MERCEDARIOS EN PANAMÁ

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La presencia de los Religiosos de la Orden de la Merced en Panamá se compendia en dos etapas: La primera comenzó acompañando al grupo de descubridores españoles en 1519 concluyendo hacia 1825. La segunda se inició en 1980 y continúa en nuestros días.

Esta trayectoria mercedaria en tierras panameñas tiene características peculiares, en cuanto entre los primeros frailes misioneros llegados a estas tierras del Continente estuvieron los mercedarios.[1]Hubo desde los comienzos algunos rasgos que caracterizaron y continúan caracterizando la presencia de los religiosos mercedarios en Panamá, sembrando la Buena Semilla del Evangelio. Son abundantes estos escritos de la época colonial española conservados en el Archivo General de Indias (AGI) de Sevilla, España, que hablan de esta presencia y de su estilo. En ellos se consolida la memoria histórica mercedaria, no sólo en Panamá sino también en toda Hispanoamérica.


ETAPA COLONIAL ESPAÑOLA (1519-1825)

¿Quiénes fueron, cómo actuaron, qué hechos concretos realizaron los primeros mercedarios en Panamá, llegados de España? Cuando en 1543 se crearon tres provincias mercedarias en el Continente, la casa de Panamá fue asignada a la de Perú, y desde Lima apoyaron la acción misionera en Panamá. Hay que señalar algunos datos significativos tomados de una documentación conservada en el Archivo General de Indias en Sevilla (AGI).

Religiosos competentes: En el s. XVI aparece en escena el primer religioso mercedario, P. Francisco Bobadilla, acompañando a Pedrarias Dávila. En 1525 este mismo Gobernador de Castilla de Oro escribió al emperador Carlos V, pidiéndole entre otras cosas: “Mande proveer de religiosos y personas doctas que doctrinen los indios en las cosas de nuestra santa fe católica, porque acá hay mucha necesidad de ellos, sobre lo cual va el R. P. Francisco Bobadilla, vice provincial de la Orden de Santa María de la Merced destos reinos, a hacer relación a V. M., al cual humildemente suplico mande dar audiencia, porque es persona que con su ejemplo y doctrina ha fructificado mucho en la conversión de los indios, y dado mucha consolación a los cristianos con sus predicaciones; y es persona que sabe las cosas de acá como testigo de vista”.[2]

El P. Bobadilla consiguió en la Corte lo que deseaba, y volvió con doce religiosos para doctrinar la región panameña y centroamericana. No fue hombre para detenerse en un lugar. Parte de este primer equipo de misioneros, tras permanecer por breve tiempo en la primera casa o convento que tuvo la Orden de la Merced en tierra firme del continente, salió con el mismo P. Bobadilla estableciendo en otra población recién fundada (León) una nueva comunidad misionera. Hacia el sur del continente también dirigió sus pasos como capellán de los soldados, actuando como consejero y árbitro en las desavenencias entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro sobre la posesión del Cuzco.

Misioneros de primera hora con plena disponibilidad: A principios de febrero de 1534 residía en el convento panameño el P. Antonio Solís, con “más de 30 años de edad”, y a ruegos del licenciado La Gama “fue muchas veces a la isla de las Perlas a doctrinar y enseñar a los indios en las cosas de nuestra santa fe católica y a bautizar a los que pedían el bautismo”. Esta última frase recuerda la plena libertad de los catecúmenos, objetando ciertos supuestos que generalizan la imposición de la fe en los indígenas. La isla quedaba muy a trasmano y se hallaba tan falta de alimentos que no se podía sustentar un clérigo, por lo cual “no se encontraba quien fuese”. La disponibilidad del fraile mercedario contrasta con el resto de clérigos y religiosos de otras Órdenes religiosas ya establecidas en la ciudad. Acompañó “a La Gama siempre que fue a visitar las ciudades de Nombre de Dios, de Natá y de Acla”.[3]

Defensores de la libertad del indígena: El P. Juan Almazán, proveniente del convento de Sevilla, en 1550 ejercía de comendador [prior] en Panamá, e impulsado por su ideal carismático de redentor, apoyó una comunidad de religiosos mercedarios en aquella región para que los nativos “sean libres, que se haga lo mandado, proveyéndoles de mantenimiento spiritual e corporal e quien los tenga en justicia”.[4]Quedaron libres más de 500, repartidos en tres asentamientos Otoque, Taboga y en el Cerro (Ancón) que encargaron de doctrinarlos a los religiosos franciscanos.

Generosos colaboradores con la ciudadanía: A finales de ese siglo XVI trabaja en el escenario de Portobelo el P. Juan Avendaño, ejerciendo de capellán de los fundadores de aquella población. Lo expresaba en estos términos: “Y yo sólo, sin otro clérigo ni sacerdote, serví la dicha capellanía y administraba los sacramentos a los dichos comisarios y toda la gente de trabajo, padeciendo yo en ello tanto que andaba aquí por los montes y ayudaba a cargar la madera y asistiendo al trabajo personal del servicio de su majestad, de cuya causa a estar enfermo que estuve al punto de muerte. Y así es público y notorio”.

Y reafirmaba el trabajo de la comunidad de frailes mercedarios de aquel lugar asegurando que “acudimos al servicio de la dicha capellanía de las fábricas, castillos y fortificaciones con todo cuidado y puntualidad, con satisfacción de los superiores de las dichas fábricas y consuelo espiritual de la gente de ellas”.[5]

Un siglo de despliegue misionero: Fue durante el siglo XVII el tiempo en que el trabajo misionero de los mercedarios en Panamá adquirió mayor desarrollo. En sus inicios atrae la atención de historiadores la persona del P. Melchor Hernández. Es, sin duda, el religioso que aglutina la labor evangelizadora de cuantos misionaron en el Istmo. Fue la suya una carrera maratoniana que comenzó hacia 1604 y seguía entregado a su quehacer misionero entre los cotos y borucas en San Pedro Espartara y San Pablo del Platanar en 1638. A miles de personas bautizó y doctrinó con perseverante celo. El 25 de junio de 1607 el Presidente de la Audiencia D. Francisco Valverde informaba que el P. Melchor “sabe ya casi la lengua de los indios, confiesa muy bien en ella y empieza a predicar; y con lo que los indios han conocido de él, le respetan y aman, y acuden con particular cuidado a la doctrina que él va criando, con su gran caridad y como buen maestro”.[6]Este religioso entregó lo mejor de su vida haciendo realidad su profesión religiosa de redentor, como así se refería la Orden de la Merced en su finalidad y ministerio religioso.


LA ORDEN DE LA MERCED Y DE REDENCIÓN DE LOS CAUTIVOS

La Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos, más conocida como Orden de la Merced, cuya sigla es O. de M., (en latín: Ordo Beatæ Mariæ Virginis de Redemptione Captivorum), es una Orden religiosa católica, fundada en 1218 por San Pedro Nolasco (ca. 1180–1245) para la redención de los cristianos cautivos en manos de musulmanes (60.000 fueron los cautivos cristianos liberados por la Orden hasta 1779).[7]

En los siglos XII y XIII el mundo meridional europeo, y de modo especial los reinos cristianos de la Península ibérica (Aragón-Cataluña; Castilla-León; Portugal) vivían en plena época llamada de la «Reconquista» del antiguo territorio hispano-visigodo, invadido por los musulmanes procedentes del Norte de África a partir del 711. En esta lucha intermitente y plurisecular, los cautivos cristianos por parte musulmana fue una constante.

Muchos de ellos eran llevados al Norte de África en condiciones de auténtica esclavitud. Nacen así las Órdenes de redención de los cristianos cautivos; entre ellas la «Orden Trinitaria» en Francia,[8]y la Mercedaria en España. Los Frailes de estas órdenes hacían voto de ocupar el puesto de los cautivos si ello fuese necesario, canjeando su libertad por la de los cautivos. Una de las figuras más conocidas en la historia de esta liberación-canje es la de Miguel de Cervantes Saavedra, liberado de la mazmorra de Argel donde se encontraba encadenado, por los Frailes Trinitarios.

El mejor resumen de este heroico canje lo hace Miguel de Cervantes en su novela «La española inglesa» ( 1613): “Trujéronnos a Argel, donde hallé que estaban rescatando los padres de la Santísima Trinidad; hablélos, díjeles quién era; y movidos de caridad, aunque yo era extranjero, me rescataron en esta forma: que dieron por mí trescientos ducados, los ciento luego, y los doscientos cuando volviere el bajel de la limosna a rescatar al padre redentor, que se quedaba en Argel empeñado en cuatro mil ducados, que había gastado más de lo que traía, porque a toda esta misericordia y liberalidad se extiende la caridad de estos Padres, que dan su libertad por la ajena y se quedan cautivos por rescatar cautivos”.[9]

De Pedro Nolasco se conoce poco. Un joven mercader de telas de Barcelona intentó poner remedio a aquella dramática situación. Pronto empezó a actuar en la compra y rescate de cautivos, vendiendo cuanto tenía. La noche del 1 de agosto de 1218 se le apareció la Virgen María, le animó en sus intentos y le transmitió el mandato de fundar la Orden Religiosa de la Merced para la redención de cautivos. Esta advocación mariana, que nace en España, se difundirá por el resto del mundo. Fue aprobada por la Santa Sede en 1265.

Fue así como Pedro Nolasco funda una orden dedicada a la «merced» (realización de una buena acción sin esperar nada a cambio). Su misión era, pues, la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los musulmanes. Muchos de los miembros de la Orden canjeaban sus vidas por la de presos y esclavos. Fue apoyado en la fundación por el rey Jaime I el Conquistador de Aragón. Los primeros mercedarios tomaron parte en la conquista de Mallorca en 1229 y en la de Valencia en 1238, y también recibieron constantes beneficios del rey.

El año 1265 aparecieron las primeras monjas mercedarias, inspiradas por Santa María de Cervelló. San Pedro Nolasco y sus frailes serían muy devotos de la Virgen María y la tomaron como patrona y guía. Por eso la honran como Madre de la Merced o Virgen Redentora. En 1240, muere el fundador.

Una vida consagrada a la liberación de los oprimidos

Los mercedarios se comprometen con un cuarto voto, añadido a los tradicionales de pobreza, obediencia y castidad de las demás órdenes, a liberar a otros más débiles en la fe, aunque su vida peligre por ello. Los frailes mercedarios profesan la Regla de San Agustín, como otros frailes llamados mendicantes, fundados entre los siglos XIII y XIV, pero con Constituciones propias.[10]

Por este motivo la Orden durante un breve periodo incluyó en su nombre las palabras Ordinis Sancti Agustini (Magister ordinis Sancti Agustini domus sancte Eulalie Barchinone et eciam Mercedis Captivorum, 1246).[11]Estaba compuesta por religiosos y caballeros (frailes legos o laicos, no sacerdotes) que recibieron la institución canónica del obispo de Barcelona, y la investidura militar del rey Jaime I el Conquistador.

El hábito de los frailes es “blanco, de materia sencilla, compuesto de túnica, cinturón, escapulario, capilla [capucha sujeta al cuello de la capa o hábito] y escudo [formado por dos estratos o divisiones; la superior ostenta una cruz griega, blanca sobre fondo rojo; la inferior está formada por las barras verticales rojas y amarillas, características de la heráldica catalana-aragonesa; todo coronado por la corona real, en cuanto la fundación había sido apoyada por la Corona Aragonesa”.[12]

El fundador fue San Pedro Nolasco (1189-1245; canonizado por Urbano VIII el 30 de septiembre de 1628) a partir del 1218, en Barcelona; la Orden fue aprobada en 1235 por el papa Gregorio IX con la Bula «Devotionis vestrae».[13]El carisma específico de los frailes Mercedarios, fundados en sus comienzos para la redención de cautivos cristianos mantenidos en régimen de esclavitud, especialmente bajo el poder musulmán en el norte del África islamizada, pasarán muy pronto al Nuevo Mundo o América dando a su presencia este peculiar cariz de sus orígenes de liberación de esclavos y oprimidos.

Desde 1259 los Frailes Mercedarios empezaron a difundir la devoción a la Virgen de la Merced (o de las Mercedes), extendiéndola por el mundo. El culto se difundió muy pronto por Cataluña y por toda España, Francia e Italia a partir del siglo XIII. Los Mercedarios llegarán al continente americano y pronto la devoción a la Virgen de la Merced se propaga ampliamente. El carisma mercedario ha sido fecundo en muchas otras fundaciones a lo largo de la historia de la vida religiosa, sobre todo femenina, a partir del siglo XIX, cuando se difunde una mayor sensibilidad sobre los problemas sociales de muchos grupos marginados, sobre todo en el mundo del proletariado de la naciente sociedad industrial.

En la América Latina tendrán presencia y edificarán casas en Cuba, la República Dominicana, Perú, Argentina, Venezuela y muchos otros países donde la Virgen de la Merced es muy venerada. Ella es la patrona de Barcelona, ciudad en la que falleció el fundador y donde tuvo su origen la Orden de la Merced.

El carisma de la Orden mercedaria se adaptó muy pronto a la evolución de formas y situaciones nuevas de cautiverio y esclavitud. Su experiencia misionera americana fue una de las primeras y se encontraron en la necesidad de enfrentarse con nuevas formas de esclavitud. Por ello, esta Orden mendicante, que entonces se encontraba en España en uno de los mejores momentos de renovación de la vida religiosa, entrará en el Continente americano entre las primeras cinco Órdenes misioneras del mismo, escogidas precisamente por aquella experiencia de radical seguimiento evangélico a sus orígenes carismáticos.

Como las demás Órdenes religiosas mendicantes, también los Mercedarios pasarán por varias etapas en su presencia americana, y también sufrirán una penosa crisis interior así como las consecuencias generales de una decadencia, de la que se repondrán en la edad contemporánea. Entre 1776 y mediados del siglo XIX se producen las últimas redenciones de cautivos,[14]por lo que desde ese momento se hace necesario redefinir las funciones de la Orden.

Así, desde la restauración de la Orden en 1880 por el Maestro General P. Pedro Armengol Valenzuela, se produjo una reflexión para profundizar en cuál debía ser la tarea de los mercedarios en los nuevos tiempos. A partir de ahí, se abrieron colegios en España y se establecieron misiones (por ejemplo, en 1922 en el Piauí, Brasil).[15]

En las Constituciones de la Orden de 1986, actualmente en vigor, se dice: “Las nuevas formas de cautividad constituyen el campo propio de la misión y cuarto voto mercedarios, se dan allí donde hay una situación social en la que concurran las siguientes condiciones:

  1. es opresora y degradante de la persona humana;
  2. nace de principios y sistemas opuestos al evangelio;
  3. pone en peligro la fe de los cristianos; y
  4. ofrece la posibilidad de ayudar, visitar y redimir a las personas que se encuentran dentro de ella.”[16]


== EL CARISMA DE LA ORDEN EN LOS COMIENZOS DE LA PRESENCIA MISIONERA CATÓLICA EN AMÉRICA

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El P. Melchor Hernández O.d.M. plasmó efectivamente en el siglo XVII los principios de una auténtica teología liberadora. La escribió con su propio estilo. Se adelantó a las teorías del siglo XX-XXI. Marcó un camino imborrable de verdadera evangelización. “Treinta y cuatro años empleados en propagar la fe cristiana, predicando el evangelio, catequizando y bautizando innumerables infieles, dan mérito suficiente para aplicarle el calificativo de apóstol del cristianismo, poseído del santo anhelo de extender y acrecentar el reino de Cristo sobre la tierra”.[17]


Nos dejó un texto antológico, fechado el 12 de junio de 1620 en Panamá, del máximo interés y actualidad. Es el «Memorial de Chiriquí». Un ejemplar del mismo se encuentra en el Museo Británico.[18]Según Phillip Young, el nombre del pueblo guaymí, aparece mencionado por primera vez en las «Crónicas» de Fernando Colón, quien relata el cuarto viaje de Cristóbal Colón por las costas caribeñas del istmo, en 1502.

Según los cronistas españoles, los aborígenes llamaban a esta región Chiriquí o Cheriqué, vocablo que para los indígenas ngäbe-buglé significa «valle de la Luna». Según el historiador Ernesto J. Castillero, la primera vez que se menciona el nombre Chiriquí en un documento es en la «Relación», de Gil González Dávila, quien en 1522 recorrió la costa panameña del Pacífico.[19]

El historiador panameño Alfredo Castillero ha destacado la labor sacerdotal del P. Melchor en cuatro aspectos: 1. La ayuda en las reducciones; 2. La pacificación de varias tribus; 3. El arbitraje y conciliación para el progreso de los pueblos y 4. La defensa de los indios y su denuncia ante las autoridades.[20]

Rasgos de una positiva inculturación:

Junto al P. Melchor Hernández anduvo también misionando entre los chiriquíes el P. Juan González. Un texto del siglo XVII del famoso dramaturgo y mercedario Fray Gabriel Téllez (Tirso de Molina) que conoció la realidad americana, sobre estos dos religiosos ofrece algunos rasgos de estos dos grandes misioneros mercedarios. Fray Gabriel, además de su experiencia misionera en Santo Domingo (1616-1618), una vez regresado a España, recibió información de palabra y por escrito de la actividad de sus hermanos mercedarios contemporáneos, testimonios que aprovechó como cronista general de la Orden.

De su Historia es el texto siguiente: “Se metieron entre ellos, y a poder de regalos, caricias y dádivas, los fueron reduciendo de salvajes a policía humana; aprendieron su lengua, predicáronles, edificáronles habitaciones al modo de las nuestras, desencastilláronlos de aquellos riscos, enseñáronlos a ser repúblicos, bautizaron a los más de ellos, y en pocos meses anduvo tan solícita la divina gracia y el fervor de estos sus ministros, que parecían los doctrinados otros totalmente diversos; vistiéronlos, enseñáronlos a labrar la tierra, cultivar los campos, criar ganados y en todo se portaron los indios tan dóciles y mansos, como si desde las cunas los hubieran trasladado a la policía cristiana, olvidando no sólo sus brutales vicios, pero aún su materna lengua, porque hoy día ninguno sabe otra que la castellana. Trabajaron en fructificar esta heredad inculta estos dos obreros religiosos, el tiempo necesario para dejarla fértil y segura”.[21]

Ejercicio del carisma de la Orden de la Merced

Cuando en enero de 1671 el pirata Morgan invadió y saqueó la ciudad de Panamá,[22]el P. Fernando Nieto Valera, comendador de la Merced, afrontó maltratos y ofreció su vida por la liberación de cerca de un millar de ciudadanos cautivos por el pirata. En 1678 relató su experiencia redentora. Subrayo el momento de su ofrecimiento como rehén por la libertad del resto de cautivos:

“Fue hecho prisionero con algunos súbditos después de haber sumido el Sacramento y puesto en salvo algunas imágenes y sagrados vasos. Que habiéndole apremiado con muchos géneros de martirios sobre que revelase secretos de nuestra resistencia y poder, respondió con astucia, de modo que atemorizados les obligó a retirarse al sitio de Cruces, llevándose más de ochocientas personas prisioneras con el dicho suplicante. Pudo su misma calamidad ser el único remedio de la libertad de dichos prisioneros.

Que por solicitarle el dinero de su rescate se vio tres veces en peligro de muerte por haberse dado en prenda del precio. Que no pudiéndose cumplir con la suma que pidió el enemigo por todos los cautivos fue nuevamente maltratado. Y habiendo logrado la libertad de los españoles fue el último en consecuencia que, habiendo sido echado en la costa de Portobelo, andando por las montañas a pie descalzo, llegó a Panamá donde en su convento de la Merced, a quien había perdonado el incendio, o por la majestad de su fábrica o por milagrosa Providencia, habiéndole purificado de las profanidades del hereje, hizo recoger los cadáveres de todos los soldados que en la batalla murieron y les enterró en sus con cristianas ceremonias y oficios fúnebres”.[23]

Otro gran misionero mercedario del siglo XVII fue el doctrinero P. José Cevallos, de quien el obispo Lucas Fernández de Piedrahíta se expresaba el 11 de noviembre de 1679 que los habitantes del pueblo de San Pedro Nolasco, que él había fundado en la provincia de Veragua, estaban “bien adoctrinados, pues además de la aplicación con que procede a su enseñanza, ha hecho lo más para que se logre el buen ejemplo que les da con sus costumbres, en que reconocí la acertada elección que su majestad (que Dios guarde) hizo de su persona para semejante ministerio. Los indios viven muy gustosos de tenerlo por su Cura y agradecidos de que los haya reducido a vida política”.[24]

Entrega de las Doctrinas al clero diocesano: En el siglo XVIII vivieron los mercedarios una lenta agonía en la vida religiosa, como otras muchas órdenes religiosas y por ello sufrió su tradicional empeño evangelizador; primero por la reducción del número de religiosos debido tanto a una crisis interna galopante como a una «desamortización» ante tempus operada por la Corona de conventos demasiado poderosos en haciendas y riqueza, y también por una progresiva decadencia de los mismos, y por otra parte, por la misma voluntad de la jerarquía episcopal de entregar las Doctrinas al clero diocesano. No obstante estos factores, hay que destacar la figura del religioso de 72 años, P. Francisco Julián Aguirre, cuando en 1761 entregó la Doctrina de Chiriquí. Tres años antes, el obispo Francisco Javier de Luna y Victoria calificaba al religioso como “muy celoso del culto divino y de la doctrina de sus feligreses, que siempre había gastado en su iglesia una gran parte de su estipendio y que durante la visita no tuvo contra él ningún cargo ni mal informe”.[25]

Opciones personales en el período de emancipación En los umbrales del siglo XIX, por decreto de las Cortes Españolas se suprimieron los capítulos provinciales, por lo cual los conventos se gobernaron con total autonomía. En 1825 se nombraron los últimos comendadores [priores] de Panamá y Portobelo. En el ambiente de emancipación del Istmo participó el P. Ezequiel Cabezudo “religioso mercedario español, fervoroso partidario de nuestra independencia de España”,[26]que residía secularizado en Penonomé. Con el decreto de Tuición expedido en julio de 1861, confiscando los bienes de la Iglesia, se suprimieron los conventos y se aplicaron penas de destierro a quienes no acataron la resolución.

Quien destacó en esta época de independencia fue el P. José Higinio Durán y Martel Alcocer, nacido en Lima Perú el 9 de junio de 1748, fallece en Panamá (comunidad de Chepo) el 22 de octubre de 1823. Había ocupado puestos de gran responsabilidad en la provincia mercedaria peruana, viviendo algunos años en Madrid. El Papa Pío VII lo eligió obispo de Panamá el 18 de diciembre de 1815. Tomó posesión de la diócesis el 3 de agosto de 1817. Suscribió el Acta de Independencia el 28 de noviembre de 1821 y colaboró económicamente sufragando los primeros gastos del nuevo gobierno. Falleció en Chepo, durante su visita pastoral, el 4 de octubre de 1823.

El movimiento panameño de independencia de la Corona Española se había iniciado el 10 de noviembre de 1821 con la Independencia de la Villa de Los Santos dirigido por Segundo Villareal, la cual contó con el respaldo de otras poblaciones como Natá de los Caballeros, Penonomé, Ocú y Parita. Se proclama finalmente la independencia de Panamá el 28 de noviembre de 1821, y acto seguido, decide de manera voluntaria unirse a la Gran Colombia, conformada por los departamentos de Cundinamarca, Quito y Venezuela.


II. ETAPA CONTEMPORÁNEA (1980…)

Parroquia Nuestra Señora de Fátima, en El Chorrillo, Panamá: Tras una ausencia de 155 años volvieron de nuevo los religiosos mercedarios a Panamá. Fue el 17 de febrero de 1980. Relataba el protagonista de este regreso, P. Joaquín Millán: “Traíamos la ilusión virgen por trabajar entre los pobres, en el barrio más marginal de Panamá”. Quien le acompañó en esa primera tarea pastoral fue el P. Tomás Tomás. El P. Millán siguió escribiendo sus impresiones: “¡Qué sensación de abandono, suciedad, desorden, sordidez, vicio, pobreza… en la gente de la calle! Es una impresión agresiva, que da miedo y repele. Sólo por Dios se puede venir a un lugar como éste”.

No había transcurrido un año, cuando después de haber examinado más a fondo la realidad circundante y asociando personas con sensibilidad espiritual y posibilidades económicas, “trazamos la estrategia a seguir en los diez años siguientes: 1. Crear un comedor parroquial. 2. Instituir la clínica con médicos voluntarios. 3. Abrir sendos hogares para acoger muchachos y muchachas con dificultades personales o familiares. 4. Organizar un hogar para ancianos. 5. Fundar una escuela vocacional, en la que enseñar artes y oficios prácticos”.

La asistencia sacramental y dirección espiritual fueron parejas a estas acciones caritativas. A partir de 1986 también llegó una comunidad de Hermanas Mercedarias de la Caridad para hacerse cargo del hogar de muchachas.[27]En abril de 1988 anotaba también el P. Joaquín Millán: “Todo el país está paralizado. Nosotros empeñados en dar de comer a filas interminables de niños débiles, en paliar el sufrimiento de muchas familias, en contagiar esperanza…, pretendemos leer los signos de los tiempos. Señor, ten piedad de Panamá”. Trascurridos casi cuarenta años de esta anotación, la realidad social aunque no ha cambiado mucho, la acción de los religiosos y religiosas sigue con redoblado empeño. Se ha extendido el trabajo pastoral en las cárceles, se ha creado en Burunga, corregimiento del distrito de Arraiján en la provincia de Panamá Oeste, un complejo asistencial para numerosas familias del área, pero especialmente para la niñez con los más modernos medios sanitarios y educativos. Otra presencia de los frailes mercedarios en Panamá es la Parroquia Nuestra Señora de la Merced, Casco Antiguo de Panamá.

En 1984 Don Marcos Gregorio McGrath, a la sazón arzobispo de Panamá, ofreció a los Religiosos Mercedarios volver a regentar su propio templo. Los religiosos emprendieron entonces esa nueva etapa de atención pastoral. En 1987 adquirieron el edificio adjunto que había sido el convento mercedario en la época colonial española, para desempeñar mejor las actividades pastorales. En marzo de 1990 quedó remodelado y en uso para la nueva comunidad de religiosos y asistencia formativa a los fieles de la parroquia. En el siglo XXI se evidencia la notable importancia del histórico templo en atención religiosa, como en la restauración del mismo como patrimonio de la Nación, con la creación de espacios culturales, como es el Museo de la Merced.

Si en un principio se destacan los dos religiosos que protagonizaron esta nueva presencia en Panamá, no es menos de enfatizar el dinamismo de los actuales, consagrados sea al trabajo pastoral directo como a promover las obras de misericordia, de promoción social y de liberación cristiana. La Orden de la Merced continúa presente en la vida religiosa y social de Panamá. Aunque los religiosos siempre han sido pocos en número, han siempre tratado de ser una presencia viva de lo que su carisma siempre ha sido: el rostro de la misericordia de Dios con los oprimidos y marginados. En tal luz la Orden Mercedaria intenta renovar su compromiso evangelizador, bajo la protección de Santa María La Antigua.[28]

NOTAS

  1. José ZAPORTA PALLARÉS, O. de M., “Religiosos Mercedarios en Panamá (1519-1992). Con testimonios históricos de Tirso de Molina”, ed. Revista “Estudios”, Madrid 1996, 302 páginas.
  2. Pedro Nolasco PÉREZ, Religiosos de la Merced que pasaron a la América Española (1514-177). Con documentos del Archivo General de Indias. Sevilla 1924, p. 31s. Archivo General de Indias (AGI)1-1-1/28, n. 18.
  3. Pedro Nolasco PÉREZ, Religiosos, o. c., pp. 189.
  4. Pedro Nolasco PÉREZ, Religiosos, o. c., pp. 98-100; AGI 51-1-17/13.
  5. AGI 77-1-30.
  6. AGI 69-2-25.
  7. Para datos más específicos: cf. http/www.ordenmerced.org
  8. La Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos (en latín Ordinis Sanctae Trinitatis et Captivorum, conocida también como Orden Trinitaria o Trinitarios, fue fundada por el francés Juan de Mata (1154-1213), de origen provenzal, con Regla propia, aprobada por Inocencio III el 17 de diciembre de 1198 con la bula Operante divinae dispositionis; a la que se unió Félix de Valois (cofundador de la Orden). Es la primera institución oficial en la Iglesia dedicada al servicio de la redención con las manos desarmadas, sin más armadura que la misericordia, y con la única intención de devolver la esperanza a los hermanos en la fe que sufrían bajo el yugo de la cautividad. Es también la primera Orden religiosa no monástica y una de las principales órdenes religiosas que se extendieron por España y Europa durante la Baja Edad Media.
  9. MIGUEL DE CERVANTES, Novelas Ejemplares, Espasa Calpe, Madrid, 1985, p. 279.
  10. Art. 2, Constituciones de la Orden de la B. V. María de la Merced, Roma, 1986.
  11. Fr. Faustino D. GAZULLA, La Orden de Nuestra Señora de la Merced. Estudios histórico-críticos (1218 - 1317), Tomo I, Valencia, 1985, p. 136.
  12. Art. 107, Constituciones de la Orden de la B. V. María de la Merced, Roma, 1986.
  13. A. Mª. CHERUBINI LAERZIO, Magnum Bullarium Romanum. Tomus I, Lyon, 1692, p. 105. Para un comentario jurídico de la bula, ver Fr. Serafín FREITAS de, Bullae et privilegia Sacro ac Regali Ordini Beatae Mariae de Mercede Redemptionis Captivorum, Madrid, 1636, ff. 1 - 3.
  14. VV. AA., La Orden de Santa María de la Merced (1218 - 1992). Síntesis histórica, Roma, 1997, pp. 235 - 239.
  15. http://web.archive.org/web/http://www. mercedarios.org.br/index.asp?hp=paginas/nossahistoria#
  16. Art. 16, Constituciones de la Orden de la B. V. María de la Merced, Roma, 1986.
  17. Pedro Nolasco PÉREZ, Historia de las Misiones Mercedarias en América, Madrid 1966, p. 515.
  18. José ZAPORTA PALLARÉS, O. de M., “Religiosos Mercedarios en Panamá (1519-1992). Con testimonios históricos de Tirso de Molina”, ed. Revista “Estudios”, Madrid 1996, 302 páginas.
  19. Hoy Chiriquí es una de las diez provincias de Panamá. Su capital es David. La provincia de Chiriquí se encuentra ubicada en el sector oeste de Panamá teniendo como límites al norte la provincia de Bocas del Toro y la comarca Ngäbe-Buglé, al oeste la provincia de Puntarenas (en la República de Costa Rica), al este la provincia de Veraguas y al sur el océano Pacífico.
  20. Alfredo CASTILLERO CALVO, Estructuras sociales y económicas de Veragua desde sus orígenes históricos, siglos XVI y XVII (Panamá 1967), páginas 117-137.
  21. Fray Gabriel TÉLLEZ (TIRSO DE MOLINA), Historia general de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, Madrid 1973-1974, t. II, p. 378.
  22. Henry Morgan (Llanrumney, Gales, Reino de Inglaterra, c. 1635 – Lawrencefield, Jamaica, 25 de agosto de 1688). En Jamaica empezó a asociarse con otros filibusteros de la época, como Christopher Myngs y el neerlandés Eduard Mansvelt, de quien fue seguidor; emprendió varias campañas bélicas contra las posesiones españolas en la zona del mar Caribe. Realizó su primera operación a gran escala en 1668 al saquear la ciudad de Puerto Príncipe (actual Camagüey) en Cuba, y culminó con la atrevida acometida a la ciudad de Panamá en 1670. Atraviesa el istmo de Panamá a través de la selva, demostrando sus dotes de mando al encabezar una banda de asaltantes. La fama de Morgan se incrementó entre los piratas del área por este ataque. Sobre Morgan escribieron muchos, alcanzando notable y triste fama; entre ellos: el también pirata francés Alexandre Olivier EXQUEMELIN (1645-1707): Histoire des Aventurires (1686), historia de las correrías de estos piratas con varias versiones y traducciones al inglés, entre otras (Bucaniers of America ;The History of Bucaniers. Morgan le denunció por considerarse dañado por su relato. A pesar de los desmanes cometidos durante sus expediciones en América, Morgan fue nombrado caballero por el rey Carlos II de Inglaterra el año de 1674, y ocupó el cargo de Teniente Gobernador de Jamaica, donde ejerció la función de perseguir a piratas de la zona. Es de notar el apoyo claro y eficaz del gobierno inglés de entonces a los piratas en su lucha contra españoles y portugueses. Al morir, los restos de Morgan fueron sepultados en el cementerio de Palisadoes de Port Royal.
  23. AGI 69-4-35.
  24. AGI 69-3-7.
  25. AGI 109-2-18.
  26. Agustín JAÉN AROSEMENA, Historia de la Iglesia en Coclé. Panamá, Imprenta Universitaria, p. 59.
  27. La Congregación de Hermanas Mercedarias de la Caridad fue fundada por el sacerdote granadino Juan Nepomuceno Zegrí Moreno, en la ciudad de Granada (España) en 1878. El lema de la Congregación es: “Todo para el bien de la Humanidad en Dios, por Dios y para Dios”. El carisma de la Congregación es: “Curar todas la llagas, remediar todos los males, calmar todos los pesares, desterrar todas la necesidades, enjugar toda la lágrimas, no dejar, si es posible fuera en todo el mundo, un solo ser abandonado, afligido, desamparado, sin educación religiosa y sin recursos”. La Madre y Protectora de la Congregación es “María Santísima de las Mercedes, misericordia, ternura, compasión, amor y liberación”.
  28. Santa María la Antigua del Darién fue una antigua ciudad fundada en 1510, durante la colonización española de las Américas, por Martín Fernández de Enciso y Vasco Núñez de Balboa, según relata el cronista Fray Bartolomé de las Casas. Fue la capital de la Gobernación de Castilla de Oro hasta 1520, cuando se muda completamente la población, por orden de Pedrarias Dávila, a la Ciudad de Panamá. Algunas fuentes citan Santa María la Antigua del Darién o a Cumaná como la primera ciudad fundada por los españoles en tierra firme americana. Sus restos se encuentran geográficamente ubicados al sureste de Centroamérica, en el istmo de Panamá, en la costa del mar Caribe, en la región del Darién. Jurisdiccionalmente, en el departamento del Chocó, municipio de Unguía, República de Colombia.

BIBLIOGRAFIA

Para la historia de la Orden de la Merced:

  • Speculum fratrum Ordinis Beatissime Dei Genitricis Mariae de Mercede Redempcionis Captivorum, redactado por Nadal Gaver en 1445. Se conservan tres manuscritos: el conservado en el Archivo de la Corona de Aragón de 1445, en la biblioteca municipal de Toulouse de 1470, y en la Colección Robbins de la Universidad de Berkeley copiado poco después de 1445. Esta obra es fundamental por verse reflejada en crónicas posteriores. Cuenta con una historia de la fundación de la Orden, de los superiores de Barcelona, de las divisiones sucedidas en la Orden y con las Constituciones de 1272 (en catalán) y las albertinas de 1327.
  • Opusculum tantum quinque super commutatione votorum in redemptione captivorum redactadas por Gaspar de Torres, publicada en Salamanca en 1565. Junto con la Regla y Constituciones de la Orden, el autor añade dos opúsculos, uno en latín, De initio ac fundatione sacri Ordinis beatae Mariae de Mercede Redemptionis captivorum, y otra en español, Declaración en lengua vulgar de las Constituciones y Ordinario de la Religión, en la que dedica varios capítulos a hablar de la fundación.
  • Regula et Constitutiones sacri ordinis beatae Mariae de Mercede Redemptionis captiuorum, editadas por Francisco Zumel, en Salamanca en 1588. Al igual que en el caso anterior, junto a la parte jurídica de la Regla y las Constituciones, encontramos dos obras históricas: De initio ac fundatione Sacri Ordinis Beatae Mariae de Mercede Redemptionis captivorum, basada en la obra de igual nombre de Gaspar de Torres; y De Vitis Patrum que narra la vida de los Generales de la Orden desde el inicio, en este caso, el autor aduce fuentes propias, manuscritos antiguos, que harían, por ejemplo, que la vida de Pedro Nolasco contenga diferencias en los dos opúsculos.


  • Constituciones de la Orden de la B. V. María de la Merced, Roma, 1986.

Para la historia de la Orden de la Merced en Panamá:

  • ASOCIACIÓN HISTORIA ABIERTA, "La independencia del Chocó y los ambiciosos planes del Coronel José María Cancino" y "El ejército libertador y la Nación de los Cunas".
  • CASTILLERO CALVO, Alfredo, Estructuras sociales y económicas de Veragua desde sus orígenes históricos, siglos XVI y XVII (Panamá 1967).
  • CHERUBINI LAERZIO, A. Mª., Magnum Bullarium Romanum. Tomus I, Lyon, 1692.
  • EXQUEMELIN, Alexandre Olivier (1645-1707), Histoire des Aventurires (1686), historia de las correrías de estos piratas con varias versiones y traducciones al inglés, entre otras (Bucaniers of America ;The History of Bucaniers.
  • FREITAS de, Fr. Serafín, Bullae et privilegia Sacro ac Regali Ordini Beatae Mariae de Mercede Redemptionis Captivorum, Madrid, 1636, ff. 1 - 3.
  • GAZULLA, Fr. Faustino D., La Orden de Nuestra Señora de la Merced. Estudios histórico-críticos (1218 - 1317), Tomo I, Valencia, 1985.
  • JAÉN AROSEMENA, Agustín, Historia de la Iglesia en Coclé. Imprenta Universitaria, Panamá,.
  • PÉREZ, Pedro Nolasco, Historia de las Misiones Mercedarias en América, Madrid 1966.
  • PÉREZ, Pedro Nolasco, Religiosos de la Merced que pasaron a la América Española (1514-177). Con documentos del Archivo General de Indias. Sevilla 1924. Archivo General de Indias (AGI)1-1-1/28, n. 18.
  • TÉLLEZ (TIRSO DE MOLINA), Fray Gabriel, O.d.M., Historia general de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, Madrid 1973-1974, t. II, p. 378.
  • VV. AA., La Orden de Santa María de la Merced (1218 - 1992). Síntesis histórica, Roma, 1997.
  • ZAPORTA PALLARÉS, José, O. de M., “Religiosos Mercedarios en Panamá (1519-1992). Con testimonios históricos de Tirso de Molina”, ed. Revista “Estudios”, Madrid 1996.
  • Capítulos provinciales de la Orden de la Merced en el Reino de Guatemala (1650-1754). Transcripción, estudio preliminar, notas e índices, Fr. José Zaporta Pallarés, O. de M.; revisión por el académico Gerardo Ramírez Samayoa. Academia de Geografía e Historia de Guatemala, Guatemala, C.A., 2014.


JOSÉ ZAPORTA PALLARÉS