COSMOVISIÓN MÍTICO-MÁGICA Y HUMANISMO CRISTIANO

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Elementos fundamentales presentes en todo ser humano, en cualquier tiempo y lugar son: en el orden natural, la «conciencia de ser»; y en el orden espiritual, el Amor personal de Dios. El primer elemento se conoce espontáneamente y se profundiza mediante la vía de la razón, ya que todas las cosas existentes «son» pero no saben que «son», que existen; ni el más majestuoso de los planetas sabe que existe. Solo el hombre, debido a su naturaleza intelectual, además de existir sabe que «es», que existe. Dicho de otro modo, el ser humano es el único «ser» sobre la faz de la tierra que tiene «conciencia de ser».

“La persona, en cuanto substancia individual de naturaleza racional, puede asimilar todas las cosas; es decir, pre-concibe el todo y lo reduce, aunque se modo confuso, a la noción de ser. De ahí que deba afirmarse que «lo primero que la inteligencia aprehende como su objeto más conocido es el ser»”[1]

Desde esa «conciencia de ser» el hombre se conoce a sí mismo como «unidad ontológica»[2], y conoce aquello que está frente a él pero que espontáneamente sabe que no es él; es decir, simultáneamente tiene (y no puede dejar de tener) conciencia «de ser» y conciencia «del ser». “La unidad ontológica funda la unicidad de los accidentes (cuyo) punto de partida (es) aquella inicial conciencia de ser y del ser (…) unidad y unicidad se ponen en el tiempo en cuyo dinamismo la persona se reconoce siendo siempre la misma; es decir, en el tiempo reconoce su radical identidad.”[3]

El segundo elemento presente en todo ser humano no lo conoce naturalmente, solo lo intuye.[4]Este elemento es el Amor personal que Dios, su Creador, le tiene,[5]y es posible conocerlo a partir de la grandiosidad de las obras de su creación y de la ley natural con la que la gobierna.[6]Sin embargo, lo limitado de la razón humana, aunado al hecho que el Misterio del Amor de Dios supera por completo a la razón humana, éste solo es posible conocerlo por medio de la Revelación.[7]

Pero conocerlo no es suficiente: el hombre fue creado a imagen (don gratuito) y semejanza (tarea a realizar) de Dios precisamente para que pueda responder «libremente» al Amor que Dios le dio al darle el ser, y alcanzar la plenitud de una eterna común- unión con Él.[8]Estos dos elementos, «conciencia de ser» y «Amor personal» de Dios, son el soporte y fundamento de la auténtica dignidad del ser humano, y de lo que llamamos « humanismo cristiano».

CULTURA Y HUMANISMO

Al nacer el hombre es el ser más desvalido y menesteroso; sin sus mayores no podría siquiera sobrevivir, y esta indigencia casi absoluta no es cosa de semanas -como ocurre con casi todos los animales mamíferos- ni siquiera de meses, sino de años. Pero desde sus primeros años el hombre recibe de sus mayores y de la cultura en cuyo seno nace, los bienes que le permiten sobrevivir primero y luego desarrollarse conforme a su naturaleza.

“La significación esencial de la cultura consiste en el hecho de ser una característica de la vida humana como tal. «El hombre vive una vida verdaderamente humana gracias a la cultura». La vida humana es cultura también en el sentido de que el hombre, a través de ella, se distingue y se diferencia de todo lo demás que existe en el mundo visible: el hombre no puede prescindir de la cultura.[9]

La cultura nace de las manos del hombre, y tiene como finalidad el cultivo del mismo hombre; por eso Juan Pablo II explicaba que el hombre es “en el mundo visible, el «único sujeto óntico de la cultura», es también su «único objeto y su término». La cultura es aquello a través de lo cual el hombre, en cuanto hombre, se hace más hombre, «es» más, accede más al «ser». En esto encuentra también su fundamento la distinción capital entre lo que el hombre es y lo que tiene, entre el ser y el tener.”[10]

Siendo pues el hombre principio y fin de la cultura, las preguntas que nos permiten valorar objetivamente una determinada cultura son ¿qué hace ella del ser humano? ¿cómo le permite cultivarse y realizarse para alcanzar la plenitud a la que está llamado? Y aplicando estas preguntas a la realidad de las culturas precolombinas podremos valorar objetivamente la situación de los seres humanos del mundo precolombino.

SITUACIÓN DEL HOMBRE EN EL MUNDO PRECOLOMBINO

En pocas líneas el Premio Nobel de Literatura Octavio Paz describió atinadamente cual era la situación de las culturas precolombinas más avanzadas: “El rasgo característico de las antiguas civilizaciones americanas -la incaica y la mesoamericana- fue su aislamiento (…) sucumbieron ante los europeos no solo por su inferioridad técnica, resultado de su aislamiento, sino por su soledad histórica.”[11]Ese «aislamiento» y «soledad » fueron mucho más pronunciados y dramáticos en otros pueblos originarios, como fue el caso de los situados hacia los polos: los pueblos nómadas de Norteamérica, y los habitantes de las selvas amazónicas.

Una dramática manifestación de esa realidad fue la innumerable cantidad de lenguas que se hablaban en el Continente. Por ello solo se pueden tener cifras aproximadas, dado que muchas de ellas se existieron al correr de los años. Sin embargo, el número de lenguas indígenas que siguen «vivas» y siguen siendo habladas en las comunidades es aún tan grande, que lingüistas y filólogos se conforman con seguir dando cifras aproximadas que van desde 400 a 1500.[12]

Aun limitando el estudio a territorios más delimitados como el mexicano, el número de lenguas indígenas que hoy en día siguen siendo habladas supera el centenar; y buscando preservarlas se han formado instituciones como el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI).

La «Babel precolombina», factor de «aislamiento» y «soledad» puesto que el desarrollo humano da inicio “por lo más simple, la lengua, haciendo posible de este modo que el hombre aprenda a hablar y llegue a ser miembro de la comunidad, que es su familia y su nación,”[13]tuvo un común denominador: desconocer por completo la escritura «fonética».[14]Ningún ser humano precolombino conoció lo que era una letra.

El hecho de desconocer la escritura «fonética» significó algo más que la carencia del medio que ha permitido a la humanidad transmitir con precisión hechos y acontecimientos, ideas y conceptos.[15]Como explica Caturelli, la ausencia de escritura fonética es producto de la ausencia de una conciencia crítica y reflexiva que indague sobre lo verdadero y se oriente a lo universal.[16]

Aún en las civilizaciones precolombinas más desarrolladas, la ausencia de escritura fonética afectaba realidades importantes: las lenguas carecían de gramáticas y la justicia de códigos jurídicos. Como una sociedad no puede subsistir sin algunas elementales leyes y ordenanzas, estas eran dictadas por quienes ejercían el poder y solo podían transmitirse -y aplicarse- de manera oral; y las normas gramaticales eran transmitidas en la cotidianidad de la convivencia, y por ello eran notoriamente diferentes aún entre los miembros de una misma familia lingüística.

Como señaló Octavio Paz en el texto anteriormente citado, “su inferioridad técnica (fue) resultado de su aislamiento.” En efecto; a la llegada de los europeos en 1492, además del desconocimiento de la escritura fonética, ningún pueblo conoció el uso de la rueda, ninguno supo de la aleación de metales, ni de la navegación a vela. Aunado a lo anterior, la Naturaleza no puso en el Continente americano animales de carga -con la excepción de llamas en los Andes-, ni ganado vacuno, caballar y lanar -con la excepción de alpacas, también en los Andes-. El resultado de lo anterior fue que: el único medio de carga y transporte fue la espalda de los hombres; que herramientas y armas fueran de la edad de piedra; que canoas y piraguas navegaran impulsadas exclusivamente por la fatiga humana.

UNA COSMOVISIÓN FATALISTA

Pero sin la menor duda, el mayor obstáculo para que los hombres precolombinos alcanzaran la plenitud a la que estaban llamados, no era el atraso tecnológico sino la «cosmovisión fatalista», que también fue un común denominador -con énfasis distintos- en todas sus culturas.

Por la «conciencia de ser» -y del ser-, toda persona humana tiene -y no puede no tener- una «cosmovisión», es decir, una forma de entenderse a sí mismo y al mundo que le rodea. Es en la infancia de cada persona donde inicia la formación de su cosmovisión coincidiendo con el despertar de su conciencia, la cual es influida por la cultura en la que el individuo está inmerso. La religión de sus mayores constituye el elemento determinante de su cultura y por tanto uno de los más influyentes en la formación de su cosmovisión, ya que “el hombre es por naturaleza y por vocación un ser religioso.”[17]

La conciencia que no se des-prende del mundo que le rodea queda inmerso en él, y con ello clausura el camino que conduce a la inteligencia a realizar «abstracciones» que prescindan de los elementos particulares. Por ello las culturas precolombinas carecen de conceptos como «justicia» o «libertad», mientras la religiosidad presente en todo ser consciente, quedará a merced de un pensamiento mítico-mágico que tendrá como «dioses» a casi todos los elementos del cosmos.

Surge así una lectura mítico-mágica de la geografía y del cosmos; el sol, la luna, la montaña, el jaguar, etc., serán «dioses» a los que el hombre se deberá tener contentos para evitar que dañen a los hombres, lo cual se consigue ofreciéndoles sangre humana. Esta cosmovisión explica por qué casi todos los pueblos precolombinos practicaron sacrificios humanos.

El pueblo azteca fue, con mucho, el que practicó el mayor número de sacrificios humanos, ya que según su cosmogonía -elaborada desde la «nostalgia» de Dios presente en todo ser humano-, este mundo no era el primero, sino el quinto, luego de otros cuatro anteriores terminados en desastre. Este quinto comenzó a existir cuando el Sol, ayudado por los demás dioses, había creado a los hombres; para ello hubo de sustraerle «huesos preciosos» a «Mictlantecutli», Señor del Inframundo, y amalgamarlos con el «agua preciosa» que era la sangre humana.

En la lógica de esa cosmogonía, en el momento que faltara la sangre humana moriría también el « quinto sol», por lo que la sangre era el elemento esencial del orden cósmico y en cuanto ellos que se concebían como «pueblo del sol», tenían el deber ineludible de proporcionarla.[18]

“Así como, para darle vida, los dioses ofrecieron su sangre al Sol- Huitzilopochtli, debe hacerse lo mismo con los hombres. La manera de dar muerte a los hombres es también mágica porque significa que la víctima se identifica con el dios. Una especie de indistinción conciencia-mundo, hombre-deidad, sangre-vida, muestra no solo el pensamiento abismal de los antiguos mexicanos, sino el carácter totalmente mágico de su espantoso mundo”.[19]

Y ante tal cosmovisión, la mentalidad de los hombres concretos que vivieron según ella fue de total sometimiento a ese «determinismo cósmico», sin pensar siquiera en la posibilidad de escapar de tal situación; su libertad queda totalmente anulada. José Vasconcelos escribió sobre esto: “…ni siquiera los caciques eran prósperos y libres dentro del México precortesiano, menos aún los vilipendiadísimos habitantes.”[20] Tales son las razones que llevaron a Jacques Soustelle a afirmar que los aztecas: “tenían una visión del mundo profundamente pesimista y dramática.”[21]

Pero esta característica no fue exclusiva de la cosmogonía azteca. “El hombre inca mantuvo, en la concepción de lo divino, el remoto mito de la dualidad masculino-femenino, Sol-Luna, Manco Cápac-Mama Ocllo, hermano-hermana, Sapa Inca- Colla, y los mismos lugares y objetos sagrados, pareja de huacas, de divinidades y dioses, se llevaron a cabo sacrificios humanos de niños y adolescentes, aunque al parecer, no tuvieron la frecuencia que alcanzó en los aztecas.”[22]

La cosmovisión de los habitantes de la América Septentrional, recolectores y cazadores que cambiaban de campamento según la estación del año, con pocas diferencias estaba atrapada en un «animismo» radical. Creían que cada cosa del mundo tiene un «espíritu», y arriba de ellos hay un «gran espíritu» (Manitú) al que se debe acceder dando doce gritos para que intervenga en la vida de las tribus haciendo «bajar» lo que ellas necesitan. Se debe resaltar que los pueblos nómadas de Norteamérica constituyen la excepción de la práctica de sacrificios humanos en la época precolombina.

Por lo que se refiere a los habitantes de las selvas sudamericanas, las cuales llevaban una existencia de mera sobrevivencia en las cuencas de los ríos Orinoco, Amazonas y Paraná, en líneas generales su cosmovisión fue también la de una relación mítico-mágica con las fuerzas de la naturaleza, a las que un «chamán» o brujo podía provocar mediante su imitación, y también mediante sacrificios humanos que casi siempre incluían el canibalismo, además de la confección de trofeos a partir de restos humanos. Esta revisión panorámica de la situación del hombre precolombino permite constatar la grave postración en la que transcurría la existencia humana, la cual dio un giro radical a partir del 12 de octubre de 1492, cuando el humanismo cristiano hizo su aparición.

PRIMEROS ENCUENTROS CON EL HUMANISMO CRISTIANO

El aislamiento en que vivían los pueblos precolombinos hizo que el «descubrimiento-conquista- poblamiento-evangelización» se realizara de manera gradual y progresiva. Dio inicio en las islas del Caribe y Centroamérica para pasar luego a lo que pronto sería el Virreinato de la Nueva España.

Al inicio de la expedición de Hernán Cortés hubo en Cempoala un hecho al que poca atención le han prestado la mayoría de los historiadores, pero que una sencilla reflexión nos permite comprender mejor cómo cambió la mentalidad mítico-mágica de los habitantes originarios ante el anuncio del Evangelio. Los detalles relevantes de ese hecho están narrados por Bernal Díaz del Castillo, el soldado-cronista de la expedición de Cortés en los Capítulos LI y LII de su obra «Historia verdadera de la conquista de Nueva España». Narra Díaz del Castillo que pocos días después de su arribo a Cempoala, el amable «cacique» que los recibió le pidió a Cortés que fueran hermanos, a lo que el capitán español le contestó que para ser hermanos “hay necesidad que no tengan aquellos ídolos en que creen y adoran, que los traen engañados, y que no sacrifiquen más ánimas (…) y cada día sacrificaban delante de nosotros tres o cuatro o cinco indios, y los corazones ofrescían a sus ídolos, y la sangre pegaban por las paredes, y cortábanles las piernas y los y muslos y lo comían como vaca (…) y dijeron a Cortés que porqué les queríamos destruir, y que si les hacíamos deshonor a sus dioses o se los quitábamos, que todos ellos perecerían y aún nosotros con ellos (…) Y Cortés les respondió muy enojado que otras veces les ha dicho que no sacrifiquen a aquellas malas figuras, porque no les traigan más engañados, y que a esta causa los veníamos a quitar de allí (…) Y no lo hobo bien dicho cuando subimos sobre cincuenta soldados y los derrocamos…”[23]

Ante la destrucción de los ídolos realizada por los españoles, los caciques cempoaltecas se aterrorizaron creyendo que los ídolos harían que el cosmos les cayera en la cabeza; entonces el «cacique gordo» que era el principal y sus acompañantes pidieron al pueblo que se congregaran pacíficamente en torno a los españoles. “Y desque Cortés los vio sosegados le hizo un parlamento y ansí se apaciguó todo.”

Acto seguido Cortés mandó limpiar y encalar una pirámide en la cual puso una imagen de la Santísima Virgen y una Cruz, y por medio de sus «lenguas» (traductores) Doña Marina y de Jerónimo de Aguilar “les dijo que agora les teníamos como a hermanos (…) y que no habían de tener más ídolos, que él les quiere dejar una gran Señora que es madre de Nuestro Señor Jesucristo, en quien creemos y adoramos, para que ellos también le tengan por Señora y abogada (…) y les declaró muchas cosas tocantes a nuestra fe tan bien dichas como agora los religiosos se los dan a entender, de manera que lo oían de buena voluntad.”[24]

Ese anuncio “tan bien dicho” que les hacía Cortés les estaba cambiando radicalmente su perspectiva de vida. En lugar de dioses inmisericordes que exigían la sangre humana para estar contentos y que el Cosmos siguiera existiendo, la fe cristiana les presentaba un Dios que por amor al hombre encarnó en una mujer y se hizo hombre; y fue Él quien derramó su Sangre a fin de salvar al hombre.

Por esa perspectiva antes inimaginada “lo oían de buena voluntad”. Esto no quiere decir que inmediatamente todos aceptaran la fe cristiana; varios si lo hicieron, pero no todos. Sin embargo, aún para aquellos que no la aceptaron -o cuando menos no inmediatamente-, su perspectiva no podía ya seguir siendo la misma; a sus ojos se había presentado otra muy distinta que cambió el fatalismo en optimismo y esperanza.

Otro hecho que debió sacudir la mentalidad mítico-mágica de los oyentes, y en el que incluso Díaz del Castillo no repara, era que Cortés llevaba a todas partes un crucifijo,[25]que para los indígenas era una imagen familiar, pues era la de un hombre sacrificado y con el pecho abierto, tal y como ellos acostumbraban hacer para sacar el corazón de sus víctimas. La única diferencia era que el Hombre de la Cruz estaba en posición vertical y no horizontal. También en la Nueva España se estaba cumpliendo la profecía de Jesús: “Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mi.” (Jn. 12, 32)

ÓRDENES RELIGIOSAS, LOS MISIONEROS POR ANTONOMASIA

Toda la Iglesia española participó -directa o indirectamente- en la misión de anunciar el Evangelio, incluyendo a algunos de los conquistadores, como fue el caso de Cortés arriba comentado. Sin embargo, los misioneros por antonomasia fueron los religiosos pertenecientes a las Órdenes reformadas: franciscanos, dominicos, agustinos y mercedarios; a ellos se sumaron posteriormente los jesuitas,[26]quienes dieron un gran impulso a la evangelización iniciada por los frailes desde 1493.

El propósito que España buscó desde un inicio, fue «integrar» a las poblaciones «de Indias» en el seno de la Iglesia (sociedad espiritual) y en el seno de la Corona (sociedad temporal). Así lo señaló explícitamente la Reina Isabel la católica en su testamento: “…porque nos, deseamos que los indios se conviertan a nuestra sancta fe católica, e sus ánimas se salven, porque este es el mayor bien que les podemos desear…” Ese noble propósito lo explica un notable historiador en pocos renglones: “el hombre de España no llega para integrar una casta aislada de los naturales; quiere que el natural se le iguale, para lo cual le ofrece su fe y su lengua.”[27]

El logro de ese propósito que dio a Hispanoamérica su identidad, llevó a San Juan Pablo II a decir a su llegada al aeropuerto de Madrid en 1982: “¡Gracias España; gracias, ¡Iglesia en España por tu fidelidad al evangelio y a la Esposa de Cristo! Esa historia, a pesar de las lagunas y errores humanos, es digna de toda admiración y aprecio.”[28]En efecto, sin disimular y sin dejar de mencionar «lagunas y errores», un balance objetivo del proceso realizado por una inteligencia honesta concluye admirándolo y apreciándolo.

Los datos señalan con absoluta certeza que: 1-El mundo precolombino, «una realidad que se ignoraba a sí misma», pasó de la «atomización» en que se encontraba a una unidad política presidida por la Corona y conformada por cuatro virreinatos y dos capitanías generales. 2-El aislamiento en que vivían los pueblos, fue roto por las rutas de navegación que unieron entre sí a Veracruz, La Habana, Panamá, El Callao, Valparaíso, Buenos Aires etc.; y en tierra, los «caminos reales» unieron entre sí las decenas de ciudades que en menos de cincuenta años fueron erigidas desde Nueva España (Guadalajara, Puebla, Valladolid, Querétaro, etc.) hasta la Argentina ( Córdoba, Rosario, La Plata, etc.) 3.-Y en cada ciudad fueron erigidos tribunales y cabildos, colegios y universidades, escuelas y hospitales, asilos y orfanatorios.

Sin embargo, todos estos hechos de evidencia inmediata son superados inconmensurablemente por el cambio que significó el fin de la de la cosmovisión pesimista, producto de la mentalidad mítico-mágica, por la cosmovisión esperanzadora producto de la aceptación de la Fe predicada por la Iglesia. Los misioneros «evangelizaron civilizando» y «civilizaron evangelizando». El catecismo y la cartilla de alfabetización entraron simultáneamente.

EL HUMANISMO CRISTIANO: UN TESORO LLEVADO EN VASIJAS DE BARRO

El centro del humanismo cristiano lo constituye su afirmación tomada de la Sagrada Escritura de que el hombre es un ser creado por Dios «a su imagen y semejanza»,[29]y por tanto dotado de inteligencia y libertad. Tal es la razón por la cual Dios Creador, lo constituyó «señor del universo». Y no solo le dio esa dignidad; lo amó hasta derramar toda su sangre para salvarlo pues es “la única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma”.[30]

Pero el mismo Jesucristo estableció que el tesoro de su Evangelio no fuera transmitido a los hombres por Ángeles sino por otros hombres, sus apóstoles: “…denles ustedes de comer” (Lc. 9,13); “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio". (Mc. 16:15). De este modo resultó que el Evangelio desde el inicio de la Iglesia ha sido “llevado en vasijas de barro”. (2Cor.4).

En las tierras americanas, las «vasijas de barro» que proclamaron el Evangelio hablaban español; y en esa lengua transformaron los pueblos y las personas que aceptaron la «buena nueva» e hicieron surgir una nueva cristiandad: la cristiandad indiana, que en la fe y la lengua dio unidad a la atomización precolombina. La eficacia de la Palabra de Dios depende de su Gracia y no del estupor y asombro que siempre provoca.

La distancia existente entre las «vasijas de barro» y el Cristo que deben predicar y transmitir, ya había sido advertida desde tiempos apostólicos por San Pablo: “…porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero ese lo hago…” (Rm. 7,19-25) Caturelli explica que “De ahí el drama (no la tragedia que es insuperable) de la conciencia cristiana que siempre se esfuerza por llenar la distancia entre el bien que quiero (y debo hacer) y el mal que no quiero (y suelo hacer) hasta que sean idénticos el bien que quiero y el bien que hago. Por eso cualquier visión idílica de la comunidad humana y de cualquier grupo humano es pura fantasía, hueca irrealidad por completo antievangélica, además de ser contraria a la mera experiencia natural.”[31]

NOTAS

  1. Alberto Caturelli. Orden natural y Orden moral. Ed. Gladius, Buenos Aires, 2020, p.108
  2. Juan Pablo II la llamó «soporte óntico de acción» en Persona y Acción, BAC Madrid 1982, pp.88-90
  3. Alberto Caturelli, Op., cit., p. 109
  4. De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso.” (Catecismo de la Iglesia, N° 28)
  5. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna." (Juan 3:16).
  6. “…Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas" (Concilio Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius, c.2: DS 3004; cf. Ibíd., De revelatione, canon 2: DS 3026; Concilio Vaticano II, DV 6). Sin esta capacidad, el hombre no podría acoger la revelación de Dios. El hombre tiene esta capacidad porque ha sido creado «a imagen de Dios»" (Catecismo,…N°36)
  7. Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina (cf. Concilio Vaticano I: DS 3015). Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres. Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo.” (Catecismo…N°50)
  8. Dios, que «habita una luz inaccesible» (1 Tm 6,16) quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por Él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (cf. Ef 1,4-5). Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas.” (Catecismo… N° 52)
  9. Juan Pablo II, Discurso a la UNESCO, París, 1980, N°. 6
  10. Juan Pablo II. Discurso a la UNESCO, París, 1980, n° 7
  11. Revista «Vuelta» N° 191, octubre de 1992, pp.12-13
  12. Campbell, Lyle. American Indian languages: The historical linguistics of Native America. Oxford University Press. New York: 1997 (ISBN 0-19-509427-1.)
  13. Juan Pablo II, Discurso a la Unesco, N° 14
  14. La escritura «pictórica» fue la más practicada en la época prehispánica. Solo los mayas en el Antiguo imperio llegaron a alcanzar una escritura «jeroglífica», pero es un misterio que no aparece en el nuevo imperio. La escritura de la civilización quechua consistió en unos nudos sobre cuerdas llamadas «quipús».
  15. Por ello la distinción entre «prehistoria» e «historia» se señala a por la aparición de la escritura fonética (3000 a.C).
  16. Cfr. Alberto Caturelli, El Nuevo Mundo, Ed. Edamex, México, 1991, p. 77
  17. Catecismo….N° 44
  18. Cfr. Caso, Alfonso. El pueblo del sol. Ed. FCE. México, 1971
  19. Caturelli, El Nuevo Mundo, p. 119. Cfr. también el libro VI de la obra de Bernardino de Sahagún Historia general de las cosas de la Nueva España.
  20. José Vasconcelos, Hernán Cortés, Ed. JUS, 5ed. México 1985, p. 66
  21. Dominique Simmonet, El México de Jacques Soustelle. La nación, Buenos Aires, 8 sept 1988, p. 7
  22. Caturelli, El Nuevo Mundo, p. 126
  23. Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, Cap. LI. Ed. Espasa Calpe, Colección Austral, Octava ed., Madrid, 1955, p. 109
  24. Ibidem, cap. LII, p. 110
  25. Este hecho puede constatarse en el «Lienzo de Tlaxcala», en la escena que recrea el bautizo de las princesas tlaxcaltecas.
  26. La Compañía de Jesús fue aprobada en 1540 por el Papa Paulo III; por tanto, antes de esa fecha no pudo haber participado en la evangelización.
  27. Vicente D. Sierra. Así se hizo América. Ed. Cultura Hispánica, Madrid, 1955
  28. L´Osservatore Romano N° 45 (723), 7 de noviembre de 1982
  29. Génesis, 1.27
  30. Constitución Gaudium et Spes, 24
  31. Alberto Caturelli. El Nuevo Mundo, p. 161

BIBLIOGRAFÍA

Caturelli Alberto, El Nuevo Mundo, Ed. Edamex, México, 1991

Caturelli Alberto. Orden natural y Orden moral. Ed. Gladius, Buenos Aires, 2020

Campbell, Lyle. American Indian languages: The historical linguistics of Native America. Oxford University Press. New York: 1997

Caso, Alfonso. El pueblo del sol. Ed. FCE. México, 1971

Díaz del Castillo Bernal, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, Ed. Espasa Calpe, Colección Austral, Octava ed., Madrid, 1955

Sierra Vicente. Así se hizo América. Ed. Cultura Hispánica, Madrid, 1955

Wojtila Karol. Persona y Acción, BAC Madrid 1982

Vasconcelos José, Hernán Cortés, Ed. JUS, 5ed. México 1985


JUAN LOUVIER CALDERÓN