Diferencia entre revisiones de «XICONTÉNCATL, El viejo»
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Revisión del 21:25 4 sep 2017
(Tizatlán, 1425? – Tizatlán, 1522) Cacique de Tlaxcala
Se desconoce la fecha del nacimiento de Xicoténcatl (el que usa adorno de jicote en los labios), pero debió haber sido hacia 1425 pues a la llegada de los españoles (1519), era ya un hombre muy anciano y estaba casi ciego. Se sabe que fue hijo de Atzahua, señor de Tizatlán, de quien heredó el cacicazgo de su pueblo.
Tlaxcallan fue una región llamada por los españoles «República de Tlaxcala» porque estaba integrada por cuatro provincias o «señoríos»: Tepeticpac, Ocotelulco, Quiahuixtlán y Tizatlán.[1]Cada señorío tenía su propio «tlatoani» o «tecutlato»; es decir, un cacique que gobernaba su territorio de manera independiente, excepto en lo referente a la defensa armada ante los ataques de los aztecas y cholutecas. En el aspecto militar los cuatro señoríos unían sus fuerzas, determinando los cuatro caciques quién comandaría el ejército en cada ocasión. Conforme al léxico político romano, a esa confederación los españoles la llamaron equívocamente «Senado», y por extensión a los cuatro caciques «senadores»; pero “la idea del «senado de Tlaxcala» es una fantasía romántica; nunca hubo un cuerpo legislativo.”[2]
A Xicoténcatl, señor de Tizatlán (lugar de tierra arenosa), le tocó en varias ocasiones comandar el ejército tlaxcalteca para hacer frente los intentos de los aztecas que, desde 1470, cuando probablemente ya era cacique del Señorío, querían sujetarlos y hacerlos tributarios de Tenochtitlán; por sus éxitos en el campo de batalla ganó fama de ser un gran guerrero. Sin embargo, aunque los aztecas y sus aliados de Cholula y Huejotzingo “no lograron conquistar un solo palmo de tierra de Tlaxcallan, tampoco los tlaxcaltecas consiguieron abrirse paso para comerciar.”[3]
Rodeados por los aztecas y sus aliados del Valle de México ( Texcoco y Tlacopan), además de los pueblos ya sometidos a Tenochtitlán (Azcapotzalco y Cholula), los tlaxcaltecas permanecieron aislados y privados de productos importantes como el algodón y la sal. Esa situación fue la que encontraron los españoles en 1519, y Xicoténcatl continuaba siendo el «señor» de Tizatlán.
La poligamia era tradición común entre los pueblos prehispánicos, y según algunas fuentes,[4]Xicoténcatl llegó a tener unas noventa mujeres e innumerables hijos. Uno de ellos, quizá el primogénito varón pues le acompañaba y suplía en el «Senado», recibió el nombre de su padre, y para diferenciarlo de él fue llamado Xicoténcatl «el joven» (1484-1521).[5]Fue también célebre una hija llamada «Tecuelhuetzin», quien en el bautismo recibió el nombre de Luisa, agregándole los españoles el nombre de su padre como apellido: « Luisa Xicoténcatl».[6]
Después de la alianza que Hernán Cortés hiciera con el pueblo de Cempoala, decidió adentrase en tierra firme y dirigirse hacia la región de Tlaxcala, enviando previamente como embajadores suyos “dos mensajeros principales de los de Cempoal,”[7]para ofrecerles su amistad y pedirles permiso para pasar hacia Tenochtitlán.
Maxixcatzin, señor de Ocotelulco, opinó se aceptara el ofrecimiento de los españoles, que quizá eran los «teules» (dioses) que esperaban, pero Xicoténcatl se opuso firmemente argumentando que los «hombres blancos» serían otros opresores. La opinión de Xicoténcatl fue la que prevaleció y dada su edad y la ceguera que padecía, el «senado» designó a su hijo Xicoténcatl «el joven» para que dirigiera el ejército que saliera a atacar a los españoles.
Los mensajeros cempoaltecas fueron apresados y maltratados, pero tras dos días de cautiverio lograron escapar y regresar con Cortés, a quien informaron que mientras los golpeaban les decían “«agora hemos de matar a esos que llamáis teules, y comer sus carnes, y veremos si son tan esforzados como publicáis, y también comeremos vuestras carnes, pues venís con traiciones y con embustes de aquel traidor de Moctezuma».[8]
El 2 de septiembre de 1519 en los desfiladeros de Tecoanzinco, la avanzada tlaxcalteca se encontró primero con los jinetes de la avanzada española. Narra Cortés que al ver los caballos, los tlaxcaltecas comenzaron a huir, pero pronto “se juntaron y comenzaron a tirar cuchilladas y a dar voces a su gente que estaba en un valle y pelearon contra nosotros de tal manera que nos mataron dos caballos e hirieron otros tres. Y en esto salió la otra gente, que serían hasta cuatro o cinco mil indios (…) y peleamos con ellos haciendo algunas arremetidas hasta esperar a los españoles que con uno de a caballo había enviado a decir que anduviesen (…) Y desde que supieron que los nuestros se acercaban, se retrajeron porque eran pocos y nos dejaron el campo.”[9]
Al amanecer del día siguiente, en el llano de Tzompachtépetl, Xicoténcatl ordenó un ataque general del que dice Cortés: “…comenzamos a defendernos como podíamos y así nos llevaron peleando hasta meternos entre más de cien mil hombres de pelea que por todas partes nos tenían cercados y peleamos con ellos y ellos con nosotros, todo el día hasta una hora antes de puesto el sol, que se retrajeron (…) Otro día en amaneciendo, dan sobre nuestro real más de ciento cuarenta y nueve mil hombres (…) y quiso Nuestro Señor de tal manera ayudarnos, que en obra de cuatro horas habíamos hecho lugar paz que en nuestro real no nos ofendiesen (…) Y así estuvimos peleando hasta que fue tarde, que se retrajeron.”[10]
Hubo aún un tercer ataque “antes que fuese de día”[11];sin embargo el resultado de ese combate fue igual a los anteriores: “Y como traíamos la bandera de la cruz y pugnábamos por nuestra fe y por servicio de vuestra sacra majestad en su muy real ventura, nos dio Dios tanta victoria que les matamos mucha gente, sin que los nuestros recibieran daño.”[12]
Después de estas decisivas batallas y de la puesta en libertad de varios prisioneros tlaxcaltecas, por lo cual Xicoténcatl «el joven» “se maravilló y preguntó la causa de ello”,[13]los «senadores» tlaxcaltecas decidieron seguir lo propuesto desde un principio por Maxixcatzin y aceptar la amistad ofrecida por Cortés. El 7 de septiembre “vinieron mensajeros de los señores diciendo que querían ser vasallos de vuestra alteza y mis amigos y que me rogaban les perdonase el yerro pasado. Yo les respondí que ellos habían hecho mal, pero que yo era contento de ser su amigo y perdonarles lo que habían hecho.”[14]
El 23 de septiembre los españoles entraron a Tizatlán, alojándose Cortés en la casa de Xicoténcatl, quien lo recibió con toda cordialidad. Los caciques quisieron darle a Cortés prueba de que ahora si aceptaban sinceramente su amistad y quisieron obsequiarle algunas de sus hijas. “Otro día vinieron los mismos cacique viejos y trujeron cinco indias, hermosas doncellas y mozas…y traían cada india otra india moza para su servicio, y todas eran hijas de caciques. Y dijo Xicotenga a Cortés: « Malinche: esta es mi hija, e no ha sido casada, que es doncella, y tómala para vos». Y Cortés se lo agradeció, y con buen semblante que las recibía y tomaba por suyas… y que las tuviesen en poder sus padres. Y preguntaron los mesmos caciques que por que causa no las tomábamos agora; y Cortés respondió porque quiere hacer primero lo que manda Dios Nuestro Señor, que es en el que creemos y adoramos, y a lo que le envió el rey nuestro señor, ques quiten sus ídolos y que no sacrifiquen ni maten más hombres…”[15]
Poco después las cinco princesas tlaxcaltecas y sus servidoras aceptaron la fe y el bautismo; la hija de Xicoténcatl «el viejo» recibió el nombre de Luisa, y los españoles le agregaron como apellido el nombre de su padre, siendo conocida desde entonces como Luisa Xicoténcatl. En varias ocasiones Hernán Cortés y sus dos capellanes, fray Bartolomé de Olmedo y el Padre Juan Díaz, pidieron a los caciques que también aceptaran ser bautizados, pero éstos se negaron una y otra vez. La expedición española siguió su camino a Tenochtitlán, acompañada por unos diez mil guerreros tlaxcaltecas comandados por Xicoténcatl «el joven».
Después de los acontecimientos de la « noche triste» y la « batalla de Otumba», los restos de la destrozada y herida expedición encabezada por Cortés y Xicoténcatl «el joven», regresó a Tlaxcala el 8 de julio de 1520. Poco después y tras unos días de preparación por parte de los capellanes, los «senadores» tlaxcaltecas aceptaron recibir el bautismo.
“Maxixcatzin y Xicotencatl y los demás principales Caciques y Señores dijeron a Cortés que no reparase en cosa alguna, sino que ejecutase su intento y que absolutamente hiciese lo que le pareciese y le estuviese bien, porque ellos estaban determinados de creer en un Dios y en Santa María su Santísima Madre, y guardar sus mandamientos sagrados y divinos preceptos, y que desde luego daban por ninguna su ley de idolatría y engaño en que vivían y habían vivido, y que en esta ley nueva tan santísima querían vivir para siempre jamás, y que desde luego pedían el agua del bautismo y que querían ser bautizados, y que para que fuese notorio a todas sus gentes se pusiese luego por obra, que en ella no hubiese dilación, pues que el tiempo no daba lugar a ello.
Visto por Cortés cuán bien se acudía a lo que él tanto deseaba, no podía estar de gozo, dando inmensas gracias a Nuestra Señor por tan grandes y señalados beneficios y mercedes como le hacía, porque este fue el principal fundamento de su venida y el camino y principio de todo su bien (…) y con extenso, solemne y celebrado regocijo fueron luego bautizados los cuatro Señores de las cuatro cabeceras por mano de Juan Díaz, presbítero que venía por Capellán de la armada.”[16]
Hernán Cortés y sus principales capitanes fueron los padrinos de los caciques, que en el bautismo recibieron los nombres de: Bartolomé, para Citlalpopoca; Gonzalo, para Tlehuexolotzin; Lorenzo, para Mexixcatzin; y Vicente para Xicoténcatl.
Durante el sitio de Tenochtitlán (abril-agosto de 1521) Xicoténcatl «el joven», quien nuevamente comandaba al ejército tlaxcalteca, abandonó a sus huestes por lo que Hernán Cortés pidió al «Senado» que autorizara su aprensión y ejecución, lo cual ocurrió el 12 de mayo de 1521 cerca de Texcoco. Luisa Xicoténcatl contrajo matrimonio con Pedro de Alvarado con quien engendró dos hijos; así los nietos de Xicoténcatl fueron unos de los primeros mestizos. Un año después de concluida la conquista de Tenochtitlán, en 1522, Vicente Xicoténcatl falleció en Tizapán.
NOTAS
- ↑ La ciudad de Tlaxcala no existía en ese tiempo; fue fundada por los españoles el 3 de octubre de 1525
- ↑ ESCALANTE GONZÁLEZ Pablo, El posclásico en Mesoamérica, en VV.AA. Historia General de México. Ed. El Colegio de México- LXI Legislatura Cámara de Diputados. Vol.I. México, 2000, p.173
- ↑ Enciclopedia de México. Tomo XIII. México, 1993, p. 7717
- ↑ Por ejemplo, la enciclopedia Biografías y Vidas,
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/x/xicotencatl.htm - ↑ En las culturas prehispánicas únicamente se llegaba a transmitir los nombres propios, pero no apellidos porque no se usaban.
- ↑ Cfr. DÍAZ DEL CASTILLO Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Cap. LXXVII. Ed. ESPASA-CALPE, pp. 153-154
- ↑ DÍAZ DEL CASTILLO, ob., cit.,, Cap. LXII, p. 126
- ↑ Ibídem, p. 127
- ↑ CORTÉS Hernán, Cartas de relación a Carlos V. Segunda Carta. Ed. Cambio 16, Madrid, 1992, p.18
- ↑ Ibídem, p. 19
- ↑ Algunas versiones dicen (más por vía de especulación que por algún documento), que Xicoténcatl ordenó ese ataque nocturno porque creía que de noche podría vencer a los españoles, pues siendo los hombres rubios “hijos del sol”, no tendrían los «teúles» su ayuda.
- ↑ CORTÉS, ob., cit., p. 19
- ↑ DIAZ DEL CASTILLO, ob., cit., Cap. LXX, p. 143
- ↑ CORTÉS, ob., cit., p.20
- ↑ DÍAZ DEL CASTILLO, ob., cit., Cap.LXXVII, p.152
- ↑ MUÑOZ CAMARGO Diego, Historia de Tlaxcala. Cap. IV. Ed. Germán Vázquez-Dastin Historia. 2002, pp. 203-204
BIBLIOGRAFÍA
CORTÉS Hernán, Cartas de relación a Carlos V. Ed. Cambio 16, Madrid, 1992
DÍAZ DEL CASTILLO Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Ed. ESPASA-CALPE
MUÑOZ CAMARGO Diego, Historia de Tlaxcala. Ed. Germán Vázquez-Dastin Historia. 2002
VV.AA. Enciclopedia de México. Tomo XIII. México, 1993
VV.AA. Historia General de México. Ed. El Colegio de México- LXI Legislatura Cámara de Diputados. Vol. I. México, 2000
JUAN LOUVIER CALDERÓN