Diferencia entre revisiones de «RELIGIÓN EN LOS ESCRITORES DE INDIAS»
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MOTOLINÍA, Fray Toribio de Benavente, ''Historia de los indios de la Nueva España'', Crónicas de América 17, Dastin, Las Rozas (Madrid), 2002. | MOTOLINÍA, Fray Toribio de Benavente, ''Historia de los indios de la Nueva España'', Crónicas de América 17, Dastin, Las Rozas (Madrid), 2002. | ||
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Revisión del 05:17 16 nov 2018
La amplitud del tema y los límites del espacio, entre otras razones, me impiden aspirar al objetivo muy difícilmente accesible de una síntesis completa. Me limito a insinuar algunos resultados y líneas de investigación. La selección bibliográfica que añado al final nos permitirá enriquecer lo aquí levemente esbozado. Después de aludir a lo que se suele entender por escritores de Indias, voy a referirme a la manera como se presenta en ellos el tema religioso.
Sumario
- 1 Los escritores de Indias
- 2 Presupuestos de la descripción e interpretación de las religiones prehispánicas, y de la evangelización
- 3 Descripción e interpretación o crítica de las religiones prehispánicas
- 4 Realidad concreta de la evangelización desde finales del siglo XV hasta principios del siglo XIX
- 5 NOTAS
- 6 BIBLIOGRAFÍA
Los escritores de Indias
¿A quiénes consideramos escritores de Indias? A todos los que escribieron sobre América entre finales del siglo XV y principios del siglo XIX. Hallamos tres tipos de escritos: las crónicas de la conquista de México, del Perú y de otros territorios, los relatos de los misioneros y los escritos de algunos mestizos, como el inca Garcilaso, y de algunos indios, como el príncipe inca Don Diego de Castro Titu Cussi Yupangui. El mejor poema épico de la conquista, La Araucana, viene a ser una crónica rimada.
Casi todos sus autores son españoles nacidos en España, criollos o mestizos. Se suele llamar criollos a los descendientes de españoles, nacidos en América. Mestizos son los hijos de españoles e indios o negros. Hay que distinguir entre los primeros cronistas, llenos de frescura e ingenuidad, y los cronistas posteriores al siglo XVI. Algunos cronistas son hombres del pueblo, como Bernal Díaz del Castillo o Fray Toribio de Benavente (Motolinía). A los habitantes del nuevo mundo los suelen llamar «indios», porque Colón y otros de los primeros exploradores pensaban que habían llegado a la India por otro camino y no que habían descubierto un nuevo continente.
Los misioneros de distintas órdenes, especialmente franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas, pero también mercedarios y jerónimos, en menor medida, contando sus experiencias, sus objetivos y sus métodos de evangelización, describiendo su contexto físico, político, religioso y social, escribieron relatos, descripciones, cartas e informes, dirigidos con frecuencia a sus superiores, al Papa, a los virreyes o reyes y a otras autoridades. Las crónicas americanas, escritas por religiosos, son una fuente caudalosa de información para los interesados por la antropología de la religión, la antropología cultural y la historia de la religión en América. Estas crónicas, muchas de ellas todavía inéditas, nos permiten conocer la labor realizada por los misioneros desde finales del siglo XV hasta principios del siglo XIX, cuando acontece el proceso de las independencias.
Sin referirme a otros aspectos de tipo político, cultural o social, quiero centrar mi atención en la manera como se presenta la religión pagana y católica o cristiana en los escritores de Indias. Éstos nos permiten trazar las coordenadas religiosas de América desde su descubrimiento por Colón hasta los procesos de independencia del siglo XIX. Incluso en los cronistas mestizos o indígenas hay un fundamento europeo y cristiano. No nos extrañe, por tanto, que también ellos se esfuercen por introducir sus historias en el molde del catolicismo de los misioneros, en el que han sido educados.
El ambiente apasionado de la conquista se refleja en los cronistas de Indias. Dos autores representan los puntos de vista más opuestos: Francisco López de Gómara y Bartolomé de las Casas. Para el primero los indios ganaron mucho con ser conquistados y más con ser cristianos. El segundo, en cambio, aunque acepta que la evangelización constituye una ganancia, afirma que la conquista de América por los españoles fue una «destruyción de las Indias».
En la bibliografía, que añado al final, selecciono algunos estudios generales sobre los escritores de Indias, dos colecciones de escritos y documentos, y algunas obras significativas de estos escritores.
Presupuestos de la descripción e interpretación de las religiones prehispánicas, y de la evangelización
Tanto al hablar de las religiones precolombinas o prehispánicas como del catolicismo, los escritores de Indias lo suelen hacer desde una perspectiva católica. Por eso es tan importante conocer las líneas del catolicismo español del siglo XVI. Los escritores de Indias, cuando tocan el tema religioso, lo hacen desde determinados presupuestos teológicos de su fe católica, que condicionan los objetivos y los métodos de evangelización. Indico algunos:
- • La voluntad salvadora de Dios se concentra en la Iglesia Católica, de modo que sólo ésta la garantiza.
- • Fuera de la Iglesia, por tanto, no hay posibilidad de salvación (extra Ecclesia nulla Salus).
- • El bautismo es necesario para participar de esta salvación.
- • Hay que garantizar, por consiguiente, los medios que favorezcan o aseguren la predicación a los indios y su bautismo.
- • Puede contarse, para ello, con el poder civil o político, aunque no todos los escritores de Indias están de acuerdo con esto. Algunos escritores de Indias defienden una vuelta al primer cristianismo, incluso en los procedimientos de evangelización.
- • El ideal es que todo el mundo venga a integrarse dentro del mundo cristiano. Notamos una cierta identificación entre religión y sociedad, entre Iglesia y mundo cristiano.
Descripción e interpretación o crítica de las religiones prehispánicas
Los primeros europeos que llegaron a América, el «Nuevo Mundo» con el que inesperadamente se habían encontrado, quedaron sorprendidos ante nuevas realidades, necesitadas de interpretación o explicación, de valoración. Una de esas realidades fueron las religiones de los indígenas. Buena parte de las crónicas o historias describen esas religiones, que se interpretan y valoran desde el catolicismo o la tradición cultural europea.
Lo que se acerca al cristianismo católico en sus concepciones religiosas o en sus formas rituales es interpretado como preparación evangélica o herencia, más o menos transformada o deformada, de la primera revelación. El resto lo consideran obra del demonio. En los escritores de Indias o cronistas de Indias es general la interpretación diabólica de los fenómenos religiosos politeístas. Es el demonio el que se hace adorar a través de los ídolos y el que siembra «semilla de condenación» sobre la antigua predicación de Santo Tomás en las Indias, que muchos dan por segura. A veces influye en la interpretación la concepción humanista de la antigüedad clásica. Al humanista Pedro Mártir de Anglería (1455/1459-1526), que en 1518 recibió el nombramiento de consejero de Indias y dos años más tarde el de cronista de Indias, aunque sólo contó lo que otros relataban, pues nunca viajó al Nuevo Mundo, comparó las creencias de los indios bárbaros y contemporáneos con las de la Grecia clásica y parece que vislumbró la unidad de los orígenes del mito.[1]
Gonzalo Fernández de Ovíedo (1478-1557), otro cronista oficial de lo que acontecía en el Nuevo Mundo, en su Historia General y Natural de las Indias, intenta contar mucho de lo que él mismo vio. Nos describe la mitología de los indios taínos de La Española. Su dios supremo es Yocahú, hijo y abuelo mítico invisible e intangible como el fuego, como el viento, el sol y la luna. Su experiencia le ha enseñado que muchos indios son sodomitas, idólatras, antropófagos, despiadados y muy viciosos.
El primitivismo de los habitantes de las Indias sugiere desde el primer momento a los historiadores el recuerdo de la Edad de Oro, más o menos fundido con el de la dicha paradisíaca de nuestros primeros padres y su estado de inocencia. Algunos cronistas, cuando reciben la impresión de la barbarie aborigen y del canibalismo, se valen de Cicerón y Plutarco, por ejemplo, para explicarse la vida primitiva, ruda y feroz, de las hordas humanas.
La información más abundante y detallada sobre la religión prehispánica la encontramos en los escritos de algunos misioneros. Su objetivo al describir las creencias de los indios es facilitar su conversión y purificar la fe de los ya convertidos. El primero de la larga serie de religiosos misioneros que se interesaron por las creencias y costumbres de los indios del Nuevo Mundo fue fray Ramón Pané, que llegó con Colón en su segundo viaje (año 1493). Él mismo se presenta como «pobre ermitaño de la orden de San Jerónimo». Predicó por primera vez el Evangelio en el mundo recién descubierto.
Hernando Colón (1488-1539), en su Historia del Almirante, tras unas palabras de su padre sobre costumbres, ceremonias y religión de los indios, incluye un escrito que el Almirante le encargó. Este trabajo fue aprovechado por Las Casas en su Apologética Historia y por Pedro Mártir de Anglería en sus Decadas de orbe novo (primera Década). Gracias a su conocimiento del idioma de los indios de La Española (lo que actualmente es Haití y República Dominicana), pudo conocer su creencia en un ser inmortal, invisible, con madre y sin principio. También nos relata cómo, según ellos, tuvieron su origen el sol y la luna, y cómo se hizo el mar y a dónde van los muertos, cómo se separaron los varones de las mujeres, y también de dónde proceden los indios. Su escrito nos informa, pues, sobre su cosmogonía, su explicación del origen del hombre y de su destino después de la muerte, sobre las prácticas mágicas de los médicos hechiceros y los poderes que atribuían a los ídolos o cemíes.
El franciscano Diego de Landa (1524-1579), en su obra Relación de las cosas de Yucatán, escrita hacia 1566, descubre en la cultura maya las huellas de la Revelación primera de Dios a los hombres. Nos cuenta que los pueblos yucatecos creían en la inmortalidad del alma y tenían conciencia del pecado personal. Lamenta que también practicaran la idolatría con los sacrificios humanos.
Bartolomé de las Casas, en su Apologética historia, no consigna los datos por su interés en sí mismos, sino que los supedita a la defensa del indio, tema central y razón de su vida. Quiere llevarnos a la conclusión de que los indios constituyen la raza más perfecta del género humano. Contrastando la religión de los indios con las religiones antiguas, concluye que los indios de América tuvieron más conocimiento natural de Dios que griegos y romanos. Sólo tiene ojos para las buenas cualidades de los indios y no para sus defectos. Por eso reacciona apasionadamente contra Gonzalo Fernández de Oviedo, que pone de relieve las inclinaciones viciosas de los indios: sodomía, antropofagia, sacrificios humanos, etc. Le califica de mentiroso e infamador. Su lucha por la justicia ideal le hace ser injusto con quienes permanecen en el plano de la justicia posible, especialmente con Oviedo.
Destacan, entre los misioneros que investigan las creencias religiosas prehispánicas, los franciscanos Fray Toribio de Benavente (Motolinía) y Fray Bernardino de Sahagún. El primero, Motolinía (1482-1569, fechas aproximadas), que en náhuatl significa «pobrecito», pertenece al grupo de los doce franciscanos que llegaron a México el 13 de mayo de 1524 y se los conoce como los «Doce apóstoles de México». Comienza su obra Historia de los indios de la Nueva España por «la relación de las cosas, idolatrías, ritos y ceremonias que en la Nueva España hallaron los españoles cuando la ganaron; con otras muchas cosas dignas de notar que en la tierra hallaron». Intenta mostrar lo equivocados que estaban los indios con su adoración a los dioses y lo urgente que es su conversión a la religión cristiana. Su afán de conocer, lo mejor posible, la religión prehispánica de la Nueva España, tiene muy poco que ver, pues, con una mera curiosidad erudita o turística.
El segundo, Fray Bernardino de Sahagún (1499-1590), lleva a cabo una rigurosa investigación etnológica, que se adelanta en varios siglos a su época. Pero sus objetivos no son científicos. Trata de conocer lo más perfectamente posible la religión prehispánica, con el fin de detectar sus huellas, que aún perviven en muchos bautizados, y ayudar a purificar la vida cristiana en Nueva España. Dedica los tres primeros libros de su voluminosa obra Historia general de las cosas de Nueva España a presentar los dioses y diosas que adoraban los indios de Nueva España, las fiestas con que los honraban, y sus creencias en la inmortalidad del alma y su destino después de la muerte. Intenta conocer las idolatrías de los indios para poder extirparlas. No se limita, por tanto, a describirlas. Junto a la descripción hallamos una crítica a partir de sus convicciones cristianas católicas y una invitación a colaborar en la eliminación de todo tipo de idolatría.
Al jesuita José de Acosta (1539-1599) le llaman la atención, al estudiar las prácticas religiosas de los indios, ciertas ceremonias y ritos dotados de alguna semejanza con los cristianos y cierto remedo de los sacramentos. Culpa de ello al demonio. No piensa que se deban despreciar las creencias y prácticas religiosas de los indios. Pone el ejemplo de griegos y romanos: «Si alguno se maravillare de algunos ritos y costumbres de los indios, y los depreciare por insipientes y necios, o los detestare por inhumanos o diabólicos, mire que en los griegos y romanos que mandaron el mundo se hallan o los mismos o otros semejantes».[2]
Las noticias acerca de la religión de los indios no las ha investigado directamente sobre el terreno como Bernardino de Sahagún o Motolinía o el jesuita Blas de Valera (1545-1618), letrado mestizo y bilingüe de la primera generación. Conocía el quechua. Ha tenido que inspirarse en libros o escritos ajenos. Sigue comúnmente a Polo Ondegardo en las cosas del Perú y a Juan de Tovar en la historia de México, y a otros autores.
En los escritores de Indias aparece reflejada la gran variedad de mitologías que constituye la religión, previa a la primera evangelización. De una manera o de otra aparecen aludidas o descritas estas creencias en todos ellos. Las claves de interpretación de los elementos rechazables que contienen las religiones prehispánicas son dos: la ceguedad en que caímos por el pecado original y la malicia del demonio.
Realidad concreta de la evangelización desde finales del siglo XV hasta principios del siglo XIX
Hay una mezcla de verdad y leyenda en la teoría de que, en la evangelización de América, avanzaban unidas la espada y la cruz, el poder político y el catolicismo. La lectura de los escritores de Indias nos revela un panorama más complejo. Sus crónicas nos muestran la realidad concreta de la evangelización de América, siempre incompleta, previa a las independencias, con sus luces y sombras.
Los conquistadores no conciben la religión como algo ajeno a su empresa. Es cierto que muchos españoles son atraídos hacia América no por ideales religiosos, sino por ambiciones de tipo político y económico. Pero los reyes y gobernantes de España, y al menos varios de los conquistadores, son conscientes de que el principal objetivo de la conquista es la conversión de los habitantes de aquel Nuevo Mundo a la fe católica. Y no puede negarse que las conquistas españolas y el apoyo de sus gobiernos al catolicismo, facilitaron el avance del catolicismo en América desde finales del siglo XV hasta comienzos del siglo XIX. Casi desde el principio funciona la institución del Patronato, por el que los reyes se responsabilizan concretamente de esa evangelización, delegados por el Papa, la autoridad suprema de la Iglesia.
Parece, por tanto, seguro que, en los que dirigen la conquista y evangelización de América, política y cristianismo católico van íntimamente unidos. Los papas y los reyes españoles son conscientes de que el principal motivo para la conquista del Nuevo Mundo es su evangelización o cristianización. Sin embargo, también debemos admitir que algunos protagonistas de la evangelización no se sienten a gusto dentro de esa estrecha sintonía entre política y religión, rechazan la violencia en la transmisión de la fe cristiana a los indios.
En su modo de evangelizar quieren, y lo intentan en algunos casos, prescindir del apoyo de las autoridades políticas y militares. Así, por ejemplo, el dominico Antonio de Remesal (1570-1627), en su obra Historia General de las Indias Occidentales y particular de la Gobernación de Chiapa y Guatemala, nos permite conocer la preparación de los dominicos llegados a Guatemala para afrontar la evangelización pacífica de los «indios de guerra» de la zona que después sería la Vera Paz.
Algunos de los primeros evangelizadores y sus escritos irradian un cierto humanismo cristiano erasmista y utópico. Quieren ensayar una nueva sociedad, una renovada cristiandad, al estilo de la primera Iglesia, en el Nuevo Mundo. Por eso promueven un cierto aislamiento de los indios, a fin de que no se contaminen con los vicios y deformaciones religiosas de los europeos. De ahí nacen las ideas de las comunidades franciscanas de indios, de los hospitales y escuelas de Vasco de Quiroga, y de las reducciones jesuíticas del Paraguay.
A partir de la defensa del indio y de sus cualidades naturales, docilidad, humildad, carencia de codicia, los primeros misioneros franciscanos intentaron reconstruir el ideal de la primera cristiandad. Su intención parece que era fundar el Paraíso en las Indias, animados por el resurgir de las profecías de Joaquín de Fiore. Los doce apóstoles franciscanos, de los que formaba parte Motolinía, a fin de lograr más fácilmente crear una perfecta comunidad cristiana, habrían intentado fundar una comunidad exclusivamente india bajo la tutela de los frailes. Por lo que se les acusó de conspiración contra los intereses de la Corona española.
Con una intención semejante a la de los franciscanos, volver a la vida comunitaria de los primeros cristianos, Vasco de Quiroga (1470-1565), nacido en Madrigal de las Altas Torres, provincia de Ávila, donde nació también la reina Isabel la Católica, logra llevar a cabo en parte, con un sentido más realista, el ideal franciscano, inspirándose para ello en la obra Utopía del canciller Tomás Moro (cf. sus escritos recogidos en el libro La utopía en América). El recuerdo de su obra social y evangelizadora, que le sobrevivió dos siglos, hasta que reformas liberales borbónicas primero, y criollas después, fueran minando su estructura, ha perdurado hasta hoy en la memoria de los indios.
Para sus métodos de evangelización, los misioneros se inspiran a veces en los mismos indios. Adoptan, con frecuencia, sus procedimientos al expresar y trasmitir sus creencias religiosas. En la catequesis siguen el modelo de sus relatos mediante los cuales narraban el origen de sus dioses, del mundo y del propio pueblo. No obstante, en sus líneas fundamentales, el catolicismo del Nuevo Mundo asume el modelo jerárquico, teológico y popular del catolicismo de España. Algunos escritos muestran cómo el catolicismo popular de España fue llevado a América. Motolinía nos relata la solemne celebración de la fiesta del Corpus Christi de 1534 en Tlaxcala, pocos años después de la conquista de México.[3]
El catolicismo de los misioneros proporciona los fundamentos de índole moral que en los siglos XVI y XVII aconsejaban la protección del indio. Bartolomé de las Casas (1474-1566), con ardor de converso, ya que fue en un tiempo encomendero, no reconoce otro título de España para entrar en las Indias que el de la evangelización, el cual no autoriza para emprender una guerra de conquista. Se considera ante todo cristiano, aferrándose a las doctrinas teológicas, sin preocuparse, como Vitoria, de justificar, mediante ellas, la misión de España.
En nombre de la teología, ataca duramente el procedimiento de penetración española en las Indias. No admite otro procedimiento para atraer los indios a la verdadera religión que el que se desprende de la doctrina de Cristo: la predicación del Evangelio por misioneros sin armas. La conquista guerrera es propia de los seguidores de Mahoma. La evangelización sólo puede llevarse a cabo por la persuasión y la dulzura. Amenaza con el infierno a quienquiera que no se atenga a su deber cristiano con respecto a los indios.
Ante los informes o quejas de Las Casas y de otros teólogos y misioneros, el rey de España y emperador de Alemania, Carlos, se plantea en conciencia si le es lícito continuar la conquista de América o debe decir a sus súbditos que vuelvan a España, que se retiren. El español habría sido el único imperio que critica sus logros en pleno auge hegemónico.[4]
Por primera vez en la historia un estado resuelve hacer a fondo y con imparcialidad la crítica de su propia actuación, a fin de establecer sobre fundamento estrictamente cristiano las bases teóricas de la expansión española en el Nuevo Mundo. Buena prueba de la conciencia de responsabilidad humana y cristiana de los reyes españoles son las Leyes de Indias, cuyo cumplimiento debían exigir los virreyes, los cuales, a veces, por razones pragmáticas, no las hicieron cumplir suficientemente.
NOTAS
- ↑ (cf. Décadas de orbe novo)
- ↑ (Historia natural y moral de las Indias, Libro V, prólogo a los libros siguientes)
- ↑ (cf. Historia de los indios de la Nueva España)
- ↑ (cf. L. Hanke, La lucha por la justicia en la conquista de América, Buenos Aires, 1949)
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