Diferencia entre revisiones de «REPISO MARTÍNEZ DE ORBE, Antonio»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Estado de México, 1856 – Guanajuato, 1929) Sacerdote, Siervo de Dios.

Antonio Repiso Martínez de Orbe nació en la Venta de Córdoba, Estado de México, el 8 de febrero de 1856. Sus padres fueron Francisco Repiso Membrilla y Carlota Martínez de Orbe. El matrimonio Repiso vivía en Miraflores, Estado de México, pero el pequeño Antonio nació en la Venta de Córdoba debido a que ahí vivía la hermana de su madre, quien se ofreció a cuidarla durante su embarazo. Tiempo después del alumbramiento regresaron el recién nacido y sus padres a Miraflores, lugar en el que creció y realizó sus primeros estudios.

Después que falleciera doña Carlota, en 1868, el resto de la familia se mudó a la ciudad de México donde el pequeño Antonio terminó su instrucción primaria y posteriormente, en 1870, ingresó al Seminario Conciliar de San Camilo de México. En 1876 fue confirmado por Monseñor Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos para poder recibir las órdenes menores y el subdiaconado, lo que sucedió al año siguiente. En 1878 recibió el diaconado y finalmente la ordenación sacerdotal el 20 de marzo de 1881 de manos del mismo Monseñor Labastida y Dávalos, en el templo de la Concepción.

Cantó su primera misa el 25 de marzo de 1881 y comenzó su ministerio apostólico como Vicario de la Parroquia de Santa María de Guadalupe. En mayo de 1883 fue trasladado a la parroquia de la Asunción en Pachuca; al año siguiente fue nombrado vicario fijo de la parroquia de Villa Victoria, en el Estado de México; más tarde pasó a Texcoco, a la parroquia de San Andrés Chiautla donde estableció una escuela parroquial. A partir de 1891 fue cura coadjutor a la parroquia de Xochimilco donde también fundó una escuela parroquial y un internado para niñas. Permaneció en Xochimilco hasta el 2 de agosto de 1893 cuando decidió entrar a la Compañía de Jesús, a cuyo noviciado de San Simón, Michoacán, ingresó el 14 de ese mismo mes. Dos años después, el 18 de septiembre de 1895, hizo los votos como jesuita.

En 1897 fue destinado por el Padre Provincial a la Residencia de Oaxaca. Ahí colaboró eficazmente con la fundadora de la congregación de las Esclavas del Divino Pastor, Concepción Grandison Vda. de Morán, dirigiéndola y redactando las reglas de la nueva congregación, basándose en las de la Compañía de Jesús. La idea de llevar a cabo esta fundación se le ocurrió al darse cuenta de que había muchas jóvenes con vocación religiosa, y por otra parte muchas niñas que se quedaban abandonadas cuando sus padres iban al trabajo. También fomentó las dos congregaciones que ya existían en el lugar: el Apostolado de la Oración y las Hijas de María; asimismo fundó la congregación de niños y jóvenes de San Luis Gonzaga, a la cual perteneció el futuro obispo de Oaxaca, Monseñor Núñez. También se preocupó por la administración de sacramentos, dedicando muchas horas al confesionario. Fue en esta época en la que le apareció en la espalda una pequeña llaga que con el tiempo le abarcó toda ella, le atormentó terriblemente a lo largo de su vida y finalmente fue la causa de su muerte. Era muy devoto de Nuestra Señora de Guadalupe; practicaba la oración y la penitencia, dormía en el suelo sobre una tarima. A pesar de la terrible llaga en su espalda nunca abandonó su ministerio sino que continuó ejerciéndolo incansablemente.

Después de cinco años de labor apostólica en Oaxaca fue enviado a la Residencia de Puebla por un año, tiempo en el que se dedicó a las misiones rurales tanto en el estado de Puebla como en el de Veracruz, además de auxiliar a los padres del templo del Espíritu Santo, mejor conocido como La Compañía. Después de su trabajo en Puebla pasó al noviciado de San Simón como Ministro de la Casa y Operario; este traslado le permitió hacer los últimos votos el 15 de agosto de 1903. Una vez profeso, el Padre Provincial lo envió al Colegio de San Francisco de Borja de México para enseñar matemáticas. A principios de 1904 fue destinado a fundar la Residencia de la ciudad de Chihuahua, donde también se dedicó a atender el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, encomendado a la Compañía; pero la labor del Padre Repiso no fue solamente la remodelación del templo sino combatir la indiferencia religiosa que reinaba en ese momento entre los chihuahuenses debido a la ausencia de instrucción religiosa. De esta manera, gracias a los esfuerzos del Obispo y de la Compañía de Jesús, con el tiempo se intensificó la vida cristiana entre los chihuahuenses; los Sacramentos fueron más frecuentados y se fundó un colegio católico que disputó la supremacía que ostentaba un colegio protestante.

Poco más de un año después, el Padre Repiso fue enviado como Párroco a Nonoava, una población del sur de Chihuahua, en la Sierra Tarahumara; ahí, al igual que en Oaxaca, apoyó al Apostolado de la Oración y a las Congregaciones de Señoritas fundadas por el Padre Mir. También llevó a las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres, fundada por San José María de Yermo y Parres, para que le ayudaran con la escuela que ya existía en Carichí. Durante su estancia en Nonoava aumentaron las Comuniones anuales en miles; del mismo modo aumentaron las vocaciones tanto para religiosas como para hermanos coadjutores de la Compañía de Jesús. También realizó largos recorridos por la sierra, tanto a pie como a caballo, con la finalidad de visitar a los enfermos a pesar de su llaga, de las grandes distancias y de las condiciones adversas del terreno.

Normalmente estaba acompañado de un sacerdote, pero durante la revolución carrancista permaneció solo, corriendo los peligros y privaciones derivados de la persecución religiosa. No obstante, permaneció constante en la oración y los sacramentos. Después de quince años en la Sierra Tarahumara fue enviado como párroco a Tepotzotlán, contando con 64 años de edad. A finales de 1920 llegó a su nueva parroquia, donde permaneció escasos tres años hasta que fue enviado al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en León, ciudad en la que pasaría los últimos años de su vida.

En junio de 1923 tomó posesión del superiorato de dicho Santuario. La Residencia no tenía mucho movimiento pero él se dio al trabajo del confesionario, del púlpito, de dar tandas de Ejercicios y a dirigir a varias Congregaciones; además, salió en varias ocasiones a misionar junto con algunos compañeros fuera de la ciudad. El padre Repiso vivió este lugar la época más cruel de la persecución callista, durante la cual se dedicó a repartir clandestinamente la Eucaristía por todo León, de modo que la gente lo llamó “El Apóstol de la Eucaristía”.

Dentro de las virtudes que más brillaron en su vida se encuentran la paciencia con la cual sobrellevó su llaga durante más de veinte años, sin quejarse y sin dejar su labor apostólica; del mismo modo soportó otras enfermedades que le aquejaban, como una hernia que solía estrangulársele generándole dolores atroces, hasta que el médico la reducía. También sobresalieron en su vida la obediencia, tanto al médico como a sus superiores, y la caridad, practicando las obras de misericordias corporales y espirituales. Muchas personas aseguran haber recibido favores especiales, especialmente en cuanto a salud se refiere, gracias a la intercesión del Padre Repiso. Asimismo, algunas religiosas afirman haber visto al Padre levitar.

El padre Repiso murió finalmente el 27 de julio de 1929 a la edad de 73 años. Fue sepultado en el cementerio de San Nicolás, aunque años más tarde se trasladaron sus restos a la capilla de la Casa Generalicia de la congregación de las Esclavas del Divino Pastor, en la ciudad de México. En 1994 concluyó la fase diocesana de su proceso de beatificación, y en 1997 la fase romana.


Bibliografía

García Gutiérrez, Jesús. Biografía del R.P. Antonio Repiso, S.J. Jus, México, 1956. Márquez Montiel, Joaquín. Alboradas. Vida del R.P. Antonio Repiso S.J. Jus, México, 1963.


SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA