado exclusivamente por miembros del Partido Liberal- los mismos diputados, en número de cincuenta y uno, denunciaron: “se ha visto desaparecer en menos de cien días inmensas riquezas acumuladas por el clero en tres siglos de dominación absoluta[11]El embajador de Inglaterra en México, Mr. Wike, escribía a su gobierno: “se han disipado 27 millones de pesos de la Iglesia, y el Gobierno, que no tiene ahora un centavo en caja, está procurando contraer un empréstito de un millón de pesos para cubrir los gastos corrientes.[12]


La intervención francesa

Por la bancarrota del régimen, el 17 de julio de 1861 Juárez decretó la suspensión de pagos de la deuda externa; los gobiernos de Inglaterra, Francia y España rompieron relaciones con el de México y las tres potencias, en la Convención de Londres (31 de octubre de 1861) acordaron formar una expedición militar que fuera a México a exigir el pago de la deuda; el 17 de diciembre dicha expedición ocupó el puerto de Veracruz. Juárez envió a su Secretario de Relaciones, General Manuel Doblado, a negociar con los jefes de la expedición el retiro de sus fuerzas a cambio de promesas onerosas sobre el pago de la deuda. Doblado se entrevistó en Orizaba con el General Prim, comandante de las fuerzas españolas el 19 de febrero de 1862, firmando días después los “Tratados de la Soledad” mediante los cuales las tropas de España e Inglaterra aceptaron retirarse de México; no así los franceses que marcharon sobre Puebla, siendo derrotados en su intento por tomar la ciudad el 5 de mayo de 1862.


El 25 de enero de ese año, Juárez expidió un sanguinario y feroz decreto que declaraba traidores, confiscados sus bienes y condenados a muerte a todos aquellos que se rebelaran contra su gobierno, a los que proporcionaran noticias o recursos a los franceses, a los que esparcieran noticias falsas o comentasen esas noticias de una manera desfavorable. El 12 abril expidió otro decreto señalando que serían castigados como traidores y sus bienes confiscados, los mexicanos que permanecieran en las poblaciones que ocuparan los franceses.[13]Reforzadas las tropas francesas pusieron sitio a la ciudad de Puebla defendida por el Gral. Jesús González Ortega, quien tuvo que rendirse al Gral. Forey el 19 de mayo de 1863.

Nuevamente en el exilio

Al conocerse la toma de Puebla por los franceses, Benito Juárez anunció en un manifiesto firmado el día 20 de mayo que “se defendería hasta la última extremidad, y que él había vivido demasiado, siendo su sola ambición morir gloriosamente por su patria.[14]Sin embargo, en la madrugada del día 31, Juárez y veintidós de sus ministros abandonaron furtivamente la capital. Ignacio Manuel Altamirano escribió: “El memorable 31 de mayo de 1863, el gobierno llevándose cerca de un millón de pesos dejó al ejército del centro, mandado por Garza, marchar sin dinero para Toluca.[15]El ejército francés al mando del Gral. Forey entró a la ciudad de México el 10 de junio.


Juárez, que se había retirado a San Luis Potosí, se trasladó a Saltillo y luego a Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez) donde permaneció hasta 1865, cuando Napoleón III ordenó el retiro de sus tropas de México, y los Estados Unidos (que habían concluido su guerra civil en abril de 1865) pudieron nuevamente auxiliar a Juárez. El Segundo Imperio mexicano concluyó formalmente con el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo el 19 de junio de 1867 en Querétaro; Benito Juárez regresó a la capital el 15 de julio. La capital le fue entregada por el general liberal Porfirio Díaz, quien la había tomado tras la retirada francesa y esperó a Juárez en la entrada de la ciudad, pero éste ni siquiera las gracias le dio; al día siguiente Porfirio Díaz le presentó su renuncia y una hostilidad creciente se inició entre ambos personajes liberales.

Las reelecciones

Según el artículo 82 de la Constitución que a la letra decía que “si por cualquier motivo, las elecciones (para presidente de la república) no hubieran sido hechas o el electo no se presentare, el presidente dejará el puesto al ministro de la Suprema Corte de Justicia”, Benito Juárez debía entregar la presidencia al Gral. Jesús González Ortega el 30 de noviembre de 1865, pero el día ocho de ese mes Juárez, violando la Constitución, decretó una prórroga a su permanencia.

El ministro de la Suprema Corte Manuel Ruiz escribió al respecto: “Hoy termina el periodo ordinario constitucional del C. Presidente de la República; desde mañana el supremo Poder Ejecutivo sólo se puede ejercer legalmente por el ciudadano presidente de la Suprema Corte de Justicia, o por el ministro constitucional que, en calidad de presidente accidental, le reemplace conforme a la ley…Siendo evidente que las disposiciones que contienen los decretos del día ocho del corriente violan la Constitución y las leyes secundarias, yo, en mi calidad de ministro constitucional me retiro a la vida privada.[16]Tropas norteamericanas al mando del coronel Sedgwick ingresaron a Matamoros para apresar al Gral. González Ortega y entregárselo a Juárez, quien lo mandó a prisión acusado falsamente de deserción.


Buscando reelegirse nuevamente y conservar el poder, el presidente Juárez se presentó como candidato en las elecciones presidenciales de 1871, pero le surgieron dos serios rivales que le disputaron la elección: Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz. Sobre esas elecciones escribe Ireneo Paz (abuelo de Octavio Paz): “Ese día 25 de junio, por todas partes se redujo a prisión a cuantas personas eran consideradas de influencia en el partido porfirista; por todas partes las casillas electorales se vieron custodiadas por la fuerza armada para que no fueran molestados los agentes del poder en su cargo de simular una elección (…) el pueblo era suplantado descaradamente por los empleados, los militares y por todos los demás que recibían un premio en dinero sacado de las arcas públicas (…) En mi manzana fue designado para establecer la casilla en su domicilio el general Téllez Girón. Nos dijo que tenía instrucciones del mismo Juárez para ganar la mesa a todo trance (…) En muchos puntos se hizo correr la sangre. Algunos quisieron resistir, y esos fueron muertos o encarcelados. En los periódicos de 1871 pueden encontrarse los nombres de las víctimas y de los verdugos…[17]


A pesar de todas estas irregularidades, ninguno de los tres candidatos reunió la mayoría absoluta de votos que era requerida por la Constitución; pero el Congreso declaró vencedor a Juárez, y Lerdo de Tejada recibió como compensación el nombramiento de Presidente de la Suprema Corte de Justicia. Porfirio Díaz proclamó entonces el “Plan de la Noria” a favor del “sufragio efectivo” y la “no reelección”, convocando al pueblo a una “última revolución”. Pero el Plan fracasó porque ningún personaje apoyó a Porfirio Díaz que se vio obligado a huir y refugiarse en las montañas de Nayarit.


El 17 de julio de 1872, Benito Juárez comenzó a sentirse mal y no comió; al día siguiente, 18 de julio, sintió un fuerte dolor de en la pierna derecha, se retiró temprano a su casa donde estuvo recibiendo a varias personas hasta las ocho de la noche en que comenzó a sentir una fuerte opresión en el pecho. A las once y media de la noche expiró. “Corrió el rumor de que Juárez había recibido los últimos sacramentos de la Iglesia Católica poco antes de su muerte, pero la versión fue desmentida por Santacilia (yerno de Juárez) y por los representantes masónicos. En efecto, en el túmulo mortuorio del difunto no aparecieron los símbolos de la religión, sino los de la orden de la masonería.”[18]

Notas

  1. Cf. Sierra Justo. Juárez: su obra y su tiempo. Ed. J.Ballesca y Compañía. México, 2 edición, 1976. P. 39
  2. Según el connotado masón Ramón Martínez Zaldúa, aunque otros masones sugieren la fecha de 15 de enero de 1847. Cf. www.elmason.blogspot.com
  3. Cosmes. Historia de México, tomo XIX pág. 59. Citado por Rogelio Orozco Farías, Fuentes Históricas (1821-1867), Ed. Progreso, México, 2 ed. 1965
  4. Riva Palacio Vicente. México a través de los siglos, Tomo V, pág. 286
  5. Ibídem.
  6. Testimonio del Srio. De Relaciones del gobierno conservador, citado por Fuentes Aguirre Armando, Juárez y Maximiliano, la roca y el ensueño. Ed. Diana, México 2006, p. 70
  7. Ibídem, página 71
  8. Sierra, Obra citada, p. 170
  9. Schlarman Joseph H.L., México, Tierra de Volcanes. Ed. Porrúa, México 14 ed. 1987, p. 361
  10. Ibídem, p. 365.
  11. De Zamacois Niceto. Historia de Méjico (1880) Vol. XV, p. 759. Citado por Rogelio Orozco Farías, Obra citada, p. 208.
  12. Citado por Fuentes Mares José. Juárez y la Intervención, p. 17
  13. Cf.Regis Planchet Francisco. La Cuestión religiosa en México. Séptima edición, México 1957, pp. 535-536
  14. Cf.Regis Planchet Francisco. La Cuestión religiosa en México. Séptima edición, México 1957, pp. 535-536
  15. Citado por Regis Planchet. Obra citada, p. 538
  16. Zamacois, t. XVIII, p. 75, citado por Rogelio Orozco Farías, Fuentes Históricas México 1821—1867. Ed. Progreso, México 1965, p. 223
  17. Citado por Orozco Farías, Obra citada, p. 213
  18. Fuentes Aguirre, obra citada, p. 662.


Bibliografía

  • Sierra Justo. Juárez: su obra y su tiempo. J.Ballesca y Compañía. México, 2 edición, 1976
  • Orozco Farías Rogelio, Fuentes Históricas (1821-1867), Progreso, México, 2 ed. 1965.
  • Riva Palacio Vicente. México a través de los siglos, Tomo V
  • Fuentes Aguirre Armando, Juárez y Maximiliano, la roca y el ensueño. Diana, México 2006
  • Schlarman Joseph H.L, México, Tierra de Volcanes. Porrúa, México 14 ed. 1987
  • Fuentes Mares José. Juárez y la Intervención. Jus, México, 1962
  • Regis Planchet Francisco. La Cuestión religiosa en México. 7 edición, México 1957


JUAN LOUVIER CALDERÓN