CONQUISTA DE MÉXICO

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La conquista inconquistable

La conquista de México es un tema polémico que ha sido malentendido y distorsionado frecuentemente. De inicio se debe señalara que en sentido estricto no fue conquista, sino una guerra india provocada e instrumentalizada por los europeos, quienes jamás hubieran podido realizarla por sí solos. Sin embargo fue el término «conquista» el que se impuso para designar los acontecimientos de la primera mitad del siglo XVI que dieron origen a la Nación Mexicana. El estereotipo que, en general, se tiene de esos hechos es deprimente: así algunos los interpretan como la conquista de un gran imperio formado por unos crueles indios que sojuzgaban a los demás, pero, en el fondo, todos eran tan débiles y tan ingenuos que se dejaron engañar y subyugar por un reducido grupo de conquistadores europeos[1], y de la mezcla de esos dos -de ingenuos y de conquistadores- habría nacido México.

La realidad es muy diferente, más emocionante y enternecedora que la mejor obra de ficción. La nación mexicana no debiera existir dentro de la lógica de los aconteceres humanos, pues los indios eran inconquistables para las magras fuerzas españolas y, si por un imposible hubieran podido ser vencidos, la lógica pedía nuevamente que no se fusionaran, sino que hubieran sido exterminados o, al menos, marginados, como sucedió en tantas otras partes, con otras conquistas y con otras colonizaciones, incluso más o menos contemporáneas o inmediatamente posteriores al siglo XVI.[2]Pero no, aquí nació un pueblo auténticamente mestizo hasta en la proporción numérica, pues su nacer cobró la vida de la mayoría de sus protagonistas, tanto indios como españoles, (los primeros, desde luego, en mucho mayor número, pero más o menos en igual proporción), de modo que, como veremos, no es presunción, sino rigor histórico, proclamar que ese nacimiento es obra personal de la Madre de Dios.

El célebre jesuita José de Acosta, historiador e investigador científico, quien en la segunda mitad del siglo XVI vivió varios años en Perú y también algún tiempo en la Nueva España, comenta textualmente: "Sucedieron en esta conquista de México muchas cosas maravillosas, y no tengo por mentira ni por encarecimiento, lo que dicen los que escriben, que favoreció Dios el negocio de los españoles con muchos milagros, y sin el favor del cielo era imposible vencerse tantas dificultades y allanarse toda la tierra al mando de tan pocos hombres."[3]Y, un poco más adelante, especifica: "Quien estima en poco a los indios, y juzga que con la ventaja que tienen los españoles de sus personas y caballos, y armas ofensivas y defensivas, podrán conquistar cualquier tierra y nación de indios, mucho se engaña. Allí está Chile, o por mejor decir, Arauco y Tucapel, que son dos valles que ha más de veinte y cinco años, que con pelear cada año y hacer todo su posible, no les han podido ganar nuestros españoles casi un pie de tierra, porque perdido una vez el miedo a los caballos y arcabuces, y sabiendo que el español cae también con la pedrada y con la flecha, atrévense los bárbaros y entran por las picas, y hacen su hecho. ¿Cuántos años ha que en la Nueva España se hace gente y va contra los chichimecos, que son unos pocos indios desnudos, con sus arcos y flechas, y hasta el día de hoy no están vencidos, antes cada día más atrevidos y desvengonzados [...] No piense nadie que diciendo indios, ha de entenderse hombres de tronchos; y si no, llegue y pruebe. Atribúyase la gloria a quien se debe, que es principalmente a Dios y a su admirable disposición, que si Moctezuma en México y el Inga en el Perú, se pusieran a resistir a los españoles la entrada, poca parte fuera Cortés, ni Pizarro, aunque fueron excelentes capitanes, para hacer pie en la tierra."[4]

Otro historiador de la época, el franciscano Fray Jerónimo de Mendieta traslada a México lo que Acosta aduce de Chile: "Y aun los españoles en días pasados les tuvieron harto miedo (A los chichimecas) [...] pelean desnudos [...] es cosa increíble con qué espantable ferocidad menosprecian el resto de los que se les ponen delante, aunque sean hombres armados y caballos encubertados [...] son tan alentados, ligeros y sueltos en el correr, que por maravilla los alcanzan los caballos. Muchos ejemplos se podían contar del estrago que han hecho en los españoles, pero basta uno solo que acaeció cerca de un paso que llaman la Entrada de las Bocas, adelante de Zacatecas, donde no muchos de los chichimecas desnudos, con sus solas flechas de caña, dejaron muertos a una capitanía de más de cincuenta soldados, armados ellos y sus caballos a uso de guerra, con arcabuces y lanzas, sin escapárseles uno solo que llevase la nueva"[5]. Si eso hicieron los chichimecas, calculemos que habría podido hacer una nación de varios millones[6]en el ápice de su apogeo militar. Sencillamente ni con ametralladoras hubieran podido superarlos unos cuantos españoles, amén de que éstos tampoco fueron simples saqueadores y bandidos, sino gentes convencidas de su misión y limitada por una consigna, que casi siempre respetaron, de nunca atacar sin ser atacados.

Conformación de la expedición de Cortés

La Conquista de los territorios que poco después formarían la Nueva España fue encabezada por Hernán Cortés, quien fuera nombrado capitán de la tercera expedición organizada por el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, a las costas de Yucatán[7]. Si bien Cortés era subordinado de Velázquez, en realidad era él quien llevaba la iniciativa de aquella empresa, “tanto en obras como en gastos[8]. Partió la expedición del Cabo de San Antón hacia tierra firme el 18 de noviembre de 1519; antes de zarpar hubo misa solemne y un gran discurso de Hernán Cortés. La expedición estuvo integrada por once navíos; 518 hombres, de los cuales 45 artilleros, 16 jinetes, y 110 marineros; los capellanes fueron el fraile mercedario Bartolomé de Olmedo y el presbítero Juan Díaz quien, habiendo participado en la expedición de Grijalva, ofició la primera misa en Cozumel el 7 de mayo de 1518.

El piloto mayor era Antón de Alaminos, y los capitanes fueron Alonso Hernández Portocarrero, Alonso de Ávila, Diego de Ordaz, Francisco de Montejo, Francisco de Orla, Francisco de Saucedo, Juan de Escalante, Juan Velázquez de León, Cristóbal de Olid y Pedro de Alvarado. La mayoría de esos hombres tenían amplia experiencia en navegación y habían participado en varias acciones bélicas, mientras que Cortés solamente se había dedicado al comercio y a la escribanía. Pero el desembarco en Cozumel le dio la oportunidad de confirmar sus dotes de mando, ya que la nave en la que iba Pedro de Alvarado se adelantó dos días al resto, y al llegar a la mencionada isla saquearon unos pueblos obteniendo idolillos, diademas, gallinas, dos indios y una india. Al llegar Cortés hizo devolver los objetos y liberar a los prisioneros, dando muestra de sus objetivos sobre los cuales escribe José Vasconcelos: “Ahora, por primera vez, un capitán iba a hacer también de apóstol[9].

La expedición en Yucatán y Tabasco

Al desembarcar en Yucatán se enteró de que cerca de ese lugar vivían dos hombres que parecían españoles, a quienes mandó rescatar. Uno de ellos era Jerónimo de Aguilar, náufrago de una navío que navegaba de Panamá hacia Cuba y que vivió ocho años entre los mayas y aprendió su idioma; el otro era su compañero de naufragio Gonzalo Guerrero, a quien se le llama el “conquistador conquistado” porque decidió no regresar con los españoles, debido a que había formado una familia con una india y tenía ya tres hijos, además de haber sido nombrado cacique.

La primera batalla de la expedición contra los indígenas fue librada en Tabasco que en un primer momento habían sido amigos de Juan de Grijalva pero que en esta ocasión aparecieron sumamente agresivos y en buen número. Fueron abatidos por los españoles quienes ocuparon un pueblo que tenía una plazoleta con una ceiba. Más tarde continuaron avanzando, repeliendo el ataque de los naturales durante pocos días, hasta que finalmente se pactó la paz: los indios juraron acatamiento a Carlos V, se destruyeron sus ídolos y acabaron siendo atraídos por la misa, los bautizos y las procesiones. Los indios regalaron, según sus costumbres, veinte esclavas a los españoles entre las que se encontraba la Malinche, mujer de origen nahua que hablaba las lenguas maya y mexica. Había sido vendida como esclava por su madre y se sintió liberada al ser entregada a los españoles, a quienes sirvió de mucha utilidad como intérprete, demostrando gran fidelidad.

Fundación de Veracruz y arribo a Tlaxcala

La expedición dejó Tabasco y se embarcó hacia la isla de San Juan de Ulúa, la cual había sido descubierta un año antes durante la expedición de Juan de Grijalva y a la que llegó el 21 de abril de 1519. “Al día siguiente, que era Viernes Santo, desembarcaron todos y Fray Bartolomé de Olmedo, mercedario y capellán de la expedición, cantó una misa en su presencia.”[10]Acto seguido se trasladaron a tierra firme, y frente a San Juan de Ulúa Cortés fundó el Ayuntamiento de la Vera Cruz.

Gracias a la información que les proporcionaban los nativos, se enteraron de la dimensión del imperio azteca cuyo emperador, Moctezuma Xocoyotzin, envió espías a seguir los pasos de los españoles recién llegados. Hernán Cortés sabía que no obtendría refuerzos de Cuba debido a su desacato al gobernador Velázquez, por lo que también estaba impedido de volver a la isla, ya que un regreso precipitado significaría la ruina.

En medio de estas circunstancias se encontraban los expedicionarios cuando entraron en el pueblo de Cempoala. Ahí, gracias a la diplomacia de la que Cortés comenzaba a hacer gala, logró la amistad de los caciques locales, les habló de la grandeza del rey de España quien lo había mandado tanto a exigir acatamiento, como a ofrecer protección contra el opresor Moctezuma, y al mismo tiempo, les presentó el contraste de la religión cristiana con la brutalidad de los sacrificios humanos que realizaban cotidianamente. Mientras los españoles se encontraban en Cempoala, se presentó ante Cortés una incomparable oportunidad para hacerse de aliados indígenas: llegaron los enviados de Moctezuma a cobrar el acostumbrado tributo. Entonces Cortés se presentó ante ellos y les dijo que el rey de España no toleraba que se llevaran a las hijas de los caciques ni que les exigieran tributos desproporcionados; después hizo que los propios cempoaltecas los aprendieran y apalearan, mandó pregonar por todo el reino que ya no se debía pagar tributo a los aztecas y finalmente liberó a los maltrechos enviados de Moctezuma para que le dijeran a su emperador que los españoles querían ser amigos suyos.

En Cempoala mandó Cortés destruir cesar los sacrificios humanos y romper los ídolos. Hubo alguna resistencia por miedo a los dioses, pero los soldados españoles consumaron la tarea, limpiaron una de la pirámides impregnada de sangre y restos humanos en descomposición, y edificaron un altar romano sobre el que levantaron una Cruz y la imagen de la Virgen Madre de Misericordia; a continuación Cortés pronunció un discurso sobre la fe cristiana y Fray Bartolomé de Olmedo cantó la misa[11]. Los cempoaltecas se sentían cada vez más entusiasmados, pero sabían que los aztecas buscarían venganza, así que se unieron al ejército de Cortés, quien salió del reino de Cempoala seguido de unos dos mil indígenas.

A causa de un contratiempo interno, se retrasó por unas semanas la marcha sobre el imperio azteca, tiempo durante el cual llegó Francisco de Salcedo a Veracruz procedente de Cuba, con la noticia de la obtención por parte de Diego Velázquez del título de Adelantado y la facultad para poblar las tierras del Golfo de México. Ante tal informe, algunos soldados que seguían a Velázquez decidieron escapar de regreso a Cuba, tomando una nave. Entonces Cortés aprehendió a los conspiradores, ahorcó a uno de ellos llamado Diego de Peza y al resto les hizo azotar; envió un navío a España para llevar presentes y noticias al rey directamente, sin la intermediación de Cuba, al mando de Francisco de Montejo y de Alonso Hernández Portocarrero. Finalmente tomó la decisión de hundir todos los navíos que quedaban después de quitarles todo lo que pudiera servirles posteriormente.

Informado Cortés del antagonismo entre aztecas y tlaxcaltecas, decidió ir primero a Tlaxcala, pueblo gobernado por una especie de senado integrado por cuatro señores. Cortés ofreció su amistad a los señores de Tlaxcala, pero la mayoría del senado tlaxcalteca decidió entrar en guerra con los españoles. El enfrentamiento duró tres días, finalizando con una derrota sangrienta de los primeros.[12]Ante la victoria española, los partidarios de la paz en el senado tlaxcalteca acordaron una alianza con Cortés para combatir juntos al imperio de Moctezuma; como resultado de esta alianza, los españoles continuaron su camino un mes después acompañados de tres mil tlaxcaltecas.

Los españoles y sus aliados llegaron después a Cholula, donde fueron recibidos con presentes. Díaz del Castillo relata que días más tarde “vinieron ocho indios tascaltecas , de los que dejamos en el campo que no entraron en Cholula y dijeron a Cortés:«mira, Malinche, questa ciudad está de mala manera, porque sabemos questa noche han sacrificado a su ídolo, ques el de la guerra, siete personas, y los cinco dellos son niños, porque les den vitoria contra nosotros, e también hemos visto que sacan todo el fardaje e mujeres e niños» Desque aquello oyó Cortés, luego les despachó para que fuesen a sus capitanes los tascaltecas e questuviesen muy aparejados si les enviásemos a llamar.[13]Cuando los preparativos para el ataque fueron evidentes, los españoles mandaron llamar a los principales cholultecas y a unos embajadores de Moctezuma que se encontraban ahí para interrogarlos sobre su plan. Se acusaron los unos a los otros y Cortés, antes de ser acorralado ordenó el ataque que dio como resultado la “matanza de Cholula”, hecho aceptado y lamentado por los mismos españoles. Las noticias del ataque llegaron hasta Tlaxcala de donde salieron veinte mil soldados encabezados por Xicoténcatl para auxiliar al ejército de Hernán Cortés.

Los reinos indígenas que antes mantenían diferencias, se fueron uniendo a la lucha que encabezaba Hernán Cortés, durante el avance de las tropas españolas engrosadas ahora por seis mil tlaxcaltecas, un menor número de cempoaltecas e incluso por algunos cientos de cholultecas, a través del territorio de la futura Nueva España. Mientras tanto, Moctezuma seguía vacilante ante el avance de los invasores; finalmente decidió hacerlos entrar a la ciudad para encerrarlos y acabar con ellos más fácilmente. Para ello envió nuevamente una embajada con abundante comida, platos de oro y ropa de algodón, invitándolos a ser sus huéspedes. Continuaron los españoles su marcha hacia Tenochtitlán en medio de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y poco antes de llegar a su destino se encontraron con los reinos de Chalco y Tláhuac, cuyos caciques se quejaron también de los abusos de los mexicas. En ese mismo recorrido recibieron más regalos y amenazas de Moctezuma, advirtiéndoles que si retrocedían y se embarcaban les pagaría tributo y reconocería como señor al rey de España, de lo contrario, no se hacía responsable de lo que les pudiera suceder a él y a su gente[14].

Finalmente arribaron las tropas españolas a Tenochtitlán, ciudad cercada por agua y comunicada con tierra por medio de calzadas en las cuales había puentes levadizos, en donde los esperaba una gran comitiva conformada por miles de nobles que acompañaban a Moctezuma. Cortés y el emperador azteca intercambiaron regalos, y los visitantes fueron conducidos hasta un palacio que pronto los españoles convirtieron en una fortaleza colocando su artillería en la puerta. Ahí mismo, en la habitación principal fue instalado el primer altar cristiano, al frente del palacio se colocó una cruz y se dijo la primera misa. Cortés ofreció un banquete a Moctezuma y una vez concluido ya no lo dejó regresar, tomándolo como rehén, a efecto de garantizar la seguridad de los españoles y sus aliados. Durante su cautiverio, Moctezuma pasaba el tiempo jugando con los capitanes de Cortés y platicando con éste; de estas pláticas obtuvo el conquistador importante información sobre la extensión y la riqueza del imperio mexica, información en la que posteriormente se basó para enviar expediciones al norte.

Tiempo después, Cortés fue informado que habían desembarcado en Veracruz 1400 hombres al mando de Pánfilo de Narváez, enviados por Diego Velázquez, con la finalidad de llevarlo preso. Cortés decidió salir al encuentro de Narváez, dejando a cargo a Pedro de Alvarado y a 120 españoles en Tenochtitlán para cuidar a su rehén Moctezuma. Atacó Cortés por sorpresa a Narváez en una noche de tormenta, derrotándolo y obteniendo dieciocho naves y un ejército de españoles que aceptó sumarse a la expedición, con lo cual dobló en número a los que anteriormente tenía. Entonces mandó a Diego de Ordaz a ocupar Coatzacoalcos, y a Velázquez de León a reconocer el río Pánuco, ya que tenía noticias de otra posible expedición contra él. También envió otro navío a Jamaica para traer ovejas, toros, cerdos y caballos al continente, pensando a futuro en la población de las nuevas tierras.

Mientras tanto Pedro de Alvarado, que había quedado al mando en Tenochtitlán, realizó un enfrentamiento con los aztecas cuando estos estaban iniciando una de las muchas celebraciones que incluían sacrificios humanos. Rescató a algunas de las víctimas, dio muerte a los nobles y sacerdotes que presidían la festividad y se replegó al palacio donde la intervención de Moctezuma puso fin a la agresión. Sin embargo, quedaron sitiados por un numeroso grupo de guerreros aztecas encabezados por Cuauhtémoc, sobrino de Moctezuma. Tal fue la situación que encontró Cortés a su regreso quien, sin embargo, logró ingresar en el palacio. Le siguieron varios días de asaltos y refriegas que dejaron numerosos muertos y heridos entre los españoles. Se obligó a Moctezuma a que saliera a calmar a su pueblo pero éste lo recibió a pedradas, hiriéndole de muerte. Fue sustituido por Cuitláhuac, pero a los ochenta días del reinado de éste murió de viruela negra, por lo que le sucedió Cuauhtémoc.

Entonces, en la madrugada del 1° de julio de 1520 –conocida como La Noche Triste-↗, Cortés ordenó la evacuación sigilosa de la ciudad, huyendo entre siete y ocho mil hombres de los cuales sólo mil trescientos eran españoles. Cuando estaban por cruzar el último de los puentes, fueron atacados por los aztecas; en esa ocasión murieron alrededor de seiscientos españoles y casi todos sus aliados indígenas; también se perdieron cuarenta caballos. Perseguidos por un ejército azteca, los españoles se enfrentaron con ellos en Otumba, pudiendo seguir su retirada hacia Tlaxcala donde Cortés y sus hombres se recuperaron de sus heridas y comenzaron con los preparativos para regresar a Tenochtitlán, ordenando Cortés la construcción de trece bergantines a fin de poner sitio a esa ciudad.

Al comenzar el asedio a Tenochtitlán, Hernán Cortés contaba con cuarenta caballos, 550 peones, nueve piezas de artillería y un poderoso ejército auxiliar formado por sus aliados tlaxcaltecas, texcocanos y cempoaltecas. Los bergantines que habían sido construidos en Tlaxcala fueron conducidos por partes hasta las orillas del lago de Texcoco donde fueron botados. El asedio comenzó el 28 de abril de 1521 y duró casi cuatro meses, tiempo durante el cual hubo muchos combates donde pereció un gran número de indígenas aliados de Cortés y algunos españoles; todos ellos, al ser apresados, inmediatamente eran sacrificados a la vista de sus compañeros. Probablemente uno de ellos, portador del virus de la viruela, fue soldado llegado en la expedición de Pánfilo de Narváez, desatando entre los sitiados una epidemia que provocó una gran mortandad. Finalmente, el 13 de agosto de 1521 cuando Cuauhtémoc intentó huir en una canoa, un bergantín lo capturó, dando como resultado la caída de Tenochtitlán.

Después de tomada Tenochtitlán por las huestes de Hernán Cortés, continuaron las expediciones militares, principalmente al norte y al occidente, con el objetivo de encontrar un paso al océano y una ruta corta que los condujera a Asia. Al mismo tiempo comenzó el proceso de Evangelización de México y de integración cultural de los grupos indígenas, pues aunque “la conquista militar fue sin duda un drama para los indígenas, y la historia revela que fue inevitable (…) lejos de llevar a una tragedia, permitió el surgimiento de una nueva realidad y una nueva cultura[15].

Notas

  1. Por ejemplo, Duran, Historia de las indias. Tomo II, cap. 1, p.15, quien dice:"Caso, cierto de notar, que, desembarcando el Marqués del Valle en esta tierra con sólo trescientos hombres, [...], se atreviesen a acometer a millones de indios que en la tierra había, [...] y que todos aquellos millones de gentes tuviesen un corazón tan asombrado y cobarde que huyesen de los trescientos."
  2. cfr. el caso de las colonias anglosajonas en América del Norte o en otras colonias de matriz europea o asiática.
  3. Acosta Joseph de: "Historia Natural y Moral de las Indias". Primera edición en Sevilla, 1590. Fondo de Cultura Económica, México, 1a. reimpresión de la 2a. Edición, 1979, libro VII, cap. 26, pág. 371.
  4. Acosta: "Historia Natural...". libro VII, cap. 28, p. 375.
  5. Mendieta O.F.M. Fr. Jerónimo de: "Historia Eclesiástica Indiana". obra escrita a finales del siglo XVI, Editorial Porrúa, México 1971, 2a. edición facsimilar, libro V, prólogo, pp. 732-3.
  6. Clavijero en su Historia Antigua de México calcula en unos 30 millones los habitantes del antiguo México; el cálculo, según los estudiosos modernos es sumamente exagerado. Así, J. Stewart, Ángel Rosenblat (La población indígena en América desde 1492) y Nicolás Sánchez Albornoz (La población de América Latina) coinciden en la cifra de trece millones de habitantes en todo el Continente al momento del encuentro con los europeos. Las investigaciones realizadas por S.F. Cook y W. Borah de la Universidad de Berkeley, inicialmente señalaban veinticinco millones, y posteriormente ajustaron el dato en catorce millones. Sin embargo todos coinciden en que las zonas más pobladas eran: Mesoamérica, entre cuatro y cinco millones, y la zona andina, entre dos y tres millones.
  7. La primera expedición fue encabezada por Francisco Hernández de Córdoba en 1517 la cual únicamente tocó las costas de Yucatán; la segunda fue encabezada por Juan de Grijalva, en 1518, y exploró las costas Yucatán y las del Golfo de México, hasta el norte del actual Estado de Veracruz.
  8. Schlarman, Joseph. México tierra de volcanes, 14ª edición, Editorial Porrúa, México, 1987, p. 46.
  9. Vasconcelos, José. Hernán Cortés, creador de la nacionalidad. 3ª ed. Tradición, México, 1975, pp. 38-39.
  10. Schlarman, obra citada, p. 50
  11. Cfr. Díaz del Castillo Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Espasa-Calpe, octava edición, Madrid, 1989. Cap. LII
  12. Cfr. Díaz del Castillo, obra citada, cap. LXV
  13. Ibídem, Cap. LXXXIII, p.164
  14. Ibídem, Cap. LXXXVI, p. 174
  15. Louvier Calderón Juan. Identidad y Cultura de Hispanoamérica. UPAEP, Puebla, 2010

Bibliografía

  • Alamán, Lucas. Hernán Cortés y la Conquista de México. Ed. Jus. México, 1985.
  • ACOSTA Joseph de. "Historia Natural y Moral de las Indias". Fondo de Cultura Económica, México, 1a. reimpresión de la 2a. Edición, 1979,
  • Díaz del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Espasa-Calpe, octava edición, Madrid, 1989.
  • López de Gómara, Francisco. Historia de las conquistas de Hernando Cortés. Imprenta de la testamentaria de Ontiveros, México, 1826.
  • Louvier Calderón, Juan. Identidad y Cultura de Hispanoamérica. Ediciones de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, México, 2010
  • Mendieta Fr. Jerónimo de: "Historia Eclesiástica Indiana". Porrúa, México 1971, 2a. edición facsimilar
  • Schlarman, Joseph. México tierra de volcanes, Porrúa, 14ª edición, México, 1987.
  • Vasconcelos, José. Hernán Cortés, creador de la nacionalidad. Tradición, 3ª ed. México, 1975.


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ / SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA