TORQUEMADA, Fray Juan de
(Palencia, 1557 – ciudad de México, 1624) Franciscano, misionero, historiador.
Se desconocen el lugar y el año exacto de su nacimiento. No obstante se considera que nació en España, probablemente en la Villa de Torquemada en Castilla la Vieja, pues era costumbre de los religiosos tomar por apelativo el nombre del lugar donde habían nacido. Al parecer llegó a la ciudad de México siendo un niño, pues él mismo señala que fue criado en ella: “No será justo que, llegando a ocasión de leer estos capítulos que atrás quedan escritos acerca del asiento, poblazón y grandeza de esta ciudad de México… quiera el lector notarme de apasionado por ella, pareciéndole que lo estoy en contar sus grandezas que, aunque es verdad que una de las tres cosas que ha de ser defendida…es la patria…aunque no lo es mía ésta, al menos téngola por propia, por haberme criado en ella”[1].
Tomó el hábito franciscano entre 1572 y 1577. Conoció a fray Bernardino de Sahagún, Bernal Díaz del Castillo y Diego Muñoz Camargo; Antonio Valeriano fue su maestro de náhuatl y fray Juan Bautista, de filosofía y teología. Fue ordenado sacerdote alrededor de 1582 y comenzó a trabajar con los indígenas. Más tarde pasó a Chiautla y al convento de Tlaxcala donde demostró su interés por conocer todo lo relacionado con el pasado indígena. Asimismo, hacia finales del siglo XVI fue guardián del convento de Zacatlán en la sierra de Puebla donde aprendió la lengua totonaca.
Llegó al convento de Santiago Tlatelolco en el año de 1603; en pocos años reedificó la iglesia de Santiago y la enriqueció con un hermoso retablo, tareas para las cuales tuvo que estudiar por su cuenta principios de arquitectura. Hacia 1604 acompañó al padre Juan Gómez a la erección de la Provincia franciscana en Zacatecas.
Al regresar se le encomendó la dirección de las obras de reparación de varias avenidas y represas que sufrieron los estragos de una fuerte inundación, aprovechando los conocimientos que adquirió al reconstruir la iglesia de Santiago. Algunas de estas obras fueron la construcción de la nueva calzada de Guadalupe, la de Chapultepec y parte de la de San Cristóbal que lleva a Ecatepec. En esta ocasión tuvo la oportunidad de interceder por los indígenas ante el virrey y la audiencia de México, buscando remediar las injusticias que contra ellos se cometían al ser utilizados como peones en la reconstrucción de las calzadas; consiguió que se les pagara en efectivo y se les proporcionara comida mientras trabajaran en esta obra.
En 1606 viajó a Jalisco para asistir a la fundación de la Provincia en este lugar; asimismo aprovechó el viaje para visitar el obispado de Michoacán. El 18 de enero de 1614 fue electo provincial de la Provincia del Santo Evangelio, cargo en el que permaneció hasta 1617 cuando le sucedió en el cargo fray Juan López.
Después de la publicación de su obra sobre la vida de fray Sebastián de Aparicio, sus superiores le encargaron una crónica sobre Las Indias en la que se incluyera el primer siglo de evangelización franciscana. Para la elaboración de esta obra tuvo la oportunidad, durante su estadía en Tlatelolco, de consultar las obras de fray Gerónimo de Mendieta, fray Toribio de Benavente, fray Bernardino de Sahagún, fray Bartolomé de las Casas y las cartas de Hernán Cortés. Además aprovechó las crónicas indígenas que había podido recopilar por su cuenta en sus diferentes viajes; entre éstas se incluyen un códice en parte pictográfico y en parte con anotaciones hechas con el alfabeto latino pero en lengua indígena, así como un breve texto sobre migraciones de los antiguos tlaxcaltecas. También utilizó las observaciones que había hecho sobre los accidentes geográficos en sus múltiples viajes misionales, especialmente durante el viaje que realizó a Veracruz, las cuales sirvieron para incluir en su obra importantes comentarios sobre los recorridos de los conquistadores en la Nueva España.
Esta obra fue titulada Los veinte y un libros rituales y monarquía indiana, con el origen y guerras de los indios occidentales, de sus poblaciones, descubrimientos, conquistas, conversión y otras cosas maravillosas de la misma tierra, pero es mejor conocida simplemente como Monarquía Indiana. Como su nombre completo lo indica, su contenido refiere las principales culturas prehispánicas así como los acontecimientos verificados durante el siglo posterior a la Conquista de México. Está escrita en tres volúmenes, distribuida en veintiún libros y fue resultado tanto de una compilación de trabajos ajenos como de una amplia investigación personal.
También escribió pequeñas obras de teatro en lengua indígena para que los naturales las representaran en las diferentes festividades cristianas. Fray Juan de Torquemada fue el primero de los cronistas franciscanos que logró la publicación de su obra principal, en la cual invirtió poco más de veinte años, terminándola alrededor de 1611.
Sin embargo, tanto su vida como su obra permanecieron en la sombra durante varios siglos, como señala Miguel León-Portilla en la introducción a la impresión que hizo Porrúa de Monarquía Indiana en 1969: “Paradójico resulta que, acerca de quien tanto hizo, sea tan poco lo que a raíz de su muerte había de escribirse. Mucho más se merecía Torquemada, el infatigable misionero, arquitecto, constructor de calzadas y represas, estudioso de varias lenguas indígenas, compilador de códices y manuscritos, y por encima de todo, historiador de las principales culturas del México antiguo y del primer siglo de vida novohispana. Al menos, dicho sea en compensación, en tiempos recientes su figura ha comenzado a ganarse la atención de algunos pocos estudiosos”[2].
La devoción de fray Juan podemos evidenciarla –además de en su continuo trabajo en la evangelización del Nuevo Mundo- en la dedicatoria que hace de su obra principal: “Todos los que escriben libros (Dios y Señor Mío) buscan modos, como más honrarlos, y ampararlos delos que los calumnian; y Unos los dedican a Reies, y Monarcas Poderosos, pareciéndoles, que en ellos está su defensa (…) a Vos, (Mi Señor y Mi Dios), os ofrezco mis escritos, porque sois el Criador de las Gentes que en ellos se contienen; Vos los descubristeis; Vos los vencisteis; Vos los convertisteis; y Vos los conserváis en el número que sois servido, a los convertidos”[3].
Fray Juan de Torquemada pasó los últimos años de su vida en el convento de Santiago Tlatelolco donde murió súbitamente el primero de enero de 1624.
Obras: Monarquía indiana; Vida de fray Sebastián de Aparicio.
NOTAS:
BIBLIOGRAFÍA:
- Torquemada, fray Juan de. Monarquía Indiana. Tomo I. Porrúa, México, 1969.
- León-Portilla, Miguel. “Biografía de fray Juan de Torquemada” en Torquemada, fray Juan de. Monarquía Indiana, Volumen VII, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, México, 1983, pp. 13-48.
SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA