MORELOS Y PAVÓN, José María

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Valladolid de Michoacán 1765; Ecatepec 1815) Sacerdote y caudillo de la Independencia mexicana.


José María Morelos y Pavón fue el penúltimo de los ocho hijos del matrimonio formado por el carpintero José Manuel Morelos y Robles y Juana María Guadalupe Pavón y Estrada. José María nació el 30 de septiembre de 1765 en el pórtico del Convento de San Agustín de Valladolid, pues los dolores de parto sorprendieron a su madre en plena calle y ésta solicitó auxilio a las monjas de ese lugar. Fue bautizado el 4 de octubre en la Catedral de Valladolid.


Cursó sus primeros estudios en la escuela de su abuelo materno, el maestro José Antonio Pavón, pero su padre, acompañado de su hermano Nicolás, abandonó a su familia hacia 1785, obligando a José María a trabajar como vaquero y arriero desde temprana edad al lado de su tío paterno Felipe Morelos. “El ejercicio de Morelos en la primera y mayor parte de su vida fue de vaquero, y una señal que tenía en la nariz era efecto de un golpe que se dio contra una rama de un árbol, siguiendo a caballo a un toro.[1]En 1790, cuando contaba ya con 25 años de edad inició su carrera eclesiástica ingresando al Colegio de San Nicolás, cuyo Rector era Miguel Hidalgo y Costilla; en esa Institución Morelos “ no hizo más que los estudios muy precisos para poderse ordenar[2]. En 1797 fue ordenado sacerdote y un año después fue nombrado cura interino de la Parroquia de Churumuco, siendo trasladado poco después a la de San Agustín Carácuaro, donde permaneció hasta 1810 cuando se incorporó a la lucha independentista.


Incorporación de Morelos a la lucha por la Independencia

Tuvo noticias del movimiento del cura Hidalgo a principios del mes de octubre por medio del dueño de la hacienda de Guadalupe, Don Rafael Guedea, y queriendo informarse mejor salió en busca de su antiguo rector pensando encontrarlo en Pátzcuaro, pero lo alcanzó en Charo. Hidalgo explicó a Morelos los motivos de su movimiento “y habiendo Hidalgo disipado los escrúpulos que le inspiraba la censura del obispo Abad y Queipo, que él mismo había publicado en su parroquia, persuadiéndole que la excomunión no le comprendía y que ya España estaba por los franceses, admitió la comisión que le confirió, concebida en estos términos: « Por el presente, comisiono en toda forma a mi lugarteniente el Br. Don José María Morelos, cura de Carácuaro, para que en la costa del Sur levante tropas, procediendo con arreglo a las instrucciones verbales que le he comunicado» Este fue el principio que tuvo la revolución en la costa del Sur.[3]


Primera campaña (noviembre de 1810- diciembre de 1811)

Morelos regresó a su Parroquia y reunió a 25 hombres a quienes armó con algunas escopetas y lanzas, y con ellos se dirigió a la población de Zacatula; antes de llegar, Morelos se entrevistó con el capitán de la compañía de milicias de caballería de aquella población, Marcos Martínez, quien de inmediato ofreció unírsele con cincuenta de sus hombres. De Zacatula marchó a Petatlán donde se le unieron ciento tres soldados, y de ahí se dirigió a Tecpan, sumándosele en esa población doscientos hombres; entre ellos Hermenegildo y Pablo Galeana, quienes pertenecían a una de las familias más acomodadas de Tecpan.


A diferencia del movimiento de Hidalgo que en pocos días había reunido más de veinte mil hombres que saquearon las poblaciones por donde pasaron, Morelos llegó a Acapulco con apenas dos mil, pero en orden y disciplinados. Con gran sentido común, Morelos dictó en la población de El Aguacatillo (hoy municipio de San Luis Acatlán), varios decretos para evitar saqueos y odios y poner las bases para un futuro gobierno; en esos decretos señaló: cuidar los bienes de la Iglesia; castigar cualquier intento de guerra de castas y los pecados públicos; suprimir el tributo, la esclavitud y el monopolio de la pólvora. Ante un intento de sus capitanes Tabares y David que intentaban sublevar a los negros del sur contra los insurgentes blancos, emitió en Tecpan un decreto el 13 de octubre de 1811 en el que decía que “todos los habitantes, sin distinción de calidades, se llamarían americanos (los Estados Unidos aún no habían expropiado el término) y vivirían en la santa paz de Jesucristo; no existía motivo para que las castas quisieran destruirse entre sí…Y añadía: no siendo como no es nuestro sistema proceder contra los ricos por razón de tales, ni menos contra los ricos criollos, ninguno se atreverá a echar mano de sus bienes por muy rico que sea; por ser contra todo derecho semejante acción, principalmente contra la ley divina, que nos prohíbe hurtar y tomar lo ajeno contra la voluntad de su dueño y aún el pensamiento de codiciar cosas ajenas.[4]Por sus acciones racistas, a Tavares y David los hizo prender y mandó quitarles la vida, encargando a Leonardo Bravo su ejecución.[5]


El primer combate de la tropa de Morelos fue contra una parte de la guarnición de Acapulco el 13 de noviembre de 1810, al pie del cerro del Veladero que domina el puerto. El combate favoreció a los insurgentes y éstos pudieron recoger del campo de batalla el armamento de los realistas. El ejército virreinal tenía a sus mejores jefes y tropas ocupados contra los insurgentes de Hidalgo en el centro del país, por lo que el virrey tuvo que recurrir al capitán Francisco Paris, comandante de la quinta división de milicias de Oaxaca para tratar de contener el veloz avance de Morelos. La tropa del capitán Paris logró reabrir la comunicación con Acapulco donde los realistas mantenían el control del puerto desde el fuerte de San Diego. En una audaz maniobra, en la noche del 4 de enero de 1811, Morelos atacó y destrozó el campamento de Paris situado en el paraje de Tres Palos, capturándole seiscientos fusiles, cinco cañones y cincuenta y dos cajones de parque; las tropas de Morelos sufrieron únicamente cinco bajas; sin embargo el puerto permaneció en poder de los realistas.


En la Hacienda de Chichihualco, propiedad de la familia Bravo, situada en las cercanías de Chilpancingo, una pequeña división realista al mando del comandante Garrote atacó por sorpresa a una partida insurgente que iba al mando de Hermenegildo Galeana. “Aunque los soldados de este fueron sorprendidos estándose bañando en el río, hicieron una viva resistencia y uniéndose a ellos los Bravo (don Leonardo y su hijo Nicolás, don Miguel y don Víctor) con la gente de la hacienda, desbarataron completamente a Garrote, cuya tropa puesta en dispersión dejó en el campo cosa de cien fusiles, y se les tomaron otros tantos prisioneros. Los Bravo se vieron con esto comprometidos a tomar parte decididamente en la revolución, a la que dio no poca importancia esta familia y la de Galeana, ambas respetadas en aquél país, y fueron desde entonces los oficiales de mayor confianza de Morelos”.[6]Con el armamento que tomaba de los mismos realistas, Morelos pudo armar a los contingentes que cada día se le sumaban; sin resistencia tomo Chilpancingo, y el 26 de mayo, tras una brillante acción de armas, las poblaciones de Tixtla y Chilapa. En solo nueve meses Morelos dominaba ya todo el Sur, no quedando en poder de los realistas sino la plaza de Acapulco, cuya guarnición no se atrevía a salir de ella.


Segunda campaña (diciembre de 1811- mayo de 1812)

Tlapa fue ocupada sin resistencia pues la guarnición virreinal huyó a Oaxaca sin combatir y el ejército insurgente avanzó a Xolalpa y Chiautla. En ésta última población Morelos dividió su ejército en tres cuerpos: el primero al mando de Miguel Bravo para intentar tomar la ciudad de Oaxaca; el segundo al mando de Hermenegildo Galeana que buscaría tomar Taxco; y el tercero al mando del propio Morelos para tomar las poblaciones del sur de la Intendencia de Puebla. El 10 de diciembre, el cuerpo de ejército de Morelos tomó sin combatir la población de Izúcar, donde se le unió el cura de Jantetelco Mariano Matamoros, a quien dio el grado de coronel.


Temiendo el ataque a la ciudad de Puebla, el gobierno virreinal concentró sus fuerzas en ese lugar, pero teniendo Morelos noticias de las dificultades que tenía el cuerpo de ejército de Galeana en el valle de Toluca se dirigió en su auxilio, librando un combate con los realistas en Tenancingo el 22 de enero de 1812. Morelos venció a la brigada realista arrebatándole toda su artillería y obligándola a retirarse a Toluca. Para esos momentos el grueso del ejército virreinal al mando del general Félix Ma. Calleja se dirigía a la ciudad de México después de haber derrotado en Zitácuaro a José Ignacio Rayón, que comandaba los últimos restos de las tropas de Miguel Hidalgo. El virrey Venegas dispuso que Calleja, reforzado por la División Puebla y las tropas que acababan de llegar de España, saliera en persecución de Morelos; éste y sus hombres se refugiaron en Cuautla.


El 19 de febrero Calleja atacó Cuautla, pero sus tropas fueron rechazadas tras seis horas de combate, dejando tras de sí doscientos muertos incluyendo dos coroneles realistas. Calleja decidió entonces sitiar la ciudad, ordenando un bombardeo de artillería contra las trincheras insurgentes que duró cuatro días (del 10 al 14 de marzo). El 28 de abril los sitiados agotaron sus provisiones por lo que el 2 de mayo, a las dos de la madrugada, se lanzaron a romper el cerco a sangre y fuego, lográndolo con grandes pérdidas, pero Morelos, sus lugartenientes (con excepción de Leonardo Bravo que murió en el intento) y un buen número de sus hombres, pudieron huir siendo perseguidos por la caballería realista a lo largo de siete leguas (aprox. 28 Km.)


Tercera campaña (mayo-noviembre de 1812)

Tras la huida de Cuautla la dispersión de los insurgentes fue completa; sin embargo Morelos consiguió reagrupar a cerca de ochocientos hombres y con ellos pudo derrotar a una brigada realista en Citlala el 4 de junio y apoderarse de Tlapa donde se le unieron unos mil hombres. El reorganizado ejército insurgente partió entonces a Huajuapan para auxiliar al insurgente Valerio Trujano, que se encontraba sitiado en esa población. Los realistas fueron vencidos y las fuerzas de Trujano –unos tres mil hombres- se incorporaron al contingente de Morelos que con esa fuerza tomó la importante población de Tehuacán el 10 de agosto; en Tehuacán permaneció dos meses, aunque sus hombres realizaban salidas esporádicas. En una de ellas Miguel Bravo y sus hombres atacaron el 20 de agosto en San Agustín del Palmar, un convoy realista de municiones escoltado por 400 soldados, dando muerte a la mayoría de ellos y apoderándose de las municiones. El 29 de octubre batió a la guarnición de Orizaba, comandada por el coronel José Antonio Andrade.


A Tehuacán llegaron Mariano Matamoros y Nicolás Bravo, cada uno con dos mil hombres que habían reclutado en distintas partes. Así, con cerca de cinco mil hombres, Morelos pudo marchar rumbo a la ciudad de Oaxaca, fuertemente defendida por los realistas. Después de varios intentos y encarnizados combates, el 25 de noviembre cayó Oaxaca en poder de los insurgentes; tras un juicio sumario, Morelos ordenó el fusilamiento de los jefes realistas Aristi, Régules y Bonavia.


Ante las aclamaciones que la población de Oaxaca hizo de la persona de Fernando VII -bandera de todos los movimientos independentistas de Hispanoamérica- Morelos desligó formalmente su movimiento del objetivo de reinstalar el gobierno del Rey de España en su «Manifiesto a los habitantes de Oaxaca» en el que argumentó: “Ya no hay España, porque el francés está apoderado de ella; ya no hay Fernando VII porque o él se quiso ir a su casa de Borbón a Francia y entonces ya no estamos obligados a reconocerlo por rey, o lo llevaron a la fuerza y entonces ya no existe…[7]


Morelos también se desligó de las Cortes de Cádiz (las cuales si fueron reconocidas por las autoridades virreinales de Nueva España) con el siguiente argumento: “Las Cortes de Cádiz han asentado más de una vez que los americanos eran iguales a los europeos, y para halagarnos más nos han tratado de hermanos; pero si ellos hubieran procedido de buena fe, era consiguiente que al mismo tiempo que declararon su independencia hubieran declarado la nuestra y nos hubieran dexado libertad para establecer nuestro gobierno, así como ellos establecieron el suyo[8]


Cuarta campaña (noviembre de 1812-diciembre 1813)

Planeando sus siguientes acciones políticas y militares, Morelos permaneció en Oaxaca hasta el 7 de febrero de 1813 para dirigirse a Acapulco en cuya captura había fracasado anteriormente. El 6 de abril de 1813 inició el ataque quemando todas las casas de la periferia del puerto, obligando a los vecinos principales y a la guarnición española a refugiarse en el castillo de San Diego que, al mando de Pedro Vélez, contaba con 90 cañones y era abastecido por el mar. Las fuerzas de Morelos lograron apoderarse de la isla La Roqueta y con ello pudieron aislar por completo al Castillo, lo cual obligó a los realistas a capitular el 20 de agosto. Una vez capturado Acapulco, Morelos se dirigió a Chilpancingo en donde reunió a varios abogados nombrados como diputados del «Congreso Nacional Constituyente».


Ante dicho Congreso presentó el 14 de septiembre un documento escrito de su puño y letra llamado «Sentimientos de la Nación». De los veintitrés puntos del documento destacan los siguientes: “1º Que la América es libre independiente de España y de toda otra Nación, Gobierno o Monarquía, y que así se sancione, dando al mundo las razones. 2º Que la religión católica sea la única, sin tolerancia de otra. 4º Que el dogma sea sostenido por la jerarquía de la iglesia, que son el Papa, los Obispos y los Curas, porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó: omnis plantatis quam nom plantabit Pater meus Celestis Cradicabitur. Mat. Cap. XV. 5º Que la Soberanía dimana inmediatamente del Pueblo, el que sólo quiere depositarla en el Supremo Congreso Nacional Americano, compuesto de representantes de las provincias de números.12º Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto.13º Que las leyes generales comprendan a todos, sin excepción de cuerpos privilegiados; y que éstos sólo lo sean en cuanto al uso de su ministerio. 14º Que para dictar una ley se haga junta de sabios en el número posible, para que proceda con más acierto y exonere de algunos cargos que pudieran resultarles. 15º Que la esclavitud se proscriba para siempre, y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud. 18° Que la nueva legislación no se admitirá la tortura. 19° Que en la misma se establezca por ley Constitucional la celebración del doce de diciembre en todos los pueblos, dedicado a la Patrona de nuestra libertad, María Santísima de Guadalupe, encargando a todos los pueblos la devoción mensual.


El Congreso Nacional Constituyente reunido en Chilpancingo le nombró “Capitán General de los Ejércitos Patriotas” y le otorgó el título de “Alteza Serenísima”, pero éste último título fue declinado por Morelos para sustituirlo por el de «Siervo de la Nación». Mientras el Congreso se avocó a elaborar en base a los «Sentimientos de la Nación» una Constitución (la cual fue promulgada en Apatzingán el 22 de octubre de 1814), Morelos se dirigió a Valladolid donde pensaba instalar su gobierno. En Cutzamala Morelos se reunió con las divisiones de Matamoros, Bravo y Galeana, y al frente del ejército más numeroso que había tenido (cinco mil hombres y treinta piezas de artillería), llegó a las puertas de su ciudad natal el 22 de diciembre. Al oscurecer del día 24 de ese mismo mes, 190 jinetes realistas al mando de Agustín de Iturbide atacaron el campamento insurgente situado en las lomas de Santa María, generando una tremenda confusión. En la oscuridad los insurgentes se destruyeron entre sí, los sobrevivientes desobedecieron a sus jefes y se dispersaron.

Quinta campaña (enero de 1814-noviembre de 1815)

Después del fracaso ante Valladolid, Morelos logró reagrupar algunas tropas que puso bajo el mando de Matamoros para que enfrentara a los realistas comandados por Iturbide en Puruarán; el combate tuvo lugar el 5 de enero de 1814, los insurgentes fueron nuevamente derrotados y Matamoros capturado. Con solo cien hombres de escolta Morelos cruzó la sierra hasta Zirándiro donde llegaron también unos ochocientos de los hombres que se habían dispersado en las lomas de Santa María. Con ellos atravesó la Sierra Madre y a principios de marzo llegó al puerto de Acapulco. Acosado en ese lugar por las tropas virreinales, el 16 de abril Morelos ordenó la retirada hacia Petatlán, no sin antes quemar la ciudad y degollar a cien españoles.


A mediados de ese año de 1814 llegó Morelos a la ciudad de Apatzingán, donde estaba refugiado el Congreso Nacional y cuya Asamblea promulgó el 22 de octubre la Constitución, firmando Morelos el Decreto como diputado por el Nuevo Reino de León. Poco después el Congreso tuvo que trasladarse a Uruapan, pero ante el asedio de las fuerzas virreinales la Asamblea decidió trasladar el Congreso a Tehuacán, confiando a Morelos su custodia a lo largo de los seiscientos kilómetros que distan entre ambas poblaciones; el 29 de septiembre inició la marcha con unos mil hombres.


Para ese entonces el general Félix María Calleja había sido nombrado virrey de la Nueva España, lo que le dio gran libertad de acción contra los insurgentes, y conociendo las intenciones de Morelos, ordenó al teniente coronel Manuel de la Concha que cubriera los puntos de la posible ruta insurgente. Morelos logró evadir a las guarniciones de Chalco, Cuautla y Cuernavaca, pero el 5 de noviembre fue alcanzando en Tezmalaca por la vanguardia de las tropas de De la Concha ,y para cubrir la retirada del Congreso Morelos se vio obligado a presentar batalla, la cual se inclinó a favor de los realistas. Morelos fue apresado por el teniente Matías Carranco y llevado a la cárcel de la Inquisición en la ciudad de México.


Juicios, degradación, reconciliación eclesiástica y fusilamiento de José María Morelos

José María Morelos y Pavón fue juzgado primero por un tribunal eclesiástico, y después por un tribunal militar. El tribunal eclesiástico (que no del Santo Oficio, aunque éste lo declaró hereje, profanador de los santos sacramentos y traidor a Dios, al Rey y al Papa) estuvo presidido por Miguel Bataller, oidor real, y Félix Flores Alatorre, provisor del arzobispado, fungiendo como defensor de oficio José María Quiles. Ese tribunal eclesiástico se basó en el decreto de excomunión que en su contra emitió el obispo electo de Michoacán Abad y Queipo el 22 de julio de 1814, y sentenció a Morelos “a la privación de todo beneficio, oficio y ejercicio de orden, y a la degradación, para que una vez ejecutada se le pusiera a disposición del virrey.[9]De hecho Morelos se había adelantado a esa sentencia pues “desde que corrió la primera sangre en el Veladero y la Sabana, no volvió a celebrar misa por considerarse irregular, pero siempre tenía capellán que se la decía y confesor, que lo fueron varios que especifica en sus declaraciones.[10]


El tribunal militar fue designado por el virrey Calleja y presidido por el coronel Manuel de la Concha, fungiendo como secretario el capitán Alejandro Arana. El mismo virrey envió al tribunal un largo interrogatorio para ser usado como procedimiento; interrogatorio que Morelos contestó minuciosa y puntualmente. Lucas Alamán, que califica a Morelos como “el hombre más notable que hubo entre los insurgentes”, señala que en sus declaraciones “No trató en ellas Morelos de desfigurar los sucesos, ni de disculpar o disminuir la parte que en ellos tuvo; los refirió con buen orden, claridad y verdad, por lo que su historia no puede escribirse con más exactitud que tomándola de él mismo: él, al ministrar así los mejores materiales para formarla, no tenía ya interés ni motivo alguno que pudiese inducirle a alterar la verdad: con sólo la eternidad ante sus ojos, contó fielmente todo cuanto aconteció, desde que tomó parte en la revolución hasta que fue aprendido, sin jactancia al hablar de las ventajas que obtuvo y sin bajeza ni humillación cuando trata de los reveses que experimentó.[11]El tribunal militar sentenció a Morelos a la pena capital, pero en deferencia a su carácter sacerdotal, fue ejecutado sin mutilación en San Cristóbal Ecatepec el 22 de diciembre de 1815.


Antes de su ejecución José María Morelos y Pavón se reconcilió sacramentalmente con lo cual la excomunión quedó sin efecto, pues como explicó el Doctor Gustavo Watson, responsable del archivo histórico del Arzobispado de México, “toda excomunión cesa si uno se confiesa cuando hay un peligro de muerte inminente… por lo tanto no se requiere de un procedimiento canónico para rehabilitarlos (a Hidalgo y Morelos), como pretende una comisión de la Cámara de Diputados.[12]


El 17 de septiembre de 1823 los restos de Miguel Hidalgo, José María Morelos, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo y ocho más, fueron trasladados en procesión solemne por las calles de la ciudad de México para ser depositados en una bóveda bajo el altar de los Reyes de la Catedral, donde permanecieron hasta el año de 1926 cuando fueron trasladados a la Columna de la Independencia.


Notas

  1. Alamán, p. 175
  2. Ibídem.
  3. Ibídem, p.173-174
  4. Zavala. pp. 36-37
  5. Alamán, p.184
  6. Alamán, p. 181
  7. Citado por Zavala, p.37
  8. Ibídem, p. 39
  9. Enciclopedia de México. p.5626
  10. Alamán, p. 185
  11. Alamán. p. 174
  12. Conferencia de prensa reseñada en La Crónica de Hoy, 18 de octubre de 2007


Bibliografía

  • Alamán Lucas, Historia de Méjico. Gobierno del Estado de Guanajuato, 1989
  • Zavala Silvio. Apuntes de Historia Nacional 1808-1974. El Colegio Nacional y Fondo de Cultura Económica. México 5 edición, 1999
  • Enciclopedia de México. Tomo X, México 1993
  • Grandes Biografías de México. Océano, México 1995, Volumen V


JUAN LOUVIER CALDERÓN